Tuve sexo con un hombre casado mayor que yo y lo disfruté al máximo

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Hola, soy Fernanda.

Escribo mi relato real y sin censura. Me llamo Fernanda, tengo 25 años, mido 1,70 m. Tengo un bonito cuerpo porque juego al baloncesto desde hace varios años, es mi deporte favorito. Tengo unas bonitas piernas, buenas nalgas y pechos normales. Tengo el pelo castaño claro y la piel güerita. Como persona, soy alegre, trabajadora y tengo una actitud positiva. En lo íntimo, soy una mujer muy caliente y apasionada, disfruto mucho teniendo relaciones sexuales, me fascina recibir y dar sexo oral. Tengo un hijo de 5 años. Vivo en la zona de Azcapotzalco, muy cerca de la glorieta de Camarones. Desde los 19 años vivo en unión libre con el padre de mi hijo.

El año pasado, 2023, mi hijo entró en el kínder, muy cerca del metro Popotla. Entonces empecé a tratar con personas que no conocía. A los pocos días, la maestra formó un grupo de padres para apoyar en los asuntos de los niños y eligió a tres madres como vocales; una de ellas era yo. Nos llevamos bien entre todas las madres poco a poco, todo iba fluyendo de manera agradable. En diciembre del año pasado, en el evento de los niños, una vocal llevó a su esposo.

Desde el primer momento que lo miré me pareció un hombre muy atractivo, realmente me gustó bastante. A él también le gusté, me miró fijamente. Era un hombre de aspecto rudo, atlético, alto, de piel morena, aparentaba unos 42 o 45 años, se veía muy guapo con su aspecto rudo.

Durante todo el evento sentí su mirada, pero era discreto. En una conversación escuché que era militar de la fuerza aérea.

Días después, me sentía inquieta porque recordaba mucho su mirada y no dejaba de pensar en él.

El 14 de febrero del presente año 2024 hubo otro evento en la escuela y volvió a ir, esta vez me lo presentó mi compañera vocal. Fue muy educado, me dijo que se llamaba Julián y yo le dije que me llamaba Fernanda. Hablamos muy poco porque estaba con su esposa (mi compañera vocal). Ese día yo vestía un pantalón de vestir muy ajustado color negro y un saco del mismo color.

Discretamente me miraba las nalgas, lo que me provocaba cierta inquietud, pero no pasaba nada. A principios del mes de marzo empecé con problemas de separación con mi esposo, por problemas que ya teníamos de meses atrás. Las semanas pasaban y, a finales de mayo, tomamos la decisión de separarnos y darnos un tiempo para pensar bien las cosas y no perjudicar a nuestro hijo. Me fui a vivir a casa de mi madre, a unas cuadras de donde vivía con mi esposo. Al principio me sentía algo triste y sin ganas de nada, pero seguía jugando al baloncesto. Todas las tardes me reunía con mis amigas, lo que me ayudó a superar algunos temas.

Además, estudio la universidad, pero solamente voy 6 horas todos los sábados; ya solo me falta medio año para terminarla en junio de 2025. Me concentré en mi trabajo: soy editora multimedia y también vendo productos en Amazon desde casa. El día de la graduación de nuestros hijos fue el 10 de julio de 2024. Ese día me vestí con un vestido ajustado y elegante. De nuevo fue Julián, el marido de una compañera, quien me acompañó.

Ese día ya me sentía más animada, aunque los días previos también estaba contenta porque hacía más de cuatro meses que mi exmarido no me tocaba. Cuando terminó el acto, nos despedimos todos con abrazos. Cuando Julián me abrazó, sentí una sensación muy especial. Después, cada uno se fue a su casa.

Pasaron unos diez días y una tarde, cuando terminaba de jugar con mis amigas, fui caminando por la avenida Cuitláhuac. Entonces me encontré con Julián. Al verme, me saludó y nos detuvimos un rato a hablar. Como no iba su esposa, me dijo que había ido a comprar algo. Yo le dije que regresaba de jugar. Esa tarde, yo vestía un bañador negro y una camiseta deportiva. Me invitó a tomar algo, le dije que sí y entramos en un Oxxo a por bebidas hidratantes. Caminamos un poco mientras charlábamos de diferentes temas. Al despedirnos, me pidió mi número de teléfono y le dije que fuera discreto por su esposa. Me respondió que no me preocupara.

