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Ramón el albañil me da duro por el culo

Todo ocurrió cuando decidí ampliar la casa en la cual vivía con mi familia, una vez realizados los planos busqué un contratista para que se encargara de la ejecución de los trabajos. Alvarenga, era el apellido del elegido, inmediatamente organizó el comienzo de las obras para una semana después y como las mismas no tocarían la construcción existente sino hasta el final, cuando colocando nada más que una puerta se uniría el ala existente con la nueva, decidimos, para ahorrar dinero, seguir viviendo en la casa. Dentro del grupo de trabajadores había uno que me llamó la atención desde el inicio de las tareas, por su disposición al trabajo, por lo educado que era para con nosotros y sus compañeros de tarea y por el físico espectacular que tenía.

A medida que fueron pasando los días mi relación con Ramón, así se llamaba, fue haciéndose cada vez más íntima y yo pretendía llegar hasta donde pudiera, por eso, un día le comenté que me gustaría que se aceleraran un poco el ritmo de los trabajos, pero que antes que traer más personal prefería que él se quedara fuera de hora a trabajar, esto le permitiría ganar más dinero y, si estaba de acuerdo, hablaría con el Señor Alvarenga que era quién finalmente aprobaría o no esta propuesta de trabajo. Ramón consultó con su mujer, estaba casado, tenía un par de hijos y accedió a mi propuesta, hablé con Alvarenga y al día siguiente comenzó el nuevo sistema. Yo teóricamente en un gesto de hospitalidad, cuando se fueron los demás trabajadores, era al atardecer, decidí ofrecerle a Ramón un poco de whisky dado que estábamos en invierno y la temperatura había bajado un tanto al caer el sol.

Cuando lo busqué, en la zona de obras, me lo encuentro encaramado a una escalera terminando el cielorraso de una de las habitaciones, desde el lugar en que estaba parado, sus pies, mi debilidad, quedaban a la altura de mis ojos, me acerqué lo más posible y estiré el brazo para alcanzarle el vaso, Ramón primero se sorprendió con el convite y luego tuvo necesidad de agacharse para alcanzarlo, yo aproveché para mirarlo con disimulo, pero sin perderme detalle de su estupenda anatomía. Una de las características de Ramón era su pulcritud aún cuando trabajaba, eso me atrae mucho porque la gente sucia me repele, sobre todo la sucia, era morocho, supongo que en su árbol genealógico, en una generación no muy alejada de la suya, debió haber habido algún negro, porque Ramón tenía algunas características de esa raza que se podían ver a simple vista, el color de su piel y lo ensortijado de sus cabellos, aunque su rostro tenía rasgos finos y era muy atractivo, lo único que en la cara denotaba ese antepasado, era su boca de labios muy carnosos, perfectamente formada y terriblemente sensual.

Mientras bebíamos nuestros whiskys tuvimos una charla muy amena en la que conversamos mucho de la familia, él se mostraba muy ensimismado en su trabajo por lo que yo tuve la oportunidad de mirarlo detenidamente desde abajo y solazarme con cada parte de su cuerpo. A la altura de mi vista, como ya lo mencioné, tenía esos espléndidos pies de muy buen tamaño enfundados en unos calcetines muy blancos y protegidos por unos borcegos negros de laburante, aunque bastante similares en su aspecto aunque no en su calidad, a los que usan los stripers en lo espectáculos para gays. Unos pantalones de trabajo, un poco ajustados, cubrían de manera tal sus gruesos muslos que parecía que si hubieran sido unos centímetros más chicos, sus piernas no pasarían por ellos; desde mi privilegiado punto de vista, mirando para arriba, veía su espléndido culo redondo y bien paradito con la raja apenas insinuada porque el pantalón, que la exactitud del talle, solamente podía insinuarla pero de ninguna manera meterse dentro de ella.

