Relacion incestuosa con mi guapisimo sobrino eduardo
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Recibí la llamada de mi hermana Charo pidiéndome el favor de hospedar a su hijo Eduardo durante el año que mi sobrino debía estar en Córdoba aprovechando la beca que le habían otorgado para realizar un master. Por supuesto, me comentó que los gastos de mantenimiento irían a su cargo y también a cargo de mi sobrino el cual buscaría algún trabajillo para poder ayudarme en su manutención mientras estuviera a mi cargo.
Mi hermana Charo es la menor de cuatro hermanos, yo en cambio soy la mayor. Charo vive en Alicante junto a su marido y sus tres hijos de los cuales Eduardo es el primogénito. Eduardo es un chico joven y apuesto de 23 años el cual había estudiado Derecho en la facultad de Murcia.
Por mi parte, me llamo Sandra y tengo 52 años. Soy viuda desde hace cuatro años por lo que aun conservo el luto por mi marido el cual murió de un ataque cardíaco dejándome sola y sin saber el modo de ocupar su lugar. Jamás se me pasó por la cabeza liarme con otro hombre ya que el recuerdo de mi marido seguía acompañándome a cada momento. Con gran vergüenza había entrado en un sex-shop que me comentó una amiga y compré un consolador el cual llevaba unos dos años haciéndome compañía en mis noches solitarias.
No tuve hijos con mi marido por lo que me conservo físicamente bien según me dicen mis amigas. Soy rubia con mechas y tengo el cabello largo por debajo de los hombros. Lo tengo ondulado y sedoso. Los ojos son color avellana y poseo unos labios un tanto gruesos. El pecho es duro y firme pues poseo una talla 95. Siempre los llevo cubiertos con sujetador pues no se me ocurrió nunca dejarlos sueltos. Peso 54 kg lo cual para mis 1.66 no está mal. Nunca he estado rellena y me he conservado más bien delgada manteniéndome entre 52 y 58 kg.
Mi sobrino Eduardo llegó a Córdoba a principios de Octubre en un tren bastante destartalado pues tal como me dijo no poseía mucho dinero para permitirse un transporte más cómodo. Le dije que, en ese caso debía buscar un trabajo lo antes posible para así poder costearse sus gastos. Eduardo dijo que se pondría a buscar trabajo en el momento en que se encontrase instalado.
Hacía unos ocho años que no veía a mi sobrino Eduardo por lo que lo encontré muy cambiado. De aquel joven que era cuando les visitamos por última vez mi marido y yo había pasado a ser un hombre hecho y derecho. Era un chico muy alto pues debía rondar el 1.90; al hallarme junto a él me sentía pequeña a pesar de mi estatura. Era fuerte pues desde jovencito le gustaba la natación con lo que poseía una espalda muy amplia. El pelo lo tenía moreno y largo recogiéndolo en ocasiones en una coleta. Me sentí contenta pensando en que aquel año estaría acompañada por mi sobrino y así no me sentiría tan sola.
Las primeras semanas Eduardo estuvo muy ocupado con las cosas de su master y buscando trabajo el cual encontró bastante rápido en un pequeño bar cercano a casa en el que entraba a media tarde y salía sobre la 1 de la madrugada. Por las mañanas aprovecharía para hacer el master u otras cosas cuando sus ocupaciones académicas se lo permitieran. Yo seguí con mis ocupaciones de siempre. Me dedicaba a la casa y por las mañanas salía pronto a hacer la compra y después estaba todo el resto de la mañana preparando la comida. Por las tardes me sentía más aburrida viendo un rato la televisión y saliendo a dar una vuelta con alguna amiga. El carácter extrovertido de Eduardo hizo que hiciera amistades rápidamente tanto en el trabajo como con los compañeros del master. Era el vivo retrato de mi cuñado el cual supo encandilar a mi hermana para que se casaran con sus dulces palabras y otros encantos que descubrí un día en casa de mis padres hace ya unos años.
