Mi cuñada es una mamacita, una belleza prohibida

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Tal y como y patológico, común en cualquier hombre, la atracción hacía la hermana de tu novia es absolutamente inevitable. Te lleva, te invita a caer en ese delicioso error. No prospera ante tu escasa responsabilidad. Como un estandarte de lo prohibido, del placer inherente, te empuja hacia lo profundo de tus fantasías eróticas y simplemente te olvidas de todo aquello que supuestamente importa. Tu novia, la tus suegros y cuñados, la familia que ganaste queda en segunda plano.

Todo fue parte del pasado cuando frente a mí, casi como incitándome, se paró la belleza de mi cuñada. Una pendeja que partía la tierra de buena. 18 años, pero muy inteligente, siempre supo que está buenísima y le encantaba que la miren. Me manejaba, me derretía. Ella conocía mi debilidad y se divertía con eso. Simplemente cuando iba a lo de mi suegros peleaba con mi novia porque según ella, siempre miraba tele. Es que Mi cuñadita siempre miraba las novelas de la tarde, y yo con ella tirado en el sofá. Siempre con juego de manos, me encantaba rozar esas tetas recién maduras, dos ronditos senos, se me paraba la pija de rozarlos. Una petiza con cinturita, ¡y esa cola!, era una manzana. Dios! siempre de calza, no se si no usaba bombacha o era una tanguita muy pequeña. Lo único que se distinguía era la perfección. Muy parecida a mi novia pero esta versión no tenía errores. Ambas con unos ojos verdes oliva que se esclarecían hacia el centro. El pelo castaño le pasaba los hombros. Mirarle la carita era estar en una nube. Y una vos muy chillona, siempre quise escucharla gozar con esa vocecita.

Cualquiera, no hubo nadie que la conozca al que no le guste esta princesa. Pero yo, yo me moría por comérmela entera. Lamer esa conchita quizás virgen, hasta que se corra entera. Era una bomba, justo rozando lo inmoral, absolutamente prohibida para mí. Pero esa tarde, en ese sofá, baje la línea de mis limites casi hasta el suelo y lo deje a la suerte. Me deje llevar y en entre jugueteos y rizas cada ves era mas evidente como la tocaba. ¡Tenés 25 años y mira lo que estás haciendo! -pensaba para dentro. Pera nada me importaba ya.

Tuvimos una conversación muy interesante. Indagué sobre su novio. De la mano llegó tema del sexo. Según ella lo había hecho con el novio pero no tenía cara de entusiasmada por el desempeño de este según pude comprobar. Por lo que me volvía loco pensando en como la haría disfrutar. De todas las maneras posibles, mi principal objetivo es que goce, que acabe todo el jugo en mi verga mientras le hablo al oído.

Para mi suerte estaba en una discordia amorosa. Eso me dio un buen tema de conversación. Le aconseje, que salga y se divierta. Que busque otros chicos y disfrute. Mientras yo parecía un libro de autoayuda. Sin previo aviso, entre tantos cumplidos de mi parte, le urgió un abrazo que fue brutal.

– Ayyy!! me das un abrazo – me dijo haciendo trompita.

Para mi dicha yo estaba con la mente despierta, siempre esperando cualquier oportunidad. Y con algo de experiencia le dije: – ¡No! no te puedo abrazar. La cara de ella fue mortal, una respuesta que no se esperaba. Supe al instante que la intriga la mataba. No titubeó en indagar sobre negativa. Y nuevamente con esa voz, como simulando una nena, dijo:

– ayyy dale, ¿porque no? mi hermana no se va a enojar, a parte está en su habitación. !Sos malo!. Finalizando con expresión de pucherito.

– Bueno, pero que no se entere!. Le dije mientras le hice una sonrisita picarona que ella contesto de la misma manera.

Para mi ya estaba todo dicho. A la minita le calentaba que el cuñado le tire onda. Eso me fascinaba. El tonteo, el protocolo de la acción prohibida, me llenaban de sensaciones. Durante los dos días que no la vi luego de hablarnos, estuve fuera de órbita. Solo imaginaba la manera de consumar.

Todos los sábados en la tarde mi novia comúnmente visitaba los abuelos con los padres. Una vez confirmada esta gran noticia, me decidí totalmente, tome las llaves de mi coche y partí hacia la casa de mi suegros. Y como de costumbre ella se había quedado. Me abrió la puerta con una sonrisa y sin dejar que hable me excusé:

– Lauri no está?

– No! No te dijo que iba a comer con los abuelos?. y su forma de decirlo no me gustó, como si sospechara. En ese momento bajé de la nubes, simplemente entendí que era una locura. Como un niño había planificado, a partir de un ideal, una fantasía. Me sentí estúpido. Pero en un último intento desesperado le dije con cara de tristón:

– HUu. No me dijo nada. Me voy a tener que ir a mirar la peli a casa.

– Que peli vas a ver? . Me interrogó ella. Y mi corazón volvio a latir de manera intensa. Sentía un hormigueo en la verga mientras esta se iba poniendo como un fierro. Yo sabía que ella miraba las pelis del canal telefe, de los sábados a la tarde. Un análisis que surgió al instante producto de dos años de conocerla y desearla.

