Ser familiares no es impedimento para follar

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Llevaban años reprimiendo sus ganas de follar y aquella misma noche iban a poner fin a esa represión que no les permitía vivir como querían.

Pese a la diferencia de edad, el deseo mutuo era tan fuerte que no tardaron ni dos segundos en desnudarse el uno al otro. Se llevaban más de veinte años de diferencia: ella era la mujer madura y él el joven inexperto. Sin embargo, ella seguía gozando de un cuerpo totalmente vibrante del que muchas jovencitas podrían sentir envidia. Tenía unas tetas preciosas, un culazo de infarto y unas ganas locas de follar que no podían ser reprimidas.

Además, ella tenía tanta experiencia que seguro que se convertía en la maestra sexual con la que todo jovencito desearía estar en la cama. Aquel MILF en toda regla ya no le importaba lo que los demás pudieran pensar de ella, así que lo único que quería era pasárselo bien con aquel jovencito que le resultaba tan familiar. Y no es para menos, ya que ella era su tía y él su sobrino.

Una vez que los dos estuvieron desnudos, él se abalanzó sobre ella con gran ansia. Le agarró firmemente los pechos y empezó a lamerle los pezones con voracidad. Ella gemía del gusto que le producía aquel sencillo gesto. Disfrutaba tanto que sus pezones se le pusieron duros y erectos mientras él se los chupaba y mordía con total intensidad.

Tras este tonteo inicial, y al ver que él estaba completamente erecto, empezaron a practicar el sexo más maravilloso de sus vidas. Él agarró a ella por la cintura y la penetró por detrás con furia animal. Se notaba que llevaban tiempo queriendo acostarse juntos y toda esa ansia reprimida explotaba ahora en forma de intenso polvo.

Además, sabían que solo disponían de unos pocos minutos para estar íntimos antes de que llegaran el resto de familiares en común. Por eso, desde el principio se centraron en satisfacer su pasión de forma certera e inmediata. Mientras él se follaba el coño arrugado de su tía, ella sentía todo el vigor y la juventud de su sobrino dentro de ella. Sabían que aquel momento de sexo estaba completamente prohibido a los ojos de la sociedad, pero en aquel momento eso les importaba bien poco y solo querían descargar toda la tensión sexual acumulada.

Cuando estuvo a punto de correrse, sacó su polla dura del coño de ella y empezó a masturbarse sobre su cuerpo desnudo. Quería inundarla con su leche caliente y joven para demostrarle todo el amor que le tenía. Solo bastaron unos minutos para que un chorro de semen la cubriera por completo, yendo a parar a sus tetas.

Ella, con una cara de vicio impresionante, empezó a untarse los pezones con el semen y a chuparse los dedos. Era tan golosa que se relamía con cada trago. Cuando lo probó, volvió a untar sus dedos en lefa y la utilizó como lubricante para masturbarse. Quería sentir aquel orgasmo tan deseado y, finalmente, lo alcanzó mientras su cuerpo se retorcía de placer.

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