Mis dos negritos y yo, mi culo lo agradece

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Aquella Semana Santa decidimos todas las amigas irnos a la playa. Alquilamos un pequeño apartamento en Salou y nos fuimos dispuestas a dar guerra. Ibamos cuatro amigas: Natalia, Gema, Alicia y yo, todas con ganas de marcha e ilusionadas por disfrutar de nuestra independencia, pues eran las primeras vacaciones que nuestros respectivos padres nos dejaban irnos solas… ¡No sabían lo que hacían!. El apartamento era pequeño. Había un salón-comedor en donde también estaba la cocina, separada por una barra americana, y dos dormitorios. Convenimos que dormiríamos de dos en dos y en caso de coger algún ligue, la que primero llegase se quedaba con la cama. Natalia y yo, que dormiríamos juntas, nos miramos preguntándonos quien dormiría en el sofá. Lo que más me gustaba del apartamento era una bonita terraza que daba a la piscina y a la playa.

Nada más llegar, salimos todas y empezamos a reírnos de los chicos que estaban en la piscina. Enseguida nos fijamos en dos chicos negritos. Tendrían 24 ó 25 años y estaban muy buenos. La sorpresa vino cuando, al salir, nos los cruzamos en el pasillo y vimos que eran vecinos nuestros. La verdad es que siempre me han atraído los hombres negros. Tenia curiosidad por saber la verdad sobre el tópico del tamaño de sus pollas, y no es que me importe mucho el tamaño, pues he tenido amantes de todo tipo. Me acuerdo de un novio que había tenido, que poseía una pollita chiquitina, de unos 10 cm, pero que era muy manejable y me gustaba mucho chuparla. Pero reconozco que, de vez en cuando, se agradece una buena polla.

La primera noche decidimos quedarnos en un pub que estaba debajo de nuestros apartamentos, simplemente para tomar unas copas y reírnos un rato, pues estábamos cansadas del viaje y al día siguiente queríamos bajar temprano a la playa para aprovechar los primeros rayos de sol. El bar no era muy grande, pero acogedor, con música moderna y unos amplios y cómodos sillones. Había bastantes chicos y chicas y para nuestro agrado, también estaban los dos chicos morenitos.

Estuvimos un buen rato, bebiendo y riendo hasta que Natalia y Gema dijeron que estaban cansadas y que se iban a dormir.

– Nosotras nos subimos a dormir – dijeron – pero vosotras quedaros, que parece que los negritos miran mucho hacia aquí – añadió Gema.

– ¡Eso, eso, y si no podéis con ellos nos los mandáis a la cama! – respondió Natalia.

– Vale, buenas noches, aburridas, ir a dormir que nos los espantáis – añadí bromeando.

La verdad que durante la noche había pillado a los chicos varias veces mirando y hablando entre sí y yo, claro está, les devolvía las miradas y les dedicaba alguna sonrisa. Alicia y yo, pedimos al camarero dos martinis más y seguimos hablando aunque poco a poco, nuestra conversación se fue centrando en nuestros vecinos. Alicia opinaba como yo, que estaban buenísimos, aunque no se atrevía a mucho más. A los cinco minutos, una voz nos interrumpió:

– Perdonar, ¿podemos sentarnos con vosotras?. Parece que vuestras amigas os han dejado un poco solas.

Teníamos uno de los negritos a cada lado, cada uno con una cerveza en la mano y esperando a que aceptásemos para sentarse con nosotras.

– Sí, sí, sentaros – dije sin poder disimular mi alegría.

Después de las presentaciones y de los besitos de rigor, comenzamos a charlar, cada una por separado, con uno de ellos. A mi me había “tocado” el más alto, Rudi, un negrazo de 1,85 por lo menos, pero muy guapo y simpático, y a Alicia se le caía la baba con Toño, un mulatito más bajito pero muy cachas. Eran dominicanos, aunque ya llevaban varios años en España trabajando. Estuvimos hablando mucho rato, pues eran muy agradables los dos y sabían “dar coba” a una mujer. Poco a poco, comenzamos a girar nuestra conversación hacia temas más íntimos, formas de hacer el amor, gustos de los diferentes países, etc. El ambiente se fue calentando y cuando me quise dar cuenta, ya tenía la mano de Rudi recorriendo mis piernas. Entonces vi que Alicia y el mulato se estaban besando y decidí no quedarme atrás.