Una calurosa mañana de Junio me hallaba aun en la cama cuando escuché a mi hermana diciéndole a su marido que se estuviera quieto que no era el momento y toda esa serie de cosas que se dicen en determinados momentos cuando las parejas se encuentran dispuestas a amarse. No pude evitar espiarlos y me levanté asomándome por la ventana sin que ellos pudieran verme. Mi cuñado Nicolás le dijo que mis padres habían marchado a comprar y que tenían un rato para solazarse en la terraza junto a la piscina. Charo riendo le dijo que me encontraba en mi habitación y que en cualquier momento me levantaría. Nicolás no hizo caso de las palabras de mi hermana y empezó a acariciar los pechos de Charo por encima del bikini azul de ella. Esta acción hizo que mi hermana se acercase más a mi cuñado abrazándose ambos con pasión. Mi cuñado besó a mi hermana mezclando sus respectivas lenguas. De pronto apartó el sujetador que cubría sus senos dejando estos a la vista. Aproximó sus labios a los oscuros pezones de mi hermana arrancándole gemidos de placer. Charo es muy ardiente tal como pude observar.
Mi hermana estaba tumbada en una tumbona con las piernas abiertas y le pidió a Nicolás que se colocara entre ellas. Mi cuñado se comió con rapidez el tesoro de mi hermana haciéndola chillar como una loca. Charo le pedía más y más y Nicolás se lo daba con creces. Según vi la lengua de mi cuñado era una maravilla pues mi hermana quedó saciada y tuvo al menos dos orgasmos gracias a las caricias de su marido. Tras esto cambiaron de posición colocándose Nicolás de pie mostrando un bulto aterrador debajo del bañador. Charo se acercó a su marido como una gatita y se arrodilló a sus pies quedando su cara a la altura de aquel monstruo que se hallaba todavía cubierto por la tela. Agarró de los lados el bañador y sacó a la luz un miembro de un tamaño considerable. La punta de aquella lanza golpeó contra la cara de mi hermana cuyos ojos echaban chispas. Empezó a lamer aquel tronco con dulzura desplazando la lengua a lo largo de aquel dardo haciéndolo crecer a marchas forzadas. Nicolás se agarraba al cabello de Charo para no caerse debido al placer que estaba sintiendo gracias a la mamada que le propinaba su mujer. Charo se tragó aquel ariete de un golpe sin aparente dificultad e inició una mamada espectacular chupando sin descanso la carne de su marido. Nicolás agarró con fuerza la cabeza de mi hermana sin dejarla escapar y ayudándola en su mamada. Nicolás gemía como un toro bufando sin parar y pidiéndole a mi hermana que siguiera con aquel ritmo desenfrenado. Tras cinco minutos de comerle la polla de aquel modo brutal mi cuñado lanzó un grito avisando de la corrida que se escapaba entre sus piernas. Mi hermana sacó el pene de su boca y aquella catarata fue a parar a su cara esparciéndose por su cabello, su barbilla y el suelo. Yo, por mi parte, me corrí como una loca reprimiendo algún grito que delatase mi espionaje. Tras este episodio mi hermana y mi cuñado se metieron a la ducha donde, según pude oír por los gritos que daba mi hermana, Charo fue follada por Nicolás en todas las posiciones imaginables llegando incluso a ser enculada por él. No olvidaré aquella escena mientras viva.
Volviendo a la historia presente, mi sobrino hizo amistades en poco tiempo. Empezó a salir frecuentemente con chicas y con amigos llegando a casa en ocasiones bastante tarde. En alguna ocasión invitó a casa a alguna amiga que otra con las que se acostaba pues en la cama podía oír como se amaban en su habitación. Eduardo no se cortaba un pelo pese a estar alojado en mi casa. Ello hizo que mi sexo despertase súbitamente viendo como mi sobrino follaba sin ninguna vergüenza aunque se encontrase cerca de mí.
