Hace unas semanas estaba en mi trabajo y tuve una de las experiencias más excitantes que he tenido nunca. Volvimos después de un mes de vacaciones y, realmente, tenía ganas de volver a la rutina diaria, a volver a coger el ritmo en el trabajo y, porqué no decirlo, a volver a ver a mi nuevo compañero.
Es un chico que ha empezado a trabajar en el despacho hace un par de meses. La verdad es que, al principio, apenas reparé en él como hombre, pues es unos años más joven que yo (normalmente, me atraen hombres de mi edad o algo más mayores) y, además, tenía demasiado trabajo como para fijarme en nada más. Sin embargo, al cabo de un par de semanas, conforme íbamos teniendo más confianza y nuestra relación dejaba de ser meramente laboral para pasar a ser algo más personal, me di cuenta de que sentía por él una extraña atracción. Sentía un deseo extraordinario. Muchas veces me sorprendía a mi misma imaginando tórridas escenas de sexo con él!!! Pero eso no podía ser, pues él tenía novia, y no… era imposible.
Pero aunque intentase negarlo, me tenía totalmente atrapada. Cada mañana, cuando él llegaba al despacho, algo en mi se despertaba. Oír su voz al decir “Buenos días, Sonia” me hacía estremecer y, cada vez que me iba a dar algún papel y m rozaba, me ponía la piel de gallina… Tenía que dejar de verle así, pues en cualquier momento se daría cuenta y, al fin y al cabo, trabajábamos juntos. No podía ser. Pero no había manera. Le veía y no podía evitar imaginar que hacíamos cosas increíbles; en fin, que me ponía muy, muy cachonda. Solía vestir con traje, pero un día apareció con unos pantalones vaqueros muy ajustados que marcaban considerablemente su entrepierna. Y aquello me puso todavía más caliente… Mmmm… tanto que tuve que ir al baño y bueno… ya sabéis… Me imaginaba desnudándole y acariciando su pene, que debía ser bastante grande, chupándolo, devorándolo.
El primer día de trabajo fue bastante llevadero para mí, pues no paramos de hablar de lo que habíamos hecho, donde habíamos ido; y eso hizo que pudiese controlarme bastante. Pero al cabo de unos días… Estábamos solos, como casi siempre. Los jefes habían salido por un par de horas y yo iba a aprovechar para archivar un montón de papeles que tenía pendientes.
– Raúl, me voy al archivo a guardar todo esto. Ocúpate un rato del teléfono, vale? – le dije.
– De acuerdo, no te preocupes, Sonia – me respondió él, alargando mi nombre como en un susurro… y con una sonrisa en la boca que volvió a despertar mi deseo.
Es un piso grande, con un largo pasillo, al final del cual hay un cuarto-archivo lleno de estanterías del suelo al techo, a su vez llenas de cajas en las que se va guardando la documentación de cada cliente. Estaba enfrascada en mi tarea, cuando al ir a coger una caja de las más altas, sentí unas manos que me acariciaban la cintura.
– Joder, tío!!! Casi me matas del susto!!! Podrías haber avisado. Casi me da algo!!! Mira la que has organizado. – dije, viendo el contenido de la caja desperdigado por el suelo.
Sin decir nada, y pillándome por sorpresa, todavía enfadada, Raúl me empujó contra la estantería y empezó a besarme, mientras sus manos no paraban de acariciarme.
– No sabes el tiempo que llevo deseando esto. Quiero follarte, Sonia, follarte sin parar. Quiero ver cómo te corres y que me hagas correrme como nunca – me susurraba mientras metía sus manos por debajo de mi ropa.
– Estás loco… puede venir alguien en cualquier momento. – le dije yo; pero mi voz era cada vez más débil, apagada por su lengua y por mis jadeos.
Se apretó más contra mí y pude sentir la dureza de su miembro, y me hacía arder, me ponía a mil por segundos. Me besaba con avidez, como queriendo devorar cada parte de mi: mi cuello, la barbilla, metía su lengua en mi boca y yo la mía en la suya, hasta que no pudieron separarse… Mmmm… qué lengua… Ooohhh. Desabrochó mi blusa y metió una mano en mi sujetador, bajándolo hasta que mis pechos, con los pezones ya muy duros, quedaron al descubierto. Y empezó a chuparlos, a besarlos, a lamerlos, consiguiendo que me excitase sobremanera. Lentamente subió mi falda hasta la cintura y, agarrándome del culo, me acercó más a él. Madre mía!!!. Qué dura la tenía. Cómo me estaba poniendo, Uuufff… Me estoy poniendo malísima solo de acordarme.
Mientras besaba mis pechos, acariciaba mi coñito con su otra mano. Estaba tan excitada que mi tanga estaba empapado. Lo chupó y volvió a besarme. Me quitó el tanga y sus dedos juguetearon con mis labios, recorriéndolos lentamente, de un lado a otro, deteniéndose en mi clítoris, para dar pequeños golpecitos en él con la punta de su dedo, haciendo que mis piernas temblasen incontroladamente y que le abrazase cada vez más fuerte, incluso llegando a clavarle la uñas. Todavía llevaba la camisa puesta; menos mal, porque de lo contrario, le habría dejado una importante marca en la bronceada piel de su hombro. No paraba de jadear:
– Aaahhh… Ooohhh… Sigue, sigue, no pares ahora. – le decía.