– No, nada en especial, las pelis de la tarde de telefé. ¡Siempre pasan alguna buena! – Exclame

– Yo estoy mirando la casa del lago que la están pasando en ese canal. Entra si querés. Recién empieza – exclamó inocentemente. Eso, “me vino como anillo al dedo”. Me acerqué a la puerta muy emocionado, luego a ella para saludarla con un beso. Uno que ella me dio chocando sus labios semi húmedos, como en cámara lenta sobre mi mejilla derecha. Y entramos, directo al sofá a ver la peli. Me apresure a llegar primero al sillón y acostarme apoyando la cabeza sobre el posa manos, pero dejando mucho espacio a mi lado. Por lo que no dudó en ocupar ese lugar que muy sugerentemente había dejado. Yo cada vez estaba más caliente. Me la imaginaba en cuatro. Con sus rodillas en el borde y las manos sobre respaldo, diciéndome: – ¡vení, haceme lo que quieras!.

En el transcurso de la película mi cabeza explotaba. Estaba destruyendo los últimos rastros de moral que quedaban en mi conciencia. Y sin pensarlo puse mi mano sobre su plana pansa, casi rozándole con el índice el ombligo, que se dejó ver cuando se le corrió la remerita, rosa, ajustadita, de un algodón muy suave. Pero no tanto como su piel. Perfecta, blanca, suave y cálida. Yo era una bomba de sexo a punto de explotar. Nunca sentí mi corazón latir así. Ese cuerpito bien formado, de textura muy joven ,pero de madura forma. Pegado a mí. Y yo comenzaba mi odisea acariciando suavemente en círculos a rededor del su ombligo. Sin decir una palabra, giró 90 grados hacía mi, quedando apoyada sobre el lado izquierdo de su cuerpo. Desde un principio me posé de esa manera así que no tuve que moverme para prestar atención a lo que le intrigaba.

– ¿Te puedo hacer una pregunta? –

– ¡La que quieras!. Conteste mientras apoyaba mi mano sobre su cintura.

– ¿Por qué no me quisiste abrazar el otro día? . Lo dijo mirándome fijamente, sin hacer expresiones. Aunque esto me asustó un poco. Claramente vi mi oportunidad. Por lo que le dije sin dejar de mirarla, algo que nunca pensé que funcionaría con nadie.

– ¡Porque me dan ganas de romperte la boquita de un beso corazón!. Inmediatamente, corriendo unos centímetros la cabeza hacia atrás y con un gesto, me hizo saber que me había propasado. Como era de esperarse mi estrategia de winner no prosperó.

Tampoco contestó, solo algunas risitas. Por lo que me le adelanté, y sin darle tiempo a que se percata de lo que le había dicho, aun sin perder las esperanzas, entre sonrisas falsas me excuse:

– Era un broma nada más! No te quería dar el abrazo porque tu hermana es celosa y no le gusta que me acerque mucho a vos. Y sin saberlo, con esas palabras había metido un golazo. No solo se volvió a acercar a mí, sino que también dijo, nuevamente con esa trompita de niña que me vuelve loco:

– ¿y quién te parece más linda? ¿ella o yo? La cosa se había puesto intensa. Metí la mano en la mórbida competencia entre hermanas. Los celos de no tener lo que su hermana tiene. De verdad no sé si yo le gustaba. No me importaba, cuando hay un cuerpito de ese calibre frente a uno, pocas cosas son las que te interesan. Solo meter mi pedazo en esa conchita recién madura, era el objetivo y el resumen de mi mundo. Pero todavía con algo de precaución contesté:

– Si te contesto no hay vuelta atrás. – Y simplemente la tome de la cintura con mediana fuerza y observe una última vez su expresión para estar seguro. Lo siguiente fue uno de los mejores beso que sentí en toda mi vida. La inocencia se cruzó con la excitación en una mezcla salvaje que concluyó en un solo, gran e interminable beso.

Yo estaba encendido, no paraba de besarla. Ella, la hermana de mi cuñada, comenzaba a arquear la cintura paulatinamente, con un poco de miedo de verse expuesta. Posé una pierna entra las suyas y con mi muslo le rozaba el vientre, llegando hasta más abajo. Luego los suspiros al oído. Me desquiciaron esos goces que se le escapaban su boca. Y cada ves que rozaba mas y mas con la pierna adquirían mayor volumen, su cuerpo tomaba ritmo. Yo me derretía y como un regalo para el libido susurró:

– Lo hice dos veces nomas. Anda despacio. – Esas palabras me encendieron. Ahora mi único objetivo era verla gozar como nunca antes. Que se acuerde de la situación y se moje.

