Sexo caliente con el seminarista

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Hola mi nombre es Luna, tengo 36 años, vivo y trabajo con una empresa privada una ciudad de Ecuador mi vida transcurría entre el trabajo, mis amistades y mi amante un hombre de 48 años, que me trata como una reina pero sus compromisos (es casado), no le permiten estar conmigo más tiempo y yo empezaba a quejarme que me estaba dejando mucho tiempo sola.

Era un día de trabajo de esos que detestaba, ya que me tocaba ir a visitar un nuevo sitio, en el que me tenía que quedar una semana, asistiéndolo y dejando que todo marchara perfectamente. Toque el timbre y me abrió él, un muchacho, de unos 25 años, alto, delgado, buen mozo que me saludo tan pronto me vio, pero yo estaba un poco molesta y no le di importancia a quien era. Poco tiempo después me enteré que es un seminarista que estaba en su año de pastoral en esa iglesia.

Abrimos el local donde desarrollaríamos el proyecto, todo empezaba a funcionar pero algo paso, empezaba a ser las 12 AM y subía el calor, le pedí un vaso de agua y me trajo un refresco, sin querer se me resbalo el vaso y me mojó los pantalones que tenia, como el local quedaba en la iglesia, al notar que me había mojado, atentamente se me acerco para ayudarme y me dijo que en la sacristía había un baño y podía sacarme la ropa mientras el la secaba. Efectivamente así lo hice, tan sólo que al entregarle mis pantalones se me cayo la toalla que me cubría y dejo ver diminuta tanga, el al ver esa escena se puso un poco nervioso pero igualmente se agachó a recogerla, y al levantarla y tratar de ponérmela sus manos rozaron mis nalgas y me beso, yo inmediatamente le correspondí a su beso agarrándolo de la nuca, para lo que aprovechó para empezar a desabrochar mi blusa, mientras me acercaba al escritorio más próximo. Con la agilidad que quito mi blusa, también quito mi brasier, dejando salir mis grande y redondos senos los cuales empezó a comérselos de una manera voraz.

Como pudo se desvistió y dejo salir una tranca que nunca había visto en mi vida, ni siquiera la de mi Juan Alberto, mi amante era de esa manera y hasta ese día podía decir que era grande. Inmediatamente me abalancé sobre ella y empecé a darle una mamada y con cada roce de mis labios el gemía fuertemente; un momento me hizo detener y me tumbo boca abajo en el escritorio y comenzó a comerse mi conchita que para ese momento estaba súper húmeda, con cada lengüetazo yo sentía que subía a la luna y me hizo tener un orgasmo detrás de otro. Sin esperar más me penetro de una vez, lo que me hizo pegar un grito de dolor y placer ya que mi conchita nunca había probado una de ese tamaño. Sus manos sujetaban fuertemente mis caderas incansablemente, parecía de hacia muchos meses no tenia sexo con ninguna mujer. Me hizo tener dos orgasmos más mientras me penetraba desde atrás y siguió sus embestidas hasta que sentí que se estremecía dentro de mí, dio un pequeño grito y sentí como derramaba toda su leche.

Eso hace 2 meses y desde ese día sin parar tenemos nuestros encuentros en la sacristía y cada vez más candentes que próximamente les contaré.

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