Mi mujer follando con un jovencito

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Es la primera vez que escribo y empezaré diciendo que me llamo Elías y que tengo 54 años. Siempre he sido muy vicioso y creo que con la edad me he hecho más cachondo y pervertido todavía. Estoy casado con Alicia, una estupenda hembra, a pesar de sus 51 años. Como veis ya somos unos maduritos cincuentones pero todavía nos gusta darle marcha al cuerpo. Tenemos dos hijos pero como ya ambos viven por su cuenta, disponemos de libertad para hacer lo que nos plazca en cualquier momento y así no es raro que andemos ligeritos de ropa por casa o que nos pongamos a follar en la cocina o donde nos apetezca. Nos llevamos muy bien, nos queremos mucho y en el sexo nos lo pasamos también francamente bien, aunque mi mujer es menos viciosa que yo.

Hace ya algunos años, entre mis fantasías, empecé a tener la de ser un cornudo y ver como mi mujer se entregaba y disfrutaba con otra polla que no fuera la mía pero cuando se lo comentaba a ella, como tantas otras cuyos maridos han contado sus historias, me decía que no quería otros hombres en su vida y que conmigo le bastaba. Yo seguía insistiendo y con el tiempo empecé a ver que cuando le mencionaba el tema mientras follábamos, ella se excitaba aún más. También empecé a señalarle hombres por la preguntándole si le apetecería llevárselos ala cama. Ella se reía divertida pero de vez en cuando me decía que con alguno no le importaría hacer una locura. Como cada vez la veía más decidida, volvía a la carga con más decisión y le planteé de verdad que pensara en alguno para ponerme unos hermosos cuernos y hacerme disfrutar con ello.

Tanto insistí que terminó aceptando, pero me impuso las siguientes condiciones:

– Tiene que ser muy discreto y por otro lado, Elías, preferiría que fuera un jovencito porque, no te molestes pero, para gozar con un semental maduro ya te tengo a ti.

Por supuesto, a mi no me importaba en absoluto, de hecho incluso me excitaba más la idea de mi madura mujer follando con un chaval con la mitad de años que ella. Pero esto, por otro lado, complicaba mi plan un poco porque yo ya había pensado en algunos candidatos como algún compañero mío del trabajo y algún conocido de confianza pero no muy directamente relacionado con nuestro círculo, pues la discreción es básica en estas cosas. Pero ocurría que todos eran de nuestra edad mientras que a la viciosilla de mi mujer le atraían más los jovencitos.

Estuvimos dándole vueltas al tema durante un tiempo y un día, mientras tomábamos café en el bar en el que solemos desayunar antes de irme yo al trabajo y Alicia hacer sus compras, ella misma me dijo, señalándome al hijo de los dueños:

– Mira a Luis, es un chico muy majo, sabe estar y cada día está más guapo.

El tal Luis, como va a la universidad todas las tardes, a las mañanas suele echarles una mano a sus padres, sobre todo las hora del desayuno pues el local se pone hasta los topes. Tiene 22 años y no era raro que a mi mujer le gustara pues hace mucho deporte y está muy bien. Enseguida capté lo que estaba pensando mi esposa y aquella misma noche, estando yo cachondo perdido con la idea de que mi mujer follara con Luis, empezamos a planear como hacerlo. Llegamos a la conclusión de que habría que provocarle de alguna manera y ver como reaccionaba.

Así que, a la mañana siguiente, cuando fuimos a desayunar al bar y aunque a ella le daba una vergüenza tremenda, a mi mujer se le “olvidó” abrocharse adecuadamente la blusa y buena parte de sus tremendos pechos asomaba por su escote, quedando a la vista de quien les prestara atención. Debo explicar aquí que mi mujer tiene unas tetas más que respetables y también os diré que está un poco entradita en carnes y que otro de sus mejores atractivos es su gordo y salido pandero, que hace dar vuelta a más de uno por la calle. Volviendo al desayuno, diré que no fueron pocos los que se fijaron en el escote de mi mujer y afortunadamente el detalle tampoco le pasó desapercibido a Luis, el joven hijo de los dueños. Como además nos quedamos tomando café y el bollo en la barra, frente de donde estaba el chico, este no dejó de mirar el escote de Alicia ni un momento.

