Todo empezó con un MMS. A mi mujer y a mi nos gusta recrearnos de vez en cuando enviándonos MMS con fotos picantes hechas a nosotros mismos. De manera que un día me hice una sesión de fotos con la cámara digital y al día siguiente, desde la oficina, decidí enviarle una en la que se me veía de frente, desde el ombligo hasta las rodillas más o menos, desnudo, las piernas semiabiertas y con la tranca a reventar. Lo acompañaba con un texto que decía:
“¿Te apetece? Pues luego en casa…”.
Al rato me contestó con un mensaje:
“Te voy a hacer una mamada que te vas a quedar seco. ¡Luego te cuento lo que me ha pasado con tu foto!”.
Al verlo pensé: ¿Luego te cuento? ¿A qué se refiere con “lo que me ha pasado con tu foto”?. Me quedé un poco extrañado. El caso es que al llegar a casa lo primero que hizo, como siempre nos pasa cuando nos mandamos fotos, es cumplir con su promesa. En efecto, me llevó a la habitación, me desnudó y empezó a mamarme la polla como sólo ella sabe, porque además lo hace de una manera que goza casi más que yo. Al empezar me lo hace despacito, suavemente, desde la punta del capullo hasta la base, pasando la lengua por toda su extensión, pero metiéndosela entera en la boca. Al rato empieza a calentarse, lo noto en su respiración. Gime y se estremece, y empieza a acelerar la mamada. Sigue metiéndosela en toda su extensión, pero cada vez más deprisa, mientras me acaricia los testículos y sigue gimiendo cada vez más, de manera que noto como llego irremisiblemente al orgasmo gracias a esa fantástica boca. Es increíble, me lleva siempre al éxtasis con las comidas de polla que me hace. Así que me corrí dentro de su boca, como siempre, pero ella me dijo que no quería que la hiciera nada en ese momento. A veces me dice que con eso está servida, y la verdad es que como la vi que había disfrutado tanto con la mamada, pues no insistí.
Ya repuestos, me contó lo que la había pasado con el MMS. Resulta que justo cuando le envié mi foto, estaba esperando otro mensaje de las vacaciones de Sonia, una compañera suya, y al recibir el aviso se lo dijo a su otra compañera Susana para que lo viera. Pero al abrir el MMS, resultó que el que estaba recibiendo era el mío. Así que ahí ves a mi mujer y a su compañera Susana viendo la foto de mi pollón y mi mensaje. Susana, al verlo, le dijo a mi mujer, que estaba ya roja como un tomate: “¡Menuda polla! ¿Es tu marido? ¡Joder Chelo, qué bien te lo pasas! ¡Ya me gustaría a mí!” Y cosas por el estilo. Empezó a elogiar mi polla y a decirle que, qué suerte tenía de poder disfrutarla toda para ella. Mi mujer le decía a ella que también tenía novio, pero Susana le vino a decir que pasaba más hambre que el perro de un ciego. No sé como sería la cosa, pero el caso es que mi mujer se animó a enseñarle todo el “álbum” mío que tiene en el móvil. Tiene varias fotos en las que estoy desnudo, tomadas desde distintos ángulos y unas más cerca que otras, pero todas con el pene en su máxima erección. A la pobre Susana se le salían los ojos de las órbitas, según mi mujer. Terminaron y Susana fue al baño. Mi mujer fue detrás y dice que empezó a escuchar los gemidos de ella dentro de una de las cabinas. Al salir la preguntó sin rodeos:
– Susana te has estado masturbando ¿no?
– Si, lo siento, pero es que ver esa polla… una no es de piedra.
– No te preocupes, lo entiendo, a mí me pasa lo mismo. Pero pensaba que tú y tu novio… en fin, pensaba que estabas satisfecha.
– Pues no.
– Vaya. Y entonces ¿te ha gustado el pollón de mi marido?
El caso es que la conversación estaba excitando tanto a mi mujer que al final, sin pensarlo mucho, la insinuó que estaría muy bien hacérnoslo los tres, que yo podía darles placer a ellas dos de sobra.
