Profesora sexual de mi hijo cuando era virgen

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Hola a todos, lectores de relatos de Amor Filial. Me llamo María y les voy a contar como me inicié en el mundo de las relaciones entre familiares, en mi caso con mi hijo. Empezaré describiendo a mi familia y a mi misma. Me casé muy joven, con 18 años, con un hombre del que estaba perdidamente enamorada, pero que es 12 años mayor que yo, es decir que cuando nos casamos él tenía 30. Justo al año tuvimos a nuestro único hijo, Carlos. Es un chico estupendo, cariñoso, buen estudiante, si bien he de decir que es un poco tímido con las chicas, y sin ser un chico modelo de belleza, no es para nada feo. Es un poco más alto que yo, apenas 2 cm., y yo soy una mujer alta para mi generación, pues mido 1,78. Es moreno, como yo.

Por mi parte yo soy morena y a base de un poco de dieta y ejercicio regular conservo una línea bastante aceptable. Tengo un 95 de talla de sujetador, con unas areolas medianas, oscuras y unos pezones igualmente oscuros y de un tamaño bastante grande, que cuando se ponía erectos se notaban incluso a través de la blusa y el sujetador. Y un culo firme. No creo ser una belleza de quitar el hipo pero si resultona, y más de un hombre se gira cuando paso por la calle.

Cuando sucedió todo lo que les voy a narrar tenía 37 años y como he dicho mi hijo 18. Mi marido por ese entonces ya andaba por los 49, y desde hacía algún tiempo parece que había perdido algo de interés por mí, ya que solo echábamos el polvo del sábado por la noche y el resto de la semana, nada. A pesar de todo era y es muy cariñoso y un buen padre. Al principio incluso pensé que podría tener una amante, pero luego me convencí que no. Tanto mi marido como yo trabajamos, por lo que podemos vivir con desahogo, incluso nos podemos permitir ciertos lujos, como una buena casa y dos coches de segmento medio-alto.

Ese año por las vacaciones nos íbamos a ir mi marido y yo solos, ya que necesitamos descansar. Por su parte mi hijo iría con mis padres que viven en Cádiz, y así podría estar con sus primos, y claro con sus abuelos. Como la idea era desconectar de todo, decidimos ir a una de las islas griegas, un tanto exclusiva, pero ideal para no tener contacto con el mundo.

A falta de una semana para la partida resultó que a mi marido le surgió un grave problema en su trabajo, por lo que tendría que posponer sus vacaciones. Por el contrario, yo ya no podía cambiar las mías, así que me vi con un viaje al que no podría ir, pero entonces mi marido dijo que me llevara a Carlos a la isla. Al principio estaba un poco decepcionada, pero realmente necesitaba unas vacaciones, así que acepté. Hicimos los cambios en la agencia de viajes y lo preparamos todo para la salida.

Llegamos a Grecia y tuvimos que coger un barco para ir a la pequeña isla que sería nuestro lugar de descanso. Al principio noté que mi hijo estaba un poco triste por no poder ir con sus primos, con los que se lleva realmente bien, pero creo que para que no lo notara o bien por el hecho de salir de España de vacaciones fue cambiando su ánimo.

El hotel en el que nos íbamos a quedar es una maravilla. Estaba cerca de una pequeña cala y nuestra habitación daba al mar, las vistas eran extraordinarias. Ese mismo día de llegada nos aseamos y fuimos a dar una vuelta por el hotel. Teníamos un acceso a la cala desde el hotel, que también contaba con una gran piscina. Cuando bajamos estaba casi llena, la mayoría era gente joven, sobre todo parejas, pero también familias.

Me pude fijar que mi hijo se quedaba mirando a las señoras que iban en top-less en la piscina, que eran casi todas, pero como no lo hacía de una manera descarada opté por no decirle nada.

– Carlos, ¿Que prefieres, playa o piscina?.

– Lo que tú prefieras, mamá.

– Vale, entonces nos iremos a la playa, a ver que tal está.

Fuimos a la habitación y mientras yo me ponía el bikini en el baño, mi hijo se puso su bañador en la habitación. Sin ser una familia puritana no era frecuente que mi hijo me viese en ropa interior, y creo que nunca me había visto desnuda. Cogimos las toallas y nos dirigimos a la pequeña cala. Al llegar mi sorpresa fue doble, por una parte la cala era un pequeño paraíso, y por otro me fijé que casi todo el mundo iba desnudo o todo lo más, las mujeres en top-less, pero con unos tangas que apenas les tapaban nada. La verdad es que asusté un poco, no por mí, sino por mi hijo, quizá aquello era demasiado para él, ya que no estaba acostumbrado. En mi Cádiz natal el top-less es muy esporádico, y el nudismo integral…nada de nada.

