Un descanso fenomenal pero excitante

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No podía luchar más. Tenia 18 años, estaba cansada de mi corta vida, de las presiones que pasaba en casa, de mi pasión por bailar. Y es que si algo se me daba bien, lo único en mi vida, era bailar. Había estado en algún grupo de baile, tenia algunos premios de varios concursos, peor no me llenaba. Acababa de pasar también por el peor momento de mi vida. Me enamore de un chico, y durante un año sufrí mil lagrimas en silencio, sin respuesta por su parte. Finalmente cuando por fin dimos un paso mas, tuvo que marcharse a vivir a otra ciudad lejana. Era realmente triste que el destino me la jugara de aquella manera. Entonces eran otros tiempos, no todos teníamos Internet, las cartas eran demasiado frías, y por aquel entonces el móvil era solo un invento a punto de introducirse en nuestras vidas. Hablo del año 1996.

Resumiendo, cuando llegue a mis 18 años, mi mayoría de edad, quise romper con todo. Me despedí una triste tarde gris de otoño de todos mis amigos. Dejaba tras de mi amistades verdaderamente maravillosas y un pasado que no volvería jamás. Uno de mis amigos, alguien que también fue especial para mí particularmente, me pidió que no lo hiciera. Yo por aquel entonces no tenia mas ganas de amoríos y tampoco quise indagar en el porque de su pena, así que solo sonreí y me marche. En el aeropuerto mi familia me decía adiós con la mano, mientras embarcaba rumbo a Londres a que el baile sacara lo mejor de mí.

Llegue al apartamento que habíamos alquilado. Económicamente a mis padres no les iba mal y me dieron algo de dinero para que empezara. De no ser por ello, casi creía imposible conseguir salir del pozo negro de mi vida. Rápidamente entre en un grupo de baile recomendada por mi profesora de Madrid. Nos dedicábamos a hacer coreografías sobre canciones del momento. Entre mi grupo, eran 4 chicas y 6 chicos. Solo mencionare a Carlos, que era italiano pero hablaba perfectamente el español. Enseguida congenie con él, y tras esos ojos verdes y la dulzura de sus labios, se escondía algo que no tarde en descubrir. Solíamos ensayar todos los días de 3 de la tarde a 11 de la noche. Por las mañanas empecé a trabajar en un gimnasio dando algunas clases de aeróbic. Y así pasaban mis días, colmada de tranquilidad, lejos de mi mundo anterior.

Una noche que llovía bastante, Carlos quería llevarme a casa. La verdad es que llevaba unos días observándole, cada día me atraía más y más, además hacia mucho tiempo que no tenia una buena sesión de sexo. Así que acepte que me llevara a casa.

Subimos corriendo prácticamente empapados por la lluvia. Le pedí que se acomodara mientras yo me daba una ducha. Entre risas me insinuó que el también necesitaba una ducha. No le hice caso y me metí en el baño. Encendí el grifo y me quite toda la ropa. Me mire en el espejo. Tenia una figura esbelta para mis 19 años. Tenia una 100 de pecho, bien levantado y con los pezones rositas, que ahora se veían duros. Tenia el monte de venus bien rasurado, con una línea muy fina, a la que le había medio dibujado una flecha apuntando hacia el clítoris a modo de marcar el camino.

Mientras me miraba en el espejo no oí el ruido de la puerta. Me di la vuelta y allí estaba Carlos, completamente desnudo, acariciándose el pene con la mano. No podía creer que lo tuviera tan grande. Estaba en su máximo esplendor. Carlos estaba buenísimo, tenia unos pectorales de horas y horas de gimnasio, un culo respingón que le hacia una forma espectacular. Se acerco a mí y me beso. No puedo explicar lo que sentí porque me recorría la sangre hirviendo por el cuerpo. Me cogió en volandas y entrelace mis piernas a su cadera, sintiendo su enorme pene clavándose en mi, rozando mi clítoris a cada movimiento.