Así que el sábado siguiente allí estábamos los tres, en casa, hablando de cosas sin importancia para romper el hielo. Ninguno de los tres nos lanzábamos, así que mi mujer fue a preparar unas copas. Yo llevaba puesto sólo un pantalón corto de pijama, sin calzoncillos debajo, y llevaba ya rato con una erección de la hostia, simplemente por la expectativa de lo que iba a pasar. En ese momento vi que Susana estaba mirando mi pantalón abultado sonriendo y le dije que, por lo visto, le había gustado mi polla. Me puso la mano en el paquete mientras asentía, pero me dijo:
– Todavía no – con una sonrisa picarona.
Yo estaba a 100, pero acto seguido, encima, entró Chelo con las copas… ¡completamente desnuda!. Esa situación terminó de ponerme cardíaco, así que me quité los pantalones, cogí a mi mujer y empecé a besarle los pechos mientras le acariciaba el clítoris. Levanté a Susana del sillón, cogiéndole la mano y poniéndosela en mi polla y empecé a besarla a ella en la boca mientras le desabrochaba el pantalón.
– Cariño ayúdame – le dije a mi mujer, que rápidamente empezó a desvestir a Susana.
Cuando se quedó desnuda quedamos mi mujer y yo maravillados. Era espectacular y estaba preciosa. Tenía los pechos generosos, con los pezones de punta, un culo respingón y una cintura impresionante… y el pubis rasurado. La piel morena, el pelo también moreno, largo y rizado, suelto y una sonrisa vergonzosa que se le dibujaba en la cara, terminaban de darle a esa mujer un aire extraño, casi angelical.
A partir de ese momento empezó la locura. Ya desnudos los tres, se arrodillaron las dos y empezaron a compartir mi polla. A ratos la chupaba una, mientras la otra chupaba los pezones de la compañera, y después se cambiaban los papeles, pero sin llegar a mamármela, sólo chupando. También a ratos entrelazaban sus lenguas mientras se acariciaban el coño mutuamente, y en esa situación, mientras ellas tenían un primer orgasmo, yo pensaba que iba a reventar. Las puse a las dos a cuatro patas y empecé a meterles la polla de forma alternativa. Primero a Susana, que rápido volvió a correrse y a apretarme la verga con sus contracciones del orgasmo dentro de su coño, mientras besaba a mi mujer. Después le di su ración a Chelo, que rápido también estalló en un nuevo orgasmo. Allí tenía yo a dos preciosas mujeres completamente deshechas de placer, y yo a punto de reventar. Entonces Susana empezó de nuevo a chuparme la polla, pero esta vez en serio. Me tumbó boca arriba y se aplicó en ella con unas ganas locas, como si fuera lo último que iba a hacer en su vida. Mientras, Chelo se estaba ocupando por detrás de su precioso y rasurado coño. Hasta que no pude más.
Al fin exploté y empecé a llenarle a Susana la boca de semen mientras ella, con los ojos cerrados, estaba llegando a un nuevo orgasmo provocado por la comida de coño que le estaba haciendo mi mujer. Pensé que me moría de placer. Se tragó todo el semen, pero siguió lamiéndome la polla despacito, de arriba abajo, recogiendo los restos de semen con la lengua, mamando todavía con ganas. De manera que, la poca erección que había perdido, la recuperé de nuevo. Se la sacó de la boca sonriendo y empezó a comerle el coño a Chelo, que se había tumbado y abierto de piernas, así que se quedó con el culo en pompas, insinuante, con su sonrosada y húmeda flor pidiéndome a gritos que la penetrase, y no me hice de rogar. Se la metí despacito y empecé a bombear, al principio lentamente y después más rápido. La simple visión de la escena: Susana chupando el coño a Chelo y yo cogido a su cintura y follándome a esa deliciosa mujer, me hizo llegar de nuevo al orgasmo, pero no sólo a mí. Noté que al mismo tiempo llegaban ellas dos.
Fue la culminación de una gran noche en la que, puedo asegurar, los tres gozamos del sexo como nunca lo habíamos hecho antes.
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