Más arriba, una camiseta sin mangas, blanca, un tanto amarillenta por el tiempo de uso que tenía, modelaba a la perfección un torso de cintura estrecha en el cual los abdominales, los pectorales y los dorsales se lucían, unos en determinados momentos y otros en otros, de acuerdo a los movimientos de Ramón para realizar su tarea. Pregunté si no sentía frío con tan poca ropa, pero me dijo que un poco más de abrigo le molestaba en sus movimientos y que prefería, una vez que dejaba de trabajar, tomar una ducha bien calentita. Mientras conversábamos y tomábamos el whisky, Ramón trabajaba y yo me dediqué a observarlo con el mayor detenimiento posible, tenía unas orejas pequeñas muy pegaditas a su cabeza perfecta, ojos negros, una mirada muy profunda, una agilidad envidiable, de quién modeló su cuerpo con el trabajo, movimientos enérgicos y realizados con maestría me llevaban a embelesarme con él. Veía la maestría que tenía para manejar la cuchara de albañil con una mano mientras con la otra sostenía el balde que era realmente admirable.

Cada vez que la mezcla se le acababa Ramón descendía de la escalera, volvía a cargar el balde agachándose delante de mí y una vez concluida esta acción se encaramaba a la escalera de nuevo, yo aprovechaba estos momentos para mirarle el culo y tratar de retener en mi mente la mayor cantidad de detalles para poder masturbarme más tarde recordándolo. Así estuvimos juntos y solos durante dos horas, al cabo de las cuales bajó de la escalera, limpió sus herramientas de trabajo con la misma maestría que había demostrado antes en el manejo de la cuchara y se decidió a cambiarse de ropas para regresar a su casa, le ofrecí que se bañara en el baño que teníamos habilitado dentro del galpón que oficiaba de obrador, así podría llegar a su casa ya limpio, comer y echarse a dormir. Me agradeció muy efusivamente el ofrecimiento y se dirigió al baño de servicio que, como todo baño de servicio en mi país es pequeño, entró, entornó la puerta, se desnudó y tiró la ropa sucia afuera, sacando solamente del habitáculo del baño uno de sus brazos, muy musculoso por cierto.

Escuché el ruido de la ducha al caer, yo no sabía si concentrarme en los ruidos de dentro del baño o mirar sus slip que habían caído arriba del resto de la ropa y por la forma en que se había deformado por el uso, no me quedaban dudas que Ramón cargaba una verga fenomenal, que había dado la forma que yo estaba mirando, a ese slip de color rojo. No me quería perder nada, estaba totalmente empalmado, mi mente iba ora al slip, ora al interior del baño a identificar cada ruido que sentía, en un momento se cerró la canilla, pude oír el sonido de la toalla al ser fregada en su cuerpo para entrar en calor y me estaba haciendo la película con eso cuando sorpresivamente sale del baño, apenas cubierto por la diminuta toalla a buscar su bolso donde tenía la ropa de calle que se había olvidado de meter en el baño antes de desnudarse, al verme se sobresaltó, no esperaba encontrarse conmigo, me pasó lo mismo, inventé una excusa diciendo que buscaba un martillo porque debía colgar un cuadro.

Solícito como era salió del baño semidesnudo, a buscar el martillo y unos clavos en la caja de herramientas que estaba en el piso cerca del baño, se agachó para hacerlo, la toalla se abrió bastante debido a su reducido tamaño y le quedó medio culo afuera, estaba espectacular, medio moreno, muy lampiño hacia afuera, pero que a medida que se acercaba a la raja los pelos aparecían, primero muy cortitos y algo alejados unos de otros, pero convirtiéndose casi en un bosque cuando llegaban a la raja, me recordaba la vegetación tupida que crece a la vera de los ríos o arroyos, por lo menos en esta hermosa América del Sur. Una vez que encontró lo que yo necesitaba, se incorporó y con una espléndida sonrisa que dejaba ver una perfecta dentadura me los entregó, se lo agradecí también con efusividad, me retiré porque ya no tenía pretexto para quedarme en el lugar, pero a los minutos, Ramón me llama, volví a entrar al depósito y me quedé estupefacto al verlo.