Nos metimos en la bañera y encendió el agua caliente. Me baje de su cintura y agarre su pene con lujuria, y mientras el agua caía sobre mi cabeza, lamí de arriba a abajo todo, me lo metía en la boca con movimientos frenéticos, con una mano acariciaba sus huevos, completamente endurecidos. Con la suavidad de la lengua le chupe el glande, mientras con la mano le masturbaba. Quería que se corriera en mi boca, y empecé a lamer, a morder y a chupar con tanta velocidad que exploto en mi. Seguí lamiendo mientras el semen salía, sentía sus espasmos pero no quería parar, quería seguir chupando. Pero no me dejo. Se sentó en la bañera y me ordeno que me pusiera de pie encima de el. Abrió con su lengua mi coño y comenzó a chupar, a sorber de tal manera que me estaba volviendo cardiaca, no podía dejar de gemir, el cada vez hacia mas movimientos circulares, succionaba todo, hasta que al final rompí en un tremendo orgasmo en su boca.

Nos duchamos después de aquella mezcla de sustancias y salimos. Me coloco encima de la cama y esta vez con el pene completamente erecto me penetro. Lance un chillido de placer al sentirla dentro de mí, empezó a moverse rápidamente y yo me abría todo lo que podía de piernas. Le pedí que se levantara y me miro asombrado. Me puse a cuatro patas y le dije:

– Fóllame así, a cuatro patas, y no pares.

Me la metió hasta dentro y esta vez la rapidez era mayor, tuve un fuerte orgasmo que me hizo enloquecer todavía más. Entonces el me cogió, me apoyo en la pared y me agarre con mis piernas a su cintura mientras me penetraba, empezó a empujarme contra la pared mientras me la metía. Jamás lo había hecho así, era demasiado. Cuando note que el se iba a ir, me empecé a tocar el clítoris y nos corrimos a la vez. Exhaustados, nos duchamos otra vez y nos metimos en la cama, abrazados.

Desperté por la mañana y ya no estaba. Hoy era sábado y no tenia que ir al gimnasio, así que me senté en el poyete de la ventana, viendo como la lluvia mojaba la ciudad. Me acorde de mis padres, y por un momento eche de menos todo aquello. Me acorde de aquel amigo que se quedo triste por mi despedida. Quería llamar pero no pude. Aquel día me levante con la esperanza de vivir una vida que no era la mía.

Pasaron cuatro años. Durante dos años Carlos y yo disfrutamos de nuestros cuerpos, follando en cualquier parte, pero los dos sabíamos que solo era sexo, y nada más. Carlos se marcho a Italia a un nuevo trabajo como bailarín en una compañía teatral, y yo seguí como monitora de baile en la academia.

Un día que salía tarde, me senté en un bar español a tomar una cerveza. Cogí el periódico español y empecé a leer. Y entonces lo vi. Había un mensaje en contactos, que jamás hubiera leído si no fuera porque el destino me perseguía. Decía – Londres te aparto de mí, pero sé que volverás. Yo te I love you Annie.

Supe que era él, era mi amigo, aquel que hacia 5 años no quiso decirme adiós. Me puse a rebuscar por todos los periódicos y el mensaje también estaba en el periódico de la semana anterior, y en la anterior. Le pedí al dueño que me sacara más anteriores y me saco 20 mas que guardaba para empaquetar cosas en una futura mudanza. En todos ponía lo mismo. No pude creer que durante 5 años me hubiera escrito esos mensajes, y jamás lo había descubierto. Algo cambio en mi aquella noche. Compre un cuaderno y empecé a echar numero. Había tomado una decisión. Volvía a Madrid.

Mi avión llego a las 17.30 de la tarde un sábado caluroso a barajas. Mis padres me esperaban con lagrimas en los ojos. Me hicieron miles de preguntas que no supe contestar. Solo quería verle, quería saber si seguí donde le deje, que en realidad los mensajes fueran de el. No solté el periódico que había comprado, tenia miedo de enseñárselo y que su cara me mostrara lo que temía.

