Un sábado de primavera en me encontraba trabajando en un centro cultural cercano a la Av. Arequipa. En dicho lugar trabajaba una chata que me había estado tirando los perros ya desde hace un tiempo, aproximadamente yo le calculaba unos 28 o 30 años como máximo, su ojos eran verdes, parecía una gata, su cabello ensortijado y su generoso trasero la hacían muy llamativa a mis ojos. No habíamos intercambiado más que miradas ya que ella trabajaba ahí de lunes a viernes en cambio yo por mis variadas actividades solo trabajaba los sábados.
Aquel día entre a la oficina y la vi sentada en su escritorio, recuerdo que le pregunte que hacía en su día libre y ella me respondió que por lo general lo pasaba aburrida en casa. Poco a poco empezamos a agarrar más confianza y me comento que era casada pero que su marido no le rendía en la cama. Ella extrañaba mucho sus días de esposa primeriza y enamorada ya que a estas alturas de su vida la rutina ya la tenía agotada, se sentía tensa y no sabía que hacer. Le comente que yo podía ayudarle a quitarle esa tensión debido a que era muy hábil en el arte de dar masajes y que me sería muy fácil relajarla. Ella dudo un poco pero la convencí diciéndole que yo tenía una energía en mis manos que al tocar a una dama la relajaba de inmediato.
Claudia se acomodó en su silla frente al escritorio, traía una blusa algo holgada pero en forma V en el frente que dejaba ver sus preciosos pechos. Me puse detrás de ella y suavemente empecé a darle un masaje en el cuello. Mientras la masajeaba ella sacó de su bolsa una loción aromática y me pidió que se le untara. Así lo hice. Poco a poco fui masajeando su cuello y por debajo de la blusa logre meter mis manos hacia su torso. Y empecé a masajear la parte superior de sus senos subiendo y bajando hasta terminar en medio de los dos. Ella lejos de molestarse me decía: ?Sigue, sigue, sigue papi. Así me gusta?.
Repetí el movimiento con más sensualidad pero esta vez desde la punta del cuello hasta debajo de los senos. Cuando llegue de nuevo al cuello, empecé a desabrochar su blusa y ella no dijo nada. Desde arriba logre ver sus pezones erectos que estaban a punto de reventar. Para evitar que alguien nos viera opte por cerrar la puerta de la oficina cuando di la vuelta ella ya se había quitado su sostén y estaba de pie esperándome. Ella se acercó a mí y me dio un chape de aquellos, me desabrochó la camisa salvajemente y empezó a besar mi torso lentamente y sin cesar. Yo me baje los pantalones y me quede en calzoncillo, ella sintió lo tiesa que estaba mi pinga y se bajó el pantalón.
Yo quite las cosas que habían en el escritorio y la puse encima, empecé a besar sus tetas y chuparle los pezones, deslice mi mano por su conchita que estaba húmeda, acerque mi lengua a su clítoris y mis dedos pulgares empezaron a abrir los labios de su vagina ayudando a que lubricara más. Luego mi lengua entró en acción lamiéndole, succionando y dando uno que otro mordisco.
Mi barba la picaba en los lugares más sensibles de su ser y ella no paraba de gemir, yo le tapaba la boca por temor alguien nos escuche pero también le empecé a meter mi verga en su conchita, la cual entró resbalando en sus líquidos. Ella gritó cuando la sintió y su orgasmo se prologó. Duramos así un buen momento, pero me pedía que no me viniera, me suplicaba que no me viniera que quería sentirme y que si me aguantaba me pagaría con un gran favor.
Entonces me pidió que la colocara en cuatro arriba del escritorio. Así lo hice, metí mi pulgar untado con loción en su culo y mis cuatro dedos en su vagina y me pidió que fuera lento pero preciso. Mi lengua entra en acción para dilatar su culito hermoso mientras con mi otra mano acariciaba sus senos, así la hice llegar al orgasmo.
?Ahora te toca a ti corazón?, me dijo. Ella se bajó del escritorio, me sentó en su silla y se metió debajo del escritorio, empezó a besar mis piernas, mis rodillas y empezó a mordisquear y chupar mis huevos, se los tragaba uno por uno mientras una de sus manos agarraba mi verga y empezó a sobarla. Ella lamía y besaba la punta de mi pene, poco a poco empezó a chuparla y entró en un ritmo que me fue excitándome de tal forma que en poco tiempo empezó a saborear las primeras gotas de semen que salía calientito. La punta de mi verga sentía que me quemaba, ella pedía que le bañara la cara y los pechos con mi leche y así lo hice.
Así fue mi primer encuentro en el trabajo, luego les contare como fue el segundo encuentro cuando nos atrapó su jefe.
Deja un comentario