Una noche la tensión por mi parte llegó a su máximo exponente. Había salido con unas amigas a tomar un café y llegué a casa bastante tarde. Era fin de semana y aprovechamos para estar más rato del acostumbrado. Me despedí de ellas y llegué a casa sobre las dos de la madrugada. Al abrir la puerta oí risas en la habitación de Eduardo. Parecía que había más de una persona con mi sobrino. Imaginé lo que sucedía aunque según descubrí mi imaginación se quedó corta. Para ir a mi dormitorio es necesario pasar por la habitación de mi sobrino ya que se encuentra en medio del pasillo que comunica las dos partes de la casa. Mi sobrino tuvo la poca precaución de dejar abierta la puerta del dormitorio. Seguramente debió pensar que estaría fuera de casa hasta más tarde. En aquellos momentos sentí la misma sensación que tuve cuando vi follando a mi hermana con mi cuñado. No pude reprimir mis instintos y miré con cuidado hacia el interior del cuarto de Eduardo. Estuve a punto de gritar de emoción ante lo que pude presenciar. En el interior del cuarto de mi sobrino se encontraba Eduardo acompañado por una niñita que no tendría más de 18 años y por otro chico. Aquella muchacha se encontraba comiéndole la polla a aquel chico mientras mi sobrino la penetraba por detrás como un animal sin darle respiro. Cada tanto sacaba de su boca aquella estaca para gemir y aullar como una descosida ante las acometidas que le daba Eduardo. Jamás imaginé a mi sobrino en semejante situación y puedo asegurar que la boca y otras cosas se me hicieron agua. Mi vagina se humedeció como hacía mucho tiempo que no lo hacía. No era lo mismo oír por las noches como mi sobrino follaba con su acompañante ocasional que verle en vivo y en directo. No me pude reprimir y dirigí mi mano hacia mi entrepierna abriéndome la falda todo lo que pude.
Mi sobrino salió del interior de aquella chiquilla la cual sabía muy bien lo que hacía con aquellos dos sementales que le habían tocado en suerte aquella noche. Era una niñita morena con el pelo recogido en dos coletas a los lados; era bajita con lo que aquellos dos muchachos la cubrían por completo con sus poderosas humanidades. El otro muchacho era algo más bajo que mi sobrino el cual, por lo que veía, llevaba la voz cantante en aquel trío.
– Ahora Elsa quiero que te pongas los zapatos de tacón y te coloques de cara a la pared con las piernas bien abiertas.
Su amiga Elsa respiraba con dificultad costándole recuperar el resuello. Aquella jovencita se colocó de espaldas a los dos chicos con las piernas completamente abiertas obedeciendo el mandato de mi sobrino y esperando todo aquello que pudiese suceder. Eduardo se colocó acuclillado tras ella y empezó a chuparle el coño y el ano con su húmeda lengua. La muchacha gozaba sin parar de aquel tormento que le prodigaba su amante.
– No te pares nunca, sigue así. Lo haces de maravilla, notas como crece mi botoncito?
Eduardo siguió martilleando el clítoris de Elsa sin descanso haciéndola vibrar como las cuerdas de una guitarra. Los gritos eran elocuentes, aquella chiquilla se aproximaba al final de aquella locura. Mi sobrino sabía qué puntos de aquella chica debía tocar para que llegase al máximo del placer que podía conseguir. Elsa acercó al otro chico a su cara y volvió a introducirse el pene como si en ello le fuera la vida y creo que realmente así era. Acariciaba con sus dedos los testículos de aquel macho haciéndole gozar sin remisión. Aquel combate sexual se acercaba a su final y mi sobrino se afanó en dar mayor placer a aquella muchacha. Elsa lanzó un grito desgarrador al correrse en la boca de mi sobrino. Aquellos jovencitos me estaban ofreciendo una auténtica lección de sexo. Jamás había probado lo que ellos estaban disfrutando.
Eduardo se levantó y tras dejar respirar mínimamente a su pareja se situó tras ella con su dardo en ristre apuntándola amenazadoramente. Paseó la cabeza de su glande por sus dos agujeros como si no supiera por cual de ellos decidirse.
– No me hagas sufrir más cabrón y follame sin parar. Me tienes loca desde hace un buen rato y solo espero el momento en que me claves toda tu humanidad en mi interior, así que hazlo ya.
– Tranquila pequeña que todo llegará a su debido momento. Nosotros también estamos deseosos de poder gozar contigo pero debes esperar aun un poco más.
Eduardo escupió en el agujero anal de la muchacha humedeciéndole la entrada para facilitar la entrada que sin duda estaba dispuesto a realizar. Nunca había visto una enculada, lo veía como algo sucio. No creía que un agujero tan pequeño pudiese albergar semejante músculo en su interior. Elsa miró a mi sobrino con cara de viciosa y brillándole los ojos de deseo:
– Queréis follarme el culito con esas pollas tan grandes que tenéis? Acaso creéis que no lo soportará?
Las palabras de aquella muchacha me dejaron helada. Yo era virgen por mi agujero anal mientras que seguro que aquella niña habría sido visitada por unas cuantas vergas durante su larga experiencia sexual, seguro que mucho más larga que la mía. Seguro que aquel culito estaría lo suficientemente preparado como para poder aguantar las embestidas de aquellas dos pollas sin grandes dificultades.
