Todo comenzó cuando tenía tres años de casada. Soy de un pueblo muy pequeño al igual que mi esposo. Nos casamos muy jóvenes tal como se acostumbra en estos pueblos y siendo yo virgen, de tal manera que a los tres años de casada apenas tenía 19 años de edad y mi esposo 21.
Hoy tengo 38 años y soy una mujer muy normal, nada fuera de lo común, no soy una belleza pero tampoco me considero fea, es más hay quienes me dicen que no represento la edad que tengo. Siempre he sido obediente con mi esposo y no dada a pelear ni discutir y el en cambio a sido un esposo responsable y no maltratadór, en términos generales vivimos en paz.😂
Los primeros dos años de casados estuvimos en casa de mis suegros, la cuál era muy grande y teníamos nuestra privacidad, pero aun así era incómodo vivir como una hija más de ellos. Lo bueno fue que a mi marido le surgió un buen trabajo en la ciudad, pero con el inconveniente de que cada mes tendría que apoyar el inventario el último fin de semana, comenzando el viernes por la noche hasta el domingo por la mañana y no me agradaba estar sola en casa, pero le pagarían muy bien por ése apoyo.
Así que nos mudamos a un departamento muy pequeño, era una habitación grande que usamos como sala y recámara a la vez, una pequeña cocina comedor, patio de servicio y su baño, eso era todo pero suficiente para nosotros.
Aquí comienza la historia que les quiero contar, les aseguro que todo es real y me gustaría mucho me den su opinión después que lean mi relato.
No conocíamos a nadie ahí en la ciudad así que nos divertíamos saliendo a pasear a los parques y yendo al cine. Había un cine que hace muchos años fue un teatro y tenía unos palcos muy cómodos en el segundo y tercer piso y ahí nos gustaba ir, aunque cobraban un poco más.
Todo comenzó en una ida al cine cierta tarde de domingo, pasaban una película de acción que mi esposo quería ver y una romántica muy bonita que a mí me gustaba. Entramos cuando ya habían apagado la luz y estaban proyectando avances de próximos “estrenos” así que íbamos deslumbrados. Entramos a uno de los palcos del primer piso.
Eran cuatro filas de diez asientos cada fila y buscamos lugar en la cuarta para quedar con la pared a la espalda y no tener quien nos perturbe. Buscamos los asientos del rincón, pero como íbamos encandilados me tropecé con alguien que ya estaba ahí. Me disculpé y nos sentamos quedando con esa persona a mi derecha y con mi esposo a la izquierda.
Pasaron unos minutos, comenzó la primera película y cuando me acostumbré a la penumbra noté que el palco estaba casi vacío, solo nosotros y seis personas más, dos de las cuales estaban a nuestro lado. Era una pareja madura, quizás de más de cuarenta años y la señora es la que quedó a mi derecha.
Estas personas se estaban dando un entre tremendo, se besaban y se estaban agarrando todo y no se cuidaban de mi, al contrario, cuando notaron que volteaba a mirarlos, más adrede lo hacían. Yo quise refugiarme con mi esposo y me puse cariñosa tratando de atraer su atención para quitarme la inquietud de mirar a mis vecinos de asiento, pero mi marido estaba absorto en la película y no me hizo mayor caso. Esto me hizo sentir incómoda, pero no le dije nada y ya no me acerque a él.
Se acaba la primera película y la segunda era romántica y esa era la que yo quería ver con él, pero sólo me dijo “Mientras ves tu película voy a dormitar un poco “ Es cierto que habían hecho inventario y había trabajado desde el viernes por la noche hasta el medio día del domingo y estaba cansado, pero sé que se turnaban para dormir por ratos, por lo que su excusa me pareció más bien un pretexto para no ver la película conmigo, porque no le gustaba. Eso me molestó, aunque como siempre no se lo demostré.
Estas personas notaron mii molestia y se sonrieron conmigo, luego siguieron con su jugueteo. No sé qué costumbres tendrían estas gentes, porque cambiaron de lugar y el hombre se puso a mi lado. Siguieron besándose y agarrándose como antes, solo que ahora el se sacó su pene deliberadamente para que yo lo viera y ella se lo estuvo acariciando.
