Virtual Conexión
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Sara se preparaba para una noche especial. Había esperado este momento con ansias durante toda la semana. Había conocido a David en una plataforma de videochat erótico, y su conexión había sido inmediata. Esta noche, planeaban llevar su juego a un nivel completamente nuevo.
Estaba en el baño de su habitación, iluminada suavemente por velas aromáticas. Sara abrió su cajón secreto y sacó parte de su colección de juguetes sexuales. Cada uno tenía su historia, su propósito. Eligió un vibrador de última generación, diseñado para estimular su clítoris y su punto G al mismo tiempo. También tomó una joya anal decorada con cristales de Swarovski, un regalo que le había enviado David la semana pasada. No estaba segura cuál usaría, pero la situación lo demandaría.
Se sentó frente a su ordenador portátil, vestida solo con medias negras hasta el muslo y una fina bata de seda que dejaba entrever su piel desnuda. Conectó su webcam y esperó ansiosa a que David apareciera en pantalla.
Cuando la llamada se conectó, David apareció sonriendo, también vestido solo con un par de boxers ajustados. “Hola, preciosa,” dijo, su voz grave y seductora resonando a través de los altavoces. “¡Estás en el baño… qué cool!”
“Hola, guapo,” respondió Sara, mordisqueándose el labio inferior. “¿Listo para nuestra noche especial?”
David asintió, sus ojos recorriendo cada centímetro de su cuerpo visible. “Más que listo. Muéstrame lo que tienes.”
Sara levantó el vibrador y la joya anal hacia la cámara, y la sonrisa de David se ensanchó. “Perfecto,” murmuró. “Vamos a empezar despacio. Quiero que te relajes y disfrutes cada segundo.”
Siguiendo sus indicaciones, Sara encendió el vibrador y lo deslizó suavemente sobre sus labios vaginales, cerrando los ojos mientras la vibración comenzaba a enviar olas de placer por todo su cuerpo. Los gemidos suaves escapaban de sus labios, mezclándose con la respiración pesada de David al otro lado de la línea.
“Eso es, nena. Déjate llevar,” dijo David, su voz llena de deseo. “Ahora quiero que uses la joya.”
Con movimientos lentos y deliberados, Sara aplicó lubricante en la joya anal y en su orificio trasero. Lentamente, la insertó, sintiendo la presión deliciosa mientras la joya se asentaba en su lugar. Abrió los ojos para ver la reacción de David, encontrando su mirada ardiente clavada en ella.
“Te ves increíble,” murmuró. “Ahora quiero que te toques mientras te observo.”
Sara obedeció, moviendo el vibrador en círculos suaves sobre su clítoris mientras sus dedos libres exploraban su entrada anal. La combinación de sensaciones la hacía gemir más alto, y podía ver a David acariciándose a sí mismo en respuesta a su espectáculo.
David la observaba atentamente mientras ella se recuperaba. “¿Tienes las pinzas para pezones a mano?” preguntó, su voz suave pero autoritaria.
Sara asintió y se levantó, caminando hacia su cajón de juguetes y sacando las pequeñas pinzas de metal con puntas de goma. Se quitó la bata, revelando su cuerpo desnudo, y se las colocó en los pezones, disfrutando de la sensación de la ligera presión que rápidamente se transformó en un delicioso dolor mezclado con placer.
“Déjame verte de cerca,” ordenó David. Sara acercó su pecho a la cámara, mostrándole cómo las pinzas realzaban sus pezones ya erectos. David dejó escapar un suspiro de aprobación.
“Ahora, quiero que te pongas de pie y te apoyes contra la pared,” continuó él. “Quiero verte en una posición más vulnerable.”
Sara obedeció, moviendo la cámara del ordenador para que capturara toda su figura. Se levantó, con el vibrador aún en su mano, y se apoyó contra la pared. La fría superficie contrastaba deliciosamente con el calor de su piel.
“Enciende el vibrador y deslízalo dentro de ti,” indicó David, su voz temblando ligeramente por la excitación.
