Unas fotos mías donde le estoy mamando la verga

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Cuando me envió la primera yo estaba en medio de una junta importante. Sólo alcance a dar un bufido corto, temí que alguien pudiera verla, y estoy muy segura que me puse completamente roja.

Debajo de la foto venía un mensaje que decía: ¿Te acuerdas? (Otro bufido) Claro que me acordaba, no el momento en que había tomado la foto, claro; seguramente estaba distraída pensando en otra cosa, pero sí de aquel monumental miembro que estaba dentro de mi boca.

Recordaba cómo me había costado trabajo tragar la verga entera, mantenerla en mi boca sin ahogarme. Recordaba su sabor, su textura, el calor que emanaba de su carne, de su piel que tuve que jalar para dejar al descubierto aquella cabeza de ciclope tan grande como el resto de aquel frondoso aparato. Recordaba como mi lengua lo repaso varias veces de cabo a rabo para hacerla crecer más y más.

La vibración de un segundo mensaje me sacó de mi ensoñación. Era un pequeño video. La verga de Juan recorría mi cara y yo jugaba a atraparla con la boca. ¿Quieres?, decía el mensaje. Por supuesto que quería, que ansiaba meterme su verga completa y conseguir nuevamente que me bañara en semen. Sólo de pensar en eso, en su leche escurriendo en mi cara, provoco que me mojara. Sentí un chorro repentino empapar mis bragas y mojar mis entrepiernas, mi cuerpo ardía y mi rostro se enrojecía. Era intolerable soportar aquello.

Las ganas se me despertaron. En verdad quería una verga. Una buena verga. Una verga enorme dentro de mí. Mientras Moisés Solares, jefe del departamento de producción, hablaba de un crecimiento acelerado, yo ponía los ojos en su bragueta, me imaginaba que era su pene el que crecía hasta salir repentinamente de su pantalón. ¿Cómo sería? ¿Moreno?, ¿grande?, seguro no tan grande como el de Juan. ¿Gordo?, ¿grueso? ¿Me llenaría completamente? ¿Necesitaría dos vergas más para completarme?

Quién sabe qué cara tendría que mi compañero de lado tuvo la osadía de preguntarme si me sentía bien. Unió su pregunta a un gesto y toco mi brazo; un estremecimiento me recorrió todita y sentí una segunda oleada salir de mi sexo. Claro que estoy bien, le dije, sujetándole fuertemente la mano. No tuve tiempo para más pues recibí un tercer mensaje. La imagen: la verga de Juan: grande, erecta, dispuesta, abarcando casi toda la pantalla. El texto: ¿Quieres? Mándame una foto tuya para decirme que sí. Ya sabes cómo.

No lo pensé dos veces, abrí mis piernas debajo de la mesa y con gran angustia de ser descubierta metí el celular por debajo. Era una pose difícil, Tuve que resbalarme un poco sobre la silla para tomar una foto de mis bragas mojadas. Al fin lo conseguí. En cuanto mande la imagen, recibí la respuesta: No, quítatelas.

Era prácticamente un suicidio. Como pude me quité las bragas. Creí que me descubrirían. Néstor, mi compañero de lado me observaba constantemente. Tarde un poco pero ahí estaba, mi segunda foto. No tuve tiempo de recoger las bragas porque inmediatamente Néstor se acerco a mi oído y susurrándome al oído dijo: Tienes que enviarme una copia de esa foto, eh. Me sentí enrojecer de nuevo y completamente, pero mi boca le contesto lascivamente un: claro, por supuesto.

Juan mandó otra imagen de cuerpo completo, sentado en la taza de un baño, con la verga de fuera que simplemente decía: Te está esperando. No pude más, me levanté rápidamente y pedí disculpas. Mientras salía me iba arreglando la falda que llevaba casi en la cadera.

Tuve que bajar cinco pisos en elevador. Sentí que toda la empresa me miraba, que se decían entre ellos: esta ya va por su leche. Tiene cara de que va a coger. Seguro ya tiene verga. Todas estas ideas me iban poniendo más cachonda.

Cuando entre al baño del octavo piso ahí estaba. Su verga grande, oscura, gorda, magnifica se bamboleaba sobre su pantalón. Le puse seguro a la puerta y sin esperar indicación alguna me hinqué frente a ella. Afloje el cinturón del pantalón y se lo baje hasta los tobillos. Lo mismo hice con sus calzones. Entonces tome su miembro con las manos y empecé a acariciarlo. Masturbándolo de arriba abajo. Jalando el prepucio para desnudar su glande. Esa cabecita grande, enorme, pálida me excitaba.

Levante su verga como pude. A punta de lengüetazos, haciendo que se elevara y tomara la forma precisa para hacer lo que tenía que hacer. La metí en mi boca, ahogándome, a sabiendas de que no podría tragarla toda, pero intentándolo de todas maneras. Me gustaba, me fascinaba como sabía, su gustillo dulce-amargo, su olor a sudor, fuerte y penetrante. La chupe con concupiscencia, sintiendo el sabor de su carne en mi boca.

La verga crecía y crecía. Se calentaba en mi boca. Mientras Juan gruñía y se retorcía de placer. Entonces me levante, subí mi falda dejando al desnudo mis caderas. Me coloque de codos sobre el lavabo del baño. Sentí una fuerte nalgada que me lleno de ardor y gusto. Sentí que la carne me quemaba. Entonces sentí que Juan acariciaba mi chocho, que metía sus dedos en mi vagina. El sonido del chapoteo de sus dedos en mi vulva me hacía sentir guarra, excitantemente sucia. Estaba mojada, muy mojada y el lo sabía.

No podía esconderle mis ganas y deseo, no podía negarle que lo quería y esperaba porque mis fluidos me delataban. Entonces sentí su verga entrar en mi hendidura. Juan me tomo de las caderas y comenzó a llenarme con su enorme miembro. Sentía como se clavaba en mí. Como mis paredes lo abrazaban y lo apretujaban, como se extendían para recibir toda su grandeza. Uno, dos, tres embates, y luego más, muchos más. Mis piernas se doblaban ante la pasión y el fuego de sus acometidas. Estaba llegando al clímax.

De pronto saco su gigante de mi vagina para usar nuevamente los dedos y acariciarme. Me sobaba con ardorosa pasión. Me di cuenta que extendía mis efluvios hasta mi culo. Mojaba mi ano con todos los jugos que de mí se desbordaban.

¿Qué haces?, le pregunte. Te voy a partir me contesto. Entonces sentí como su enorme lanza entraba por mi estrecho agujero abriéndolo. Un grito de dolor salió de mi boca. Estaba segura que todo el edificio me había escuchado. A Juan no le importo, siguió expandiendo el orto con fruición. En mi, el dolor se transformo, en ardor, el ardor en deseo, el deseo en deleite y el deleite en empuje. Mis caderas se abalanzaban sobre la verga que tenía dentro. Mi culo devoraba el animal que quería poseerme. Lo comí por completo zarandeándolo y aprisionándolo con tal furia que logre que descargara en mi.

Me escurrí hasta el piso mientras el semen de Juan me salía a borbotones del ano. Él se hinco y se despidió con un suculento beso. Me quede un rato tendida en el suelo. Cuando un mensaje me hizo reaccionar.

Hola, decía, dejaste olvidadas tus bragas en el salón de juntas: Néstor. Quieres que te las devuelva. Sabes cómo llegar al baño de informática, le pregunte. Te espero, concluí. El mensaje iba acompañado de la foto que minutos antes le había enviado a Juan y que Néstor ya me había pedido.

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