No voy a entrar en detalles de cómo me provocaron, porque no es esto lo que quiero relatar, solo les diré que sentí un calorcito extraño en todo el cuerpo y me excitó mucho lo que vi, además ellos fueron tan atrevidos que, al ver a mi esposo dormido me invitaron a unirme a ellos, primero discretamente y luego abiertamente.
Fueron bastante insistentes y yo estaba vulnerable y deseosa, así que después de mucha insistencia de parte de ellos y de una tímida resistencia de parte mía, finalmente accedí y me dejé tocar y besar de el con la complacencia de la mujer, incluso entre las dos lo masturbamos aprovechando el sueño de mi esposo. Fue una situación de un erotismo enorme desde mi punto de vista, algo que nunca había hecho y nunca siquiera había imaginado hacer, mucho menos estando mi esposo dormido a mi lado. Pero yo no sé qué me sucedió, perdí el juicio por completo porque desde que vi el pene de este hombre, no pude menos que compararlo mentalmente con el de mi esposo y mi esposo salió perdiendo.
El de este hombre lo veía grande y firme, de buena forma y color, en cambio el de mi marido era más pequeño y más oscuro, de cabeza chica y el de este hombre me pareció tan hermoso que no resistí la tentación de tocarlo y ahí perdí todo el juicio.
Después de eso, ya en casa, cuando recobré el juicio vinieron los remordimientos y el sentimiento de culpa. Me decía yo “¿Por qué lo hice? ¡Mi marido no se merece esto!”.
Pero lo ocurrido me gustó y lo disfruté tanto que, aunque eran muchos los remordimientos y la carga emocional, la verdad es que deseaba volver a hacerlo. Esa experiencia despertó algo dormido en mi, porque los remordimientos desaparecieron a los pocos días y lo que ahora sentía era ansiedad por volverlo a hacer y por cosas nuevas y más atrevidas, pero no sabía que.
Vivíamos en un edificio de 10 departamentos, teníamos el número 3, y en el 4 vivían tres mujeres solas de las que los vecinos hablaban mal, decían que trabajaban en una cantina en la zona de tolerancia como prostitutas. Sin embargo, yo las veía muy normales, eran respetuosas con todos y la más joven de ellas me hablaba muy bien, era como de mi edad, yo tenía 22 años en ese entonces y la mayor de ellas solo la veía por las tardes de sábado y domingo.
Cierto día, Liliana, la más joven, me pide le preste mi lavadora o le permita lavar unas ropas en mi casa ya que la lavadora de ellas se descompuso. Yo le permití pasar a lavar en mi casa y ahí tuvimos una buena platica. Hablamos de cosas triviales, hasta que en cierto momento me agradece el que no tenga prejuicios con ellas como el resto de los vecinos. Le pregunto “¿Por qué habría de tener prejuicios?” Ella responde “¿Si sabes en qué trabajamos verdad?” Le menciono que algo he escuchado, pero que eso a mí no me importa, si ellas son buenas vecinas conmigo.
Eso abrió la plática sobre ese tema y le hice muchas preguntas; me explica que ella está estudiando una carrera y que solo trabajaría en eso hasta tener lo suficiente para terminarla y un fondo para comenzar a ejercerla. De Sandra, la compañera mayor que ella me dijo que le gustaba esa vida, en cambio la mayor de ellas llamada Edelmira es una señora casada que vive en un pueblo cercano, y que trabaja solo los sábados y domingos.
Su marido esta en Estados Unidos y le envía dinero para sostenerse y para ahorrar y construir su casa. Entonces Edelmira se propuso trabajar de esa manera los fines de semana para ayudarle a juntar más rápido el dinero suficiente y así su esposo se regrese, obvio, su marido no sabe de su trabajo.
Eso me escandalizó un poco y le dije “Nosotros también queremos comprar un terreno para luego construir, pero como solo trabaja mi esposo vamos a tardar mucho, por eso yo también voy a tener que trabajar también, pero no como ella “ Se lo dije en plan de broma y Liliana me dice “¡No te asustes! Hay tantas mujeres que se meten con muchos hombres solo por gusto, ¿Qué de raro tiene que ella lo haga por ayudar a su esposo?”