Sara hizo lo que le pidió, introduciendo lentamente el vibrador en su interior. Sus gemidos se intensificaron cuando la vibración estimuló su punto G, y la joya anal añadió una capa extra de placer. Se arqueó contra la pared, moviéndose contra el juguete mientras David observaba, su mano trabajando con más urgencia en su propio placer.
“Juega con tus pezones,” ordenó. “Quiero ver cómo te haces disfrutar.”
Con una mano, Sara comenzó a masajear y pellizcar sus pezones, disfrutando de la sensación amplificada por las pinzas. La combinación de estímulos era abrumadora, y podía sentir que un orgasmo se estaba construyendo dentro de ella.
David, con su erección evidente, sostenía firmemente su pene grande y humectado en su mano derecha, con la cabeza sobresaliendo de su mano.
“Wou, qué rica estás,” murmuró David, con su voz ronca. “Esas tetas… me enloquecen. Mira cómo me pusiste. Ahora que te veo en el baño, quiero bañarte en leche.”
“¿Y qué más?” preguntó Sara mientras se pasaba el vibrador por las tetas, sintiendo una suave fricción y una excitación aún más creciente. Su cabello largo y oscuro caía en ondas sueltas alrededor de sus hombros desnudos, resaltando la blancura de su piel.
“Quiero que te sientes en el borde de la tina y comiences a pasarte la verga por la vagina sin meterla,” ordenó David, sus ojos llenos de deseo. “Sólo la puntita.”
Sara obedeció, sus movimientos eran sensuales, embriagadores y levemente deliberados. Estaba entregada a las sensaciones. Se sentía tan rico…
Abrió más las piernas, mostrándole su vagina completamente depilada. La sensación era indescriptible. El placer sexual, nada se compara con esto que sentía.
Con una mano, se acarició el clítoris, entregándose a ondas eléctricas que la aturdían mientras la otra guiaba el vibrador negro de última generación, una versión nueva del Hitachi Magic Wand, cuyas vibraciones eran intensas y la tenían trastornada.
Movía el vibrador lentamente dentro de su vagina, dejando escapar gemidos que resonaban en la habitación.
Los gemidos se transformaron en gritos que escapaban de sus labios carnosos mientras la cámara capturaba cada detalle de su cuerpo. Sus medias negras, preparadas para la ocasión, hasta los muslos añadían un toque de sensualidad, y sus tetas, con los pezones erectos y rosados, se movían temblorosas con cada inhalación y exhalación de su respiración agitada.
Sus pies se apoyaban firmemente en el suelo, mientras su cuerpo se arqueaba hacia atrás.
Sentía el vibrador moviéndose dentro de ella, enviando oleadas de placer que la hacían gemir cada vez más y más alto. La fuerza del movimiento de la máquina era abrumadora, enviando latigazos eléctricos profundos a través de su cuerpo, los cuales se intensificaban con el toque de sus propios dedos acariciando insistentemente su clítoris.
“Ohhh, sí… se siente increíble,” gimió, su respiración acelerándose, su cuerpo reaccionando a la combinación de placer y exhibicionismo.
- Cuéntame, ¿cómo te ves en la pantalla a ti misma? – preguntó David, iniciando un juego que le pareció interesante y excitante a la vez. ¿Qué sientes? ¿Lo puedes describir?
- Uhmmm… eres un diablillo – gemí, sintiendo cómo cada movimiento del vibrador negro seguía enviando oleadas de placer a través de mi cuerpo – Siento algo cada vez más intenso, David, esto me está calentando demasiado… extremadamente…
No sé si podré seguir hablando… – dije jadeando-
… Mis manos se movían con urgencia, una sosteniendo firmemente el vibrador mientras con la otra acariciaba mi clítoris, cada vez más rápido… más rápido…
Mis tetas al aire descubiertas, mostrando mis pezones erectos, duros para ti…. En la pantalla, mi piel lucía con un tono claro y mis curvas se veían muy suaves. Amaba mi cuerpo. Amaba cómo era…
David se masturbaba despacio, jadeando. “Estás muy buena, y se ve que eres bien puta. Dale, métete la puntita. Mira cómo se pone para ti. ¿La quieres?”