Yo la verdad, a partir de ahí, no sabía qué hacer para propiciar el asunto con Luis pero entonces intervino la calentorra de mi mujer con todo el puterío del que solo son capaces las mujeres. Como quien no quiere la cosa a ella “se le cayó” un poco de café en la blusa. Entonces empezó a decir que pena de mancha para acto seguido preguntarle al joven si tenía un quitamanchas de esos de spray que suelen tener en los restaurantes. El chico asintió y cuando lo entregaba a mi esposa, esta le dijo:

– ¿No podría pasar a la cocina?. Es que hacerlo aquí…

Esto lo oyó Antonia, la madre de Luis, dueña del bar, que inmediatamente le contestó:

– Claro que sí, mujer, no te vas a poner ahí a rociarte las tetas… Anda Luis, acompaña a Alicia hasta la cocina.

Ambos entraron en la cocina del bar y minutos después salía el chico con la cara roja como el tomate. Luego lo hacía mi mujer con una sonrisa de picardía y con los ojos brillantes. Yo ardía en deseo de saber si había pasado algo así que cuando salimos del bar, le pregunté a mi mujer y ella me dijo, con malicia:

– Debes saber que no he sido yo la que me he limpiado la mancha pues he tenido buena ayuda para frotarme todo el pecho. Ya sabrás todo lo que tengas que saber esta noche así que intenta llegar pronto a casa.

Pasé el día en el trabajo sin dar pie con bola. Todo el rato pensaba en mi mujer, en el incidente del café y también en lo que me había dicho al salir de la cafetería reconociendo implícitamente que había sido Luis el que le había dado unos buenos frotes en las testas, con la excusa de la mancha.

Cuando llegué a casa después del trabajo, iba deseando aclarar con mi mujer las posibilidades de que nuestro plan con el joven aquel se hiciera realidad, pero al abrir la puerta mi mujer no vino a darme el beso como de costumbre. Parecía como si no hubiese nadie en casa pero enseguida empecé a oír murmullos procedentes de nuestro dormitorio y cuando me aprestaba a aguzar el oído para escuchar mejor, resonó con fuerza una voz masculina que, en el acto, identifiqué como del joven del bar y que dijo:

– ¡Venga, perra calentorra, ahora chúpame los huevos y el culo hasta volver a ponérmela bien dura, que voy a echarte otro polvo a ver si te dejo rendida de una vez!.

– Te chupo lo que quieras, cacho guarro, pero vuelve a joderme hasta dejarme deshecha, cariño.

Cuando me asomé a nuestro dormitorio, el cuadro que me encontré me la terminó de poner como el acero. Luis estaba en nuestra cama tumbado de espaldas y con las rodillas recogidas, pegadas a sus hombros, para dejar a disposición de mi mujer todo su paquete genital y también el culo. Ella, completamente desnuda, a excepción de los zapatos y con todo el culo en pompa, estaba a cuatro patas inclinada sobre el chaval, chupándole con avidez los huevos, la polla y el culo.

– ¡Así, así, cómeme el ojete, guarra, chúpame el culo con ganas! – le decía el chico.

– ¡Como me gustan las maduras viciosas como tú, so cerda!. Si a tu marido le gusta ser un cornudo, ya verás cuando llegue y vea lo viciosa que eres, la alegría que se va a llevar.

– Pues ya me la estoy llevando – intervine yo mientras me desnudaba a todo correr.

Los dos se incorporaron y mi mujer, riendo, me dijo:

– Cariñito, ven a disfrutar de nuestro primer trío. Verás que bien nos lo pasamos, sobre todo yo. Luis es fantástico y creo que tan vicioso o más que tú, me ha echado ya dos polvos y sigo cachonda perdida. Además me está haciendo hacerle unas guarrerías que no veas…

Rápidamente estuve con ellos en la cama y tan excitado que creía que me iba a correr sin ni tan siquiera tocarme. Alicia volvió a su tarea de comerle el culo a Luis y yo me puse detrás de ella para comerle el conejo que encontré, por cierto, rezumando semen, sin duda procedente de las corridas anteriores del joven amante de mi esposa. Mi mujer le devoraba al chico los huevos y también la polla. Nunca la había visto chupar con aquel vicio y aquella ansia. Eso sin contar con la comida de ojete que también le estaba haciendo y que era, creo yo, la primera vez que mi mujer le comía el culo a alguien.

Momentos después, Luis dijo que ya era el momento de volver a joder y le indicó a mi esposa que se pusiera a cuatro patas sobre la cama. Entonces se situó detrás de ella y se la clavó una vez más por el coño iniciando una salvaje follada mientras me indicaba que se la metiera en la boca y que le tirara de los pezones. Así lo hice y apenas me hubo dado tres o cuatro lengüetazos, me corrí como una fuente sin poder remediarlo, llenándole la boca y la cara de semen. La cosa continuó, como es natural, pero como creo que me he alargado demasiado, continuaré otro día. Besos y hasta muy pronto.

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