Yo todavía me sentía un poco escandalizada y le dije “No es que me asuste ¿Pero no sienten mal tener tantos hombres? Hay quienes dicen que esa vida desgasta mucho a la mujer y que se acaban más rápido ¿Es cierto eso?” Liliana suelta la risa divertida, y me dice “¡No te creas de semejantes tonterías! Mira, yo trabajo viernes, sábado y domingo nada más, Sandra sólo descansa el lunes, pero porque ella quiere y Edelmira solo trabaja sábado y domingo. Bueno, en mi caso solo acepto dos hombres por noche, entonces son seis por semana. Vamos a comparar ¿Cuántas mujeres lo hacen diario con su marido? ¿Y verdad que no se acaban por eso? Es la misma actividad, solo que nosotras con diferentes hombres; ¡no pasa nada! Además, hay algunas que les gusta mucho el sexo. ¡Imagínate hacer lo que te gusta y que te paguen por ello! Esto no es tan malo como dicen. Solo que hay que cuidar mucho la salud, no tomar demasiado y dormir lo suficiente para estar bien y nadie te nota nada“.
Eso que me dijo me despertó mucha curiosidad, días después me pidió de nuevo la lavadora y le hice más preguntas. Ella al ver mi curiosidad me dice riendo y en plan de broma “Eres muy curiosa y a ese paso creo que vas a terminar taloneando conmigo” Me platicó mucho sobre el ambiente del bar donde trabajaba, las medidas de seguridad y el poco riesgo que ellas corrían y, sobre todo me habló bastante de dos clientes que le gustaban “Me gustan y disfruto con ellos, por eso los atiendo bien y vuelven conmigo ¿Qué te parece? Pero a veces me tocan unos muy feos y hay que tolerarlos porque pagan bien. Así es este negocio, a veces disfrutamos y a veces también nos sacrificamos.”
Estaba muy atenta a todo lo que me decía y le dije “Hay, pues yo no sé si algún día me atreviera a estar con otro hombre. Lo único que he hecho con otros es esto….le platique lo que hice en el cine y me atreví porque estaba muy excitada con lo que estaban haciendo” le expliqué como se dieron las cosas y cuánto lo disfruté y la tentación que sentía por hacer cosas más atrevidas “Pero mi marido no se merece que le haga eso, él se porta muy bien conmigo y nunca le he sabido que ande con mujeres “.
Cuando le dije eso, se me quedó mirando, y me dice “¡Hay amiga! ¿Pero en qué mundo vives? Podría decirte algo, pero no sé si deba hacerlo “. “Dime” Le pregunté muy decidida. Ella contesta “Lo que quiero decirte es que no hay ningún hombre fiel, aunque ése es mi punto de vista nada más. Tú sabes que hay una casa de huéspedes enfrente de la empresa donde trabaja tu esposo ¿Verdad? Bueno, en el parque del Carmen que está ahí cerca suelen ir a trabajar algunas muchachas por las tardes y usan el hotel Amalia que está enfrente del parque, también el hotel Alameda, el Nacional y la casa de huéspedes enfrente de donde trabaja tu esposo.
Yo cuando no quiero desvelarme me voy a trabajar por esos rumbos solo un rato y me regreso a las 10 de la noche. Pues te diré que una tarde que entre en esa casa de huéspedes, en la sala de entrada estaba tu esposo con dos compañeros de él y unas mujeres. Te aclaro que no los vi haciendo nada, solo platicando muy alegres y él no me reconoció “.
Cuando oí eso me enojé mucho. Yo nunca había sido celosa, pero en ese momento si sentí mucho coraje y le dije a Liliana “¡Que poca vergüenza! Y yo confiada creyendo que está trabajando “. Insiste ella diciendo “No te enojes, recuerda que te dije que no lo vi haciendo algo con ellas. Lo que quiero que entiendas es que no hay que confiar del todo en los maridos. La gran mayoría de los hombres con los que he estado son casados, aunque tú marido solo estaba platicando”.
Con mucha curiosidad le pregunté “¿Y has estado con muchos?” Liliana muy divertida me dice “¡Imagínate! Son seis por semana, al mes son 24, en doce meses son 288, y llevo casi dos años trabajando, ¡Saca cuentas!” Lo único que pude decir fue ¡Qué barbaridad! ¿Tantos?” Suelta la risa muy divertida “¡Ja ja ja ja, Imagínate las que llevan cinco años o más y trabajando todos los días!”
