Mi primer mamon a Alfonso
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Nos contactamos a través de una página web de citas ocasionales. En su publicación ponía: «Busco mamador sumiso. Busco maduro que disfrute mamando. No importa la edad, mientras sea mayor de 40 años».
Habíamos quedado para reunirnos en un café e iniciar nuestras primeras conversaciones sobre lo que podrían ser nuestros encuentros sexuales.
Se llama Alfonso, tiene 48 años, es un hombre serio que denota un carácter dominante. No es muy alto, calculo que mide alrededor de 1.70 m, tiene el rostro algo cuadrado, lo que denota carácter; el pelo negro, corto y algo ondulado, y con algunas canas. Lleva la barba y el bigote bien cuidados, y está más canoso que su cabellera. Tiene la piel morena clara.
No parecía muy sociable, más bien me impresionó como un hombre de pocas palabras, pero con un claro objetivo sobre lo que deseaba. Por su conversación se podía apreciar un buen nivel educativo, y luego supe que era un industrial dueño de dos empresas consolidadas. Tiene las manos grandes y los brazos fuertes. Tenía un ligero sobrepeso que se notaba en el abdomen.
Nos tomamos un café y me invitó a su departamento para conversar sin ningún compromiso. Acepté y, cuando me subí a su camioneta, pude observar que, al sentarse y retraerse el pantalón hacia su cuerpo, se dibujó bajo la bragueta un bulto interesante que permitía adivinar que Alfonso era dueño de un miembro de buen tamaño, ¡y eso fue lo primero que me produjo excitación! Durante el trayecto hacia su casa, no paraba de mirar el bulto que se notaba debajo de su ropa. Él se dio cuenta y metió la mano bajo el pantalón para acomodar su miembro de manera que quedara apuntando hacia su vientre; se podía adivinar aún mejor una buena herramienta.
Al llegar a su departamento, nos acomodamos en el salón, que era un lugar espacioso y bien amoblado. Alfonso me ofreció una cerveza, que nos vendría muy bien por la calor que hacía.
Trajo un vaso con el líquido amarillo y lo puso en una mesita junto al sillón. Al levantar el cuerpo tras depositar el vaso, la bragueta de su pantalón quedó a la altura de mi rostro y se apreciaba un gran bulto.
Alfonso me miró fijamente y preguntó:
—¿Te gusta? ¿Quieres tenerlo en tus manos? Yo simplemente me arrodillé delante de él, le desabroché los botones del pantalón y le bajé la cremallera para tirarlo hacia abajo hasta las rodillas.
Bajo su bóxer blanco se podía percibir un enorme cipote; acerqué mi cara hasta sentir el roce de su verga bajo la tela…, su dureza, su calor y su olor… Sentí que se me sonrojaban las mejillas, el calor dentro de mí, el morbo, el deseo de verlo y sentirlo en toda su magnitud. Ya no esperé nada y, de un golpe, le bajé la última prenda que aprisionaba su verga. Su hermosa herramienta saltó hacia mi cara y pude observarla en toda su magnitud: enormemente gorda, con gruesas venas que recorrían el tronco de su pene, unas bolas morenas y grandes, y ¡una callampa fuera de toda imaginación que sobresalía en la punta de su miembro, tan grande que pensé que no me iba a ser posible alojarla dentro de mi boca! Todo esto se coronaba por una gruesa mata de pelo que, en lo que alcancé a ver, bajaba desde su pecho, por su vientre, hasta su zona genital, anidándose en sus testículos y luego perderse en el canal de su culo.
Tuve la oportunidad de medir su miembro: 18 cm de largo por poco más de 4,5 cm de diámetro. Si extendía la cinta métrica alrededor, marcaba 13 cm. Pensé: «Va a ser imposible que lo pueda alojar en mi boca, sobre todo teniendo en cuenta que primero tengo que engullir toda la ciruela de este garrote».
Alfonso se acercó de manera que su verga quedó casi en mi boca. Él tomó su miembro y me azotó las mejillas varias veces, luego me ordenó que le hiciera una mamada.
Cogí su verga con una mano, le eché el forro hacia atrás y pude ver una cabeza lubricada. Me la coloqué bajo la nariz para oler su exquisito miembro. Comencé a lamerlo y besarlo con ganas, y mientras pasaba mi lengua por el glande, lo «pajeaba» con una mano.
Traté de alojarlo en mi boca y logré comérmelo hasta más de la mitad; podía sentir un sabroso sabor amargo y notar cómo el macho se urgía por penetrar mi boca. Podía sentir cómo Alfonso me sujetaba el pelo y me empujaba los labios hacia su pene para que no me alejara de él, y su voz que me exigía que lo hiciera acabar: «¡Así, así, puto de mierda! ¡Cómetelo todo, maraco! Lo quiero todo dentro de tu hocico».
Logré meter buena parte de la verga de Alfonso en mi boca. Vi el vaso con cerveza y se me ocurrió mojarlo para poder comérmelo más fácilmente. Saqué el pene de mi boca, cogí el vaso con cerveza e introduje el miembro en el vaso, de manera que solo quedaron fuera las bolas; luego metí el glande entre mis labios y comencé a engullirlo poco a poco.
Me costó un poco, pero lo logré. Podía sentir cómo golpeaban mis bolas contra su barbilla. Me abracé a sus nalgas con las dos manos y dejé que Alfonso penetrara mi boca. Sentía en varias ocasiones cómo la cabeza de su miembro tocaba mi úvula y eso me producía arcadas, pero Alfonso no me dejaba sacar su garrote de mi boca y una mezcla de saliva y líquido de la verga escurría por la comisura de mis labios.
No me importaba que me costara comerlo, que me dieran arcadas ni que me doliera un poco cuando Alfonso me sujetaba con fuerza por el pelo.
Sentí cuando el Macho iba a comenzar a eyacular. Su cuerpo se tensó, me empujó un poco más adentro de su verga y el «mete y saca» lo hizo más despacio, pero más profundo. Su verga comenzó a vomitar semen en gran cantidad, de manera que no lo podía contener todo en mi boca y la abrí un poco para dejar que los mocos de Alfonso escurrieran por mi barbilla.
Me atoré un poco y Alfonso sacó su cipote de mi boca antes de que terminara de eyacular, de manera que los dos últimos y abundantes chorros de semen los recibí en mi cara.
«¡Chupas bien el pico, maraco! Chupas más rico que las putas». «¡Límpiame bien la verga, maraco! Quiero que retires hasta la última gota de mocos, desde las bolas hasta la callampa».
Yo cogí esa hermosura con las manos y comencé a lamerla y besarla entera: las bolas, el tronco, el glande, sus penechos, e incluso me atreví a deslizar mi lengua más abajo de sus testículos hasta su culo.
Esa noche dormí en el apartamento de Alfonso.
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