Llame a unas cuantas amigas, todas se alegraron de verme. Me reuní con ellas y les pedí que no dijeran que estaba en Madrid. Me comentaron que por la noche saldrían de copas, y que él estaría allí. Me dijeron que el estaba bastante bien, hablaba menos pero sonreía. No quería estar presente cuando hablaban de mí. Quería recordarle tal como le deje. No es que fuera guapísimo pero me atraía con todas mis fuerzas. Esa noche, si me correspondía, haríamos el amor como nunca.

Me duche, me peine mi larga melena morena, me puse un vestido gris con volantes, dejando entrever mis largas piernas, con un escote perfecto y me maquille suavemente. Caminé lentamente hacia la puerta del bar. Miré a través de los cristales, intentando encontrarle con la mirada. Ví a todos mis amigos, juntos con mis amigas, estaban guapísimos, pero allí no estaba él. Seguí mirando a través del cristal con cara de desolación cuando alguien me dio en el hombro. Y allí estaba él. Dios mío como había podido cambiar tanto en este tiempo, estaba guapísimo, con una perilla morena, unos ojos marrones brillantes, mas alto, mas fuerte… y con una expresión en la mirada que me descoloco los sentidos. No pude pronunciar ninguna palabra, saque del bolso el recorte de periódico y se lo mostré.

– ¿Has vuelto por esto? – me dijo.

Asentí con la cabeza.

– No sabia como comunicarme contigo, pensé que nunca lo leerías.

Le abracé con todas mis fuerzas. Empezamos a besarnos, con pasión. Salimos de nuestro besos cuando nuestros amigos se agolpaban en el cristal del bar mirándonos y haciendo muescas. Me cogió de la mano y me dijo que nos iríamos a un lugar tranquilo. Tenia coche, así que me monto en el y me llevo a la parte más oscura de la ciudad. Me senté en la parte de atrás y comenzamos a desnudarnos, al principio con timidez, después el calor empezó a sofocarnos, la pasión de todos estos años nos desbordaba, me agarró los pechos y empezó a lamerlos, no podía aguantar mas, estaba totalmente mojada. El se dio cuenta y empezó a acariciarme el clítoris y a meterme un dedo. Con la mano que me quedaba libre le agarre el pene y empecé a masturbarle. Sigo metiéndome dos dedos hasta que ya no pude mas y me corrí. Se aparto y entonces continué con la boca lo que había empezado con la mano. Me dije a mi misma que le aria la mejor felación de su vida, aunque después vendrían muchas más.

Empecé a lamerle los huevos, subí despacio mientras le acariciaba suavemente con la mano los pezones. Se empezó a poner cada vez mas dura, apenas me cabía en la boca, me imagine que tenia una caramelo y me lo comí con ansia, con locura. Se corrió en mi boca y era la primera vez que me lo tragué. Me supo a gloria. Me sorprendió porque nada mas terminar con él me hizo tumbarme y empezó a comerme el coño como si en ello le fuera la vida. Lamía con toda la lengua, me metió 3 dedos, hizo maravillas. Le vi que estaba otra vez preparado y le rogué que me la metiera hasta el fondo. Se puso encima, sin importarnos la incomodidad del coche, y empezó con suaves movimientos, la metía solo la punta, luego de golpe toda entera, cada vez más rápido y luego lento… estábamos los dos a punto de estallar y le pedí que se sentara. Me monte encima de el dándole la espalda, la introduje entera dentro de mí y empecé a votar como una loca. Nos corrimos los 2 a la vez. Aquella noche follamos sin parar.

Todo me hizo darme cuenta de que mi viaje a Londres me había servido para darme cuenta de que tras un descanso o como dicen, a veces hay que dar un pasito para atrás y cojer carrerilla.

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