Seducida por un maduro (yo 17 años)

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INTRO

Mi nombre es Alejandra. Esto me sucedió en Marzo del 2015 cuando apenas iba a cumplir los 18 años de edad. Soy una muchacha de 1.65m., cabello pelirrojo rizado, piel blanca y bonita de rostro. Complexión media. Caderona. Estudiaba la prepa en ese tiempo. Recuerdo que aquel fue un día muy bonito y soleado. Había salido temprano de clases y decidí ir a relajarme un rato al bosque de Chapultepec yo sola. Tomé el servicio de metro y me dirigí a ese parque. Llegué rápido y busqué un lugar no tan concurrido bajo de un árbol para leer un rato. Estaba concentrada en mi lectura cuando él llegó: un señor alto de aproximadamente 45 años. Aunque se le empezaban a notar signos de calvicie, no era feo y se veía en buena forma. Se acercó, se sentó frente a mí y se disculpó por el atrevimiento de hablarme así de repente. Me sorprendí que de instante apareciera así, ya que no pasaba mucha gente por ese sitio que había elegido. Comenzó a hablar y dijo que me había estado observando unos minutos y pensaba, creía, que yo le parecía ?perfecta? para formar parte de un ballet. Me le quedé viendo estupefacta por un momento por lo desconcertante que eso sonó. Sonrió y me preguntó que si me agradaría formar parte del equipo, que él estaba buscando chicas para ello. Yo aún sin decir ni una sola palabra solo pensaba en toda la farsa que había armado para poder acercarse a mí. Y aunque después me enteraría que en realidad sí era preparador físico y masajista de un ballet, su verdadera intención no había sido reclutarme, sino algo más. Deje que siguiera hablando. Mientras lo hacía, pensaba en toda su broma: ?¿yo? ¿Cuerpo de bailarina?? Que divertido. Sé muy bien que ellas son personas muy delgadas. No es que yo sea gorda, sino que soy una mujer con curvas: nalgas y muslos grandes bien formados. Terminó de hablar y solo me limité a decirle: ?no, gracias?. Sin embargo, él no quitó tan fácil el dedo del renglón. Siguió insistiendo e insistiendo hasta que se dio cuenta que empezaba a molestarme. Entonces dijo: ?está bien, te dejo mi tarjeta por si te animas?. Tomé la tarjeta donde venía su número telefónico y le dije ?ok, gracias?. Recuerdo bien que en ese momento yo estaba completamente indiferente, sin embargo me había dado cuenta que me atraía algo de él, aunque no le daba importancia en ese momento. Una vez que tomé la tarjeta pensé que se retiraría de inmediato, más se puso de pie y me pidió muy amablemente le diera mi número de celular. Obviamente me negué a eso de inmediato, pero él no se movió y se quedó observándome. Intercambiamos miradas y de nuevo comenzó a insistir. Me hartó. Me hartó por lo insistente y le dije: ?está bien, anótalo? con un tono de voz molesto. Comencé a dictarle un número que por supuesto no era el mío, solo iba diciendo números al azar. Él los tecleaba en su celular. Terminé de dictarle, pasaron unos segundos y dijo ?éste no es tu número, te acabo de marcar?. ?Maldición? pensé. Amablemente me lo volvió a pedir y esta vez le tuve que dar el correcto. Ya no probó a marcar. Me dio las gracias y se marchó.

¿CONFESIÓN INCÓMODA?

Toda la semana me estuvo marcando. A veces le contestaba, a veces no. Ya hasta su número me lo había aprendido. Cuando respondía, me platicaba sobre las ventajas de estudiar ballet, de la armonía del grupo, de la amistad, del esfuerzo y de todos los valores que encerraba. Yo solo le daba el ?avión? dándole respuestas ambiguas. En verdad eso del ballet no me gusta ni poco, solo lo escuchaba para no ser grosera. Siguió hablándome y tarareando la misma cantaleta, tanto que hasta me dio la dirección del lugar de los ensayos y el horario para que llegara cuando yo quisiera. Tanto hablaba que empezaba a creer que sus intenciones eran buenas, y aunque así lo fueran, de todos modos el ballet no me gustaba. Me volví a hartar. Me harté porque todos los días ya era lo mismo. Me llamaba para preguntarme que había yo decidido. Hasta que un día me marcó, contesté, y le dije que por favor ya no me llamara más, que no me gustaba el ballet y que si continuaba marcándome lo iba a bloquear o en el peor de los casos denunciarlo por acoso. Ahí fue cuando me reveló la verdad. Inmediatamente me respondió: ?Esta bien. Olvida el ballet. Me gustaría que me dieras la oportunidad de conocerte. La verdad es que me fascinaste mucho el día que te vi y sé que yo también te atraje algo (?¿Cómo lo supo?? pensé). Podemos salir por ahí a divertirnos y estoy seguro que si me das la oportunidad no te arrepentirás. Tu y yo, con nuestros hermosos cuerpos podemos darnos mucho placer mutuamente (¡Qué atrevido! Volví a pensar)?. Respondí enojada: ?estás loco? y colgué. Me molesté un poco pero no le di mucha importancia, muchos hombres tratan siempre de llevarme a la cama, pero éste si se había pasado de cínico y directo. Lo dejé pasar y seguí haciendo mis actividades. Después, a los 15 minutos vibró mi celular. Revisé y era un mensaje de texto de él escribiéndome lo siguiente: ?Esto es lo último que vas a saber de mí. Ya no te voy a buscar más. Si quieres tú me llamas. Pero solo piensa que yo sí sé cómo darte mucho placer. Estoy seguro que puedo darte la cogida de tu vida. Sé que ustedes las jovencitas están mal cogidas por los chicos de su edad. Date la oportunidad. Sé que estás insatisfecha. Espero tu llamada. Bye?. Solo dije entre mi ?estúpido? y guardé mi celular.

¡CONFESIÓN CÓMODA!

En aquel tiempo cuando eso sucedió, ya llevaba casi un año sin novio y mi lívido andaba por las nubes. Me masturbaba frecuentemente y sorprendentemente llevaba más de 4 meses sin relación sexual. Nunca me había faltado con quien coger, pero esta vez la sequía ya había durado. Había tenido muchas experiencias con chicos de mi edad. Experiencias en el mayor de veces malas. Casi nunca me dejaban satisfecha y los terminaba rápido. Él tenía razón. Hombres jóvenes que solo les interesaba su placer personal. Cogía con mis novios o con chicos que me gustaban, pero siempre me dejaban insatisfecha. Se venían muy rápido. A consecuencia de eso procedí a ser las responsable de mis propios orgasmos por un tiempo. Una noche mientras depuraba los mensajes de mi celular, me encontré con el mensaje que él me había mandado ya hace casi un mes. Lo abrí y lo volví a leer. Me produjo excitación lo que había escrito, debo confesarlo. Y en mi mente comencé a divagar muchas cosas. Me preguntaba si era cierto lo que presumía. ?¿En verdad era muy bueno en la cama o solo alardeaba?? Varías cosas me causaban curiosidad y gracia a la vez ?¿Cómo será coger con un hombre de su edad?? ?¿Aún se le paraba?? ?¿De qué tamaño la tendrá? ¿Se vendrá rápido como mis parejas jóvenes o aguantaría? Me preguntaba también qué tanta experiencia tendría y me interrogaba de nuevo si en verdad no estaba alardeando. Quizá me llevaría una gran sorpresa si lo dejara estar entre mis piernas. Todas esas dudas empezaron a llenar mi imaginación. Me calentaron y provocaron que mi mano lentamente se fuera abriendo paso entre mis bragas, llegaran hasta mi vagina, dos dedos la penetran y el pulgar se ocupara de mi clítoris. Lo aceptó, me masturbé imaginando que tenía sexo con él. Y me dio pena saber que terminé riquísimo. Seguí haciéndolo muchas veces más. Me decía a mí misma que estaba loca, que como podía excitarme imaginando que me penetraba la panocha un viejo obsceno. Sin embargo, continué. Y continué hasta que la curiosidad y la calentura me hacían tomar el celular, escribir un mensaje diciéndole que deseaba que me penetrara, que me cogiera fuertemente y después borrarlo. Muchas veces estuve tentada a mandar el mensaje o valientemente llamarle y confesárselo, pero mi orgullo me detenía. ?¿Cómo una chica como yo iba a ofrecérmele a un completo viejo desconocido?? pensaba. Al fin, mi calentura y meses sin sexo pudieron más y en un arrebato toqué el botón ?enviar? y el mensaje se envió. Mi mensaje simplemente decía: ?Hola, siempre si me interesan las clases de ballet?. Están de acuerdo que no le iba a escribir: ?oye, quiero que me cojas? ¿verdad? Como a los 15 minutos de haberlo mandado, entró una llamada. Reconocí el número inmediato. Era él. Nerviosa, con la respiración agitada y las manos temblorosas contesté. Me dijo que le daba mucho gusto que le llamara y preguntó cuándo podíamos vernos. Pensé rápido que lo mejor era un día de escuela, en el que pudiera saltarme las clases y mis padres, que me vigilan mucho, no pudieran sospechar. ?El lunes en la mañana? contesté. ?Perfecto, ¿puedes a las 9:30am en el mismo lugar donde nos conocimos?? dijo él. Afirmé. ?No te vas arrepentir, ahí nos vemos?. No supe si esa última frase era sobre el ballet o sobre la fenomenal cogida que me iba a dar. De cualquier modo, no me iba a arrepentir.