No conteste nada. Me posé sobre ella con suavidad y empecé rozando mis labios en su cuello. Acariciando con mis dos manos su cintura. Tomándola con fuerza y volviendo a serenarme. El cuerpo de esa preciosura se movía acorde a lo que le hacía, los suspiros nunca dejaron de sonar. Yo sentado sobre ella como si fuera la mujer, me aparte un segundo mientras la tomaba de las manos, le ayudé a sentarse sobre el sofá para quitarle la remera y se dejó ver un corpiño blanco, con aros, las tetas mas lindas que vi. En un movimiento quite el corpiño y me abalance con la boca abierta hacia uno de sus pezones. Llegando a mi destino frené súbitamente, para terminar dando un primer suave beso muy cerca del pezón. Mientras me acercaba a el, subía la intensidad de los apretones con mis labios. Hasta que toque con la lengua algo firme. Pezón redondito, rosa oscuro, tal y como un salvaje se lo comí. Como siendo amantando, me tomo de la nunca y me trajo hacía sí. Ella comenzaba a desinhibirse.

No pude esperar a sacarle una minifalda deportiva. Mi mano se aventuro hacia la gloria. Comencé por la rodilla. Y termine haciendo todo el recorrido por su pierna hasta el corazón de su sexualidad en una sola y larga caricia. Mis dedos se encontraron con una bombachita mojada. una textura que no exponía imperfecciones. Con movimientos circulares, a través de la tela empapada, la estimulaba. Ella respondía gozando mientras se arqueaba. Pocas veces, y como para decir que hizo lo que pudo, me decía – ¡esto está mal!. Pero nunca deje de tocarla.

Lo que más deseaba, era hacerla correrse toda. Cogerla, de todas maneras, que no pare de acabar. Por este motivo procedí a sacarme la rompa yo mismo y de forma rápida. En un solo movimiento quedé desnudo con la verga que me explotaba al aire. Le quité la mini. Seguí por una tanguita negra que era “para tapa de revista”, la cual quité en parte con los dientes. Y mientras ellas me confirmaba la acción desde lejos con una sonrisa, yo observaba, con el borde de una bombacha negra en mis dientes, el paisaje que me ofrecía su vientre, esa piel hermosa, seguí elevando la mirada y por entre medio de unas tetas perfectas se veían unos ojos verdes, y esa sonrisa cómplice .

Me encontré con la conchita en ocasiones imaginé. Aquello con lo que todo hombre sueña. No dudé en bajar y chupársela. Se mojaba toda. No paraba de segregar flujo y yo me volvía loco. Al grito de ¡sí! ¡sí! me tomaba de la cabeza y me decía que no pare. Me acomodé mejor, la corrí al borde del sillón. Puse sus piernas sobre mi hombre. Con una mano por debajo presionada con el pulgar la distancia que hay entre vagina y ano. Con la otra, por arriba, y también con el pulgar, suavemente le rozaba el clítoris. Mi lengua enloquecida recorría cada parte de esa hermosa vagina. A veces los labios, otras en el clítoris. Hasta que me quede unos minutos moviendo la lengua, como si dibujara un ocho, sobre ese punto de gran placer. Al momento de que se me estaba acalambrando, ella gozaba y pedía mas y mas. Le encantaba, para este punto se estremecía, meneaba, y sin previo aviso, como que si se hubiese relajado totalmente, dejo llegar una ola de flujo blanquecino hacia mí. Supe que se había corrido.

Dejando pasar un minuto me incorporé, nos pusimos en la posición del misionero. Y ella comenzó a besarme como loca. Esto me encendió mas y mas, al punto de que me dolía la erección. Estaba siendo el mejor sexo de mi vida y a penas estaba comenzando.

Lo primero que sentí en mi pene, con la cabeza al aire (Conlleva una supersensibilidad, un beneficio para saber si una chica lo está disfrutando), fue el calor que emanaba. luego humedad, y mientras muy lentamente, pero a paso, pero de manera continua comenzaba en entrar mi verga. Sentía la presión perfecta, parecía sexo anal, pero con una textura que te dejaba la piel de gallina. Cada entrar y salir era como tocar el cielo con las manos. Me arañaba a espalda, gozaba, suspiraba, me acariciaba. No importaba nada. Era como nuestro último día en la tierra, irracionales, irresponsables. Nos consumimos por el fuego. En solo unos pocos minutos, el flujo me recorría los huevos, esa conchita me apretaba y se dilataba al segundo, e inexorablemente exploté en semen. Sentí como rebalsaba de leche. Mientras ella me decía: Quiero tu lechita bien a dentro! Seguido por goces y luego en un grito de satisfacción: – Estoy acabando! Dale me gusta así!.

Muy de apoco fuimos bajando el ritmo hasta apagarnos. Me posé sobre sus pechos, su corazón latía muy fuerte. La magia del sexo se sentía en cada pulsación. Me acariciaba despacio la espalda. Yo le tocaba el pelo. Y así comenzaba la mejor tarde de mi vida. Lo hicimos 2 veces más. Probamos todas las posiciones. Pero el éxtasis de la primera ves no lo volví a sentí nunca más.

Mas que irresponsable, fui salvaje, a puro instinto. En ningún momento me percaté de las consecuencias que podrían ocasionar mis actos. No lo pensé, tenía la cabeza en ella, en las ganas que tenía de tocarla, de hacerle todo. No hubo leyes, moral, ética ni conciencia. Sin embargo no me arrepiento.

                                

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