Eduardo esparció la saliva alrededor del orto de la muchacha, introduciéndola con sus dedos en el interior de ella. Primero introdujo un dedo logrando que la chiquilla suspirase aguantando la respiración con dificultad. Poco a poco la invasión se hizo más dura para la muchacha pues después de un dedo Eduardo metió otro y otro más hasta lograr que Elsa acogiese a tres de sus dedos. Tras un rato de estar taladrándola con sus dedos, Eduardo consideró que ya era hora de pasar a la acción. Así pues la hizo colocar abierta de piernas con el culo en pompa esperando el momento de la penetración. Eduardo escupió en su mano y esparció la saliva a lo largo de su verga para lubricarla mientras se masturbaba. Se situó tras la muchacha dispuesto a traspasarla con su tranca descomunal. Volvió a jugar con ambos agujeros apretando sobre la vagina de la muchacha mientras introducía un dedo en el ano. Finalmente sacó el dedo del ano y apuntó con su polla. No tuvo compasión de ella. En lugar de hacerlo con suavidad introduciendo primero la cabeza de su verga para después dar paso a todo aquel rabo, lo que hizo fue entrar en el interior de ella de un golpe. El grito que lanzó Elsa al sentir semejante penetración fue desgarrador. Creí que aquella muchacha se rompía por dentro. Puso los ojos en blanco y apoyó con fuerza las manos en la pared tratando de poder soportar la entrada de aquel intruso. Mi sobrino estuvo apenas medio minuto dentro de ella parado dejándola saborearle e inició unos movimientos fuertes clavándola sin parar.
– Muy bien cariño, me quemas pero me encanta lo que me haces. Tu polla es maravillosa y además la utilizas como un auténtico mago.
– Tranquila amor que tras el dolor inicial te haré ver las estrellas gracias al movimiento de mi tranca.
El otro chico no se quiso quedar atrás viendo la cópula que realizaban sus amigos y se dirigió hacia ellos con su polla en ristre. La follada que veía le puso en forma en un instante. Se colocó tras mi sobrino agarrándole de las caderas y apuntándole con su verga. No quería creer lo que imaginaba que aquel chico deseaba hacerle a Eduardo. Le puso la punta de su lanza sobre el agujero anal de mi sobrino y le penetró con la misma furia que Eduardo había empleado con la muchacha. Los aullidos en el dormitorio eran absolutamente escandalosos y la verdad es que no era para menos. Me masturbé con fuerza viendo aquel trío en el que me hubiese encantado participar. Jamás creí que mi sobrino fuese bisexual pero aquella escena me confirmó todo el vicio del que mi sobrino era capaz. Los gemidos que producía aquella muchachita mientras mi sobrino la sodomizaba al tiempo que este era follado por el otro chico me llevaron al máximo paroxismo posible. Me corrí como una loca mordiendo mis labios hasta producirme sangre para no ser descubierta por aquel trío maravilloso. El primero en correrse fue el muchacho el cual llenó el intestino de Eduardo con su poderosa rociada. Dos minutos más tarde Elsa se agachó buscando la entrepierna de Eduardo y alargó una de sus manos hasta los genitales de mi sobrino y los apretó fuertemente haciéndole explotar en su agujero anal como un auténtico animal en celo.
– Muy bien, correte dentro de mí y lléname con toda tu lefa, le gritaba Elsa a mi sobrino el cual respiraba con dificultad tratando de recuperar el pulso pulmonar.
Aquellos jovencitos me dieron una gran lección de sexo la cual no podía ni siquiera imaginar que fuera posible. Tras expulsar toda su catarata seminal en las entrañas de la chiquilla, mi sobrino abrió los ojos de repente y me descubrió viéndoles lo que hizo que Eduardo sonriese de un modo que jamás había observado en él. La cara de morbo que puso me hizo escapar de aquella habitación corriendo a lo largo del pasillo hasta quedar encerrada en mi dormitorio.