En esos días me escribió tres veces por WhatsApp. Me gustaba mucho escribir con él porque siempre me hacía reír con sus conversaciones. Después ya me escribía todos los días. Me saludaba cuando podía e incluso me ayudaba con algunos temas del colegio porque es ingeniero de sistemas y trabaja en el área de sistemas de la fuerza aérea. Durante tres meses, Julián y yo nos veíamos cada vez que se podía; cada vez teníamos más confianza.

El viernes 1 de noviembre, mi madre me dijo que se iría unos días a Guadalajara con la familia por el Día de Muertos y que se llevaría a mi hijo. Se fueron por la mañana, y yo me quedé sola.

Ese viernes por la noche, Julián me escribió y le dije que estaba sola, que la familia estaba fuera de la ciudad.

El sábado por la mañana, me sentía muy caliente; ya eran más de ocho meses sin tener relaciones sexuales. Mi vagina se me mojaba constantemente y deseaba que me cogieran. Ese día fui a la universidad por la mañana y por la tarde regresé a casa a las 3:30 p. m. Ya como a las 7 p. m., me metí a bañarme porque tenía que ir a la plaza comercial que está sobre Cuitláhuac, a unas cuadras de la estación de México Tacuba. Esa tarde me vestí con una falda de color café claro que me llegaba casi a las rodillas, una blusa de manga larga y como ropa interior llevaba un calzón blanco tipo bikini de tela muy transparente y el brasier igual.

También me puse unas zapatillas.

Serían como las 20:30 h cuando llegué a la plaza y, en ese momento, entró una llamada en mi móvil: ¡era Julián! Al responder, me preguntó:
—Hola, Fernanda, ¿dónde estás?
—Estoy en la plaza comercial de la avenida Cuitláhuac —le respondí.
—De acuerdo, estoy cerca, en máximo 10 minutos estaré ahí.
—Está bien, aquí te espero en la entrada junto al banco.
En menos de 10 minutos llegó Julián, me saludó dándome un beso en la mejilla y me dijo:
—Estás muy hermosa.
Permanecimos parados unos minutos mientras charlábamos un poco. Entonces Julián me dijo:
—¿Quieres tomar algo? Me apetecen unos tequilas. Respondí: «De acuerdo, me gusta, pero tengo que hacer unas compras. Acompáñame y después iremos a tomar unos tequilas».

Cruzando la avenida está el bar donde venden los cantaritos (son cantaritos preparados con tequila). Empezamos a tomar y a hablar de cosas de trabajo y de la familia. En el segundo cantarito, Julián me comentó que llevaba unos días distanciado de su mujer por algunas discusiones que ya duraban más de dos semanas. Yo le conté que llevaba más de ocho meses separada.

Seguimos hablando y riéndonos un poco de algunos chistes, cuando me di cuenta ya habíamos tomado seis cantaritos y eran casi las doce de la noche.
—Nos tomamos uno más y me voy porque ya es tarde —le dije.
—¡De acuerdo, está bien!
Las veces que me paraba al baño, sentía la mirada de Julián en mis nalgas. Cuando salimos del bar eran más de las 12 de la noche. Empezamos a caminar por Cuitláhuac y, al llegar a la esquina de Clavería, Julián me abrazó y me dijo: «Me gustas mucho». No supe qué decirle, así que solamente lo abracé y seguimos caminando por la calle de Clavería. Dos cuadras más adelante, el lugar estaba un poco oscuro, así que nos detuvimos. Julián empezó a acariciarme el cabello mientras me abrazaba, pero con respeto; solamente me agarraba las manos.

Yo me sentía un poco mareada, pero muy tranquila y consciente. Empecé a calentarme y sentí que sería el momento de coger con Julián.
Julián me dijo al oído: «Se te marca el calzoncito bien rico, mamita. ¡Te deseo mucho, Fer!», pero le respondí: «La edad no importa, tú también me gustas bastante y te deseo». Desde que te conocí siento deseos de que me cojas.