– ¿Cariño, cómo estás?.

– Bien, mamá, pero desde luego esto no es como la Playa de la Victoria.

– Si estás incómodo nos vamos.

– No te preocupes, mamá. He venido a acompañarte, pero si quieres me voy.

– No mi amor, lo decía por ti.

Buscamos un sitio en el que extender las toallas y nos pusimos a tomar el sol. Creo que Carlos se aburría, pero no dijo nada, la verdad es que es un hijo maravilloso. Vimos unas motos acuáticas y le pregunté si quería ir con una a dar una vuelta. Sus ojos se abrieron como platos y dijo que si. El encargado nos dio una mala noticia, ya que dijo que él al ser menor de edad no podía llevar la moto, pero que las había de dos plazas y yo podría conducirla. Si bien nunca había llevado una moto de agua, para no desilusionar a mi hijo le dije al tipo que d acuerdo, que yo la llevaría.

Nos subimos a la moto, después que me explicaron como funcionaba y salimos a dar una vuelta. Mi hijo se agarró a mi y esa sensación fue extraña, pero no le di importancia. Después del tiempo que teníamos asignado volvimos. La cara de mi hijo era radiante. Me dio un beso en la mejilla y me dio las gracias.

Volvimos a tomar el sol. La verdad es que era un poco el centro de atención, ya que todo el mundo iba ligero de ropa y yo era la única mujer que llevaba las tetas tapadas. La verdad es que no me importaba ponerme en top-less, pero me daba un poco de apuro por mi hijo. Después de 15 o 20 miradas en las que me decían “vaya con la puritana”, me armé de valor para quitarme la parte de arriba del bikini.

– Carlos, te has fijado que todas las mujeres van por lo menos en top-less, y que aquí soy un “bicho raro” usando bikini.

– Ya…

– ¿Te parecería mal que me quitase la parte de arriba del bikini?.

– No…bueno…haz lo que quieras…

– ¿Por que dices eso?.

– Es que nunca has hecho top-less…

– Bueno alguna vez si que lo he hecho, pero nunca en Cádiz, sino en sitios donde no conocía a nadie, ya sabes que soy un poco vergonzosa con estas cosas.

– ¿Y no te da vergüenza que yo te vea los pechos?.

– Bueno, Carlos, tu eres mi hijo…

– Si, pero nunca te he visto los pechos…

– Hasta ahora…

En ese momento me desabroché el bikini y mis dos pechos escaparon de su prisión.

– Joder, mamá, vaya tetas… perdona, por favor, mami, no quería decir eso…

– Bueno…

Al principio no reaccioné, pero luego me di cuenta de lo que había dicho.

– Carlos, por que has dicho que no querías decir eso?.

– Es que… eres mi madre…

– ¿Y?

– Pues que no puedo decir que mi madre tiene los pechos bonitos…

– Vaya, hace dos minutos eran tetas y ahora son pechos…y por qué no puedes decir que tengo unos pechos bonitos?.

– Pues… ¡¡porque eres mi madre!!.

– Que pasa con eso. ¿Acaso no has dicho alguna vez que un vestido es muy bonito, o que el peinado me sentaba bien?.

– Si, pero no es lo mismo…

– ¿Por que no es lo mismo?.

– Pues porque si digo que tienes los pechos bonitos igual te enfadas conmigo…

– Como me voy a enfadar por eso… al contrario, es un piropo, que tu propio hijo te diga que tienes el pecho… bueno las tetas bonitas, y como lo has dicho es todo un halago.

– Pues vale, entonces tienes unas tetas preciosas, creo que en la playa no hay nadie que las tenga más bonitas…

– Vale ya, me vas a poner colorada…creo que te hemos dado una educación demasiado conservadora…

– Bueno, en el cole tenemos clase de ecuación sexual…

– ¿En un colegio de curas, que te enseñan?.

– Pues como se reproducen los hombres, como son los órganos sexuales…

– ¿Te han explicado cosas como la masturbación, o has visto alguna mujer desnuda, o como evitar un embarazo no deseado…?.

Mi hijo se puso un poco rojo

– No eso no…

– Ves a lo que me refiero, creo que en tu colegio van un poco atrasados en algunos aspectos.