Ramón tenía puesta una camisa medio amarilla con los botones sin abrocharse, que dejaban ver ese pecho tan hermoso y aún un poco húmedo por el baño, las medias oscuras colocadas, pisando por sobre sus zapatos sin colocarse, los pantalones, azul oscuro, puestos y alzados hasta las caderas, los sostenía con las piernas un poco abiertas. Por la bragueta asomaba envuelta en unos slip?, boxer?, no lo podía distinguir, su hermosa verga formando, por efecto de la tela blanca de su ropa de interior de algodón, una especie de globo de considerable tamaño al que me daban ganas de arrojarme, descubrirlo y mamarlo. Me quedé realmente sorprendido, Ramón se dio cuenta, me pidió disculpas por haberme llamado sin haber terminado de vestirse, pero se justificó diciendo que pensó que yo tardaría más al galpón, y un poco torpemente ya que la situación también lo sobrepasó, me avisó que había ocupado todo el cemento que quedaba y que le avisara por teléfono a Alvarenga para que en la mañana siguiente, a primera hora, tuviera el material en la obra para no atrasar las tareas, le agradecí la gentileza y me retiré un poco avergonzado, un poco desorientado, pero muy, pero muy caliente. No sabía cómo hacer para que Ramón se quedara más tiempo conmigo, no encontré pretexto, pero cuando ya se estaba marchando le digo:

– Chau Ramón, espero que te encuentres con una buena comida al llegar a casa.

Su respuesta fue:

– Le cuento que estoy solo, mi mujer se fue con los niños a pasar unos días a la casa de su madre, deberé rebuscar en la nevera y preparar algo con lo que haya.

Era mi oportunidad.

– No Ramón, si es así puedes cenar con nosotros y luego irte a su casa.

No quiso aceptar quedarse a comer, consideraba una intromisión a nuestra intimidad, yo no quería dejar escapar la oportunidad de estar más tiempo con él, no importaba mucho en ese instante hasta donde podría llegar, solo sabía que cuanto más tiempo pasara con él más alternativas de un acercamiento más íntimo se presentarían. Insistí, noté que la firmeza de su primera respuesta comenzaba a flaquear, lo que me dio más ánimos para seguir buscando argumentos para que se quede hasta que finalmente lo conseguí.

Los chicos ya habían comido y estaban en su cuarto mirando televisión, por lo tanto tomamos la comida en el pequeño comedor diario mi mujer, Ramón y yo, me senté a la cabecera de la mesa como lo hago habitualmente y mi mujer y Ramón se sentaron una a mi izquierda y otro a mi derecha de la diminuta mesa. Dos o tres veces mi rodilla derecha rozó a la suya izquierda y Ramón inmediatamente como un resorte retiraba su pierna y pedía disculpas en voz baja, a la cuarta vez que “por casualidad” ocurrió lo mismo y con un poco más de vino encima, ya Ramón no pidió disculpas y apenas retiró su pierna. Nuestras extremidades inferiores quedaron tan juntas que casi yo podía sentir la sensación de la tela de sus pantalones en mi rodilla, seguimos comiendo, no me acuerdo más que decía porque mi calentura era muy alta, por largos minutos nuestras posiciones quedaron del mismo modo, yo sintiendo la total cercanía de ese fenomenal macho y mi verga vomitando en cantidades industriales.

Había llegado el momento de hacer algo más, tomé coraje y en un movimiento aparentemente casual apoyé con total libertad mi rodilla en su muslo, esperaba, sinceramente, que Ramón retirara la pierna y me sorprendí gratamente cuando no lo hizo, al contrario se tomó la libertad de permitir y acentuar el acercamiento a mí. Creí tener la batalla ganada, terminamos de cenar y con un nuevo pretexto de necesidad de herramientas volvimos al galpón del fondo donde estaba el baño de servicio, ahora la necesidad inventada, era de un serrucho, se encontraba colgado en la pared bastante alto, había que estirarse para tomarlo, había pedido que lo colocaran allí para proteger a los niños y ahora me venía de perlas su ubicación. Ramón se estiró para alcanzarlo pero no llegaba, le alcancé una silla, se subió a ella, quedó su paquete a la altura de la nariz, pude ver que tenía un tamaño bastante mayor que cuando se lo había visto hace unas horas estando su pantalón medio bajo como ya lo comenté, lo pude oler con disimulo, olía a limpio, me excitó más, en un movimiento previo a bajar el serrucho, esa verga se apoyó en mi nariz, como un reflejo condicionado salió de la boca Ramón la palabra:

– Disculpe

Contesté con una media sonrisa:

– No hay problemas, me consta que está limpia.

