Un triángulo peligroso

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Era feliz con lo que era, había nacido como hombre, aunque solo me quedara una enorme verga, tenía cuerpo de mujer, aspecto de mujer y hasta pensamientos de mujer

Pero yo no pretendía ser lo que no era, ni que me trataran por lo que no era, era feliz con lo que era

Mis gustos me permitían una paleta de colores única en cuanto a mi sexualidad, hombre o mujer, activa o pasiva, tenía pechos enormes, un culito apretado y divino, y una masculinidad entre las piernas que hacía temblar hasta el más macho

Para mi suerte, había crecido en una familia acomodada económicamente, y una bendición extra, siempre me apoyaron en cada una de las decisiones que fui tomando en mi vida, y así fue que poco a poco fue muriendo ese chico que habían bautizado como Alexandro para dar paso a la chica llamada Alejandra.

Realmente me esforcé por ser diferente, porque lo normal, para toda chica trans es prostituirse en la calle para ganarse el pan, pero yo contaba con el apoyo de mi familia, y a mí no me faltaba nada.

Hice la carrera de modelo, quería ser modelo, brillar, ser el ejemplo y mostrar que, para personas como yo, la prostitución no es el único camino

Así conocí a un hombre que estaba en el negocio del modelaje, Rogelio, divorciado, tenía dos hijas, empezamos con algunas pasarelas y terminamos en la cama, me cogió muy rico a la primera, mejor a la segunda y a la tercera, me había enamorado de el

Me sentí afortunada, mi sueño se cumplía, quería ser su mujer, o como se debiera decir, pareja, lo que fuera, solo me había enamorado ciega y perdidamente de ese hombre

El amor no era recíproco, me encerré en mis propias mentiras, para él era solo culearse a un travesti, y cuando una noche, me estaba vendiendo por unas horas a unos amigos a cambio de unos billetes, pues solo comprendí que era hora de poner el marcador a cero y empezar de nuevo.

Lo hable en el seno de mi familia, estaba muy deprimida, muy dolida, era una mierda, una traición, y acaso una chica trans estaba destinada a prostituirse en la calle o, en el mejor de los casos, una prostitución vip? me negaba, me negaba a aceptarlo, solo quería empezar de nuevo, donde nadie me conociera, armé mis maletas y me subí a un micro de larga distancia sin destino fijo, a cualquier lugar, con el respaldo económico de mi familia y los ahorros que había juntado en unos años

Caí en una ciudad, en otra, por acá por allá

El destino me llevaría por casualidad a parar en un bar de paso a comer algo y tomar alguna bebida cola, ahí conocería a Priscila, una veinteañera que es ese momento oficiaba de dueña y empleada al mismo tiempo, bonita, escueta, de contextura pequeña, solo se daría una charla informal entre nosotras, no había mucha gente así que pudo dedicarme algún tiempo, le dije que era nueva por ahí, le resumí un poco mi historia, buscaba algún lugar decente para rentar, ella me dijo entonces que vivía con su padre, casualmente tenían una casita en el fondo de su terreno, que había pertenecido a su difunta abuela y que estaba en alquiler, me dijo que era modesta, y si yo podía pagar por adelantado los meses que pretendía quedarme, no habría inconvenientes, además, notando mi sexualidad, me dijo que no habría problemas, eran una familia muy mente abierta, así que después de pensarlo un poco di una oportunidad a la propuesta.

Así conocería a Astor, su padre, viudo, un cuarentón muy llamativo, más para una treintañera como yo, se notaba que cuidaba su físico y algunas canas incipientes marcaban los lados de su cabeza, muy varoniles, muy masculinas.

Lo que si me llamaría la atención es que Astor simulaba no darse cuenta que yo no era una mujer con todas las letras, y no me importó, podía y me gustaba jugar su juego y solo empezaría una historia de roces con un padre y una hija

Nos fuimos conociendo, por esos cruces naturales de vecinos casuales, con los que tenía una relación de inquilina y mientras yo buscaba sin éxito conseguir algún contrato de modelaje, supe que él trabajaba en el puerto, como administrativo, y que ella, además del bar, estudiaba cantos, al igual que yo quería ser artista y tenía una voz muy bonita, esas voces roncas de mujeres, melosas para cantar temas de blues.