Volví a correrme masturbándome con mi consolador como la viciosa en que mi sobrino me estaba convirtiendo. A partir de ese momento nada en mi vida volvería a ser igual. Sabía que tarde o temprano me entregaría a mi sobrino sin poderme negar a todo aquello que me pidiera. Aquella noche dormí fatal. Estuve dando vueltas toda la noche recordando el polvo que había presenciado. Soñé que era follada por mi sobrino y por un negro enorme que poseía una tranca majestuosa. Ambos entraban en mi dormitorio y yo me entregaba a ellos con sumo placer. Imaginé que montaba sobre la polla de mi sobrino mientras aquel negro me traspasaba con su terrible mástil entrando en mi conducto posterior. Me desperté totalmente mojada y tuve que volver a masturbarme hasta lograr apaciguar el calentón que llevaba. Al volver a dormirme me encontré una mañana con Eduardo en una playa en la que tan solo estábamos los dos. Mi sobrino me desnudó quitándome el bikini mientras yo le despojaba del tanga que llevaba haciendo saltar la mejor polla que había disfrutado nunca. Eduardo me llevó hasta unas rocas tumbándose boca arriba y le monté cabalgándole como una posesa hasta sacarle toda su líquida humanidad. Aquellos sueños parecían tan reales.
A la mañana siguiente me levanté tardísimo, serían las once al menos. Me levanté con la boca seca y con la mente llena de las imágenes que había presenciado la noche anterior en el dormitorio de mi sobrino. La vagina la tenía totalmente húmeda. No sabía como reaccionaríamos al volver a vernos a la cara aunque la verdad es que sentía pánico ante lo podía suceder. Recordaba la cara que puso Eduardo al descubrirme en la puerta de su habitación tras verle follar con sus amigos. Los ojos de mi sobrino despedían morbo y sabía que el verme le produjo un gran deseo hacia mi persona y que aprovecharía la más mínima ocasión que tuviese para tratar de hacer el amor conmigo. Por mi parte, debo reconocer que la idea no me desagradaba lo más mínimo. Hacia mucho tiempo que no retozaba con un hombre y la juventud y el vigor que demostraba mi sobrino hicieron crecer en mi un deseo irrefrenable.
Salí de mi habitación tras haberme puesto tan solo una bata blanca con la que cubrí mi cuerpo. Tenía unas ganas terribles de orinar por lo que no esperé a ponerme ni siquiera las bragas. Abrí la puerta del baño encontrándome con Eduardo el cual tan solo se hallaba cubierto con un boxer de color negro. La casa tan solo cuenta con un baño así que debíamos compartirlo. No pensé que Eduardo estuviese arreglándose ya, creí que estaría aun en brazos de Morfeo tras la sesión sexual de la que había disfrutado horas antes.
– Ah!!! Perdona Eduardo, no creí que estuvieses aquí, pensaba que estarías todavía en la cama durmiendo. Disculpa, te dejo que sigas con lo tuyo.
– Tranquila Sandra, no te vayas. Iba a afeitarme así que no me molesta que entres, me dijo sonriéndome.
Sabía lo que aquella sonrisa indicaba, estaba segura de lo que mi sobrino pensaba en aquellos instantes. Ambos lo sabíamos. Le dije a mi sobrino que se volviese de espaldas a mí para que no me viese mientras orinaba. Eduardo siguió afeitándose como si tal cosa mientras yo me puse a orinar. Al levantarme de la taza del water no pude evitar fijar mi mirada en la entrepierna de mi sobrino la cual mostraba un tamaño respetable pese al combate de la noche anterior. Al levantar la mirada me topé con la cara de mi sobrino el cual seguía sonriéndome de un modo malicioso.
– Sandra, voy a ducharme. Quieres acompañarme?, me dijo mientras humedecía sus labios con la lengua.
No pude resistirme a su invitación. Eduardo supo como encender la mecha de la pasión que me consumía por dentro. Estaba deseosa de encontrarme entre sus brazos. Sabía que aquello no era correcto pero todo mi cuerpo me pedía entregarme a aquel muchacho que me tenía loca. En aquel momento me olvidé por completo de que era mi sobrino y solo pensé en joder con aquel hombre maravilloso. Eduardo me abrazó por detrás agarrándome un pecho por encima de la tela de la bata mientras me besaba el cuello y la nuca arrancándome los primeros gemidos. Los pezones se me pusieron duros al instante. Noté el duro bulto de aquel chiquillo apretándose sobre mis nalgas. El cabrón se recupera pronto, pensé sonriendo para mí. Eduardo me susurró al oído:
– Sandra, debo confesarte que me dio mucho morbo ver como nos espiabas anoche. Llevaba mucho tiempo deseando hacer el amor contigo. Debo confesarte que las maduritas como tu me vuelven loco, así que tu presencia continua me hacía masturbarme constantemente pensando en estar contigo.