Pasamos varios días en los que mi hijo se acostumbró a verme en top-less, incluso me puse un tanga que dejaba ver casi todo mi culo. Esa noche cenamos en el hotel. Pedimos una botella de vino de la tierra, que estaba muy bueno, pero era un poco fuerte. Mi hijo acostumbraba a beber un poco de vino en las cenas fuera de casa. Pensaba constantemente en mi hijo y su “educación sexual”. Reconozco que el tema me excitaba.

– Oye, Carlos, sobre lo que hablamos el otro día en la playa…

– De verdad que lo siento, no debí decir lo que dije…

– No me refiero a eso, y además te dije que fue todo un halago… me refiero a tu educación sexual. Creo que es muy importante que sepas algunas cosas…

– Vale, cuando vuelva a clase las preguntaré.

– No creo que en un colegio de curas te vayan a decir jamás como usar un preservativo, o la píldora en caso de las chicas…

– Mamá…

– Escucha, por favor. Dime que sabes sobre el sexo. No te cortes, que soy tu madre.

– Pues precisamente por eso, me corto.

– Entonces imagínate que soy una amiga de mucha confianza…

– Eso es difícil…

– Inténtalo…

– Venga… la verdad es que no se mucho, como te dije, cómo se hace el amor, y poco más.

– ¿Y sobre la masturbación te han dicho algo?.

– Sí, que es pecado…

– Típico de los curas… pero ya por lo menos no te dicen que te vas a quedar ciego o se te va a secar la médula.

– No, eso no. (se rió).

– ¿Y has visto alguna vez a una mujer desnuda o sabes como ponerte un condón?.

– Bueno claro que he visto mujeres desnudas, por ejemplo hoy en la playa…

– Me refiero si has visto una vagina de cerca, o unos labios mayores y menores…

– Solo en revistas…

– Te propongo un trato…

– ¿Cual?.

– Lo primero es que me tienes que prometer que no le contarás esto a nadie…

– Te lo prometo…

– El trato es que si quieres te doy unas clases de educación sexual del siglo XXI…

– ¿Cómo?.

– Pues lo que te he dicho, como usar un condón, como es una mujer, que le gusta…¿quieres o no?.

– Claro.

– Pues lo primero es que mañana en la playa tomaremos el sol sin ropa…

– Vale…

– Ahora la primera lección… la mujer.

Para asombro de mi hijo me quité el vestido que llevaba y me quedé sólo con las bragas, ya que no me había puesto sujetador. Inmediatamente me quité las bragas y le mostré mi sexo a mi hijo por primera vez. Le dije que eran los pezones, las areolas, y luego me senté en el borde de la cama. Le indiqué que se sentara en el suelo enfrente de mí. Me abrí de piernas y le mostré lo que eran los labios mayores y menores, el monte de venus, el clítoris,… el me hizo algunas preguntas, como la función del clítoris. Le dije que realmente no sabía para que era, pero que te daba mucho gusto. Luego me puse a cuatro patas y le enseñe el ojete. Le dije que hay gente a la que le gusta el sexo anal.

– ¿A ti te gusta el sexo anal, mamá?.

La pregunta me cogió un poco por sorpresa, pero no era un momento para cortes.

– La verdad es que sí, me encanta, pero no lo practico hace mucho. La lección número dos es sobre la masturbación. No se si será o no pecado, pero te aseguro que no es mala. Por un lado aprendes a conocer tu cuerpo, y por otro te da gusto ¿Te habrás masturbado alguna vez?.

– Si, pero como pensaba que era pecado, después me sentía un poco mal.

– Pues a partir de ahora, puedes masturbarte sin remordimiento.

– ¿Tú también te masturbas, mami?.

– Si, la verdad, que más de lo que quisiera.

– ¿Por qué dices eso?

– La verdad es que esto es muy personal, pero papá apenas me hace el amor una vez a la semana o cada 10 días…

– Pues no lo entiendo…

– ¿El qué cariño?.

– Que si yo tuviera una mujer como tú, no se escapaba ni un día.

– Gracias hijo, eres un solete.

– La verdad es que cada vez estaba más excitada.

– La siguiente lección es como te pones un condón. Anda, quítate la ropa.

– Mamá, es que…

– ¿Que?

– Que estoy un poco excitado…

– Pues eso es perfecto, porque un condón siempre se pone con la polla dura.

Cogí un condón de los que tenía preparado pensando que iba a venir con mi marido, ya que no me gusta tomar la píldora, y me fui hacia mi hijo.