Pasaba muchas horas junto a esa chica que se transformaba poco a poco en mi amiga, la ayudaba en sus estudios y ponía mi oído a su voz, y dejaba que ella me hiciera todas las preguntas que quisiera hacerme, se mostraba muy curiosa, tal vez demasiado, con mi ambigüedad sexual, quería saber todo sobre mi, y no solo por mi aspecto físico, sino también por como funcionaban mis pensamientos

Y algo así pasaba también con Astor, aunque a la distancia, más de una vez cruzábamos miradas de mutuos deseos, él no era de mucho hablar, era más de insinuar, y lo que me excitaba de él era esa masculinidad que le brotaba por los poros

Y se darían esas situaciones típicas de provocaciones veladas, sus miradas me calentaban, sus palabras, sus gestos y me había masturbado un par de veces pensando en él, y si no me animaba a más, era un poco por lástima a su hija, Priscila me era muy confidente en todo y hubiera sabido a traición.

Pero a veces, las cosas solo suceden, inevitables, y esa tarde algo pasaría, sería un error de mi parte, jugué una carta que no debí haber jugado

Había un problema con la instalación eléctrica del departamento, las luces de la sala principal parpadeaban sin cesar, le comenté a Astor, yo no entendía nada de esas cosas y, además, él era el dueño, así que solo vino a revisar con algunas herramientas de mano y una descolada escalera de madera de dos hojas.

Revisó algo en la caja principal de conexiones y después fue sobre las propias luminarias, acomodó la escalera y me pidió que lo ayudara sosteniéndola, chillaba demasiado y tenía miedo de que se rompiera por su peso

Así se dieron las cosas, sin querer, como suelen suceder, el bulto de ese hombre estaba la altura de mis ojos, y el deseo me invadió, olía un áspero olor a salvaje, y sentí un escozor en mi propia verga, y cada vez que levantaba la mirada y él bajaba la suya, solo se perdía en el nacimiento de mis pechos

Solo empecé a refregarle lo que tenía entre las piernas y el me dejó hacer, y en minutos había desnudado su rica verga para que pudiera chupársela. Fue muy sexi, su glande era pequeño pero su tronco bastante grueso, tenía una vellosidad prominente y llamativa, todo un hombre, y mientras le comía la pija, él se mantenía observándome los pechos.

Entonces, sin dejar de chupársela, desnudé mis grandes tetas para que se complaciera con el paisaje, y con el correr de los minutos mis lamidas se hacían más y más calientes, al fin y al cabo, sabía tocar cada punto de placer en el sexo de un hombre.

Solo me retiré un poco, dejé mis labios de lado, para trabajar con mis manos, mis ojos buscaban los suyos, los suyos estaban perdidos en mis tetas, y así lo dejé venir, su leche caliente saltó sobre mis pechos, izquierdo, derecho y una sonrisa de placer se dibujó en mi rostro

El hubiera querido seguir, yo también, pero le hice ver que estaba oscureciendo y el trabajo estaba sin concluir

Después de esa tarde, las cosas serían diferentes, había cruzado el límite y las insinuaciones habían pasado a pedidos directos, Astor estaba enloquecido y decidido a más, pero yo ponía ‘peros’, en especial por su hija, mi amiga, y solo lo evadía una y otra vez, y cada vez, me costaba más hacerlo.

Esa tarde yo estaba en esa misma sala donde había sucedido nuestro primer encuentro, recostada sobre un amplio sillón lateral, boca abajo apoyándome en mis codos para tener la cabeza levantada, leía una novela que había comprado hacía mucho tiempo y parecía que nunca llegaría a la última página del libro, recuerdo que hacía bastante calor en un día típico de primavera, así que las ventanas estaban abiertas como así también la puerta de ingreso para que él viento trajera un poco de frescor.

Tenía una remera desteñida que ya estaba en sus últimos días, y un jean holgado que había cortado para usarlo de short, mi imagen era cualquier cosa, menos sexi, solo jugaba con mis piernas entrecruzadas y estaba atenta a la lectura

Sin embargo, por el rabillo de mi ojo pude ver hasta la puerta de ingreso, Astor había pasado de casualidad y se había quedado unos minutos de fisgón, y solo fingí no verlo, pero después de un ratito siguió su camino.

