Mamá me deja satisfecho en la cama
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En un momento de crisis en mi matrimonio a causa de la falta de relaciones sexuales porque mi esposa perdió el apetito, mi madre fue fundamental para no separarnos.
Mi nombre es Mario, tengo 50 años, mi esposa es Mariana y también tiene 50 años, es de senos bastante grandes, nalgas respingonas y hermosas, muy guapa.
Tenemos dos hijos, todo había ido bien hasta que de pronto empezó a perder el apetito sexual, pensaba que era por agotamiento a causa de que trabaja todo el día y además tiene que hacer las tareas en el hogar.
Al inicio pensé que podría tener alguna aventura con alguien, aunque nunca lo comprobé, a su madre y a su hermana les confesó que estaba agotada, pero también les dijo que había perdido por completo el apetito sexual, que no se mojaba para nada cuando, contra su voluntad, la acariciaba para tener sexo. No hacía el intento por satisfacerme, parecía una estatua, como estaba tan caliente me venía rápidamente, hasta tenía que limpiarle la vagina con toallas húmedas porque ella ni eso hacía.
Mi esposa nunca le contó a mi mamá que ella había dejado de atenderme en la cama, ni los pretextos que me daba cada noche, simplemente le dijo que era un degenerado porque tenía una aventura fuera de matrimonio.
Evidentemente mi madre, que se llama Graciela, en ese entonces contaba con 70 años de edad y no comparte el divorcio para que los hijos no sufran, habló conmigo y me regañó por andar haciendo esas “cochinadas”.
Reconocí que sí andaba con una excompañera de la universidad, y aunque no quise verme chismoso le conté que era porque mi esposa tenía dos años de no darme sexo.
A mamá le dije que apenas tenía poco tiempo de andar con Frida, que lo habíamos hablado bien, que solo serían unos acostones, porque no pretendía dejar a mi esposa a pesar que me mantenía marginado sexualmente, busqué a la chica porque moría de ganas de comerme una vagina y tragarme los fluidos.
Muy seria me dijo mamá: te espero hoy por la noche, de una vez avísale a tu mujer que no llegarás a dormir. En su tiempo de juventud mamá tuvo buen cuerpo, nada fuera de lo normal y a pesar de su edad aun se le veían algunas curvas. Cuando llegué, estaba vestida con su pijama, sin brasier. Me sirvió una copa de vino y una para ella, así como una tabla con quesos y jamón.
Se sentó a mi lado y me dijo mi madre en tono serio: Hijo, basta de sufrir; a partir de hoy seré tu mujer, no tendrás que masturbarte ni andar sufriendo por falta de sexo, como si fueras un adolescente. Acto seguido me besó en la boca, metiéndome su lengua, tuve inmediatamente una excitación que no le pasó desapercibida.
Mientras nos tocábamos, Graciela me decía: “la entiendo hijo, también pasé por la menopausia, reaccionamos de distinta forma dependiendo de nuestro organismo, hay unas que no quieren saber de hombre y otras, como yo, nos volvemos bien putas, cada día queremos verga, aunque no se que explicación tenga la ciencia”.
Me empezó a bajar el pantalón con todo y bóxer, me agarró la verga con ambas manos y se la metió en la boca, mamá me estaba dando una mamada de campeonato, se levantó y me apretaba los pezones, me agarraba las nalgas y me daba unos besos bien ricos.
Le mamé sus pechos que tenían una aureola color café y unos pezones punteagudos, erectos, a la vez que le metía los dedos en la vagina que estaba bastante húmeda y rasurada, la acosté en el sofá y empecé a pasarle la lengua a lo largo de su rajita, le lamía el clítoris y de pronto tuvo contracciones, mamá se empezó a venir en mi boca.
Se puso de perrito y me pidió que se la metiera y eso hice, mi Graciela estaba super caliente, empecé con un mete y saca, estaba super mojada, empezó a gemir y a venirse nuevamente, igual empecé a eyacular dentro de su vagina y ella se puso de rodillas y me empezó a limpiar el pene con la lengua.
Así pasamos toda la noche cogiendo y desde ese día mi madre me deja satisfecho, ya no sufro por sexo, igual ella disfruta y me ha pedido que también se la meta por el culito.