A la vez que echaba la mano al paquete de mi negro, me abalancé sobre sus grandes labios. Al principio se mostró un poco sorprendido de que llevase la iniciativa, pero pronto salió del asombro y se concentró en besarme y jugar con mi lengua, mientras me sobaba por encima de la blusa y de los vaqueros. Yo, a la vez, me divertía y excitaba sintiendo como crecía un gran bulto dentro de sus pantalones. De pronto, Rudi paró y propuso ir a su apartamento. Todos de acuerdo, nos levantamos y nos fuimos hacía allí, aprovechando nosotras el camino para bromear sobre el empalme que llevaban los chicos mientras nos metían mano. Al llegar a los apartamentos Alicia, como avergonzada, dijo:

– Lo siento mucho, creo que me voy a ir a dormir, he bebido mucho y me encuentro mareada, lo dejamos para mañana.

Nos quedamos todos alucinados, sobre todo Toño que, supongo, estaría haciéndose ilusiones. Me acerqué a Alicia, susurrándole al oído:

– No seas así Alicia, has calentado mucho al negrazo y ahora vas a hacer que se tenga que pajear.

– Pues lo siento, pero de verdad que estoy mareada… ¡que se la pele!.

– Pues yo me voy con mi morenito, ya te contaré – le dije mientras Alicia se despedía.

Rudi se alegró de que yo no me fuera con mi amiga y mientras entrábamos en su apartamento bromeábamos con Toño, que estaba un poco enfadado. Mientras nos acomodábamos en el sofá del saloncito y nos servíamos unas copas, Toño nos puso algo de música y se encerró en su cuarto. Nada más cerrarse la puerta de su habitación, Rudi y yo comenzamos a besarnos frenéticamente mientras que las manos de mi mulato deslizaban los tirantes de mi vestido y me desabrochaba el sujetador dejando libres mi grandes pechos.

Comenzó a chuparme los pezones, que iban aumentando de tamaño mientras yo intentaba desabrocharle los vaqueros. Cuando lo conseguí, metí una mano debajo de su slip para coger aquella cosa que tanto deseaba. Se la agarré fuertemente y empecé a pajearla. Todo esto puso aún más cachondo a mi negro, que no tardó en quitarme el vestido, bajarme las braguitas y lanzarse con su lengua sobre mi húmedo conejito. Así estuvo un rato, hundiendo su lengua en mi vagina y chupándome el clítoris mientras yo me corría una y otra vez. De pronto se paró y sonriendo, se quitó la camiseta y se acabó de bajar los pantalones y el slip. Yo alucinaba. Estaba muy cachas, todo músculo, pero mi vista se clavó en su preciosa polla. Era grande, de unos 20 cm, gruesa y morenita.

No pude aguantar y mientras yo recorría esa hermosura con mi boca, Rudi magreaba mis tetas, hasta que me avisó que parase, que se iba a correr. Pero yo no estaba dispuesta a parar ahora, así que aceleré el ritmo, sobando con una mano las bonitas, gordas y peludas pelotas de mi negro, mientras con la otra metía y sacaba la verga de mi boca, cada vez más rápido. Entonces él comenzó a bombear unos fuertes chorros de semen que yo me afanaba en tragar, pero como no podía, se me deslizaban por mis labios para caer entre mis tetas. Exprimí hasta la última gota, mientras seguía chupando hasta que conseguí volverla a poner tan dura como al principio. Tumbé en la alfombra a mi negrazo, con la verga en alto y con mis piernas abiertas fui bajando hasta introducirme toda la polla en la vagina. Lentamente me puse a cabalgar encima de Rudi, hasta que el comenzó a ayudarme con fuertes golpes de pelvis, penetrándome cada vez más hondo. Empecé a moverme frenéticamente, de arriba a abajo, agitando con violencia mis tetas.

