Un macho de 60 años me quiere coger
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Tenía que hacer una compras en el centro de la ciudad. Abordé el transporte urbano, al fondo viajaba un macho que le calculé tendría unos 50 años de edad, el mismo que desde que me vio me sonrió y me guiñó el ojo. Antes de bajarme del transporte lo volteé a ver y noté su mirada fija en mi. Me sentí dominado.
Caminé hacia la tienda que buscaba. Sin darme cuenta me siguió, cuando me dio alcance me saludó de mano, me dijo que tenía que decirme lo que sentía porque no nos conocíamos ni tenía mi número de teléfono para localizarme. Se llama Alberto.
Me explicó que desde que me vio le gusté, que le gustó mi sonrisa y que ahora que caminé delante de él, le gustaron mis nalgas. Sin ningún temor me dijo que me quería coger, quería que fuera su perrita, que él sabía cómo hacerme feliz en la cama, que me deseaba.
Le dije que apreciaba mucho su sinceridad, pero se había equivocado de persona. Me dijo que, sin buscar ofenderme, él sabía identificar a las perritas y que en mi caso estaba ciento por ciento seguro que yo era una de esas que él tanto disfrutaba y que hacía disfrutar.
Me comenzó a decir que me lo pensara, que no era necesario entrar en más detalles ni tomar una decisión o un compromiso en ese instante, que las cosas mejor se fueran dando y que íbamos a terminar haciendo el amor. Tampoco deseaba presionarme a hacer algo que no deseara, era mejor que todo fluyera poco a poco y el primer paso sería intercambiar nuestros números de teléfono para poder platicar.
Me dijo que era un hombre casado, le gustaba disfrutar del sexo y tener relaciones tanto con hombres como con mujeres, que su esposa también era de mente abierta y tenía sus encuentros amorosos ocasionales, solamente una vez -le había comentado- sostuvo relaciones con una mujer menor que ella y que ya se estaba enamorado porque duraron más del año.
Me invitó a tomar un helado que le acepté por educación, también porque tenía curiosidad por saber más de él, tiene 50 años y ha tenido muchos amantes, me volvió a decir que le gusté y que deseaba conocerme, además de estar conmigo en la intimidad. En todo lo que duró la plática me mantuve con una tremenda erección.
Le dije que le quedaba bien un dicho popular. “Donde pones el ojo, pones la bala”, ya que efectivamente había acertado a fijarse en mi y que también estaba dispuesto a intentarlo, aunque le aclaré que también tenía esposa de mente abierta, dos hijas y todo lo haríamos de manera discreta.
Aceptó, intercambiamos número de teléfono y quedamos de encontrarnos para el próximo fin de semana. Le dije que desde que lo vi me sentí dominado y aseguró que sería su perrita, que me haría disfrutar de su enorme rabo.
Les contaré cuando tengamos nuestro primer encuentro, que será lo más pronto posible, solo de pensarlo me pongo erecto y me sale bastante líquido pres seminal, además a mi culito le hace falta leche y comerse un buen rabo.