PREPARACIÓN

Domingo. Un día antes de la cita. Yo nerviosa me encontraba con una cierta sensación de miedo, mezclada con adrenalina y desconfianza. Sentimiento que a su vez me hacía hervir la sangre y me calentaba hasta al grado de que mi vagina comenzaba a humectarse fantaseando con el próximo y esperado encuentro. Lunes. Me levanté temprano para dizque ir a la escuela. Si un día antes estaba nerviosa, ahora lo estaba más. Aun así a la vez me sentía muy caliente. Sabía que iba a estar cogiendo dentro de unas horas y que la sequía de sexo iba a terminar después de unos meses. Procedí a bañarme y arreglarme para mi cita con él. Entré al baño, me quité la ropa y me observe al espejo. Piel blanca. Muslos lindos y torneados. Nalgas firmes y prominentes. Tetas medianas. Pezón rosado y pequeño. Lo único que desentonaba un poco era la depilación que faltaba en el área del bikini. Tenía tiempo que no me la hacía, ya saben, por falta de compañero sexual. Abrí la llave de la regadera y entré al agua. Me encanta el agua caliente. Muy caliente. Me bañé delicadamente con jabón de rosas pasándolo por cada centímetro de mi blanca piel. Enjaboné mi pubis. Tomé un rastrillo y empecé a rasurarme. Quería que él babeara cuando me viera completamente desnuda o abierta de piernas. Terminé. Salí de la ducha y tomé mi toalla. Procedí a secarme. Voltee a verme de nuevo al espejo y ahora si me veía impecable. Puchita depilada, blanca en el pubis y rosadita más abajo. Me observaba y me preguntaba ?¿Qué hombre en todo el mundo se resistiría a este cuerpo?? ?A menos que sea gay? y sonreí. Volví a echarme un vistazo e imaginé que en unas horas ese tipo estaría manoseando todo mi sabroso cuerpo. Sentí que la sangre me hervía y la piel se me enchinaba. Me senté en la taza del baño. Levante las piernas lo más que pude. Miré el reflejo de mi panocha en el espejo e imaginé que él estaba cargándome las piernas completamente desnudo y con una esplendorosa verga erecta frente a mí. Cerré los ojos. Me apreté las tetas. Pellizqué mis pezones. Baje una mano a mi vagina e imaginé que él me penetraba mientras un dedo resbalaba dentro de mí. Estaba muy excitada. Me da pena decirlo, pero estaba como perra en celo. Comencé a masturbarme. Pasaron pocos minutos y cobré consciencia. Pensé en el reloj. Me levanté y fui directo a mi recamara a vestirme. Ese día, recuerdo, me vestí un poco más coqueta de lo normal. Me puse una pequeña tanga negra que contrastaba perfectamente con mi blanca piel. Me ajusté también un ?bra? negro transparente y unas medias con encaje del mismo color que llegaban a la mitad del muslo. Un vestido casual de color rojo un poco arriba de la rodilla de largo con un escote ligero completaba mi outfit. Salí de casa sin pasar desapercibida por los automovilistas y nacos que chiflaban al ver a una chica linda caminar. Tomé el camión rumbo a la escuela, ya que como mi cita era hasta las 9:30am pensé en que todavía podía tomar mi clase de 7 a 9 de la mañana. Así que llegué a la escuela temprano y entré al salón. Minutos después llegaron mis amigas y poco después el profesor. La clase era de literatura. Si me preguntan qué entendí, les responderé que nada. No lograba concentrarme. No dejaba de pensar en las cochinadas, las perversidades, y obscenidades de mi próximo encuentro. De nuevo fantaseaba en cómo el acto sería y si en verdad me cumpliría la súper cogida que me había prometido. ?Ojalá la tenga enorme? ?Ojalá aguanté mucho? ?Ojalá no me decepcione? pasaban por mi mente mientras el profesor daba un monologo mudo. Concentrada en obscenidades una de mis amigas me llamó por mi nombre y preguntó que si me encontraba bien. ?Si, estoy bien ¿Qué pasa?? contesté sobresaltada. ?Estas muy roja de la cara, segura ¿estás bien? Volvió a preguntar mi amiga. ?Me tengo que ir? le respondí. Tomé mi mochila y salí del salón sin darle justificación a alguien. En realidad me había sorprendido mucho que mi amiga me preguntara eso ?¿Acaso se me notaba que estaba excitada?? Iban a dar apenas las 8 de la mañana. Aún faltaba hora y media para verlo. ¿Qué hacía mientras esperaba? Me propuse mejor ir directamente y esperar en el lugar de la cita: Chapultepec. Tomé el metro y a las 9 de la mañana ya estaba en el lugar anunciado con 30 minutos de anticipación. Me senté ahí mismo, bajó del árbol y comencé a esperar.

