Tomando el sol tumbada en la terraza

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Estás tumbada en la terraza, descansando y tomando el sol que brilla a media mañana, haciéndote olvidar todas tus preocupaciones y permitiéndote desconectar de la dura semana. Hay un leve murmullo que sube desde la calle pero en ese ático te encuentras como en una burbuja aislada del mundo.

En ese momento de serenidad y paz interior notas su presencia… sientes curiosidad pero no abres los ojos y esperas… Instantes después notas el tacto de sus dedos comenzando a masajear la base de tu cuello. Tras unos momentos de relajación absoluta caes en una pequeña decepción al dejar de sentir la presión de sus manos sobre tu cuerpo. Te llega un ligero aroma dulce e inmediatamente notas un ligero escalofrío cuando vuelves a sentir esos dedos, húmedos con crema hidratante.

Los últimos resquicios de tensión desparecen poco a poco a medida que sus manos resbalan por todo tu cuerpo desde tu cuello bajando por tus hombros, brazos y pasando a tu abdomen recorriendo cuerpo abajo… salvando aquellas zonas escondidas por tu bikini. No puedes evitar abrir las piernas ligeramente para permitirle moldear primero un muslo, y luego el otro, siguiendo hasta tus pies.

“Ahora las zonas que me he dejado” te susurra al oído a la vez que sientes como su mano se desliza pícaramente debajo de tú top. Se te escapa un gemido al notar como sus húmedos dedos empiezan su jugueteo con tu pezón. Por fin sientes el contacto de sus labios con los tuyos, y a la vez que sueltas un gemido dejas que su lengua se entrelaza con la suya en un beso caliente y apasionado.

Lentamente te va incorporando sin dejar de besarte y notas como se suelta el enganche de tu top a medida que desliza los tirantes de tus hombros, liberando tus pechos para su placer, y el tuyo. Finalmente abres los ojos para ver como suavemente te mordisquea un pecho mientras su mano se desliza cuerpo abajo enterrándose bajo tu tanga.

Con una mano comienzas a desabrocharle el vaquero para aliviar la tensión que tiene claramente acumulada entre las piernas. Comienzas a masturbarle a la vez que el continúa acariciándote por debajo de tu tanga. Acaricia suavemente tu monte de Venus, notas el ardor de la yema de sus dedos e instintivamente comienzas un leve balanceo de tus caderas. Otro pasional beso sella tus labios, su lengua danzando con la tuya al ritmo que sus dedos tontean con tus otros labios.

Instantes después el se reclina sobre tu entrepierna, apartando el tanga de su camino para oler el exquisito aroma de tu sexo, respirando y exhalando su cálido aliento sobre tu clítoris. Inmediatamente sientes el tacto de su lengua, húmeda sobre ese botón de placer que está apunto de estallar. No puedes evitar acariciar su pelo y guiarle mientras gimes con el placer de esa lengua recorriendo tu sexo despacio, saboreando tú inevitable humedad.

“Sí… sí, sigue…” consigues exhalar entre gemidos a medida que fortaleces tu control sobre su cabeza, presionándolo, guiándolo en su dedicado cunulingus. Rápido, despacio, presionando, continúa su lengua sobre tu sexo desatando tantas visiones de placer en tu imaginación.

El sol brilla sobre el ático mientras que aquellos murmullos callejeros quedan enmudecidos con los gemidos y suspiros, mientras los dos seguís entregados a tu placer. Él devorando tu sexo y tú dejándote llevar más y más pidiéndole, exigiéndole más velocidad, más placer, más suave, más arriba, adentro… notas que estás llegando al límite con todas tus fuerzas sujetas su cabeza mientras el continúa su frenético lameteo, succionando, entregado completamente a su objetivo. Ya llega, notas esa ola de euforia emitiendo un grito de puro placer notando como todo tu cuerpo se tensa, se estremece y tú alcanzas a sentirte como una diosa.

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