Asombrada le dije “Yo me imaginaba que a lo mucho llevarías unos cien “ Otra vés suelta la risa divertida y dice “¡Hay amiga! cien los puedes tener tu o cualquier otra mujer casada, solo es cosa de que te lo propongas!” No percibí su ironía y que se estaba divirtiendo conmigo e ingenuamente le dije “No lo creo, y es que ni siquiera se si algún día me atreva a estar con otro que no sea mi esposo “.
Su respuesta me sorprendió mucho, sobre todo porque me lo dijo muy seria y a manera de consejo “Mira amiga, todas las mujeres tarde o temprano tenemos amantes, pero en tu caso, por ser casada debes ser muy discreta. Disfruta y diviértete pero nunca por venganza o enojo con tu esposo, sino por gusto y nunca le platiques a nadie lo que haces. se discreta. Aunque tú eres muy curiosa y no me extrañaría que pronto me acompañes a talonear y completes los cien que tú quieres ja ja ja ja “.
Me sorprendió mucho el consejo de Liliana, aunque lo último me lo dijo en plan de broma, pero a pesar de todo tuvo su efecto y me dejó pensando “¿Seré capaz algún día de estar con otro? ¿Tener yo cien hombre? ¡Imposible!” pensaba yo y de ahí en adelante me fue difícil tratar bien a mi marido, dizque por lo que hizo. Nunca le dije nada pero desde ese día lo miré con desconfianza, a tal grado que contra todo sentido común, me propuse ir a conocer aquellos rumbos en los días de su inventario mensual y descubrir “su infidelidad”. ¡Lo que hace la ociosidad! Era mucho mi tiempo libre, el quehacer de la casa lo hacía en muy poco tiempo y tenía muchas horas para estar pensando tonterías. Realmente sí necesitaba ponerme a trabajar.
El último fin de semana de cada mes, mi marido venía a comer al medio día del viernes y se iba a las cinco o seis de la tarde y durante esa noche y todo el día sábado hacían el inventario hasta el domingo. Descansaban por turnos y la mañana del domingo reacomodan la mercancía para el lunes iniciar el trabajo normal. Recordaba mucho la plática con Liliana y sabía que ella tenía razón y no podía atribuir a mi esposo algo de lo que no tenía pruebas, pero también me di cuenta que tenía mucha curiosidad por conocer lo que sucedía por esos sitios de los que me habló. La verdad me estaba engañando a mi misma, no quería reconocer que la vida de Liliana y sus compañeras me atraía mucho y las travesuras que yo había hecho me empujaban a buscar cosas nuevas, no sabía que, pero quería saber cómo se manejaba esa vida de Liliana. Así que me decidí a darme una vuelta por ése rumbo con el pretexto de vigilar a mi esposo en las dos noches de inventario.
Para ése fin de mes, me compré una peluca de color castaño claro y pelo quebrado (mi pelo es lacio y castaño oscuro), un vestido ajustado arriba de la rodilla y de color negro azabache, de hombros descubiertos y algo de escote. ¿Por qué vestirme de esa manera si para vigilar a mi esposo requería pasar desapercibida? La verdad es que a Liliana le había visto un vestido parecido y en mi interior deseaba verme como ella, pero no quería reconocerlo y me engañaba sola.
Mi marido salió de casa como a las cinco de la tarde, de inmediato me arreglé y salí tras de él. Cómo la empresa en que trabajaba estaba al otro lado de la ciudad, tomó el transporte público y para llegar primero que él, tomé yo un taxi. Busqué un lugar estratégico y lo vi bajar del camión, camina una cuadra y media y entra en el almacén. Seguí parada a cierta distancia, vi llegar a más personal y cerraron las puertas.
Estuve ahí casi una hora más y no vi movimiento alguno. Sentí cierta vergüenza y me dije “¿Qué estoy haciendo aquí?” Me sentía ridícula, pero ya estaba ahí y me puse a curiosear. Lo primero que hice fue cruzar a la otra acera y pasar por la casa de huéspedes de que me habló Liliana, no se veía movimiento alguno así que me acerqué prácticamente hasta la puerta de entrada y me asomé al interior.