“Sí, sí la quiero,” respondió Sara, viendo cómo David frotaba su pene, haciéndolo crecer más en su mano.
“Qué rica conchita, dale. Me encantan esos labios carnosos y gordos. Dale, cómete la puntita de mi pene, chúpalo con esa vagina carnosa. Sí, así, así. Qué puta rica. Esa concha chorrea baba.”
“¿Mmmm, sí te gusta? ¿Quieres que me la meta más?” preguntó Sara, incrementando el ritmo.
“Sí, otro centímetro y tócate el clítoris. Mira cómo te lo comería,” dijo David, su voz llena de lujuria.
Sara obedeció, tocándose el clítoris mientras introducía un poco más el vibrador. “Ohhh, sí… se siente increíble,” gimió, su respiración acelerándose.
David jadeaba mientras se masturbaba, su pene hinchándose con cada movimiento de su mano. “Estás tan buena, Sara. Esa concha tuya me vuelve loco. Quiero que sigas metiéndotelo, más profundo, y quiero ver cómo disfrutas. Cuéntamelo.”
Sara sostenía el vibrador negro con una mano, moviéndolo dentro y fuera de su vagina ardiente. La zona púbica, con un ligero vello humedecido, mostraba sus labios vaginales hinchados y húmedos. Sus labios menores prominentes se desplegaban alrededor de la abertura vaginal, que estaba muy abierta y enrojecida por el uso del vibrador. El clítoris sensible y visible emergía caliente entre los labios menores, claramente excitado.
“David, no puedo seguir… me corro… me desconcentro…” gimió, su cuerpo temblando.
“Sigue,” ordenó él.
“¡Oh, sí! Estoy a mil…” gritó Sara, su voz temblorosa por el placer. Su pubis amplio, cubierto en parte por vello rizado y oscuro, permitía una vista clara de sus genitales, resaltando los detalles de la piel y la textura del área. Sus muslos separados permitían un acceso fácil y una vista clara para la estimulación del vibrador.
“David, me haces sentir tan bien…” jadeó Sara, su cuerpo tensándose mientras se acercaba al clímax. “Sara,” dijo David, “quiero que uses las pinzas para pezones. Quiero ver cómo te haces disfrutar.”
Sara apretó las pinzas en sus pezones, el dolor mezclándose con el placer llevándola a un nuevo nivel de excitación. “Oh, David, me duele, pero se siente tan bien,” gimió, su cuerpo sacudiéndose con cada movimiento.
“Quiero que te corras, Sara. Hazlo por mí. Quiero ver cómo disfrutas con ese juguete dentro de ti,” dijo David, su respiración acelerándose mientras se acercaba a su propio clímax. La sensación del vibrador estimulando su punto G y su clítoris al mismo tiempo era abrumadora, llevándola al borde del éxtasis. Sus gemidos se convirtieron en gritos de placer incontrolable, su cuerpo se arqueó en su máxima expresión muscular mientras el orgasmo la consumía por completo.
Cada músculo de su cuerpo se contrajo en un espasmo de puro deleite, los gritos de placer resonaron en la habitación del baño, llenándola con la intensidad de su orgasmo. Ella cerró los ojos, dejándose llevar por la combinación de dolor y placer. “Sí, David, me corro… me corro… ahhhh,” gritó, su cuerpo estremeciéndose con un orgasmo intenso que la dejó temblando y tumbada en el suelo.
David, por su parte, gemía mientras se masturbaba frenéticamente, su mano moviéndose rápidamente sobre su pene. “Sí, Sara, así, puta rica. Voy a acabar. Mírame,” dijo, sus palabras entrecortadas por el placer.