Entonces, introdujo un dedo en mi húmedo sexo y, un momento después, otro, moviéndolos sin parar dentro de mi, haciendo que me corriese, entre espasmos, gemidos y pequeños grititos. Prolongó mi orgasmo todo lo que pudo, manteniendo un dedo en mi clítoris y otro dentro. Salió de mi y acercó los dedos con los que me había penetrado a mi boca, para que los chupase. Los chupé como si fuese su polla. Aquello me encantaba y empecé a excitarme de nuevo. Entonces desabroché su pantalón y lo bajé. No llevaba ropa interior (no suele utilizar), así que su polla salió disparada, apuntando hacia mi, deseosa. Ooohhh!!! No pude evitar gritar. Nunca había tenido tan cerca una polla tan grande. Muchas veces había visto fotos de algo parecido y siempre me preguntaba qué se sentiría al ser penetrada por algo así. Me puse otra vez a mil, ansiosa por tenerla en mis manos y en todas las partes de mi cuerpo.
Me fui agachando hasta que mi boca estuvo a la altura de aquella inmensa polla, que iba a ser toda mía… Mmmm… Sonó el teléfono. Pero ni yo iba a dejar lo que tenía entre manos y entre mis labios; ni él iba a correr para cogerlo; No iba a correr, pero sí iba a correrse. Empecé con caricias, suaves, lentas, acariciando también sus huevos, comiéndolos también. Acercándome al ano, cosa que le ponía mucho. Acerqué mi caliente lengua a su cabeza, rojiza, gorda, que la estaba esperando. Y, cuando sentí que de verdad la deseaba, empecé a meterla en mi boca. Con una mano la agarraba por la base, frotándola de arriba abajo, húmeda por mi saliva; la otra mano seguía en sus huevos, arañando, acariciando, aproximando un juguetón dedo a su agujerito. Y con mi boca succionaba el glande, como si fuese un chupete… Mmmm.
Me acariciaba el pelo, atrayéndome más hacia si, follándome la boca sin parar, metiendo y sacando su polla en ella… Ohhhh!!! Su polla, que crecía con cada lamida, con cada roce. Yo acariciaba su ano y comencé a introducirle un dedo, lentamente, lo cual le hizo moverse más rápido. Sentí cómo un líquido empezaba a salir por su agujerito, que no paraba de lamer con la punta de mi lengua, y supe que no iba a aguantar mucho más. Así que introduje mi dedo todo lo que pude y no tardó en correrse, entre gemidos, en mi boca, por supuesto…
– Córrete, cariño… Quiero beber tu leche.
Fue una corrida espectacular. Qué gran cantidad de semen, tanto que chorreó por mi barbilla, deslizándose por mi cuello y cayendo a mis pechos. Con todo aquello, me corrí también. Fue demasiado… Besé su polla, bañándola con su propio semen y vi q volvía a endurecerse.
– Quiero más… – le dije con voz de niña buena y una mirada entre tímida y perversa.
– Y creo que ella también quiere más – continué diciendo, mientras daba una larga e intensa lamida a su polla.
Aquello le puso a cien. Me levanté, me cogió en brazos, con mis piernas alrededor de sus caderas, y empezó a penetrarme. Ooohhh!!! Qué gusto sentir aquella polla tan grande, tan gruesa, ir entrando en mi. Pensaba que costaría más, pero estaba equivocada. Era una gozada ver y sentir cómo mi húmedo y hambriento coño iba tragándola poco a poco, cómo rozaba mis labios en su camino hacia mi caliente tesoro, camino lento pero firme. Era todo un líder y ningún agujerito se le podía resistir. Me sentía tan, tan excitada que incluso me sentía como mareada, como si estuviese algo bebida.
– Fóllame, no dejes de follarme, quiero que me folles sin parar; métela más, hasta el fondo, Oohh… Aahh… – le susurraba al odio, entrecortadamente.
Me tenía cogida por el culo, para acercarme más y sentí cómo comenzó a meter un dedo en mi otro agujerito. Aquello era demasiado. Cómo me tenía!!!. Le cogí del cuello y metí mi lengua en su boca y nos fundimos en un caliente beso. Entonces, se separó un poco de mi, yo me eché un poco hacia atrás y me embistió con más fuerza, una y otra vez, cada vez más fuerte y más rápido, sintiéndome tan llena… Mmmm… Hasta que sentí su leche invadir y llenar todo mi coñito; y su polla, palpitante, expulsando aquel preciado líquido dentro de mi. Y estallé en un orgasmo tan brutal que creí desmayarme. Nos quedamos un rato así, abrazados, besándonos, con su pene, ahora algo más pequeño y no tan duro, aún dentro de mi, y su semen deslizándose por mis muslos.
– Me gustaría que esto se volviese a repetir – le dije.
– Se repetirá, tenlo por seguro – contestó él.
Y, si, se volvió a repetir, también en el despacho… Pero eso es otra historia que, si algún día queréis, os la contaré.
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