Ahí en el recibidor estaban dos hombres charlando con una mujer vestida de forma muy provocativa, uno de ellos me ve y sonriendo me dice “¡Pásate! Llegas muy oportuna, la otra nos falló “ Me quedé como tonta mirándolos y sólo atiné a decir “¡No, no, yo solo ando buscando a una persona, disculpen!” Literalmente eché a correr retirándome de ahí. Iba con el rostro encendido de la vergüenza y me sentía ridícula. Otra vez me dije “¿Qué estás haciendo?” Sentí el deseo de regresar a casa. Ojalá lo hubiera hecho, pero no lo hice. Me esforcé en controlarme y decidí conocer los lugares de que me habló Liliana.
Llegué al pasaje de los dulces, compro una golosina y fingiendo indiferencia salgo y llego a un parquecito, ahí enfrente está el hotel Nacional y cien metros más a la derecha vi el hotel Alameda. No me acerque a la entrada de ninguno de ellos, solo me estuve paseando despacito por el parque comiendo mi golosina. Fue cuando vi que ciertos hombres me miraban con atención y uno me hace una seña. No era la primera vez que algún tipo me hacía señas, me ocurría con frecuencia al ir al mercado, así que solo lo ignoré.
Sigo por ahí perdiendo el tiempo y a medida que comenzaba a hacerse tarde vi llegar a un par de mujeres que comenzaron a pasear por ahí, luego otra más y me dije “¡Seguro son de las que trabajan por aquí!”. Entonces vi que los mismos hombres que me hicieron señas, ahora le hacen señas a ellas, se acercan y platican unos minutos y luego uno de ellos se aleja con una de las mujeres y entran al hotel Alameda. Ahí supe cómo trabajaban.
Ya casi me había terminado mi dulce y comenzaba a retirarme cuando un sujeto se me acerca y me dice “¡Hola ricura, ¿eres nueva por aquí?, No te había visto antes” Me sentí muy asustada y me retiré de prisa de él sin dar explicaciones. Al pasar frente un aparador vi mi imagen reflejada y, aunque estaba consiente de cómo iba vestida, me sorprendió verme prácticamente con la misma apariencia que las mujeres que acababa de ver. Nuevamente sentí vergüenza, pero esta vez fue diferente. Comencé a sentir cierto calorcito en el cuerpo y un morbo extraño. Pensé “¿De verdad me podrán confundir con una mujer de ésas?” Estaba muy consciente del peligro, pero a pesar de todo quise conocer el otro parque del que me habló Liliana.
Llegué al jardín del Carmen y ahí enfrente estaba el hotel Amalia. Este parque era más grande que el anterior y al fondo había dos iglesias juntas. Me di cuenta de la tentación que estaba sintiendo y estaba luchando conmigo misma para retirarme, porque otro sujeto me estaba haciendo señas desde un carro estacionado. Le di la espalda y comencé a caminar para retirarme, pero el sujeto me alcanzó y me detiene de un brazo y me dice “¡Hola, tengo rato siguiéndote y no me haces caso! ¿Estás trabajando o esperas a alguien?” Al mirarlo lo vi bien vestido y bastante guapo, así que no pude ser grosera ni cortante con él.
Solo le contesté con cierta timidez “No, solo ando paseando un rato “. El agrega “Mira, tengo ya poco tiempo, pero vine con el fin de buscar una chica y pasar un buen rato. Te vi desde allá por el pasaje y te vengo siguiendo porque me agradas. Cómo ves ¿Entras conmigo un rato aquí enfrente?”
Fue un tremendo golpe emocional, se me disparó la adrenalina y en cosa de segundos se me vinieron mil ideas a la mente, la primera fue echar a correr y regresar a casa, pero al mismo tiempo pensé “¿A qué vine entonces?” Veía al hombre muy bien parecido y solo contesté “Es que ya me tengo que ir “. Y el contesta “Yo también ando de prisa, ven vamos un rato y ahorita te vas”. No me dio tiempo a reaccionar, me tomó del brazo y comenzamos a caminar rumbo al hotel. El iba hablando y platicando no se que cosas, y yo permanecía callada, me sentía como flotando, como si estuviera soñando, no estaba consciente de mi misma.