Empezamos a besarnos con ganas. Julián fue bajando sus manos hacia mis nalgas. Yo empecé a gemir mientras mi respiración se agitaba.

Miramos alrededor para que no pasara gente. Julián bajó sus manos y empezó a agarrarme las nalgas mientras me acercaba a su cuerpo. Se acercó nuevamente al oído y me preguntó:
—¿Vamos a un hotel?
—¡Sí! Empezamos a caminar hacia la avenida Cuitláhuac. Le pedí un Uber y, en menos de diez minutos, llegamos al hotel Plaza Camarones. Mientras íbamos en el taxi, sentía cómo palpitaba mi vagina. Al llegar, Julián pidió una villa y, cuando bajó la cortina de la cochera, apagó la luz. Antes de subir a la habitación, empezó a besarme mientras me acariciaba las nalgas con sus manos. Me besaba y me acariciaba con mucha pasión y experiencia. Me tenía recargada en la pared.

Mientras me besaba el cuello, yo gemía de placer y de excitación. Empezó a bajarme el cierre de la braguita hasta quitarla, dejándome en tanga. En ese momento, se desabrochó la blusa y empezó a chuparme los pechos con ansia. Empezó a desabrocharse los pantalones y me dijo: «Sácame la polla para que sientas lo que te vas a comer, putita». Bajó sus pantalones hasta las mitades de sus piernas y empezó a acariciar su pene por encima de los bóxer mientras Julián me metía la mano en la vagina y me dijo: «¡Qué rica la tienes, peluda, cabroncita!». Bajé su bóxer y agarré su verga, que estaba bien parada. En el momento en que la agarré, la sentí gruesa y larga. Me bajé el calzón a las rodillas y empecé a rozar su verga con los pelos de mi vagina.
—Vamos a subir a la cama —le dije.
—Sí, pero vas a subir sin nada —me respondió.
En ese momento, me quité el calzón y el sujetador.
—También quítate la ropa —me respondió. La oscuridad de la recámara me excitaba, así que empezamos a subir las escaleras hacia la cama totalmente desnudos. Al entrar, encendió la luz, me recosté en la cama, abrió mis piernas y empezó a chuparme el coño con toda su experiencia. Empecé a gemir como una puta en brama. Después de un rato, empezó a meterme su verga en la boca. Era una verga de unos 20 cm, pero bien gruesa y con la cabeza pelada. La de mi exmarido era más pequeña. Minutos después, empezamos a hacer un delicioso 69 cuando sentí que ya no podía más de caliente y le dije:
—¡Ya clavame tu verga, papi! Me acomodé en la esquina de la cama con las piernas sobre sus hombros y le dije:
—¿Ya quieres sentir la verga, putita?
—¡Sí, amor, ya cógeme!
Se colocó la cabeza del pene en la entrada de mi vagina, que ya estaba muy húmeda, y me dio un empujón suave seguido de otro más fuerte, clavándomela hasta el tronco.
Empecé a gemir como una puta en celo mientras me daba empujones duros y rápidos. Sentí que me dolía un poco por lo gruesa, pero me gustaba.