Aquellas palabras de mi sobrino me hicieron vibrar de deseo, nunca pensé que aquel mozalbete se sintiese atraído por mí. Con la cantidad de muchachas a las que se calzaba no entendía que pudiese fijarse en mí.
Empecé a rotar mis nalgas alrededor de su pubis notando como aquel paquete crecía sin parar. La respiración de ambos se hizo más y más difícil. Me volví de cara a él y le besé con pasión. Abrí mis labios recibiendo su lengua golosa la cual se enroscó junto a la mía en una lucha que preludiaba la guerra que en pocos minutos entablaríamos. Aquel muchacho sabía besar de maravilla y tocar los puntos necesarios como para lograr enloquecer a una mujer. Eduardo soltó el cinturón que sujetaba mi bata y me la quitó con suavidad dejando mi cuerpo en libertad ante su vista. La mirada de aprobación que me lanzó mi sobrino hizo que mi ego se sintiese complacido. Me miró de arriba abajo con cara de deseo incontrolado. Me metí en la ducha traspasando la mampara y le alargué la mano invitándole a acompañarme.
Abrí el agua y esta cayó sobre nuestras cabezas mientras nos besábamos abrazándonos furiosamente. Siempre me ha gustado darme una ducha con agua templada pero en ese instante dejé que saliese bien fría para aplacar el calor que consumía nuestros cuerpos. Estábamos tan cachondos que ni nos enteramos del estado del agua que nos recorría los cuerpos. Comencé a besarle el pecho deteniéndome en los pezones haciéndolos crecer y logrando extraer gemidos de placer de mi sobrino. Descubrí que Eduardo sentía un gran placer si se le lamían los pezones así que me dediqué a ello con todas mis fuerzas. No resistí más mis deseos y me arrodillé a los pies de mi sobrino tratando de alcanzar el objeto de mi deseo. Le acaricié la polla por encima del húmedo boxer del que aun no se había desprendido. Cogí entre mis dedos aquel intruso escondido bajo la tela y lo mordisqueé a lo largo de toda su longitud. Empezó a crecer sin parar encabritándose y sin que el boxer fuese capaz de resguardarlo. Por fin lo liberé de su prisión y pude ver un hermoso animal, lo más bello que había visto en mi vida. Se trataba de un pedazo de carne de unos 22 cms a punto de reventar. Jamás había tenido en mis manos una erección semejante: Que dureza! Que fuerza! El agua de la ducha cayó sobre ella mojándola por completo. Abrí mi boca y me la tragué de una vez sin pensármelo dos veces.
Me atraganté con semejante badajo pero pese a ello persistí en mi empeño comenzando una mamada fenomenal. Eduardo me agarró del cabello ayudándome en mi faena bucal. No pensaba dejar escapar la ocasión de tragarme todo el líquido seminal de ese muchacho. Eduardo cerró el agua para que no cayese sobre mi cara. Saqué la polla de mi boca y tiré hacia atrás la piel que cubría el glande descubriendo un glande amoratado desafiándome en mi labor. Acaricié su cabeza con la punta de mi lengua haciéndole gemir con dicha caricia. Sus venas se marcaban gracias a la sangre que llegaba desde su cerebro. Escupí sobre su verga humedeciéndola y volviéndomela a tragar a continuación.
– Sigue así Sandra, lo haces muy bien. Estas hecha una mamona de primera. Que gusto me estas dando cariño.
Aquellas palabras de mi amante hicieron que me sintiera más animada en mi felación. Masturbé con mayor fruición su pene ayudándome al mismo tiempo por mi mano y entre mis labios y mi mano alcancé un ritmo infernal que le fue imposible soportar por lo que apoyándose en la pared acabó gritando como un animal salvaje escupiendo leche sobre mi cara y obligándome a cerrar los ojos. Degusté aquella fantástica corrida lamiéndome los labios para recoger el esperma que había escapado de su verga. Volví a tragármela para chuparla y dejarla totalmente seca. Tras descansar dos breves minutos, Eduardo me sorprendió ya que su ariete continuaba apuntándome desafiando la ley de la gravedad. El poderío y aguante de aquel jovenzuelo me calentó sobremanera imaginando lo que sería capaz de ofrecerme. Tras la corrida que me había ofrecido sabía que ahora venía el plato fuerte: la follada final.