Lo veo pagar la habitación y regresa a mi lado, me toma nuevamente del brazo y entramos. Ya ahí en la habitación comienzo a recobrar el juicio y no sabía que hacer. El hombre se desnuda y queda solo en calzoncillos y yo como tonta mirándolo. Como me miró absorta viéndolo, me dice orgulloso de su físico “¿Te gusta lo que ves? ¡Ven déjame ayudarte!” Comienza a desvestirme, a besarme y a acariciarme de forma apasionada. Al principio no correspondí y solo lo dejé hacer, pero no soy de hielo y pronto sentí la pasión.
Cuando mi vestido cayó al suelo supe que estaba perdida. El me seguía besando apasionadamente en la boca y cuello, luego me saca el brassier y me besa los pechos. En ese momento ya estaba yo encendida y deseaba más y más. Me saca la pantaleta, me acuesta sobre la cama, me acaricia y me besa todo el cuerpo de arriba hacia abajo y al llegar a mi entrepierna me separa las piernas y se prende de mi vagina haciéndome un oral inolvidable.
Es cierto que ya mi marido me había hecho oral muchas veces, pero no era su fuerte, es decir que no le agradaba mucho, en cambio este hombre prácticamente me estaba devorando la vagina de manera que en cosa de unos minutos me provocó dos orgasmos leves e involuntarios. Se saca el calzoncillo, se recuesta y me dice ¡Te toca a ti..! Sin dudarlo me lanzo sobre su pene, un pene de buen tamaño y también lo vi mejor que el de mi esposo.
Lo meto en mi boca como si fuera un caramelo, aunque no cabía completo pero le hice el mejor oral que pude y el solo gemía de placer. Luego me pide me monte en él y ya sin ningún escrúpulo de mi parte me monto a horcajadas y me ensarto sola en aquel hermoso tronco clavándolo hasta el fondo. Era tanta mi pasión que lo cabalgue a un ritmo frenético acordé al deseo que sentía y pronto alcancé un orgasmo intenso.
Entonces el me pone de espaldas sobre la cama y me penetra en la posición del misionero, toma un ritmo suave y lento subiendo de intensidad poco a poco y nuevamente me vengo en otro orgasmo igual de intenso. En ese momento no lo noté, pero él estaba encantado con mi respuesta. Me pide me ponga empinada en cuatro y de esa forma me penetra hasta venirse dentro de mí, luego se desploma sobre mi espalda sin sacarlo, hasta que siento que se va aflojando y finalmente se salió de mi vagina.
Se levanta y me dice “¡Me tengo que ir..! Pero no me dijiste cuánto tengo que pagarte”. Yo lo escuché, pero estaba como dormida, no pensaba con claridad. Solo le dije “No se, es primera vez que vengo” “Con razón no te había visto antes” contesta él, y me pregunta “¿Y a que se debe tu decisión de venir a trabajar aquí si se puede saber?.” Apenas estaba volviendo de mi ensoñación dándome cuenta de la realidad, pero a pesar de todo se me vino una idea e inventé la historia de Edelmira la compañera de Liliana. Le dije que mi esposo se había ido como emigrado y no sabía aún de él y que la necesidad material me había obligado a hacer esto.
No se si fui convincente, pero el hombre me dijo “No soy ningún novato y he tratado con muchas mujeres, pero te creo porque es evidente tu novatez, me gustó mucho estar contigo y me gustaría volver a verte”.
No se porqué, pero yo también quería volver a verlo, y le dije que de momento solo trabajaría dos días al mes, así que pusimos cita en un mes con el compromiso de que no le fuera a fallar. Luego saca dinero y me dice “Mira, esto es lo que suelen cobrar las chicas por aquí, pero te voy a agregar esto por el gusto de haberte estrenado y porque te portaste muy bien “. Vi el dinero que me dio y, ¡era casi la mitad de una quincena de mi esposo! Ahora entendí porque Liliana escogió éste trabajo para pagar sus estudios.
