Mamá, de perrito
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Siempre escuchaba a mamá gemir y a pedirle a papá que le diera más. Lloraba, decía Dios mío, que rico, esto es el cielo y de pronto los dos decían: me corro, me corro y todo quedaba en silencio.
La primera vez que la escuché gemir me asusté porque no sabía de que se trataba y además había una especie de bofetadas, pensé que le estaban pegando. Mucho tiempo después entendí que no se trataba de cachetadas, si no que era cuando los dos cuerpos se acoplaban y las hermosas nalgas de mamá Rocío, que así se llama la mujer que me trajo al mundo, hacían ese bonito sonido.
En ese momento estaba chico y me habían pasado al cuarto al lado de ellos porque el que ocupaba lo estaban remodelando porque se llegaría a quedar durante algunos meses la abuela, que era la mamá de mi madre
A como pude me asomé por la ventana de su cuarto que afortunadamente no tenía echada la cortina. Lo que vi me dejó atónito. Mamá estaba en cuatro patas, de perrito, recibiendo una buena dosis de verga de papá que la tenía enorme, gruesa, larga y con muchas venas. La vi porque varias veces se la sacó para dejársela ir de un solo golpe.
También escuché a la abuela decirle a mamá que le daba gusto saber que la vida íntima de mis padres era buena. Disfruta hija, pero también sigue así, haciendo disfrutar a tu marido, déjalo seco, sin gota de leche.
Gracias madre por tus consejos, me ha sido de mucha utilidad, me gusta ser la putita de mi marido.
Cada que tenía la oportunidad de observar como mamá era “clavada” con esa enorme polla, deleitaba la pupila y así fui creciendo hasta que llegó el momento que me empezaba a masturbar pensando en las hermosas nalgas y tetas de mamá o mirándola cuando disfrutaba del pene y de la leche de papá cuando se la tragaba.
Que hermosos recuerdos de mi madre.
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