No habían pasado cinco minutos, y el volvió, seguramente había meditado que hacer, o que pensaba hacer, esta vez ingresó, sin preocuparte por cerrar la puerta, vino a mi lado, se recostó y me preguntó que estaba leyendo, era obvio que no le interesaba en absoluto, se acercó y leyó unas líneas, pero al mismo tiempo, su mano derecha se apoyó en mi espalda y empezó a acariciarme, lentamente, arriba, abajo una vez y otra vez.

Qué Astor me parecía un tipo atractivo no era ninguna novedad, y solo lo dejé hacer, y poco a poco esa mano bajó hasta llegar al jean, el seguía acariciando y el siguiente paso sería pasarla por debajo del pantalón, pera enterrarme la pequeña tanga en el culo y ya sobarme las nalgas con fuerza

Nos miramos, lo miré directo a los ojos, sentía mi verga dura contra el tapizado del asiento, lo giré, boca arriba, y solo empecé a besarlo con muchas fuerzas, con muchas ganas, muy rico, muy caliente, muy apretados

Llevé mi mano bajo su pantalón, bajo su slip, su pija estaba dura, y en movimientos compartidos bajamos sus ropas hasta las rodillas, su mástil había emergido, y seguíamos con los toqueteos, él, después de apretar con ganas mis tetas, intentó llevar su mano entre mis piernas, pero se lo impedí, aun jugábamos a los misterios de ocultar lo que yo escondía, aunque solo lo simulábamos, él sabía que yo en el fondo era hombre.

Entonces solo lo giré, él quedó boca abajo y no dijo dada, fui sobre él, y tampoco dijo nada, solo le besé la nuca, y apreté mis pechos sobre su espalda.

Yo no me detendría, ahora, arrebatada entre esfuerzos me bajaba el jean y apoyaba mi enorme falo desnudo sobre sus nalgas, Astor no dijo nada

Estaba caliente como una brasa, escupí un par de veces en mi mano y me unté, solo busqué su hueco y presioné un poco y otro poco, la cara de ese hombre se iba transformando a medida que mi sexo empezaba a dilatar su esfínter, solo parecía contener la respiración y sus ojos se abrían al punto de salirse de sus órbitas, me gustaba, me encantaba y él solo no decía nada. Al final se fue hasta el fondo, y empecé a dársela por el culo, y de la misma manera que había jugado a no saber que yo tenía pija, ahora yo jugaba a imaginar que ese culito dilatado era virgen.

El gemía en forma ronca en cada arremetida, y sus quejidos me excitaban, a esa altura, ya se había relajado y disfrutaba con su cabeza recostada de lado y sus ojos cerrados, al tiempo que yo me acariciaba los pezones

Algo no cuadraría en ese encuentro, al levantar la vista, en algún momento del juego, al mirar a la puerta entreabierta, la imagen de Priscila, su hija, se hizo presente, nuestras miradas se encontraron, ella parecía incrédula ante la realidad de sus ojos, me dio mucho morbo, y solo seguí moviéndome en el interior de su padre, que ignoraba todo lo que estaba sucediendo.

Priscila pareció no soportarlo, fue evidente que sus ojos se nublaron con lágrimas y solo salió corriendo de donde estaba

Me sentía venir, hice que él se pusiera en cuatro, me gustaba ver como mi gruesa verga se perdía ante mis ojos en su dilatado esfínter, Astor bramaba en placer por mis penetraciones profundas, y solo paré cuando sentí acabarle todo mi semen en su interior

Astor se dejó caer de lado para masturbarse en una violenta sacudida hasta llenar su abdomen con sus jugos para apagar el incendio que yo le había dejado en la cola.

