Aquel sábado había transcurrido como el típico día de descanso y relax tras una semana cargada de estrés y adrenalina. Pero los acontecimientos aún estaban por llegar. El teléfono se decidió a sonar y una voz desconocida preguntó por mí. Se trataba de Juan, marido de Rosa, una pareja con la que coincidimos en un club liberal de Barcelona, hacia ya algunas semanas. Aquel día nos tomamos unas copas y charlamos. Lo agradable de la situación nos llevó a intercambiarnos los números de teléfono. Desde entonces no habíamos tenido noticias de tan amable pareja. El motivo de la llamada era emplazarnos a una cena, que diera pie a seguir la conversación anterior. Mi mujer Chelo y yo accedimos a la invitación, y fijamos lugar y hora.
Las inclemencias del tráfico provocaron un pequeño retraso, y cuando llegamos al restaurante, Rosa y Juan ya habían decidido tomar una tentempié junto a la barra. La cena a base de pica-pica y tapeo estuvo de lo más distraído. En el ambiente se podía palpar una brisa de complicidad y feeling, que lentamente hacían subir la temperatura.
Con el fin de seguir la noche, nos dirigimos a una bar-musical cercano donde tomar una copa. Allí, un simple roce, un susurro al oído, no hacia mas que confirmar la agradable química que había entre los cuatro. Al salir del pub, alguien propuso tomar la segunda copa en Patty (Club Parejas Liberales), a lo que nadie puso la menor objeción. La casualidad hizo que yo tuviera el coche aparcado muy cerca del pub, sin embargo Juan no tuvo la misma fortuna, por lo que tuvimos que acompañarlos en busca del suyo. En ese momento Rosa se decidió a ocupar el asiento del acompañante, mientras que mi mujer Chelo, y Juan ocupaban los asientos traseros. La visión que me proporcionaba el retrovisor era de lo más excitante.
Al localizar el coche de Juan, Rosa no hizo el menor gesto por abandonar su sitio de acompañante, al mismo tiempo que Chelo decidía acompañar a Juan. No cabe duda que la temperatura, iba en aumento. El camino hasta Patty fue tremendamente excitante. Por una parte la hermosa mujer que había decidido acompañarme, una caricia, una mirada insinuante, un botón de la blusa de Rosa que se desabrocha. Y por otra la visión del retrovisor sobre el coche de Juan que nos seguía muy cerca, los semáforos actuaron como aliados improvisados, y esos segundos de disco rojo permitían a Juan liberar las manos del volante para dedicarlas a saborear los mil y un encantos que sin duda tiene Chelo.
Finalmente llegamos al local. La excitación por ambas partes era notable, por lo que pedimos unas copas y nos desplazamos directamente a la zona naturista del local. Una vez despojados de nuestras mejores galas, y únicamente cubiertos con la toalla, decidimos tomar una ducha. Deje la toalla junto al whisky y me dispuse a realizar tan refrescante paréntesis. Mientras el agua casi fría ayudaba a templar los ánimos, pude escuchar que la puerta de la cabina de ducha se abría tras de mí, por un momento pensé que era Chelo, que quería contarme su experiencia hasta el momento. Unos brazos rodearon mi cuerpo, desplazándose del pecho hacia mi pene que en unos segundos había tomado una forma eréctil considerable. Al mismo tiempo que unos pechos erguidos y con los pezones ruborizados por el agua fría se agolpaban sobre mi espalda. Me di la vuelta y era Rosa, me miro y sin mediar palabra, se arrodillo ante mí, e introdujo mi mas que eréctil compañero en su boca, trabajándolo con un suave bombeo que llevo a desear que aquel momento no terminara nunca.
De repente Silvia se detuvo, se levanto y puso su rostro frente la alcachofa de la ducha que seguía proporcionando un agua cada vez menos fría. Invertimos los papeles y ahora era yo el que desde su espalda acariciaba sus pechos, recorría su cintura y finalmente alcanzaba su coñito doblemente lubricado. Nuestras lenguas se entrelazaron mientras ella sujetaba mi nuca y nuestras caderas se contorneaban a un son delicioso. Los dos decidimos detenernos para alargar el momento y reunirnos con los demás.
Al regresar a la zona naturista, el panorama no era menos excitante. Chelo se encontraba sentada en uno de los cómodos sofá, mientras Juan saboreaba el lubricado encanto que tiene Chelo. Ya no esperamos mas y los cuatro nos desplazamos a una de las camas, que se encuentran en la zona un tanto reservada. La química era tan buena que no podíamos permitir que nada ni nadie nos interrumpiera.
En el momento de alcanzar la cama, Rosa fue la primera en tomar posición. Acto seguido Chelo se acomodó a su lado, y entre las dos iniciaron un mas que excitante juego bisexual. Chelo se puso encima, y los clítoris de ambas se encontraron. La excitación llevo a Juan a colocarse el preservativo, se colocó sobre Chelo y penetró su mas que humedecido coño. Los tres se movían a un ritmo frenético. La simple contemplación de tal espectáculo haría correrse a cualquiera. A pesar de ello tuve tiempo de colocarme el condón, e introducirlo en la boca de Rosa.
Los jadeos de unos y otros se encadenaron y nos corrimos los cuatro, en lo que fue un magnifico colofón a lo que tenia que ser un sábado de lo más tranquilo.
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