EL PRINCIPIO DE TODO

Mientras esperaba empecé a pensar en muchas cosas y a sentir miedo. Me decía a mí misma que era lo qué pasaba dentro de mi mente. Si estaba loca, muy urgida o qué. ¿Cómo es que iba a salir con un casi desconocido con el que solo intercambié palabras menos de 10 minutos? Y lo peor de todo: ¡cómo me atrevía a entregarme a él! También pensaba en situaciones malas:? ¿Y si en realidad es un secuestrador? o ¿un tratante de blancas??. Quizá todo era parte de su plan como en muchas noticias se lee. Así que estaba entre irme o no, aunque también la adrenalina y las ganas de coger me mantenían ahí. Me relajé y pensé bien las cosas: la calentura no iba a exponer mi integridad. Decidí irme. Aún faltaban 15 minutos para que él llegara. Aun había tiempo de escapar. Me levanté de donde estaba, di unos pasos y cuando volteé, él iba llegando, minutos más temprano de lo pactado. Cuando lo vi me puse aún más temerosa, tenía que buscar la forma de librarme de él. Se acercó a mí y dijo ?hola? mientras me ponía una mano en la cintura y me daba un beso en la mejilla. Le contesté lo mismo y me quedé callada. Me dijo que me veía súper hermosa, más de lo que cuando nos habíamos conocido. Me limité a dar las gracias mientras buscaba que decir para zafarme de la situación. Siguió haciéndome preguntas sobre cómo estaba y como es que había llegado más temprano que él. Yo respondía corto y directo: ?Bien? ?En metro?. Iba a realizar otra pregunta cuando súbitamente hablé: ?oye, tengo poco tiempo, tengo que regresar a la escuela porque tengo un examen muy importante, por favor dame los informes del ballet y me retiro?. Tenía que librarme a como diera lugar. Me sentía muy caliente de la cara por el nerviosismo y seguro que él se había ya percatado de mi tono rojo. Me dijo: ?oye, tranquila, tranquila, está bien, solo relájate. No va a pasar nada que tú no quieras. Ahora mismo te vas a tu examen, no te preocupes, solo caminemos un rato, te acompaño hacía el metro mientras te platico?. Le dije que estaba bien y me sentí más segura. Me dio la rosa roja que traía en su mano y caminamos un buen tramo mientras él iba conversando conmigo. Me preguntaba sobre mi vida, me contaba de la suya. Me platicaba sobre situaciones chuscas que le pasaban en el trabajo. Era simpático y me gustaba su tono de voz. Hasta apenas me iba fijando en cómo se había vestido: entre casual y elegante. Se había vestido en una forma que no era tan formal para verse viejo y en una forma no tan casual para aparentar inmadurez. Empecé a notar las formas de su cuerpo. Espalda ancha. Abdomen plano. Pecho firme. Buen trasero. Se notaba que hacía ejercicio. La verdad sí me atraía. Seguimos caminando rumbo al metro mientras me hacía reír con sus ocurrencias. Casi llegando a la estación me preguntó: ?¿Ya estás más tranquila?? ?Si? respondí. En realidad había conseguido que me relajara y le tomara confianza. En ese momento, en ese instante, mi suerte ya había sido echada. En unas horas me tendría en posición de 4 bien penetrada en la habitación de un motel cercano. ¿Y el ballet? Nunca lo mencionó.

CAREO

Llegamos a la estación del metro y me dijo que no podía ser grosera con él. Había tenido que salirse de su trabajo y perder tiempo para poder asistir a esta cita. De menos tenía que aceptarle el desayuno en una cafetería cercana. Como en ese momento él ya tenía ganada mi confianza acepté. Caminamos unas cuadras hacía una cafetería y entramos a desayunar. Adentro seguimos conversando armoniosamente, como si nos conociéramos de hace mucho. Jamás mencionó algo sobre tener sexo ni sentí alguna mirada libidinosa a mis pechos o piernas, en cambio, era muy caballero y atento conmigo. Me hacía sentir muy bien, cabe resaltarlo. Cuando terminamos de desayunar me volvió a pedir que lo acompañara, pero esta vez a un centro comercial. Necesitaba comprarse unas camisas y quería aprovechar que yo estaba con él para que le ayudara a elegir y diera el visto bueno. Acepté automáticamente. Me la estaba pasando bien. Salimos de la cafetería y casi enfrente estaba su camioneta. Parecía todo planeado, pensé. Subimos a su camioneta y manejó hasta el centro comercial. Ya adentro estuvimos dando la vuelta entre varias tiendas de ropa de caballero. Le ayude a escoger dos camisas, se las probó y las compró. Seguimos caminando y conversando, todo parecía tan normal. No mencionaba nada sobre el sexo y hasta llegué a pensar que la caliente era yo, que quizá él solo quería hacer amistad y conocerme ese día. ?Ni modo, otro día más sin sexo?, me dije entre mí. En ese momento le hubiera aceptado cualquier proposición. Ya era completamente suya. ?¿Te gustaría ir a algún lugar más íntimo?? ansiaba escucharlo. ?Si, vamos? hubiera contestado. Pero no sucedió y yo no iba a ofrecerme. En vez de eso me preguntó a qué hora tenía que regresar a mi casa. Para ese momento iban a ser aproximadamente las 12pm y le contesté que como a las 3 o 4pm. Me dijo que tenía que regresar al trabajo y si quería podía llevarme a mi casa. Por supuesto le dije que no. ¿Cómo iba a llevarme hasta allá con riesgo de que me viera algún conocido o mis propios padres? Además era muy temprano para llegar a mi casa. Le dije que solo me dejara en una estación del metro cercana y accedió. Así que regresamos al estacionamiento por su camioneta. Abordamos y salimos del centro comercial. Como ansiaba que me dijera algo sobre ir a un motel o a su casa. Hubiera aceptado hasta que manoseara dentro de su camioneta. Pero no pasó. Seguía conduciendo y hablando de otras cosas. La verdad no estaba desilusionada o enfadada por las falsas esperanzas que me había hecho. Pensaba que estaba bien. Ya nos habíamos conocido y seguramente en la siguiente cita se daría. Él se había comportado a la altura y me había agradado mucho. Nos callamos un momento y él seguía manejando. Yo texteaba distraída en mi celular a una amiga. Me había preguntado cómo estaba. Sentí que la camioneta repentinamente daba vuelta. Alcé la mirada y observe que íbamos entrando a un motel. Siempre si me iba a coger.

EN EL MATADERO

No dije nada. Me limité a observar mientras la cara se me ponía color tomate y los nervios me erizaban. Él tampoco dijo absolutamente algo al respecto. Solo entró al motel, metió su camioneta al garage de una habitación, apagó el vehículo, se bajó de éste y fue a pagar el cuarto. Yo seguía muerta de nervios dentro de la camioneta. Pagó y enseguida comenzó a bajar el portón eléctrico para dejarnos completamente aislados del exterior, en la intimidad de 4 paredes que muchos secretos guardan. Ya no había ahora si escapatoria. Se acercó hasta mi puerta y la abrió. Nos quedamos viendo menos de un segundo, extendió la mano y me invitó a bajar. Le di la mano y bajé. Ni él ni yo decíamos una sola palabra, pero en nuestras mentes sabíamos bien lo que estaba ocurriendo y lo que iba a pasar. ¿Y su trabajo? ¿Y mi examen? Pasaron al olvido. Eran mentiras de cualquier modo. Cerró la puerta y se dirigió a la cajuela de dónde sacó una botella de vino y dos copas. ?Sí que lo había planeado todo?, pensé. Al fin dijo: ?Subamos. Tu primero?. Di media vuelta y obedecí. Caminé hacía las escaleras y comencé a ascender. Él atrás de mí seguramente viendo cómo se marcaban mis nalgas en el vestido mientras subía los escalones, pensando en cómo se verían desnudas. Yo ya sentía caliente la entrepierna. Llegamos hasta la puerta. La abrió y entramos a la habitación. Era muy bonita, recuerdo. Una cama enorme con edredón morado. Piso alfombrado. Una pantalla grande y un baño medio raro con paredes de vidrio donde pueden ver cómo te estas duchando. Entré con mucha timidez y me quede estática sobre el tocador, recargada y observando. Él entró muy confiado como si esa fuera la habitación de su casa. Me ignoró un momento mientras se disponía a abrir la botella de vino con el sacacorchos que también había bajado de su camioneta. La destapó y sirvió 2 copas con vino tinto. Tomó las dos copas, se acercó a mí y me ofreció una. La acepté. Choco su copa con la mía y me dijo ?salud?. Su primera palabra desde que entró sin avisarme al motel. Jamás en mi vida había probado el vino tinto. Lo probé y en realidad no me gustó. Me supo muy ácido y a mí me gustan las cosas dulces. Sin embargo, me lo tomé todo pensando en que el alcohol podía ayudar a desinhibirme un poco más y calmar mis nervios. Se terminó su copa de vino y yo también. Se paró frente a mí y me observó de arriba abajo y viceversa. Seguramente pensaba en el manjar que estaba a punto de comerse o cómo es que había conseguido atraer a esta linda ovejita hacía el matadero. Yo estaba como ternerita: asustada y con el corazón palpitándome fuertemente. Entonces se acercó más a mí. Me tomó con sus manos la cintura. Me dio un pequeño jalón para juntar su cuerpo con el mío. Mis manos quedaron sobre su pecho. Di un suspiro, cerré los ojos y me besó. Había comenzado.