Sería la primera de muchas, a él le gustaba mi parte de mujer, mis nalgas, mis pechos, pero al final de cuentas yo siempre sacaba para él mi parte activa

Pero mientras más y más le hacía el culo a ese hombre, más y más Priscila se alejaba de mi, ya no me hablaba, ya no era confidente, y las pocas palabras que me dirigía sabían a dardos envenenados y todo lo lindo que había existido entre nosotras parecía derrumbarse

En un anochecer, mientras miraba una película luego de cenar, alguien golpeó con fuerzas la puerta de ingreso, al abrir, Priscila se metió casi a la fuerza en mi cuarto, con tonos de reproches, agresiva, tambaleante, con un estado de ebriedad llamativo, como dije, las cosas habían cambiado entre nosotras desde aquel día en que me había visto sometiendo a su padre, se había vuelto hostil, agresiva, solo no podía asumirlo, no podía notar que era algo que se había dado naturalmente entre nosotros, no podía asumir que a Astor le gustaba mi pija, era menos doloroso para ella cargar sus penas sobre mis espaldas, hacerme culpable.

Ella empezó a increparme con sus ojos vidriados e hinchados por las lágrimas, su aliento a alcohol era solo insoportable, estaba fuera de sí y me di cuentas que en ese momento no sería bueno discutir, sino solamente tratar de calmarla y poner paños fríos en el asunto

Priscila no se conformó con su ataque verbal, sino que vino a la carga a golpearme con sus delicados bracitos en mis grandes tetas, y hasta sonaba cómico, era un mosquito contra un elefante. Solo la abracé con fuerzas, con ternura, ella intentó resistirse, yo solo intenté calmarla, y estuvo presa entre mis brazos.

Al fin su furia pasó y solo empezó a descargarse en un mar de llantos, mientras yo, en silencio solo le acariciaba los cabellos con amor, dejando que sacara toda la mierda que tenía dentro.

No intenté explicarle nada, ni hacerle cambiar sus ideas sobre mí, no era el momento, solo quería contenerla

La llevé al baño para que se lavara el rostro, pero no sería suficiente, le dije que se diera una ducha con agua tibia para despejarse y cambiar su imagen, le hacía falta, y como si fuera una niña saqué una a una sus prendas hasta dejarla desnuda, luego la metí en el lugar, abrí el agua y cerré la mampara vidriada.

Le dije que se relajara, mientras iba por un par de toallas limpias, pero al volver, ella estaba recostada sobre una de las paredes, inerte, mientras el agua caía sin cesar y empañaba todo el lugar

Entonces fue cuando decidí hacerlo todo por mí misma, me desnudé también y me metí con ella, la arrastré bajo el agua tibia y dejé que la misma rodara por su cuerpo y por el mío, como suave lluvia de primavera, ella solo me dejaba hacer, sin decir palabra

Tomé champú entre mis manos y comencé a lavarle los cabellos, muy lentamente, con mucho amor, sin notar que mis grandes pechos estaban a la altura de sus ojos, y que sus ojos se habían detenido en ellos.

Estaba concentrada en lo que hacía, y el primer beso de sus labios en mis pezones realmente me tomó por sorpresa, y el segundo, y el tercero, ella me miró a los ojos y me dijo

Sos muy bonita, sabías? siempre envidié tu belleza

Y sin darme tiempo a responder se estiró en puntas de pies hasta llegar a mis labios

Y respondí sus besos, era muy erótico, muy dulce, sus pechos eran pequeños, con pezones marcados, y cruzamos los suyos con los míos, sus manos recorrieron mis curvas de mujer, y las mías las suyas, fui por sus nalgas, ella por las mías, se llenaba las manos con mis tetas y yo la dejaba hacer, engolosinada, perdida, íntima

Naturalmente mi sexo empezó a endurecerse y a estorbar a la altura de su ombligo, ella lo tomó en su manecita y no alcanzaba a envolverlo, y un silencio muy excitante se daba entre nosotras, solo el ruido de la ducha y el agua escurriéndose por el desagüe

Priscila fue de rodillas, empezó a chupármela, era muy grande para ese rostro angelical, pero ella se engolosinaba hasta atragantarse, y provocarse arcadas, solo la miraba desde arriba, y ella cada tanto me devolvía la mirada desde abajo, las gotas de la lluvia pegaban en su rostro y su belleza natural parecía conquistarme

Me empecé a acariciar las tetas y los pezones como una mujer lo hubiera hecho, es que tenía muy marcado ese lado femenino, y la asimetría de mi pija dura y una chica a mis pies chupándomela se me hacía imposible de describir con palabras.

