Otra vez follamos con el sastre y su esposa de viaje

Aprovechando que el sastre me había cogido sin condón y que su esposa estaba fuera de la ciudad, decidí volver a su casa. Esta vez quería que me cogiera toda la noche. Quería dominarlo con mis nalgas.

Ayer viernes, me bañé con calma, hice mi ritual de limpieza, me puse una tanga, un pantalón súper apretado y una camisa normal. Le marqué por teléfono para avisarle que iría. Me dijo que sí, que llegara a las 6, cuando cerraba.

En el camino pasé por la farmacia del ahorro y compré una pastilla azul. Quería que el sastre se la tomara para que tuviera una verga bien poderosa y me cogiera varias veces.

Llegué al taller, ya estaba cerrado. Bajé de mi coche, timbré y me abrió. Me saludó, y sin perder tiempo, le agarré la verga. Se le puso dura rapidísimo y él empezó a sobarme las nalgas. Yo estaba exitadísima con el morbo de coger sin condón, pero sabiendo que con él me sentía segura. No siempre se puede disfrutar esa lechita adentro sin preocuparse.

Le ofrecí la pastilla y le dije: “Hoy quiero que me cojas muchas veces”. Me respondió riéndose: “Ya me tomé una… pero esa la dejamos para mañana, jajaja”.

Seguí con lo mío: me arrodillé y le empecé a mamar su verga morena, bien rica, súper dura. Lo senté en el sillón de su sala, me quité el pantalón y me quedé solo con la tanga y la camisa. Le pasaba la lengua por los huevos, le escupía en la cabeza roja y lo masturbaba. Tenía una cara de placer que no podía ocultar.

Me metí su verga en la boca mientras lo veía a los ojos. Me dijo: “Eres la que mejor me la ha mamado”, y seguí trabajándole con más ganas. Tenía el control total. Él olía bien, se acababa de bañar. Mi boca babeaba tanto que su verga chorreaba mezcla de saliva y precum. Me encantaba verla así, toda mojada, deliciosa.

Ese líquido lo recogía con la mano y me lo untaba en el culo como lubricante. Me quité la camisa, él me pellizcaba los pezones. Me tragaba su verga, el sabor me enloquecía. Me sentía la más puta, una perra dominante.

Le dejé caer todo ese líquido en la verga, me paré y le dije: “No te muevas”. Me di la vuelta, me hice a un lado la tanga, acerqué mi culo a su cara, le tomé la cabeza con mi mano y le pedí: “Chúpame el culo”. Él, obediente, empezó a chuparme bien rico mientras yo lo masturbaba por detrás. Estaba entregado, sumiso, caliente como yo.

Luego lo quité, le dije que no se moviera y me fui sentando en su verga, poco a poco. Sentía cómo entraba toda esa verga en mis nalgotas. Cuando ya tenía la mitad adentro, me senté de golpe y grité: “¡Pendejooo, qué rica la tienes, papi!”. Me di sentones con fuerza, matándome sola. Las nalgas rebotaban delicioso en su verga.

Le pedí que me nalgueara: “¡Dale, cabrón!”. Me dijo que le encantaba mi culo. Me levanté y le ordené que me cogiera de perrito. Me empiné en su sofá y me la metió sin dificultad. Estaba tan lubricada que entraba toda, sin dolor, solo placer. Sentía cómo topaba con alguna pared dentro de mi culo. Gemía como puta en celo.

Mientras cogíamos, le pregunté: “¿Te gusta mi culote, papi?”, y él me respondía jadeando: “Sí, lo tienes bien grandote, putota. Sigue cogiéndome así, no te vengas todavía”.

Me tomaba de las caderas, yo le dije: “Cojo mejor que tu esposa, ¿verdad?”, y me contestó: “Tú sí eres una puta”. En ese momento me vine gritando: “¡Aaaaah, aaaah! ¡Me vengo, cabrón!”. Él no paraba de cogerme fuerte, yo temblaba.

Se sacó la verga, se sentó en el sofá, y yo me subí encima para cabalgarlo. Me chupaba las tetas, me apretaba las nalgas. Me dijo que se iba a venir, así que cabalgué más fuerte. Empezó a correrse, me abrazó gimiendo. Yo no paraba de moverme, él gritaba: “¡Yaaaa, espérate yaaa!”, y yo seguía cabalgándolo, haciendo que me llenara.

Nos quedamos quietos un par de minutos, con su verga adentro. Luego me levanté, y al sacarla, toda su leche se derramó. “Mmm, qué rico”, le dije. “Mañana vengo por más, papi”.

Me vestí y me fui. Lo dominé rico… y lo mejor es que le encantó.

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