PRIMERAS IMPRESIONES

Fue un beso que iba subiendo de intensidad. Primero fue solo contacto con los labios. Siguieron mordiscos mientras nuestras lenguas iban sintiendo la humedad de nuestras bocas. Sus manos comenzaban a recorrerme la espalda, deslizándose de arriba hacia abajo en lo liso de mi vestido, produciendo electricidad en mi cuerpo. Mis manos rodeaban su cuello y me limitaba a seguir besándolo. Se atrevió más y sentí que sus manos se deslizaban de mi espalda hacia mis nalgas. Llegando ahí me las tomó con sus dos manos y me las apretó al mismo tiempo. ?Que exquisitas nalgas tienes.? Me dijo al oído mientras mordía mi oreja. Siguió explorando con su mano derecha hacia mi muslo y llegó al punto donde terminaba mi vestido. Metió su mano bajo la falda y me acaricio la pierna mientras la levantaba a la altura de su cintura. Juntó su sexo contra el mío. Solo le tela se interponía entre ellos. Bajo esa ropa se podía sentir la dureza de su pene contra mi pelvis. Mi imaginación voló. En unos minutos tendría esa cosa dura resbalando dentro de mí. Y digo resbalando porque ya podía sentir como me derretía por dentro. Continuamos besándonos apasionadamente. ¿Nervios? Se habían cambiado por plena excitación. Hasta ahora él tenía el control de todo, yo solo me limitaba a abrazarlo, besarlo y dejar que sus manos hicieran lo que quisieran. Apretó mis grandes nalgas con sus dos manos debajo de mi vestido, que estaban casi al desnudo. Mi tanga cubría solo una pequeña parte de mi piel. Mientras lo hacía, comenzó a besarme el cuello (uno de mis puntos erógenos) y terminé calentándome aún más. Mientras, sus manos seguían explorando y ahora estaban a la altura de mis hombros desabrochando los botones de mi vestido y bajando el zipper de la espalda. En un momento, mi vestido resbaló sobre mi cuerpo y cayó a mis pies. Mi imagen ahora era esta: yo parada enfrente de él, solo con brasier, tanga, medias y zapatillas puestas. Se deslumbró al verme. Yo estaba segura que la lencería negra me iba perfecta por el contraste de ella con mi piel blanca. ?Eres preciosa? me dijo, y continuó tocándome. Aunque ya lo había mencionado, cada vez que se apretaba mucho a mí, se hacía sentir un gran bulto en su pantalón, que auguraba un pene de buen tamaño y que mi imaginación excitaba. Ya semidesnuda, me animé a participar bajando mis manos por su espalda, desabotonándole la camisa. Le ayudé a quitársela sin despegar nuestras lenguas y bocas. Ya sin ella, acaricie con mi mano izquierda su pecho que se sentía fuerte y un poco velludo. Él no dejaba de apretarme las nalgas o los senos bajo el brasier. Me atreví más y mi mano llegó a la zona donde estaba la hebilla de su cinturón, abajo del ombligo. La deslicé más abajo y sentí aquel ?tronco? duro que mi pelvis ya había sentido. Se la comencé a sobar de lado a lado mientras en mi mente calculaba aproximadamente su largo. ?15 centímetros de mínimo? pensé. Faltaba aún la base del pene, que por el pantalón no se siente. Me emocioné y me excite aún más, estaba segura que eran por lo menos 17cm de verga que me iba a tragar. Comencé a reír mientras mi mano bajaba a masajearle los testículos. ?Dios, que vergota? pensaba mientras sonreía. El me mordía el labio inferior suavemente y se percató de mi sonrisa pícara, sonrío también y dijo: ?¿ya sentiste todo lo que te vas a comer, putita??. ?Seeeee? contesté pecoramente mientras le apretaba la verga fuertemente y nos enfundábamos en otro beso. Mi brasier de tela negra delgada ya dejaba ver la erección que sucedía en mis pezones: un pequeño montículo que se marcaba perfectamente. Seguro él se había dado cuenta ya que sus dos manos los masajeaban y en ratos los pellizcaban. Así fue que después su boca se dirigió a ellos y su lengua paso sobre uno, por encima de la tela. Seguro la sensación en su lengua fue rasposa pero a mí me excito. Observaba mientras cerraba los ojos y suspiraba. ?Ya quiero ver estas suculentas tetas? dijo y no espero más. Pasó sus manos hacia mi espalda y procedió a desenganchar mi brasier. Separó los ganchitos que mantienen la unión y me despojo de él. Enseguida quedaron al descubierto mis hermosos senos: medianos, cálidos, blancos, suaves, con una ligera caída y un pequeño pezón rosado que los complementaba a la perfección. Él me los observaba fijamente. Yo sabía que en este momento sus manos los tocarían y vendría su boca a succionarlos. Sin embargo, él prefirió sentirlos primero sobre su pecho y me apretó contra su torso desnudo, mientras me susurraba a la oreja que era la cosa más hermosa que nunca había tenido. Me separó de él un poco y entonces sí, empezó masajeármelos con sus manos y a rozar mi pezón con sus dedos mientras seguíamos besándonos ardientemente. Paró de besarme y bajo su cabeza a mi pecho donde comenzó a darme pequeños besos descendentes de donde comienza mi cuello hasta el nacimiento de mis pechos. Con sus manos separó mis tetas y pasó su lengua por la piel de en medio. La sensación fue exquisita. Mis pezones erectos ya esperaban su boca. Cerré los ojos y sentí como su lengua lamía mi pezón derecho. Gemí. Comenzó a mamarme las tetas cual becerro. Succionaba y mordisqueaba suavemente mis pezones. El éxtasis era mío. Lo deje que las disfrutara, más tarde podría poner su verga en medio y masturbarse ahí. Y fue cuando recordé: ?¿de qué tamaño la tendría??. Ya estaba ansiosa por tocarla, jalarla, masturbarla, tenerla entre mis tetas y por qué no, en mi boca también. Entonces comencé a desajustarle su cinturón, desabotonar su pantalón y bajarle su zipper. Cuando lo logré, tiré un poco hacia abajo su pantalón y él quedo solo en bóxer. De reojo pude ver la gran verga que se escondía atrás de la tela y comencé a humedecerme aún más recordando la sensación de ser penetrada con un pedazo de carne caliente y duro. Él no paraba de mamarme las tetas. Así que, metí mi mano dentro de su bóxer, agarré su dura verga y la saqué. Observé una hermosa verga de unos 18cm, muy erecta y caliente. Empecé a jalarla lentamente. Noté que enseguida él se excitaba por el ritmo de su respiración. No tardó en reaccionar cuando sentí que su mano derecha soltaba una de mis tetas y bajaba por mi abdomen hacia mi vagina, que había depilado completamente un día anterior. Metió su mano debajo de mi tanga, me palpó el monte de Venus con sus yemas y seguro notó lo suave de mi piel por la depilación. ?Me encantan las perras depiladas. ¿Lo hiciste para mí?? Dijo él. Me limité a afirmar sonriendo. Se adentró hacia mis labios vaginales. Claro que ya estaba completamente humedecida, y en unos segundos él lo iba a sentir. Con el dedo medio presionó entre ellos y consiguió hundirlos dentro de esa húmeda cavidad. Me acariciaba de arriba hacia abajo y de vez en cuando lo sumergía profundamente dentro de mi orificio vaginal. ¿Yo? Lo masturbaba con fuerza y a buen ritmo. Así estuvimos un rato masturbándonos mutuamente mientras nos besábamos alocadamente metiendo nuestras lenguas en la boca del otro.