De repente mis ojos se fijaron en la habitación de Toño. La puerta estaba entreabierta y pude ver como él estaba observándolo todo. El mulato estaba sentado en su cama totalmente desnudo, con los ojos puestos en mi y las manos meneando sin parar una sensacional polla, aún más grande que la de Rudi. Decidí no darle importancia y ofrecerle un buen espectáculo para que terminase su paja. Seguí moviéndome como una posesa y agitando las tetas mientras mi negrito me follaba. Después me cogí las tetas y comencé a sobármelas observando que mi juego había hecho efecto pues el negro se la meneaba con más fuerza y rapidez. Yo seguí apretándome las tetas hasta alcanzar con la lengua mis propios pezones, sin dejar de mirar la enorme polla del mulato. Entonces vi que se levantaba y se dirigía hacia nosotros sin dejar de meneársela.

Yo, la verdad es que estaba muy cachonda, porque además del polvazo que me estaba propinando mi negrito, la visión de aquel mulato desnudo y masturbándose por mí, me había excitado aún más si cabe, así que no dudé en echarle mano a tan inmensa polla y tragármela toda, todo lo que pude, pues era de verdad enorme. Supongo que ellos ya lo habrían hecho alguna vez, por que Rudi no se sorprendió al verme con la polla de su amigo en la boca. Seguimos un ratito así, saboreando aquel gran nabo mientras me follaba Rudi, hasta que Toño dijo que quería follarme. Entonces me cogió casi en volandas y me sentó encima de él, apoyados en el sofá y después de ponerle un condón, introduje toda su polla dentro de mi. Seguí botando encima mientras él me comía las tetas. Detrás, Rudi me decía que me tumbase todo que pudiese y sacara el culo. Yo, intuyendo sus intenciones, le hice caso. Nos tumbamos en el sofá y sin sacar de mi vagina la polla del negro, empinaba todo lo que podía mi culo.

Entonces noté como Rudi se pegaba a nosotros, me apoyaba la punta de su verga en mi esfínter y de un empujón me la clavaba toda. Comenzamos a movernos los tres rítmicamente, parecía que estábamos bailando, eso sí muy pegados. Era una maravilla, una sensación difícil de contar. Ser follada por un guapo mulato con polla kilométrica mientras me penetraba el culo un negro inmenso. Yo estaba como loca, hasta que por fin, se corrieron. Primero Toño y al minuto Rudi.

Cayeron exhaustos en el sofá. Yo también estaba cansada pues había tenido infinidad de orgasmos aquella noche, pero seguía muy cachonda y lujuriosa, así que no sé aún porque quise premiarles y ofrecerles un bonito fin de fiesta. Comerme la polla de mis dos negritos a la vez. Les quité los condones, los senté a los dos juntos en la cabecera respaldo del sofá y me puse yo en medio, de rodillas entre los cojines, de forma que quedaba a la altura de sus pollas las cuales, mientras les contaba mis intenciones, iban creciendo de nuevo.

Cogí las dos pollas, una con cada mano, y comencé a chuparlas mientras subía y bajaba la piel de estas pajeándolas rítmicamente a la vez que mi boca se turnaba entre una y otra, mezclando mi saliva con los restos de semen de las últimas corridas de mis amigos. Así estuve un buen rato. Chupando y chupando, llegué a meterme las dos pollas a la vez y cuando vi que estaban cerca de la explosión final, aceleré los movimientos de sube-baja, pajeando cada vez más fuerte hasta que aparté la cara un poco, abrí la boca y los chorros de esperma se dispararon hacia mi cara, llenándome la boca, los labios, las mejillas, chorreando por mi cuello y mis tetas. Tragué todo lo que pude de aquel rico fluido y froté las dos chorreantes pollas por todas mis pegajosas tetas y pezones, cubriéndome con la suave loción de semen.

Nos derrumbamos sobre la alfombra y así acabó la noche, durmiendo desnudos y yo toda cubierta de leche, en medio de mis dos negritos.

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