Presentando a MaryCarmen
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Hola, mi nombre es Mary Carmen (o al menos ese podría ser), tengo 36 años, una vida bien vivida, y quiero compartir con ustedes algunas de mis historias aquí en esta página.
Comenzaré por describirme físicamente. No soy un “bombón”, como muchas mujeres que escriben aquí se describen. Mi mayor atributo físico es mi estatura: mido 1.75 m. Soy morena, con un tono de piel típico mexicano. Vivo en México, pero no diré en qué ciudad porque no quiero que alguien me descubra. Tengo el cabello largo, negro y liso, que cae por debajo de mis hombros.
Soy delgada, sin barriga, pero tampoco tan delgada como para que la piel esté pegada al hueso. Aunque no tengo muchas curvas, las que tengo están bien definidas. No soy una chica de gimnasio, aunque en mi adolescencia jugué voleibol de manera muy activa. Me gusta comer sano y evito el azúcar en la medida de lo posible. Al final, creo que mi estatura, mis rasgos faciales, y mis ojos verdes son lo que suele atraer a los hombres, aunque no le dedico mucho tiempo a pensar en ello.
Lo que sí puedo asegurar es que mi vestimenta nunca es descuidada, y siempre puedo cambiar de un atuendo profesional a uno sexy en menos de un minuto, sin caer en lo vulgar. Es algo que aprendí con los años. En cuanto al maquillaje, es casi inexistente. Mis pechos y mi trasero son normales, nada de qué presumir, pero tampoco nada de qué avergonzarse.
Soy la mayor y única mujer de una familia de tres hermanos. Mi familia es tradicionalista, criada bajo los estrictos mandamientos del catolicismo, por lo que mi madre no termina de aceptar el rumbo que ha tomado mi vida. Mi padre, por otro lado, aunque no lo aprueba del todo, ha salido beneficiado de alguna manera por mis decisiones y ha llegado a comprenderlas (no, no he tenido sexo con él, si es lo que algunos piensan). Mis hermanos no tienen nada que reprocharme, aunque es posible que algún día uno de ellos lo haga, dependiendo de cómo tomen las cosas.
Fui una niña inocente y puritana mi adolescencia, edad en la que perdí la virginidad, probablemente el día en que todo comenzó. ¿Qué si me gustó? Por supuesto que me gustó. Más allá del dolor inicial, el resto fue un deleite, y lo repetí varias veces antes de llegar a la mayoría de edad. Antes de que mi vida “se descarrilara”, como dice mi madre, hice tantas cosas en mi juventud que no vale la pena arrepentirse. Disfruté muchas de ellas, otras no tanto, pero la vida es para vivir.
A día de hoy, sigo experimentando cosas nuevas, aunque no con la misma velocidad de hace diez años. Ahora me doy el tiempo para sentarme, recordar y meditar sobre mi vida. Y, ¿por qué no?, escribir sobre ello y compartirlo con ustedes. No es que me sienta vieja, simplemente la madurez me ha alcanzado, y eso es algo bueno.
Ingresé a la universidad y estudié administración de empresas. Fui una buena estudiante, brillante para algunos. Mis promedios siempre fueron altos, y si alguien piensa que utilicé el sexo para lograrlo, lamento decepcionarlo. Sin embargo, esto no significa que no haya utilizado el sexo y mi cuerpo para beneficio propio más adelante. La vida universitaria fue plena felicidad, especialmente en cuanto a sexo se refiere; probablemente fue la etapa más activa y salvaje de mi vida. Pero esa etapa tenía que terminar tarde o temprano. Al intentar conseguir un trabajo que me diera lo que buscaba, me di cuenta de que la vida no es tan sencilla como uno se la plantea en la adolescencia. Hay que trabajar mucho para conseguir poco, y no me parecía justo para mí.