HUMEDAD

Comencé a sentir que me elevaba. Me había cargado sosteniéndome de las piernas mientras yo me aferraba a su cuello. Caminó hacia la puerta del baño y ahí me bajó. Terminó de desvestirme bajándome lentamente la negra tanga. Las medias tuvieron el mismo destino. Y los zapatos me los separe yo inmediato. Había quedado como me había visto hace unas horas en el espejo. Perfecta, con panocha completamente rasurada. Por sí solo, él se terminó de quitarse los zapatos, bóxer y calcetines. Entramos a la ducha totalmente desnudos y procedió a abrir las llaves de la regadera. Regulaba a una buena temperatura el agua mientras yo lo abrazaba por la espalda, le besaba el hombro y le masajeaba sus testículos. ¡Cómo me gusta jugar con ellos! Entramos al agua y comenzamos a bañarnos mutuamente. Podía sentir mil manos recorriendo mi cuerpo, mientras el roce de su verga erecta rozaba mi espalda baja o mi abdomen. Podía sentir sus manos apretando mis tetas y su boca chupando mis pezones. Podía sentir sus manos apretando mis nalgas y su verga tocando mi ombligo. Podía sentir sus manos tocando mi panocha y su lengua en mi oído. Estaba ya tan excitada que decidí por mí misma que ya era hora de que su verga me penetrara. Ansiaba ya ser suya. Entonces, me sostuve del tubo de donde se cuelgan las toallas dentro del baño, y me empiné para que el pudiera obsérvame y penetrarme profundamente de la mejor manera. Sentí que se colocó atrás de mí tomándome de las caderas, y creí que la hora había llegado: fin a varios meses de sequía sexual. Pero eso no sucedería, me haría esperar aún más. Puso su verga en medio de mis dos nalgas y comenzó a frotarla, subirla y a bajarla, masturbándose entre ellas. Jamás me habían hecho eso y aceptaré que me encantó. Siguió masturbándose entre ellas cuando me jaló del cabello hacía él. Fue algo brusco pero me gustó. Me tomo con sus manos las dos tetas, voltee a verlo y nos fundimos en otro excitante beso de lengua mientras seguía el movimiento del roce de su verga entre mis nalgas. Me dijo al oído ?aún no putita? refiriéndose a que me iba a hacer esperar más antes de que me cogiera. Me volteó de frente a él, puso sus manos sobre mis hombros y presionó hacia abajo. Enseguida entendí la indirecta: quería que se la mamara y obvio que iba a hacerlo, me encanta mamar una buena verga. Procedí a hincarme frente a él quedando su verga erecta enfrente de mi cara. Le jalé la piel de su verga hacia atrás y empecé a lamerle el largo con mi lengua. De vez en cuando lo volteaba a ver y parecía hipnotizado observándome como se la mamaba. Llegué con mi lengua a la punta del glande y comencé a hacerle círculos alrededor de ella. Entonces comencé a metérmela lo más que pude dentro de mi boca rozando con mis labios cada centímetro de ella. Voltee a verlo y ya no me observaba, tenía la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados disfrutando mientras le caía agua sobre ella. Entonces empecé con el trabajo de adentro afuera, mamándosela, chupándosela y succionando. A veces se la sacaba de mi boca y se la sacudía contra mi lengua y regresaba a mamársela de nuevo. Me cansé un poco y lo comencé a masturbar con mis manos mientras bajaba a lamerle y succionarle sus testículos con mi boca. Muchas veces había terminado a mis parejas jóvenes así y pensé que a él igual lo acabaría por las expresiones y jadeos que hacía. El agua bajaba por su cabeza y su cuerpo mientras yo continuaba mi trabajo de felación. Hubiera sido una gran decepción que se viniera en mi boca, que aunque es excitante, yo no quería esperar a que él se recuperara de esa primera eyaculación. Sin embargo, él aguantó, cosa que me sorprendió y excito aún más. Sabía que él tenía buen control de si mismo y que me esperaba la cogida de mi vida.

ANSIEDAD

Me ayudó a levantarme del piso y volvió a cargarme de las piernas. Salimos de la ducha. Caminó un poco y me aventó sobre la cama. Yo aún escurría en agua. ?Ya es hora?, me dije. Me acomodé boca arriba quedando mis nalgas al filo de la cama, separe las piernas lo más que pude y con mis dedos me abrí los labios vaginales para él. Le dije: ?Ya métemela toda por favor?. Se limitó solo a sonreírme y a menear la cabeza en negación como si desaprobara lo que había hecho. Quizá pensaba: ?mira nomas como te tengo cuando te hacías la difícil, putita?. Se acercó y se posicionó entre mis dos piernas, me observaba la panocha. Me puso su verga sobre mi monte de Venus y comenzó a golpearlo, sacudirlo contra él. Observaba maravillado mi puchita recién depilada y sonreía mientras yo cerraba los ojos y lo maldecía por hacerme esperar tanto. Después sentí que me rozaba con la cabeza de su verga mi clítoris, la frotaba contra él y me hacía enloquecer aún más. Comenzó a poner la punta de la verga en mi panocha y presionaba poquito hacia dentro, la hora había llegado, ya estaba saboreando la sensación de que algo duro y caliente resbalara dentro de mi vagina. Pero no, cuando vi se había hincado en medio de mis dos piernas: se disponía a mamarme mi panocha.

Comenzó lamiendo el interior de mis piernas. Deslizaba su lengua en todo lo largo de ellas poniéndome la piel de gallina y deseando cada vez más que insertara su lengua en el interior mío y lamiera mis paredes vaginales. Me besaba el Monte de Venus, lo lamia mientras me decía que adoraba a las putitas depiladas, que se notaba que no tenía ni un día que lo había hecho y tenía razón, no habían pasado ni 24 horas en las que me había depilado completamente pensando en la satisfacción y lo estético que le parecería a él cuando me estuviera cogiendo con su linda verga. Llegó el momento en que ya lamía mis ingles haciendo la espera interminable. Se decidió a ocuparse de mi vagina y pasó su lengua rápidamente de abajo hacia arriba. Cuando lo sentí, respingue y di como un pequeño brinco por el rápido roce de su húmeda lengua contra mi clítoris. Me estaba ya mamando mi pucha y fue una experiencia inolvidable: me comía completita. Me pasaba su lengua desenfrenadamente por mis labios vaginales, la sumergía lo más que podía dentro de su orificio y literalmente hacia un mete-saca con ella: me cogía con su lengua. Yo me aferraba a las sabanas de la cama mientras disfrutaba esa sensación que casi me hacía terminar. Cuando terminó de hacerme ese delicioso oral se levantó. Noté como su verga seguía esplendorosamente erecta y me dijo: ?ponte en 4 perrita?. Ni siquiera rezongué. Enseguida puse mis antebrazos y rodillas sobre la cama, arqueé la cintura y cadera hacia abajo parando el culo lo más posible y dejando a su visibilidad mi completa vulva a su disposición.