El morbo de estar cogiendo con un hombre maduro y casado me excitaba tanto que no pude aguantar y le dije:
—Me voy a venir.
Mientras lo decía, empecé a salpicar mis fluidos, parecía que me estaba orinando.
—¡Así, amor! ¡Meteme la verga, cojeme duro, amor, hazme tu puta! Julian me daba empujones con fuerza mientras yo gemía de placer. Posteriormente, me puse de perrito en la orilla de la cama y empezó a clavarme la verga fuerte y recio, dándome unas nalgadas. Llegó el momento en que le dije: «No tan fuerte, porque no te la aguanto bien». Me respondió: «Aguántate, putita, porque desde que te conocí quería tenerte así. Siempre te miraba el culo y me la ponías dura, se te marcaba el calzón bien rico, putita». Yo le respondía: «Nunca me imaginé tu verga, pero nunca me imaginé que la tuvieras así de gruesa y de larga». —respondió Julián.
—Yo me imaginaba tu vagina depilada, pero la tienes bien rica así peluda —comentó mientras estábamos hablando. Sentí que me venía de nuevo y le dije:
—Cógeme más, que me voy a venir. Me agarró de la cintura y me la metió más fuerte, mientras yo daba gritos de placer mientras me venía. Después de unos minutos, me sacó la verga y me dijo que me montara. Empecé a darme unos sentones y unas movidotas que sentía tan rico mientras daba unos gemidos fuertes. En esa pose, sentía la verga hasta dentro, lo que me hacía mirar las estrellas. Cuando sentía la cabeza de su verga que me llegaba hasta el ombligo, me volvía loca de placer. Me quedé recostada en su pecho con la verga adentro. Julián me preguntó: «¿Terminaste dentro de mí?». Le dije que sí y me dijo que me echara su leche adentro. No quedamos embarazadas porque aún tengo un dispositivo anticonceptivo. Se dio la vuelta y quedó encima de mí.

Me abrió bien las piernas y empezó a penetrarme mientras me besaba. Sentía cómo su verga entraba y salía de mi vagina. De pronto, empezó a penetrarme rápido y fuerte.
—¡Hay, te va mi leche, putita! —me dijo.
—¡Sí, amor, échame toda tu leche! Empecé a sentir cómo me bombeaba la leche dentro de mi vagina mientras, con las piernas, lo jalaba hacia mí para que me diera toda su leche. Después de terminar así, nos quedamos unos minutos mientras me besaba. Entonces, me sacó la verga y sentí cómo me escurría la leche entre las piernas.

—Nos bañamos —dije—. Ya eran más de las tres de la mañana. Nos quedamos dormidos. Como a las seis de la mañana, sentí que Julián se metió entre mis piernas y me dijo al oído:
—¿Sabes cómo amanecen los hombres? Le respondí: «Con la verga bien parada». Volvió a colocarme la cabeza de su verga en la entrada de mi vagina y empezó a metérmela. Ya no estaba con los efectos del alcohol, pero sentía cómo chocaban sus huevos en la entrada de mi vagina con los duros empujones que me daba. Yo gemía fuerte mientras abrazaba a Julián. Notaba cómo mi vagina se abría con lo grueso de su verga. Me estuvo cogiendo varios minutos en esa posición. Cuando sentí que me quería venir, le dije: «¡Basta!». Ponme en cuatro, amor. Me puse en cuatro con las piernas abiertas para que me la metiera bien. Empezó a meterla duro y rápido mientras me jalaba del pelo y me daba unas nalgadas. Le decía: «Así, papacito, cógeme más, qué rica verga tienes». No resistí las embestidas fuertes y me vine.

Fue una cogida tan dura que notaba que mis piernas temblaban, le dije a Julián:
—¡Quiero mamártela y que termines en mi boca!
—De acuerdo, pero primero nos bañaremos. Mientras estábamos en la regadera, empecé a mamar su verga. Le chupaba los huevos cuando, de pronto, Julián me dijo:
—Hay, te va mi leche, mamita.
Empecé a sentir su leche caliente en mi boca. Tenía un sabor muy rico que no dejé ni una gota.
Regresamos a la cama y estuvimos hablando un rato. Antes de salir del hotel, me volvió a coger.

Salimos directamente a un restaurante a desayunar. Ya eran casi las 12 del día cuando nos despedimos. Yo me fui a mi casa bien cogida con la vagina bien abierta y él con su esposa bien deslechado.
Al llegar a mi casa notaba mi vagina un poco rozada por tantas metidas y por lo grueso de la verga de Julián. Me puse un poco de pomada. Era domingo y me puse toda la tarde a ver películas yo sola. Me sentía muy satisfecha y complacida. Ahora Julián y yo somos amigos. Cuando nos encontramos en la calle, nos saludamos. De hecho, cuando lo veo con su mujer, él saluda a los dos con mucho más respeto.

Este es mi relato. Soy Fernanda.

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