Ramón me miró algo extrañado pero no contestó, bajó el serrucho, giró sobre sus talones y se encontró a centímetros de mi que lo miraba a los ojos con la mirada más profunda que podía lanzar, bajó la vista y con un movimiento un tanto rebuscado y evidenciando una gran incomodidad consiguió retirase de mi, hice como si no hubiera pasado nada. Todo comenzó a suceder como en cámara lenta, en silencio, Ramón se agachó a tomar nuevamente su bolso para irse, al agacharse, como quien no quiere la cosa le apoyé mi paquete que, al solo contacto, me produjo una descarga casi eléctrica de la cabeza a los pies, Ramón se incorporó, giró lentamente sobre sí mismo, me miró, bajó la vista y se retiró un tanto, yo parecía un animal en celo frente a su presa, me olvidé de mi mujer, de mis hijos en el dormitorio y de todo lo que no fueran los movimientos de Ramón que además no podía identificar, su lenguaje corporal no lo podía interpretar.

Comenzó como una danza silenciosa en la penumbra del galpón, Ramón abrió su bolso para buscar dentro de él las llaves de su casa para tenerlas a mano, estaba frente a mí, para realizar mejor su acción bajó un tanto su cabeza, los rulos ensortijados de sus cabellos quedaron a la altura de mi boca, no me pude contener y le di un suave beso en la cabeza, Ramón con una voz apenas audible me dijo:

– Me voy a casa.

Le contesté con la voz más sensual que me daba la garganta

– No te vayas por favor.

Me contestó:

– Señor, nos vamos a arrepentir.

Giró sobre sus talones y se dirigió a la puerta. Me abalancé sobre él, lo tomé de atrás y con toda la boca lo besé en el cuello humedeciéndolo todo lo posible, me dí cuenta que Ramón acusó el beso, pero no cambió de decisión. Intenté retenerlo, se dio vuelta hacia mí y me dijo

– No es que no me guste, al contrario, pero probablemente pierda el trabajo y lo necesito desesperadamente.

– Algunas veces lo hago con alguno de mis compañeros, pero nunca con uno de su clase.

Lo abracé con desesperación, le prometí que esto no interferiría con su trabajo, mientras le decía esto me pegaba totalmente a él y no le daba posibilidad de escape porque al abalanzarme encima suyo la puerta, semicerrada, quedó detrás de él y con un golpe seco se terminó de cerrar por la presión de nuestros cuerpos. Mientras lea decía al oído:

– Nunca un macho me calentó tanto.

Le desprendía la ropa casi con violencia, le quité la camisa, me prendí de sus pezones que se erectaron al instante, Ramón solamente gemía:

– Ohhh, siii, papaaa

Sus palabras me ponían todavía más cachondo si es que eso era posible, fui bajando por su tórax hasta el ombligo, le desabroché el cinturón, su verga, gigantesca, probablemente herencia de sus antepasados oscuros, emergió por la parte superior de sus bóxer, ahora sí tenía la certeza de que eran bóxer y no slip, estaba empalmada y mojada, me metí su glande el la boca, Ramón entre gemidos comenzó a hablar:

– Acá no por favor!

– Si, nadie nos oirá.

– Me pone nervioso!

– Sigamos Ramón, te necesito

Mientras le decía esto le sobaba el culo y toda su zona pélvica, por efectos de mis manos se venía para adelante y podía sentir su pija, por momentos cerca o dentro de mi boca, en el cuello en el pecho, Ramón se removía enloquecido de placer y de nervios. Esa mezcla de placer y nervios me ponía todavía más osado, quería que Ramón experimentara esa dupla de sensaciones que son espectaculares, la cachondez y el peligro, sin dudas lo estaba logrando pero también podía darme cuenta que comenzaba a emerger en él un sentimiento que por ético resultaba negativo en ese momento. Por más esfuerzos que ponía lograba calentarlo terriblemente pero no se soltaba del todo, en un instante tomé en cuenta que lo que lo ponía algo mal era la presencia de mis hijos y mi mujer en la casa, evidentemente, los valores de Ramón eran más altos que los míos, surgió en mi, primero imperceptiblemente, luego casi como una revelación, un profundo sentimiento de respeto hacia Ramón. Disminuí la intensidad de nuestro manoseo, se fue convirtiendo lentamente en caricias íntimas, que surgían de lo profundo del alma, admiré en mi interior su actitud, Ramón quedó callado, yo también, luego de un momento de silencio rompí el mismo:

– ¿Quieres que te lleve a tu casa?.