PROFUNDIDAD

Por fin había llegado el momento de la tan ansiada penetración. Momento en el que una dura verga profana una caliente vagina. Minutos de incontrolable placer en el que una verga es succionada y remojada en los cálidos jugos de una panocha ardiente. Momento en el que carne con carne entran en roce y la consciencia se pierde por el placer. Lo digo porque él empezó a rozarme su verga en mi panocha nuevamente, haciéndome esperar y enloquecer. Más yo ya estaba fastidiada y ansiosa. Tenía que sentirla ya adentro, tenía que succionarla ya. Me puerteaba el orificio vaginal con su verga, jugando a que me la metía y no. Entonces yo tomé la decisión y aventé la cadera hacia él. ¿Qué pasó? Toda su verga se deslizó dentro de mí y terminé penetrándome yo sola. Deje escapar un quejido al sentir ese gran pedazo de carne dentro de mí, todo completo. Estaba totalmente penetrada por su verga, la tenía hasta el fondo, toda, cada centímetro adentro que sentía como sus huevos tocaban mi clítoris. Cerré los ojos y disfruté la sensación. Recordé que era lo que se sentía. Mi caliente interior en contacto con la piel de su verga. Humedad. Mi corazón palpitaba fuerte mientras su verga palpitaba dentro de mí. Como vi que no reaccionaba a cogerme, empecé a moverme yo. Movía mi cadera para cogerme sola con su verga. Adentro, afuera. Adentro, afuera. Mientras mis nalgas rebotaban en su pubis. Yo estaba tan fascinada por el fin de la sequía sexual y por volver a sentir un gran pedazo de carne caliente real y no un pedazo de plástico con el cual me masturbaba. Me cogía yo sola con su verga y él estático disfrutando del momento cuando me llegó a la mente un poco más de consciencia fuera del placer y me detuve. ¡No se había puesto condón! ¡Me estaba cogiendo al natural! Pensé en lo estúpida que había sido por la calentura del momento. Le iba a decir que se lo pusiera cuando él notó que me había detenido, quizá pensando que estaba tratando de decirle que él siguiera con la acción. Así que me tomó de la cintura y empezó a cogerme fuertemente a un buen ritmo. Solté otro quejido y agarré las colchas de la cama con fuerza. Me estaba dando unos empellones fuertes que me hicieron olvidarme del condón. Y no tanto olvidarme, sino que me dije a mi misma que de cualquier modo ya me la había metido así. Si tenía una enfermedad, ya me la había pasado. Si era riesgo de embarazo, al rato me compraba una pastilla. Al final me valió estarlo haciendo así. Después de tanto tiempo sin coger no iba a dejar que un pedazo de plástico me quitara la gloria. Además me estaba cogiendo riquísimo y no quería interrumpirlo. A veces pienso que soy una irresponsable con mi vida sexual, pero la verdad es que me encanta coger sin condón. La sensación es totalmente diferente: carne con carne, temperatura de mi panocha con la temperatura de su verga, humedad contra humedad, fricción contra fricción, mis jugos con sus jugos y no un trozo de látex que se interpone a todas esas sensaciones. En fin, me deje llevar. En ciertos momentos él detenía el ritmo, sacaba su verga y la sacudía contra mis nalgas y de nuevo otra vez me penetraba hasta el fondo y me cogía a otra velocidad. Me tenía completamente penetrada, toda a su merced. Me excitaba imaginar lo que pensaba, la vista que tenía de mí en posición de perrito y como veía que su verga entraba y era engullida por mi panocha. Comencé a gemir más y empecé a sentir esos pequeños espasmos que se sienten cuando estoy a punto de llegar al orgasmo. Al parecer él se dio cuenta y pasó su mano por debajo de mi abdomen. Comenzó a masajearme el clítoris fuertemente. Fue mi acabose, termine sin más ni más mientras gemía y gritaba. Hacía mucho que no acababa así. Manteniéndome la verga dentro me dijo: ?me encanta hacer terminar así a las putitas como tú?. Me la sacó lentamente. Me volteé y acosté boca arriba para descansar un poco de ese orgasmo que me había provocado. De todos modos esto aún no terminaba, faltaba mucho por coger. Acostada como estaba, levanté y abrí las piernas mostrándole toda mi vagina, le dije: ?ven, sígueme cogiendo, hazme terminar muchas veces?.

SOBRE LA CAMA

Boca arriba esperaba a que él se acostara sobre mí. Enseguida acercó su cuerpo sobre el mío y abrí mis piernas para recibirlo dejando toda mi panocha expuesta a su verga. Alcé mis piernas y abracé con ellas su espalda baja. Quedó frente a mí con su rostro frente al mío y su verga frente a mi vagina. Sentí como la punta de su verga tocaba mi orificio vaginal y después como se empezaba a deslizar dentro de mí. Me asomé un poco para observar. Él buscó mi boca con la suya y en el momento que nos besamos me la hundió toda hasta el fondo. Solté un pequeño quejido al instante. Comenzó a penetrarme profundamente una y otra vez mientras seguíamos en besos desenfrenados de lengua. Solo podía sentir su verga resbalando una y otra vez dentro de mí provocándome mucho placer. Me sujetó las dos tetas con sus manos y siguió cogiéndome enérgicamente. Noté que le excitaba mucho ver como se hundía toda su verga en mi jugosa, caliente y depilada puchita. Acto seguido me subió las piernas a sus hombros y siguió penetrándome fuertemente. Cuando parecía que iba a venirse, se salía de mí y golpeaba su verga en mi clítoris mientras se recuperaba. Después aprovechaba para ponerme las piernas en otra posición: ya sea arriba de él, de lado o se acostaba sobre mí. Después de coger así un rato, se apartó de mí y se acostó en la cama boca arriba. Yo me acosté de lado y dirigí mi culo hacía él para que me cogiera en la posición de ?ladito? o ?cucharita?. Se acomodó conmigo buscando la manera de que su pelvis quedara emparejada con mis nalgas. Sentí como su verga se abría paso entre mis glúteos, después entre mis labios vaginales y al final como resbalaba dentro de mí. Comencé a gemir mientras me cogía de esa manera, sentía sus empujones fuertes y constantes. Me tomó de mi cabello y lo agarró con fuerza. Tiro mi cabeza hacia atrás y con su boca busco la mía. Voltee a verlo y nos enfundamos en otro beso caliente, nuestras lenguas jugueteaban una con otra mientras su verga me cogía la panocha. Él atrás de mí, su pecho sobre mi espalda y su verga dentro de mi vagina sumergiéndose una y otra vez. Fue un momento muy excitante, en realidad lo estaba disfrutando como nunca. Pasó su mano por debajo de mi espalda y me agarró una teta. Con su otra mano por arriba me tomó la otra, las apretó y buscó con sus dedos mis pezones que empezaron a pellizcarlos suave y deliciosamente. Me seguía cogiendo en esa posición. Levanté una pierna para que la penetración fuera más profunda y se sintiera más rico. Él respondió bajando su mano por mi abdomen para llegar a frotar mi clítoris mientras seguía cogiéndome. Fue un éxtasis total.

