Amor Filial | 14.708 lecturas |

Mis dos hombres me dan duro si quiero coger

Esta historia comenzó cuando cumplí los veinte años. Viví en casa con papá, y mi hermano Rober, tres años mayor que yo. Mi madre había muerto hacía muchos años. Unos días antes de mi cumpleaños, me preguntaron qué regalo deseaba. Les contesté que el único regalo que deseaba más que nada en el mundo era desvigarme. Creo que era la única chica de la universidad virgen. Había tonteado un poco con un chico, pero sin llegar a más y al irse a otra universidad perdimos el contacto. Les dije que estaba dispuesta a poner un anuncio en el periódico si hacía falta. Papá y Rober se quedaron helados. También les dije que no me importaría que fuera cualquiera de ellos, pues en casa siempre hablábamos de estos temas sin tapujos.

Una vez les vi viendo una película erótica y los dos se la estaban machacando de lo lindo. Ni me vieron ni les dije nada, pero sí que me fijé bien en sus pollas. Papá lo tenía muy largo y el de Rober, aunque más corto que el de papá, lo tenía bastante más grueso.

Papá me preguntó si estaba segura y le contesté que sí. Que quería ser una chica normal, poder disfrutar del sexo “en vivo” y no sólo de oídas. ¡Que necesitaba aprender ya! Los dos se miraron y me miraron. Al ver mi determinación, papá me pidió que no pusiera ningún anuncio. Que podía aparecer cualquier loco. Y que lo harían ellos. Pero para eso tenía que esperar hasta el mismo día de mi cumpleaños. Los abracé a los dos con fuerza para agradecerles y noté que estaban empalmados. Con mis manos acaricié sus preciosos rabos por encima del pantalón.

– Tengo muchísimas ganas de que cualquiera de ellos se meta en mi cuerpo – les dije sin soltar sus pollas, emocionada.

– ¿Te importaría que lo hiciéramos los dos a la vez? – preguntó Rober.

Les miré un poco asustada pero papá me tranquilizó diciendo que me iba a doler un poco, pero estando bien lubricados, entrarían bastante fácil y que disfrutaría muchísimo más.

Supercontenta, los volví a abrazar fuertemente. Entonces, papá me miró fijamente unos segundos y me besó en la boca largamente mientras notaba una mano de mi hermano acariciando mi rajita que se iba humedeciendo cada vez más. A los pocos segundos, cambiaron las tornas y era Rober el que me besaba mientras papá me bajaba las braguitas y con los dedos de una mano acariciaba mi rajita ya empapada y metía primero uno y luego dos dedos en mi vagina, la otra mano acariciaba mis nalgas y mi ano. Entonces tuve mi primer orgasmo.

Y llegó el día. Pasé el día bastante nerviosa. Cuando llegué a casa por la tarde, decidí darme un baño. Cuando salía de mi habitación para ir al baño, me encontré de bruces con papá. Los dos estábamos desnudos. Ninguno de los dos sabía que el otro estaba en casa. Y también se iba a dar un baño. Me dijo que mi hermano volvería en unos diez minutos o un cuarto de hora. Me preguntó si estaba segura de lo que iba a hacer y le contesté que sí. Viéndolo desnudo, tuve una perversa tentación. Le pregunté si podíamos ducharnos juntos, que yo lo lavaría a él y viceversa. Tenía los ojos cargados de deseo mirándome todo el cuerpo. Me abrazó, me dio un rápido beso y nos metimos en la ducha.

Cogí el gel y una esponja y lavé su parte trasera. Al ir a hacer lo mismo con la parte delantera, me pidió que no usara la esponja, que lo hiciera con la mano. Enjaboné primero una pierna, luego la otra, después enjaboné desde el cuello hasta las caderas dejando su sexo para lo último. Para cuando terminé de lavarlo, estaba completamente empalmado. Y entonces fue su turno para lavarme aunque le pedí que lo hiciera con la mano. Hizo lo mismo que yo. Primero la parte trasera, aunque demorándose un poquito en mi ano, luego las piernas, el cuello, se demoró un ratito con mis pechos los cuales los tenía duritos, y por último, mi sexo que lo hizo muy despacito.

Estábamos secándonos cuando llegó Rober. Al ver la escena, preguntó si habíamos hecho algo. Negamos y vi que tenía la polla tiesa. Papá le dijo que se desnudara, se diera una ducha rápida y luego ya se uniría a nosotros. Mientras él y yo haríamos un 69. Fue delicioso. Era la primera vez que veía una polla tan cerca. Lo acaricié unos segundos con la mano, luego empecé primero a lamerle suavemente hasta que me lo metí a la boca aunque no entraba toda. Su boca en mi sexo hacía maravillas. Sentía su lengua entrando y saliendo de mi vagina y eso me puso a mil. Los dos nos vinimos prácticamente a la vez. A los minutos entró mi hermano en la habitación. Papá me pidió que mamase la polla de Rober para ponerlo a tono mientras él se encargaba de que mi chochito siguiera calentito y mojadito.

– Te aseguro que es magnífica – le dijo papá a Rober – Es la mejor mamada que me han hecho en toda mi vida y han sido algunas cuantas.

Rober se acercó a mí, y volví a meterme una polla en la boca aunque esta era bastante más gorda. Y la polla crecía y crecía. Yo estaba temblando por las caricias de papá, y a mi hermano se le veía en la cara que también estaba disfrutando al máximo.

– Nena, cariño, sí… si ¡Ahhh, sigue, ahhh!, ahora, sí, recorre el glande con tu lengua, ahhh, sí, chupa con fuerza mi vida, qué boquita tiene mi cielo…

En ese momento siento la polla de papá, acariciar mi rajita y metiendo su puntita. Ya no aguanto más. Les pido entre gemidos que me follen ya. Entonces, Rober tumbándose debajo de mí, empieza a meter su polla en mi vagina mientras que la de papá, bien lubricada y habiéndome dado bien de crema en el ano, empieza a introducirse en mi ano. Al principio, me resultaba incómodo. Me dolía y no quería que siguiera, pero entre besos y caricias y sin hacerme caso, se fueron metiendo muy dentro. Rober paró un momento cuando llegó al obstáculo, pero luego embistió con fuerza y entró hasta el fondo. Papá aprovechó también ese momento para clavarme su estaca hasta el fondo. Grité de dolor. Poco a poco, empezaron a moverse muy despacio, Ese movimiento me gustaba y se me fue pasando el dolor. Los suspiros y gemidos de placer llenaban la habitación.

– Folladme con fuerza, aaahhh, sí, me gusta, quiero más, metedlo hasta el fondo, aaahhh, hacedme un hijo, sí, aaahhh, dadme vuestra leche, aaahhh…

El primero en venirse fue papá. Sentí unos inmensos chorros de rica leche inundando mi ano. Eso hizo que yo también me corriera y en segundos noté que el caliente semen de mi hermano fluía por mi vagina.

Desde entonces han pasado diez años. Seguimos viviendo juntos los tres. Y aunque no el primer año, pero en los siguientes me hicieron no un hijo solo, sino tres. Y somos muy felices. No necesitamos nada más.

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