Sara apenas abrió los ojos justo a tiempo para ver a David correrse, su semen saliendo en chorros espesos que salpicaban su mano y la cámara. “Mira todo lo que me sacaste, rica mujer,” murmuró, su voz llena de satisfacción. Ambos se quedaron en silencio unos momentos, recuperando el aliento.
Minutos después, Sara se quitó las medias y las dejó colgando en el ordenador, dejándose caer en el agua tibia de la tina, sintiéndose completamente relajada y satisfecha.
“Wou, qué rico estuvo,” dijo Sara, sonriendo suavemente.
“Sí que lo fue,” respondió David, sonriendo de igual manera satisfecho. “No puedo esperar para nuestra próxima sesión.”
Sara sonrió, su corazón aún latiendo con fuerza. Sabía que con David, cada encuentro sería una nueva aventura, llena de placer y excitación.
De repente, Sara sintió un deseo de continuar explorando. El ambiente cálido y la conexión con David la hacían sentir más abierta a experimentar nuevos niveles de placer. “David, ¿quieres ver algo más?” preguntó, con una chispa de picardía en sus ojos.
“Claro, preciosa. ¿Qué tienes en mente?” respondió él, intrigado.
Sara se levantó de la tina, dejando que el agua resbalara por su piel desnuda. Se dirigió al cajón donde guardaba sus juguetes y sacó un plug anal decorado con cristales de Swarovski, además de un vibrador más grande y potente. “Vamos a llevar esto al siguiente nivel,” dijo con una sonrisa traviesa.
“Me encanta la idea,” respondió David, excitado por la propuesta.
Sara aplicó generosamente lubricante en el plug anal y lentamente lo insertó, disfrutando de la sensación de llenura y la presión en su punto más íntimo. Luego, encendió el vibrador y lo deslizó dentro de su vagina, sintiendo las vibraciones intensas que la hacían gemir instantáneamente.
David la observaba con ojos llenos de lujuria, su propia mano moviéndose más rápido sobre su erección. “Eres tan jodidamente sexy, Sara. No puedo esperar a verte llegar al clímax otra vez.”
Sara comenzó a moverse lentamente, disfrutando de cada segundo de la doble penetración. Sus gemidos se intensificaron, resonando en la habitación mientras se entregaba completamente al placer. “Oh, David… esto se siente increíble…,” jadeó, su cuerpo temblando de excitación.
“Quiero que sigas, quiero verte venirte de nuevo,” susurró David, su voz ronca por el deseo.
Sara aumentó el ritmo, moviendo el vibrador más rápido dentro de ella mientras el plug anal añadía una capa extra de placer. Sus gemidos se transformaron en gritos de puro éxtasis mientras alcanzaba otro orgasmo, su cuerpo temblando y arqueándose en una danza de placer.
David también llegó al clímax, su semen saliendo, en menor cantidad, en chorros mientras observaba a Sara correrse con una intensidad que nunca antes había visto. “Eres increíble, Sara. Me vuelves loco,” dijo, su voz entrecortada por el placer.”No tienes límites”
Ambos se quedaron en silencio, recuperando el aliento y saboreando la satisfacción de su encuentro. Sabían que este era solo el comienzo de muchas noches de placer y exploración juntos.
Sara se dejó caer en la tina nuevamente, cerrando los ojos y disfrutando del calor del agua en su piel. “Gracias, David. Esta noche ha sido perfecta,” murmuró.
“Gracias a ti, preciosa. No puedo esperar para nuestra próxima aventura,” respondió él, con una sonrisa satisfecha.
Con David, cada encuentro era una nueva oportunidad para explorar los límites del placer y la conexión íntima. Sara sabía que había encontrado a alguien con quien podía ser completamente ella misma, alguien que la comprendía y la hacía sentir más viva que nunca. Y así, con el corazón lleno de satisfacción y deseo, esperaban con ansias su próximo encuentro, listos para descubrir juntos nuevas formas de placer y éxtasis.