PAUSA Y ACCIÓN

Continuamos cogiendo en posición de ?cucharita? mientras él constantemente me sacaba la verga de la vulva, me la sacudía en la pelvis y de nuevo me la volvía a meter. Noté que su ritmo iba disminuyendo y pensé que ya quería venirse. Entonces se retiró de mí y se acostó boca arriba respirando agitadamente. Di la vuelta hacia él y le pregunte si ya se había cansado. Me respondió que le diera un minuto para respirar. Voltee a ver su verga y aún continuaba muy erecta y dura. Lo besé mientras con mi mano lo empecé a masturbar suavemente. Le dije que se relajara. Volví a ver su verga y me dieron muchas ganas de mamársela de nuevo. Así que me acomode en la gran cama y me acosté boca abajo en medio de sus piernas quedando mi cara a la altura de su pene. Lo miré a los ojos y dibujé una sonrisa perversa mientras él me miraba atento. Saqué la lengua y le lamí la verga desde la base hasta la cabeza como si lamiera una paleta de abajo hacia arriba. Succiones después sus testículos y me metí esas dos bolas dentro de mi boca. Adentro mi lengua jugueteaba con ellas. Después abrí los labios y comencé a chupársela suavemente, él suspiraba y me veía con una mirada extra de perversión. Estaba segura de que le encantaba ver como me metía su verga en mi delicada y roja boquita. Con sus manos alcanzaba a agarrarme las tetas que me colgaban. Bajé de nuevo a succionarle los testículos y a hacerle círculos con mi lengua en el perineo. Enseguida noté su reacción. La verdad como me encanta mamar una buena verga y más si hasta el momento me estaba respondiendo en el acto sexual y hasta ahora él lo hacía de maravilla, se lo merecía como premio. Me miró y me dijo: ?ven putita vamos a seguir cogiendo, súbete en mi?. Me incorporé rápidamente y fui a ponerme arriba de él en posición de cabalgarlo. Ya me había excitado puesto que es una de mis posiciones favoritas. Él subió sus manos por mis grandes y suaves muslos, llego a mi cintura y bajó a tomar mis grandes nalgas. Su verga tiesa, dura y caliente estaba esperando debajo de mi panocha muy erecta a que me sentara en ella y fuera devorada completita. Se la agarré con la mano y la dirigí hacia mi vulva sin no antes chaqueteársela tantito. La puse tantito afuera del orificio vaginal para que su glande resbalara hacia mi clítoris y lo masajeara un poco. Así comencé a cabalgarlo lentamente sin penetración aun. Solo la cabeza de su verga resbalando y tocando mi clítoris. Eso me gusta antes de metérmela toda. Entonces fue cuando él bajo un poco su cadera y su verga se encontró con mi orificio vaginal. La punta de su verga entro en mí. Sentí dentro ese roce y después baje lentamente hasta que me entró por completo. Ya con toda su vergota dentro de mí comencé a cabalgarlo mientras le ponía mis manos en su pecho. Movía la cadera, la contoneaba para que así entrara y saliera su verga de mi panocha además de que rozara distintas zonas dentro de mí. Él me tenía bien agarrada de las nalgas, me las apretaba o me daba nalgadas. Mis blancas tetas rebotaban con la energía de la cabalgada e igual las tomaba con sus manos o levantaba su cabeza para alcanzar mis pezones y chuparlos o meter lo más que podía su boca en mi teta y succionarla. Me enderecé un poco y después arqueé mi espalda hacia atrás agarrando sus espinillas con mis dos manos. La vista que le quedó a él fue la de mi panocha tragándose su verga una y otra vez, se llenó de saliva unos de sus dedos y procedió a masajearme el clítoris. El éxtasis se dejó venir de nuevo y sentí por dentro de mí como empezaba a humedecerme más de lo normal, mi vagina se estaba derritiendo por dentro. Sentía tan dura y caliente su verga dentro de mí que me estaba volviendo loca cabalgándolo. Gemía como yegua en celo. Entonces en un movimiento exagerado su verga salió de mí, la miré, él se la miró y estaba empapada en mis jugos al igual que toda su zona pélvica, él me dijo: ?mira nomas ya como me mojaste todo putita, hasta los huevos los tengo bañados?. Agarró su verga y la volvió a dirigir a mi panocha y seguimos cogiendo por varios minutos. Me jaló de mis brazos y me atrajo hacia él. Nos dimos un beso caliente mientras su verga seguía ocupando el volumen de mi puchita. Se detuvo y me preguntó suave en mi oído: ?¿lo has hecho por el culo??. Lo miré y solo me limité a reírme.

ANALIZANDO

Ya había probado el sexo anal dos veces antes con resultados pocos satisfactorios. Sin embargo pensé en por qué no darme otra oportunidad. Las condiciones estaban: estaba realmente excitada y había mucha lubricación. Así que sin decirle nada me saqué su húmeda y resbalosa verga de mi vagina y la dirigí hacia mi culo. El solo me veía como hipnotizado mientras yo le sonreía y colocaba su glande en mi ano. Comencé a sentarme lentamente sobre su pito mientras mi culito se iba abriendo poco a poquito y se iba acostumbrando al grosor. Aproveche que su verga estaba mojada y resbalosa de mis fluidos vaginales para que entrara mejor. Comenzó a entrar la cabeza de su verga en mi culo y se sentía muy bien. Comencé a sacarla y meterla. Cuando ya me había acostumbrado a su grosor me armé de valor y me di un sentón fuerte para que resbalara toda de una vez dentro de mí. Emití un quejido que para mí fue entre placer y un poquito de dolor. Lo voltee a ver y él estaba con los ojos cerrados y respirando fuertemente. Jamás me habían echado leche dentro del culo y le pregunté si ya había terminado porque desconozco la sensación. Me contestó que no pero que estaba sintiendo muy rico. Ya con su verga cogiéndome el culo continuamos con la acción del mete-saca cabalgándolo yo a la profundidad que deseaba. Coger y coger. Coger y coger. Estaba experimentado igual placer cuando sentí que sus dedos se metían en mi vagina y comenzaba a cogerme con ellos. Estaba siendo penetrada por mis dos orificios: su verga en mi culo y sus dedos en mi panocha. Mentiría si dijera que la sensación no fue exquisita. Terminé por segunda vez y en está gritando y berreando como una vil puta. Se dio cuenta enseguida y me dijo: ?yo también estoy que exploto pero me quiero divertir un poquito más?.

¿CÚAL MORAL?

Caí sobre mi espalda en la cama todavía respirando fuertemente y recuperándome de ese orgasmo que me había provocado ese maldito viejo. No podía creer hasta ahora como un señor que me doblaba la edad me había hecho disfrutar tanto en ya más de una hora y como algunas parejas de mi edad en 15 minutos las había explotado. Comencé a reírme y sonreír fuertemente. Creo había encontrado una pareja que podía satisfacer esta gran necesidad sexual que poseo. Él se me quedo viendo raro y me dijo: ?qué te pasa? y le dije: ?nada, solo que me estoy divirtiendo mucho también?. Sonrió pícaramente, se levantó de la cama y dijo: ?ven acá, aun puedo aguantar un poquito más?. La verdad es que me hubiera gustado descansar un poco más pero lo observé y vi que su verga seguía aún muy erecta como un asta de bandera, me pregunté si habría tomado viagra o algo así sin que me diera cuenta, aunque su buena condición podría ser la verdadera respuesta. Como foca me arrastré a la orilla de la cama y le dije: ?ven, deja mamártela por tercera vez?. Mi cara quedó a la orilla de la cama y él solo se acercó, puso su verga enfrente de mis labios y me dijo: ?como te encanta mamarla verdad putita?. Subí la mirada para verlo, le sonreí y saqué la lengua lo más que pude. Agarró su verga con su mano y golpeaba su glande contra mi lengua, después se la rodee con mis labios y procedí a chuparle de nuevo esa rica verga que tanto placer me estaba dando esa tarde. Él contemplaba maravillado como una niña de 17 se la mamaba con su carita angelical. Hacía de lado mí rizado cabello para observar bien la mamada que le estaba dando. Lo enrolló y me dijo: ?te la voy a meter toda hasta la garganta?. La metió hasta que ya no se veía nada de ella. Sentí que me ahogaba un poquito pero me aguante. Dijo después: ?ahora te voy a coger esa hermosa boquita? y haciendo el movimiento empezó a sacar su verga de mi boca y volvía a meterla como si estuviera cogiendo mi panocha. Yo solo disfrutaba aquella perversión. Entonces la sacó y me dijo: ?babéamela toda, es más, escúpela, quiero que la dejes resbalosa con tu saliva?. Hice lo que dijo y seguí succionando su glande fuertemente. La saqué de mi boquita, subí la vista para verlo y entonces dijo: ?ya estuvo bueno, ven para acá, párate?.

