Relatos eroticos – Mamá primeriza

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Nadie me explicó que, además de la felicidad de tener a tu bebé en brazos, el embarazo traería cosas negativas. Han pasado tres meses desde que di a luz y mi marido ya no se acerca a mi. Siempre dice que está cansado, que el bebé absorbe mucho… y yo también necesito atención.

Por suerte por las tardes voy a casa mi suegro, él habla conmigo y me hace reír. Ayer no fue diferente, fui a su casa mientras mi marido trabajaba, paseando y mientras hablábamos llegó la hora de dar de comer a mi nene. Me saque el pecho, como tantas otras veces y empecé con mi trabajo.

Le miré mientras le preguntaba algo y le vi mirando fijamente. Me quedé quieta y él se dio cuenta que le descubrí. Me dijo que le había entrado curiosidad, al ver al niño comiendo, como sería volver a hacerlo. Me reí y seguimos hablando.

Cuando terminé de dar el pecho, llevé al bebé a dormir a la habitación, para no m*****arle con nuestra conversación. Volví al salón y el estaba en el sofá. Me dijo que hablaba en serio, que estaba pensando eso antes y, entre el tiempo que hacía que nadie se fijaba en mi y que el día era caluroso, me lancé.

Me senté de nuevo en la silla donde estaba antes y le dije:

– Ven, es tu turno.

Me miró, se levantó y se acercó. Empezó acariciándome y se puso de rodillas para chupar. No era un bebé, era un hombre y se notaba su ansia, sus ganas de comerlas enteras. Me estaba excitando más de lo que pensaba.

Sin darme cuenta, mis piernas estaban abiertas y el se colocó entre ellas. Sabía lo que hacía y su lengua y sus dedos hacían que mi coño se empapara. No podía controlarme ya, gemía ahogado pensando en no despertar al bebé y mi orgasmo llegó así, ahogado pero húmedo.

Se levantó, haciéndome levantar a mi también y me beso. Notaba mi sabor en su lengua y sus manos en mis nalgas, me tocaba como nunca había sentido, sus dedos ágiles me penetraban desde atrás hasta que separó sus labios de los míos, puso sus manos en mis hombros y me hizo arrodillar. Suave pero firme, no puse resistencia. De rodillas, con su paquete justo delante de la nariz, le bajé la bragueta y saqué lo que tenía guardado. Un polla no muy grande pero gruesa, dura. No lo pensé y la metí en mi boca, jugué con ella, la tragué entera. Podía notar como disfrutaba. Quería su corrida pero no me dejó.

Me levantó y me llevó a la mesa del salón, inclinada hacia delante noté su punta en la entrada y de repente toda dentro. No pude evitar un gemido y correrme de nuevo. Ya no me importaba el ruido, mis piernas temblaban mientras me la metía una y otra vez. Mi orgasmo le alargó y se enlazó con otro que me hizo pedirle más a gritos.

Ya no aguantaba de pie, me tumbó en el sofá y me volvió a penetrar. Le notaba tan excitado como yo, gozando cada embestida, pero controlando para no terminar. Mi corazón latía a gran velocidad mientras intentaba controlar mi cuerpo para seguir su ritmo. Este hombre sabía lo que hacía, su polla en mi coño, sus manos apretándome las tetas, tocándome el clítoris, mis orgasmos salían sin avisar. Le pedí ponerme encima y le cabalgue con todas mis fuerzas. Su polla llenándome, mi clítoris restregándose en sus pelos del pubis bien recortados, me volví a correr gimiendo en su oído.

Le debió excitar mucho porque me levantó en volandas, me tumbó y empezó a masturbarse delante de mis tetas, las que lo empezaron todo. Yo seguía masturbándome también, extasiada. Vi su descarga, llenando mis grandes tetas y dejándolas brillantes y entonces hizo lo que nunca hubiera imaginado. Me empezó a chupar de nuevo las tetas, con su semen encima, sacándome la leche. Me besó. Su leche y la mía en nuestra boca hizo que me corriera de nuevo sin control.

Mientras me limpiaba en el baño supe que iba a cambiar el hijo por el padre.

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