Tuve un par de empleos y en ambos fui una buena trabajadora. Probablemente podría haber utilizado el sexo para conseguir un ascenso, la oportunidad se presentó en uno de ellos, pero seguiría siendo una empleada. Así que, en lugar de usarlo para un ascenso, decidí utilizarlo para algo que realmente valiera la pena. Y sí, me convertí en una “sugar baby” por un tiempo, el tiempo suficiente para fundar mi propia empresa. Es una empresa pequeña, desde luego, no piensen que me daban tanto dinero como para tener una empresa grande. Junté el dinero suficiente para fundar una empresa de servicios domésticos, empezando con un par de personas que se dedicaban a todo: plomería, pintura, electricidad, albañilería. Ahí es donde entra mi padre, un ingeniero electrónico con 20 años de experiencia en proyectos industriales, quien me ayudaba a supervisar el trabajo de la gente mientras yo administraba trabajos, compras, gastos y buscaba clientes más grandes.
La empresa fue creciendo y poco a poco dejó de ser una empresa de servicios domésticos para convertirse en una empresa de servicios industriales, más acorde con la experiencia de mi padre, y algo en lo que yo he tenido que aprender. Ahora tengo una plantilla de 50 personas y nos va muy bien. No se puede decir que la empresa sea una mina de oro, pero deja lo suficiente para vivir cómodamente. Aunque planeo que nos pueda ir mejor, sólo el tiempo lo dirá.
Por supuesto que al empezar a ganar mi propio dinero y manejar mi tiempo con una empresa propia, me dio más libertad para muchas cosas: viajar, fiestas, amigos, amigas, sexo, vino, y también algunos vicios por un tiempo. Aunque ya lo superé, fue justo ahí donde la relación con mi madre se fracturó. Tiempo después, me casé, más por tratar de reconectar con mi mamá que por amor. Aunque Carlos, mi esposo, es una buena persona, un buen chico de 38 años, que con el tiempo he aprendido a querer. Tenemos una niña pequeña de 4 años, cuyo nombre no les contaré por ahora. Carlos no trabaja en la empresa, lo que nos da mucho tiempo alejados uno del otro.
Sé lo que están pensando: “Seguramente Mary Carmen no es una mujer fiel”, y tienen razón. En el más estricto sentido de la palabra, no lo soy. Nunca lo he sido. Sin embargo, en mi defensa, jamás he engañado a Carlos. Él siempre supo mis gustos y aficiones. Es más, podríamos decir que fue así como me conoció. Tenemos una especie de acuerdo en el que, aunque estamos casados, vivimos juntos y nos respetamos, somos sexualmente libres, aunque estoy segura de que yo soy un poco más libre que él.
Mi vida sexual durante mi adolescencia fue tal vez muy normal, en mi juventud fue un total desenfreno hasta poco antes de casarme. Después de casarme, ha sido menos acelerada, pero con más pasión. Eso de la madurez sexual sí existe. Las relaciones sexuales con mi esposo son algo obligatorio, digámoslo así, nunca menos de tres veces por semana y los domingos por la mañana sí o sí. Se ha vuelto parte de nuestro acuerdo no escrito.
Si por alguna razón alguien no está en casa por motivos de trabajo, las videollamadas son parte esencial de nuestra comunicación. Lo que sí les puedo decir es que he probado prácticamente de todo lo referente al sexo. Mi virginidad anal la perdí a los 23, aunque realmente no soy muy fanática de ello. Mi primera orgía fue a los 20, pero contarles todos esos detalles podría dejarlos para relatos posteriores.
La cantidad de parejas sexuales que he tenido en mi vida, hombres o mujeres, es suficiente como para que la mayoría de los que están leyendo esto me consideren una mujer promiscua, así que no les daré muchos datos. Como se habrán dado cuenta, soy bisexual, aunque tengo una notable predilección por los hombres.
Tengo muchas historias que contar, y me gustaría ir escribiéndolas poco a poco. Soy nueva en esto y no soy una gran escritora, pero aun así, me gustaría compartir estas historias con ustedes. Si les gustaría que empiece por algo en específico, sólo escríbanme y trataré de hacerlo. Tengo algunos borradores de mis anécdotas, pero nada está escrito en orden, así que puedo darle preferencia a terminar algo específico.
Besos a todos,
Mary Carmen
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