LLENANDO EL VACIO

Me incorporé de pie frente a él. Inmediatamente me tomó de la cara con sus dos manos y me comenzó a besar mientras yo con la mano derecha le jalaba la verga. Me di cuenta que se la había dejada muy ensalivada y me dio risa. Me dio la vuelta y sentí como su verga rozaba mis nalgas. Me agarró las tetas y me dijo al oído ?no sabes que suertudo me siento contigo, hemos cogido riquísimo y me vuelve loco que seas tan putita. Voy a darte un poquito más por el culo y después me vendré?. No dije nada y nos besamos utilizando nuestras lenguas. Así parados, me dirigió al tocador con espejo que estaba en el motel donde una hora antes había estado recargada toda tímida. Entendí que quería que me empinara sobre el tocador y eso hice. Puse las dos manos sobre el tocador y me incliné apoyándome sobre él para dejar parado el culo. Enseguida sentí que una lengua recorría mi vagina y eso me éxito. No tardo mucho cuando sentí que su pene iba penetrando mi ano otra vez. Me la sumergió toda y me empezó a cogerme el culo a un ritmo no tan rápido. Por el espejo podía ver su cara de placer que ponía mientras me penetraba analmente. De repente volteaba a verme por el espejo aumentando su excitación. Sacó su verga de mi culo y me dijo: ?ya no puedo más, voy a venirme?. Me paré, volteé hacia él y le pregunté: ?¿cómo quieres venirte? ¿Te la mamo? ¿Sigo en la misma posición??. Me contestó: ?Sube y siéntate arriba del tocador?. Obedecí y me senté arriba del tocador. Se acercó hacia mí y me dijo: ?ahora sube las piernas y ábrelas a los lados?. Las subí y quede en una posición sumamente abierta que me recordó un video de una mujer embarazada que estaba por dar luz. Lo cierto es que mi panocha quedo expuesta a toda su disposición y a una altura perfecta a la que estaba su verga. Se acercó con su verga sumamente erecta y me penetro la vagina sin siquiera avisar. Me la sumergió completa y directa. Me cogía fuerte mientras me tomaba la cintura, mientras veía como su verga entraba en lo más profundo de mi vagina. Me cogía mientras me agarraba las tetas o de repente nos enfundábamos en un beso caliente. Cierto que me estaba gustando pero este era su momento. De repente me dijo: ?Ale? voy a venirme? lo quiero hacer dentro de tu perfecta puchita? nada me excita más que saber? que le llene de leche la panocha? a una jovencita tan buenota y guapa como tu?. Le contesté: ?hazlo, vente dentro de mí, inúndame con tu leche, que desborde de mi panocha? y aceleró el ritmo. Cuando escuche sus sonidos de orgasmo también sentí como su verga se contraía y el interior de mi vagina se llenaba de un líquido muy caliente: era su esperma ya nadando en lo más interior de mí y cubriendo todas mis paredes vaginales. Él respiraba fuerte y aún seguía metiéndomela y sacándola en un ritmo semi-lento. Me tomó de las tetas y nos besamos suavemente. El final había llegado y había sido una experiencia riquísima. Su verga seguía dentro de mí al igual que su esperma. Después de un rato la sacó y se me quedó viendo fijamente en mi puchita, me dijo: ?te está resbalando? y rió. Me agaché para ver y mi panocha estaba goteando de su leche. Sí que se había pasado con la carga que me había dejado adentro. Ya podrán imaginar mi panochita rosada y rasurada con un líquido blanco y viscoso asomándose de ella. Me bajé del tocador y me dirigí al baño. Cuando regresé él ya había servido dos copas de vino y me ofreció una. Nos fuimos a la cama y las tomamos mientras no relajábamos.

¿REMORDIMIENTO?

Pasaron 20 minutos después de tomar el vino mientras charlábamos relajadamente cuando él se fue encima de mi otra vez. Me manoseaba las tetas mientras nos besábamos apasionadamente. Sentí que su verga nuevamente estaba erecta y pensé: ?aquí viene el segundo round?. Abrí las piernas y se las subí a la espalda para que pudiera penetrarme fácilmente. Sentí como se abría camino en mi vagina y me penetró profundamente. Esta vez estábamos haciendo el amor de una forma no tan enérgica, más bien pasional. Todo era más lento, disfrutando cada sensación que hacia cada centímetro cuadrado de su verga dentro de mi panocha. En momentos me la dejaba ahí adentro sin hacer ningún movimiento mientras nos besábamos de lengua apasionadamente. Luego la sacaba y la volvía a meter lentamente. La verdad estábamos cogiendo muy rico. Lo estábamos disfrutando cuando su celular comenzó a sonar y lo ignoró. Sonó otra vez e hizo caso omiso. A la tercera llamada me dijo: ?espera, discúlpame?. Le contesté: ?está bien, no te preocupes?. No podía enojarme, esa tarde ya me había dado mucho placer. Me senté en el respaldo de la cama y lo observe. Pensé por un rato que estaba loca, que como me le había entregado a ese viejo que bien podía ser mi papá. Me comencé a arrepentir y me decía a mí misma que era una calenturienta sin remedio. Además me reprochaba como es que me había dejado meterla sin condón y peor aún dejar que se viniera dentro de mí. Ahí estaba yo sentada con su esperma en mi interior. Esa noche tendría que tomarme la pastilla del día después. Todos esos arrepentimientos, frustraciones y reproches los pensaba mientras lo veía hablando por teléfono. Y a la vez pensaba que a pesar de todo eso tenía una verga exquisita y me había dado placer como hace no mucho sentía. Colgó su teléfono y yo ya no quería que regresara a mí. Ya no quería seguir cogiendo con él. Colgó y con una mueca en la cara dijo: ?puta madre? en un tono disgustado. Me miró y me dijo: ?lo siento mucho princesita, tenemos que irnos?. Ufff que buena noticia recibí. Le dije que estaba bien que igual yo tenía que llegar a casa. Me dijo: ?voy a bañarme, no te invito porque si entramos los dos seguro que no la seguimos cogiendo y tengo prisa?. ?No te preocupes? dije con una cara de satisfacción. Después de él entré yo a bañarme rápidamente. Nos vestimos y salimos del hotel.

DETERMINACIÓN

Abordamos su camioneta y comenzó a decirme que la había pasado genial, que era una mujer muy hermosa y muy entregada. Que tenía las mejores nalgas que había probado y que mi piel blanca era deliciosa. Que mis senos aunque medianos son exquisitos. Que la mamaba sabroso y que mi vagina es una cosa que puede volver loco a cualquier hombre. Puros halagos. A todo le respondía ?gracias? y le decía que la había pasado muy bien y que me había dado mucho placer. Me dijo que esto tenía que repetirse, que aún faltaban muchas más cosas por hacer y experimentar. Le conteste que por supuesto, que adoraría volver a hacerlo con él, cuando en realidad después de eso yo tenía planeado jamás volver a verlo. Lo dije en un tono tan seguro y entusiasmado que se la creyó. ?Perfecto? dijo. Me preguntó si quería que me llevara a mi casa y le dije que no, que no era adecuado, que mejor me dejara en un metro y yo llegaba sola. Por la prisa que traía lo aceptó alegremente. Me dijo: ?está bien, ¿te parece si te dejo en ese metro?? Le contesté que estaba bien. Se orilló en su camioneta. Le dije que entonces estábamos en comunicación por el celular y me dijo que sí. Nos besamos como 10 segundos en lo que él aprovechó para meter de nuevo su mano por debajo de mí falda, acariciar mí pierna y tocarme la panocha. Bajé de su vehículo y cuando voltee él ya no estaba.

¿Qué que paso después? ¿Qué si lo volví a ver? Estaba decidida a que no, pero la calentura es más fuerte. Unos meses después me tenía bien penetrada bajo el agua de un jacuzzi. Otra historia.

FIN

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