Siempre me pregunté si la viudez de mamá le había caído demasiado mal.
Hizo una segunda pareja con un señor unos 5 años menos que ella y si bien era bastante amable eso no quitaba que a veces me parecía muy osado.
Entre bromas y unos jueguitos de mano más de una vez me abrazó demasiado fuerte hasta que un día entre juegos acarició mi cola. Lo miré serio y le puse el límite con la orden de que terminara con los “juegos”. A lo que él bajando la vista rogó mi perdón jurando no volvería a pasar.
Me enterneció su gesto y tratando de no poner una batalla dije sonriendo; “Será cuando ella no esté o te separes”.
Vivíamos en una granja muy linda en la zona suburbana del lugar y yo andaba con un cuerpo bien desarrollado por lo cual propuestas no me faltaban sobre todo de mis compañeros de estudios secundarios.
A los 18 emigré a la ciudad a vivir con una tía e iniciar estudios de profesorado de gimnasia. No me faltaron insinuaciones de mi tío político, al poco tiempo me mudé y en un par de años formé una pareja sólida echando a andar mi vida en forma muy feliz.
No tengo porqué fingir humildad, por ende me considero bonita, y con una cola que anda por los 100 en una cintura de 60.
A los 24 años me llegó la noticia de que mamá en un cáncer fulminante se iba… Viajé varias veces a verla y ella habló de que se quería ir sin sufrir y de cómo su nuevo compañero había sido con ella y que cada tanto lo viera de que estuviera bien. En 2 meses falleció y con mi marido nos encargamos del entierro, mientras esto sucedía en el cementerio no pude evitar recostarme a quien había sido mi padrastro y recibí el abrazo de él.
Por la noche fuimos a la granja y era extraño pero sentí algo de paz ante el fin del sufrimiento de mi madre.
Al otro día mi marido entendiendo la situación retornó a la ciudad con sus actividades en tanto me quedaría un par de días con él por las dudas.
Tuvimos las visitas lógicas y a la segunda noche en medio de un silencio de paz estando sentados uno frente al otro pude leer en sus ojos su admiración a mi presencia. Sonreí con orgullo y ante su impávida y posterior sorpresa empecé a sacarme la camisa quedando con una blusa transparente sin sostén, cuando la mirada se le puso libidinosa me saqué el jogging quedando en tangas.
Sonreí me dí vuelta y me dirigí al dormitorio; segura de que mi cola le sacaría cualquier prejuicio. Cuando entró al cuarto yo ya estaba desnuda y el mojando sus labios con la lengua se desnudó también.
Fue entonces cuando creí descubrir que era lo que le atraía de aquel tipo. Tenía un hermoso pedazo semi erecto, grueso, lleno de nervios y que en la medida que pasaban los segundos se paraba más logrando en mí un estado de nerviosismo.
No sabía que me había llevado a provocar esa situación tan descarada. Era una suerte de probarme como mujer o un antojo de competencia con mi madre.
Sentí algo de culpa por aquello de que lo haríamos cuando ella no estuviera en el medio, pero sus manos rasposas ya me acariciaban y en la penumbra sentí su lengua buscando escarbar mi boca al tiempo que mano llevó la mía a ese hermoso pedazo de pija que era una roca de carne.
Esa noche empezaría la adicción a un hombre que haría esa parte de sexo que no conocía y me ayudaría a disfrutar. Estaba enloquecida, mojada y ardiendo …