Eduardo me colocó apoyada en la pared abierta de piernas y se situó entre ellas abriéndome la vagina con sus dedos e inició una maravillosa comida chupándome el clítoris y los labios vaginales. Gemí como una posesa. Había hallado un amante increíble al que no pensaba dejar escapar tan fácilmente. Iba a disfrutar de él durante todo aquel año que estaría acompañándome. Me corrí dos veces en su boca gracias a la lengua juguetona que tenía. Aquel muchacho sabía hacer gozar a una mujer, sí señor. Tenía un diamante en bruto al que debía pulir para que continuase dándome aquel torrente de amor. Me giró de espaldas a él y se dedicó a hacerme un fantástico beso negro. Al notar la lengua del muchacho sobre mi ojete lancé un grito profundo. Jamás había notado esa caricia y la sensación producida me encantó. Estuvo a punto de hacerme lograr un nuevo orgasmo tan solo con dicha caricia. Mi cabeza trabajaba a mil por hora recibiendo todo aquel tratamiento, me sentía en la gloria.
El momento cumbre se aproximaba y cuando Eduardo consideró que ya tenía el ano lo suficientemente lubricado se pegó a mí haciéndome notar la dureza de su carne. Sabía lo que pretendía y estaba dispuesta a complacerle en su deseo. La imagen de la noche anterior en la que Eduardo enculaba a la chiquilla volvió a mi cabeza y supe que ahora me tocaba a mí sufrir dicho tormento. Estuvo jugando con mi vagina y mi ano un buen rato llevándome a un estado de excitación inimaginable hasta llegar a gritarle pidiéndole que me follara sin mas demora. Eduardo colocó el glande apoyado en la entrada de mi ano mientras con su mano masturbaba mi clítoris. Me tenía loca de deseo.
– Ten cuidado Eduardo que soy virgen por detrás. Ten compasión de mí y no seas brusco.
Estaba aterrada ante la penetración que me aguardaba. De repente Eduardo se puso de puntillas tras de mí y apretó aquella redonda cabeza contra mi ojete traspasándolo sin ningún tipo de consideración. Chillé sintiéndome desgarrada por dentro. Aquello era demasiado poderoso como para poderlo resistir. Puse los ojos en blanco echando la cabeza hacia atrás. Eduardo me agarró fuertemente de la melena para penetrarme con mayor virulencia. Menudo cabrón. Me estaba quemando por dentro con aquella daga. Aquella barra de carne entró en mi interior centímetro a centímetro hasta golpear mis nalgas con sus testículos. Se quedó quieto un minuto dándome a degustar aquel poderoso nabo y pasado ese interminable minuto empezó a bombear en mi interior. Tras el dolor inicial empecé a sentir un placer inenarrable. No podía creer como era posible esa mezcla de dolor y placer pero así era.
– Así amor, me tienes loca. Jódeme así y no te pares. Me encanta sentir tu polla en mi ano. Es genial.
– Ahora sí que te gusta, eh? Vas a ver lo que voy a hacerte. No vas a querer que acabe nunca.
Mi sobrino me taladró sin desmayo. Mis gritos debían oírse en toda la ciudad. Me sentía ensartada como una yegua por su semental. Eduardo me tenía agarrada por las caderas y golpeaba con furia haciéndome desmayar de placer. Me acercaba a mi último orgasmo de aquella mañana y le pedí que se corriera conmigo, que no soportaba más aquel suplicio.
– Ahora Eduardo quiero que te corras dentro de mi culo y que me des toda la leche que puedas guardar en tus huevos. Venga cabrón, correte ya!.
Eduardo se quedó parado un segundo y presentí la corrida de mi sobrino. Ahora fue Eduardo el que gritó como un caballo en celo expulsando toda la catarata de lava que guardaba. Noté tres o cuatro chorreones de leche quemándome por dentro. Yo, por mi parte, me corrí en la mano de mi sobrino ofreciéndole mis jugos vaginales una vez más. Tras respirar dos minutos para recuperar las fuerzas perdidas, abrí de nuevo el agua para volver a ducharnos y relajarnos de aquel combate sexual.
Dios! Solo puedo decir que fue genial.
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