– Ves, lo abres, nunca con algo que lo pueda picar, lo tomas del reservorio y vas desenrollando.

Yo creí que mi hijo iba a explotar.

– Mami, cuando un hombre está excitado se empalma, pero como noto que una mujer está excitada?.

– La verdad es que no es tan llamativo como la erección del hombre, pero claro que hay datos, como la mirada de deseo, los pezones se ponen duros, nuestra vagina suelta un líquido para lubricar…

– Tu tienes ahora los pezones duros ¿Estás excitada?.

– Claro que si.

– ¿Y también tienes ese líquido?.

– Sí

– ¿Puedo ver como es?.

– Eso mejor se palpa.

– ¿Puedo palparlo?.

– Ya apenas podía controlar mis actos.

– Puedes hacer lo que quieras, amor…

Dirigió uno de sus dedos hacia mi chocho. Cuando lo metió lancé un pequeño gemido.

– ¿Estás bien, mamá?.

– Estoy en la gloria.

– Es cierto… tienes el coño súper húmedo.

– Siiiii sigue así, despacio. Me matas de gusto…

– Creo que yo también voy a explotar.

Noté unos espasmos en la mano de mi hijo cuando se corrió. Vi como el condón se había llenado de semen. Se lo quité.

– Nunca me había corrido así, mamá.

– Es que estás muy excitado, como yo. Ven aquí.

Le di un pico. El me dio otro, hasta que poco a poco nuestras lenguas se fueron entrelazando.

– Carlos ¿sabes lo que es un 69?.

– Si…

– Pues prepárate, que vamos a hacer uno.

Le empecé a chupar la polla al tiempo que el, tímidamente me lamía el coño. Le dije que lo hiciera sin miedo. Empezó a mover su lengua e incluso me daba algún mordisquito en el clítoris. Estaba a punto de irme y aumenté la velocidad de la mamada.

– Mamá, me voy a correr…

– Yo también, mi amor…

Saqué la polla de mi hijo de mi boca justo en el momento en que se corría. Hice algo que no había hecho nunca, echarme la leche de mi hijo sobre mis pechos. Luego los lamí. Me gustó el sabor del semen de mi hijo.

– Mamá esto ha sido increíble. Estoy como un toro…

– Y yo mi amor, nunca en mi vida me había corrido así. Estoy como una perra en celo…

– Quiero comerte las tetas…

– Son para ti, las dos…

Me volví a correr con el tacto de la lengua de mi hijo sobre mis tetas, al tiempo que su mano acariciaba mi chumino, caliente como un horno. Cuando terminó le coloqué otro condón.

– Vamos a tirar la última barrera…

– ¿Cuál?

– Me vas a follar. Vas a meter la polla en el coño por el que viniste al mundo, me vas a hacer mujer…

– Te quiero, mamá…

– Y yo a ti, mi amor…

Me abrí bien de patas, mientras mi hijo dirigía su polla a la entrada de mi agujero. A indicaciones mías empezó con un lento mete-saca.

– Así, así, así, mi amor, fóllame, joder, que bueno!.

Mis gritos y gemidos eran cada vez más fuertes, hasta que llegué al orgasmo. Sin embargo mi hijo todavía seguía con la polla bien dura…

– Mami, dijiste que te gusta el sexo anal…

– Si cariño,… pero te he dicho que no lo hago hace mucho. Como papá folla poco, lo hace por delante, además creo que nunca le ha gustado demasiado follarme el culo, así que no sé…

– Seré muy delicado…

– Vale, pero haz lo que te diga…

Lubriqué bien la entrada de mi ano, luego le dije a mi hijo que metiera un poco su polla en mi culo y la dejase quieta, para acostumbrarme. Luego un poco más y al final el último empujón para seguir con un frenético movimiento.

– Que gusto, Carlos, que bien me partes el culo…

– Es que tienes un culo maravilloso, mamá. Te quiero, y quiero hacerte el amor todos los días, que no necesites masturbarte nunca más…

– Si mi amor, soy tuya, soy tu madre, tu puta, tu perra, tu esclava, tu amante… puedes hacer conmigo lo que quieras, pero sigue moviéndote… me corrooooo!.

A partir de ese momento fuimos todos los días a la playa desnudos, follábamos como locos cuando estábamos en la habitación, y una vez de vuelta a España seguíamos follando todas las tardes, antes de que volviese mi marido de trabajar. Esto ocurrió el verano pasado.

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