– Por favor

Entré a la casa, tomé las llaves del automóvil, subí hasta el cuarto donde dormíamos con mi esposa, le avisé que saldría a llevar a Ramón, medio dormida me preguntó:

– Pero como ¿No se fue aún?

Le respondí que no, que nos habíamos quedado conversando sobre de cómo quedaría la construcción terminada y que la charla había sido realmente amena y provechosa, que me había sugerido algunos cambios en el proyecto. Bajé nuevamente a la sala de estar donde Ramón aún empalmado me esperaba, fuimos hasta la cochera, subimos al auto y nos dirigimos a su casa. En el camimo la conversación fue escasa, pero yo no podía dejar de acariciar esa potente pierna con ternura, con respeto y con una calentura contenida, Ramón se dejaba hacer. En algunos momentos palpaba su entrepierna, la notaba caliente y dura, en esos momentos Ramón abría imperceptiblemente as piernas como invitándome a seguir, llegamos a su casa.

Cuando Ramón abrió la portezuela para bajarse me miró a los ojos y me dijo ahora sí, acá estamos solos, como un resorte bajé del auto le puse el seguro, activé la alarma y juntos entramos a su vivienda, sencilla pero digna, tan digna como él, no hicieron falta prolegómenos, sabíamos a qué habíamos ido. Comencé nuevamente a abrazarlo y besarlo, solamente que ahora Ramón correspondía ampliamente aunque con un resabio de respeto por el nivel social más alto que yo tengo, pero para mis adentros yo sabía que quien estaba en un nivel superior era él. Nuevamente con urgencia desabroché su camisa ahora arrugada, mientras mamaba sus tetillas, terminé de sacársela, me abalancé con la boca a sus sobacos muy peludos, fregaba mi verga por encima de la ropa con la suya, Ramón me abrazaba fuertemente y suspiraba cada vez con mayor intensidad, lo fui empujando hacia la cama entre besos ,lamidas y chupetones, cuando el lateral de la cama chocó con sus pantorrillas con un pequeño empujón hacia atrás conseguí que relajara la articulación de las rodillas y lentamente cayó para atrás con las piernas abiertas y el torso desnudo.

Me quité con rapidez la camiseta que llevaba puesta, me tiré encima suyo, lo recorrí todo con la lengua, su cuerpo oscuro quedó ahora brillante por mi saliva, por segunda vez en la noche desabroché su cinturón, bajé sus pantalones hasta debajo de sus caderas, saque de dentro del bóxer su verga que salió como un resorte y se la empecé a mamar. Primeramente metí el glande totalmente en la boca, jugué con él, puse la lengua dura y trataba, por supuesto sin éxito, pero produciendo en Ramón una excitación inigualable, de introducirla en el canal urinario, jugué con el frenillo, sin dudas esto le gustaba mucho, lamí sus 21 centímetros de extensión, chupé sus pelos ensortijados y decidí terminar con la tarea de sacarle los pantalones y los bóxer, cuando lo quise hacer me encontré con el impedimento de sus zapatos aún colocados.

Con movimientos suaves le fui sugiriendo que cambiara de posición en la cama de modo que quedara a lo largo, con todo el cuerpo sobre ella y no a lo ancho con los pies en el suelo como estaba hasta el momento, lo hice porque al verlo calzado recordé mi debilidad por los pies masculinos. Me quité rápidamente los zapatos y las medias, pero aún con el pantalón puesto me acosté nuevamente encima de él solamente que con la cabeza sobre sus pies enfundados en los calcetines quedando los míos a la altura de su cara. Abrí las piernas para que mis pies no tocaran su cara, sé que a muchas personas les disgustan los pies y no quería obligarlo a nada que no le gustara, mientras comencé a oler los suyos, tenían eso olor que me pone a mil, mezcla de cuero y sudor, acaricié cada uno de esos pies por encima de los calcetines, los masajeé con toda la maestría que había adquirido a lo largo de mis encuentros sexuales con pies incluidos, Ramón estaba gozando de todo, no me cabía duda y eso me hacía gozar sobremanera.