Nos despedimos y, apenas nos separamos, me da alcance un hombre de edad avanzada, tendría entre los 65 a 70 años de edad, era muy mayor. Me pide que entre con el y, al decirle que ya me tengo que retirar, insiste y me dice “¡Vamos aunque sea media hora! Te voy a pagar bien “. Yo traía aún la adrenalina disparada y el ego muy elevado y pensé “¿Aún podrá hacer algo éste señor?” Así que acepte y entro nuevamente al hotel, el hombre se desnuda y me pide yo también me desnude.
Ya desnuda me sentí húmeda de mi vagina y me iba a secar con un poco de papel higiénico, pero el señor me detiene alarmado diciendo “¡No, no te seques, así es como te quiero, bien mojadita! ¡Ven!” Lo vi ya desnudo y como es natural en un hombre de su edad, su cuerpo flácido y algo arrugado pero con una erección tremenda y su pene de muy buen tamaño.
Los tres penes que hasta el momento había visto, aparte del de mi esposo eran más grandes, y en ése momento yo no lo sabía, pero con el tiempo me di cuenta que mi esposo era de pene chico. Apenas me vio desnuda, el señor me acuesta sobre la cama, me acaricia todo el cuerpo, me separa las piernas y se prende de mi vagina lamiendo toda mi humedad. Prácticamente me estaba devorando la vagina, pues metía mis labios en su boca chupando todo lo que podía, y ¡Vaya que sabía chupar la vagina este hombre! La sensación era indescriptible.
Me pone luego en cuatro y sigue chupando en esa posición, pero ahora lo alterna dándole atención a mi hoyito trasero metiendo su lengua, algo que mi esposo nunca había hecho y que ahora me daba cuenta que es muy agradable. Luego mete un dedo, cosa que me desagrado porque fue de repente y sin cuidado alguno. Como nunca me habían hecho eso no me lo esperaba y me lastimó un poco pero lo tolere bien. Finalmente mete su pene, ahora en mi vagina y bombea frenético hasta venirse dentro.
Nos vestimos y en ningún momento me preguntó precio, solo saca dinero y me lo entrega. ¡Casi lo mismo que me dio el otro! Lo pongo en mi bolso y salemos del hotel. Ya afuera me pide volver a verme y le digo lo que al otro, que solo iré el último viernes y sábado de cada mes. Pero como sucede que era viernes, me dice muy entusiasmado “¡Entonces vas a venir mañana! Excelente, aquí te espero “.
Me da instrucciones, me pide que al llegar me paseé un poco por el parque hasta que alguno me aborde y me pide que lo acepté, sobre todo si es joven. Me dice “No importa que te pague poco, yo te compenso lo que falte. Solo quiero que no te seques tu vagina, la quiero bien mojadita, y en cuanto el salga yo entro contigo, no me falles y yo te pago lo que me pidas“.
Eso me sorprendió, porque yo desconocía muchas las costumbres de los hombres, pero hoy los conozco muy bien. Luego tomé un taxi y regreso a casa cerca de las once de la noche. Iba decidida a ya no regresar, pero al día siguiente me ganó la calentura y, ahí estoy de nuevo. Hice lo que aquel hombre de edad me pidió, y no solo eso, sino que después fui al otro parque y me metí con dos más, y al ver el dinero que reuní en tan solo dos días, me decidí a volver cada que mi esposo trabajará de noche “para ayudarlo”.
De esa manera me introduje en el mundo de la prostitución solo por gusto, y la verdad, económicamente me iba muy bien. Mi marido no supo cómo hice para ahorrar de su sueldo y hacerlo rendir, pues pronto completamos para comprar el terreno que deseábamos. El problema fue que al año y cuatro meses de estar trabajando de prostituta, quedé embarazada, nunca me puse a pensar en quien sería el padre biológico. Siempre di por sentado que era mi esposo y él nunca se imagino nada.
Nunca le platique a Liliana que seguí sus pasos, así que no supo que en un año y cuatro meses completé la meta de 100 y la superé por cuatro. 104 en un año y cuatro meses.
Tuve muy buenas experiencias, pero también tragos amargos. Luego les platico algo sobre esto porque habrá segunda y tercera parte.
Si desean preguntar algo, dejen su correo en los comentarios y yo me comunico.
By: María Elena 😁
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