Ella tomó el jabón de tocador, dejó de chupármela y empezó a hacer espuma sobre mi sexo, incluso mis bolas, y me miraba con descaro, se paró y me dijo

Ahora quiero que me hagas lo que le haces a mi papá

Y solo giró, para apoyar sus manos en la pared y sacar culo para mi lado

Me acerqué, y unté con jabón la puerta de su culito, para tantear la reacción y asegurarme de no haberla mal interpretado, solo suspiró con deseo, me acerqué más todavía, apoyé y empujé

El jabón actuó como lubricante y el empellón había sido demasiado brusco, al punto de arrancarle un grito de dolor y que como acto reflejo apoyara su mano en mi vientre y se retirara hacia adelante, entonces aferrándola por la cintura dije

No querías probar lo que le hago a tu padre?

Si!, pero es que es muy grande, muy gruesa, no entra…

Le dije que tomara su tiempo, yo me quedaría quieta y que ella reculara a su gusto, y fue sexi escucharlo con mis oídos, sentirlo sobre mi verga, verlo con mis ojos

Escuchar sus gemidos contenidos y su respiración agitada, sus quejidos de perra, sus exhalaciones incontroladas

Sentir en mi verga como su apretado culito se resistía a abrirse y el roce de su intimidad contra la mía, pasando poco a poco por mi glande y por mi tronco

Ver su culito moverse de lado a lado, buscando hacer centro y asimilar el placer, y ver como mis veinte centímetros desaparecían poco a poco en su intimidad

Solo empecé a dársela, como se la había dado a su padre, y la sentí gemir, como había gemido su padre, ella se había apoyado contra la mampara, y yo había pasado mis manos por delante para acariciarle las tetas, mientras refregaba las mías, húmedas y enjabonadas sobre su espalda, le besaba la nuca, sentía su placer, sentía sus dedos incrustados en su conchita, sentía como se masajeaba con fuerzas el clítoris, y sentí las contracciones de su esfínter sobre mi verga al llegar a un enorme orgasmo.

Priscila me dejó llegar, y al igual que a su padre solo lo hice cuando le llené el trasero de leche

Después de ese día seguiría en adelante una rara y curiosa situación, me transformaría en amante activo de ambos, de Astor y de Priscila

El solía escabullirse cada tanto en mi alcoba, buscando esos encuentros clandestinos, y si bien podíamos jugar un poco a todo, preferentemente él parecía hacerlo para que lo penetrara, para sacar conmigo ese lado oculto, secreto, y lo más gracioso era que le preocupaba que su hija pudiera enterarse

Ella en cambio, consciente de todo, y con un juramento de no abrir la boca, era mucho más inteligente y no se dejaba llevar por su concha, sino por su cabeza, solo me buscaba cuando tenía plena seguridad de que su padre no podría sorprendernos como ella nos había sorprendido

Había pasado el tiempo, él estaba feliz, ella estaba feliz, pero curiosamente yo no lo estaba, me sentía demasiado hombre en esa situación, la balanza estaba demasiado desequilibrada y mi lado femenino empezaba a marchitarse, yo también necesitaba un macho, alguien que me hiciera gritar rompiéndome el culo, poder eyacular sintiendo un pene dentro, o chupar una pija hasta sentir semen en mi garganta, o tan solo verme bonita, que alguien se me insinuara, que alguien se masturbara por mi causa, si, extrañaba demasiado eso

Además, había un frágil equilibrio en el triángulo que se había formado, y era cuestión de tiempo para que todo estallara

Un inesperado llamado volvería a cambiar mi horizonte, Rogelio, el hombre que había amado, el que me había vendido como puta, era solo una propuesta de trabajo, nada más, un regreso inesperado

Y ya se, era una tonta, porque lo seguía amando, a pesar de todo, y tal vez hubiera cambiado, además hacía tiempo que no veía a mi familia y los extrañaba demasiado

Decidí cambiar mi camino, una vez más, borrón y cuenta nueva, un hasta luego que en verdad sería un hasta siempre, entre la mirada perdida de Astor y las lágrimas contenidas de Priscila

Si te gustó la historia puedes escribirme con título UN TRIANGULO PELIGROSO a [email protected]

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dulces.placeres
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