Estaba enfrascado en uno de sus pies, tratando de sacarle el calcetín, cuando Ramón tímidamente primero y con ansias después, se prendió del arco de un de mis pies, era la gloria, estaba aprendiendo, a él también le gustaba. Esa sensación exactamente en el límite entre las cosquillas y en placer me dejó en el cielo, debía hacer fuerza para no retirar mi pie de su boca, por momentos primaba la sensación de cosquillas, por momentos el placer, me había mojado totalmente la parte delantera de los bóxer, aún así seguimos disfrutando mutuamente de nuestros pies. Lentamente nos quitamos la ropa que aún nos quedaba, cuando ya estuvimos desnudos tomé conciencia, no solamente había mojado mis bóxer, sino que tenía toda la pija y los pelos alrededor de ella también mojados y pegajosos, no abocamos a un 69 fenomenal que nos ponía en el paraíso, porque a la calentura, se sumaba ese raro sentimiento de respeto profundo que había surgido espontáneamente entre nosotros.

Noté que Ramón me permitía el acceso a la totalidad de su cuerpo, en realidad, más allá de su cuerpo, decidí hacer lo mismo, sentí primeramente un dedo masajeándome el culo, me gustó, luego con delicadeza me lo fue introduciendo, me gustó, siguió con dos dedos, el placer era inmenso, en tanto, yo encima suyo, mamaba y mamaba esa espléndida verga cabezona oscura y bien recta. Casi sin darnos cuenta fuimos cambiando de posición, para es momento ya nos habíamos metido mutuamente tres dedos en nuestros respectivos culos e infinidad de veces las lenguas realizando todos los movimientos imaginables con ella. La hemos utilizado como pequeño pene, hemos dado interminables, cortos, seguidos pequeños lambetazos, los dos gemíamos por momentos, rugíamos en otros, pero fundamentalmente nos gozábamos el uno del otro.

En un momento Ramón, me puso boca arriba, me punteó con su poronga negra el orto, yo solo la quería adentro, me la comenzó a meter, entró la punta con poca dificultad y mi culo le calzaba como un guante, sentía la punta cunado avanzaba en mis intestinos, cuando estuvo toda encajada abracé con mis piernas su cintura, Ramón lanzó un grito de placer. Me la puso y la sacó infinidad de veces mientras yo, desde abajo, podía ver sus músculos abdominales tan firmes moverse al compás que marcaba su poronga. Hacía un poco de frío pero aún en esa casa, sin calefacción, transpirábamos copiosamente, cambiamos los roles, le mamé el culo de pelos ensortijados hasta cansarme antes de introducirle mi tranca palpitante, lo oí gemir, revolcarse de placer, rugir, en algunos momentos, cuando la enterraba con violencia de un solo golpe toda la estaca, Ramón abría desmesuradamente los ojos y le corrían algunas lágrimas.

Cuando ya no podía más y la corrida era inminente le avisé, me pidió que le dejara toda la leche en el culo, con esa autorización enterré mi pija en él de un solo golpe hasta lo más profundo que me fue posible, las palpitaciones en la cabeza de mi verga las sentía hasta en la sien, Ramón se primero se puso tenso, luego se arqueó apoyándose en la cama solamente con la cabeza y los pies, elevó la pelvis, con ella me elevó a mí, me sentí de repente muy arriba, empujé con violencia mi pija hacia abajo y hacia adentro, mientras alojé en su culo varios trallazos de la más espesa leche, Ramón desparramó, en el mismo instante, la suya en mi torso y mi cara, el grito que los dos emitimos al terminar fue unísono y potente.

Nos comenzamos a relajar, yo todavía con la verga en su culo y la suya atrapada entre los dos abdómenes, con las caricias, su semen nos embadurnó a los dos, nos besamos largamente después de esa espectacular sesión de sexo. Tomamos un baño juntos, me vestí mientras Ramón me observaba desnudo desde la cama, me volví a casa ya de madrugada, sigilosamente me acosté a dormir junto a mi esposa, a la mañana siguiente me desperté un poco más tarde que lo habitual, los obreros ya estaban trabajando, bajé a mirar los avances de los trabajos y vi a Ramón, encaramado a la escalera manejando con maestría, la cuchara de albañil con una mano y sosteniendo el balde con la otra.

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