Leslie: costumbres familiares
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– ¿Qué crees que sea eso tan importante de lo que nos quieren hablar papá y mamá? – le pregunté a Josi cuando íbamos de regreso a casa después de la escuela, mirando con algo de aprensión a mi hermano, pues aunque Josi no me lo dijera, sabía que ese asunto lo tenía preocupado, sobre todo después de escuchar el tono tan serio y solemne con el que papá nos dijo que hablaríamos de algo importante por la noche.
– Pues no lo sé, tal vez sea algo como… – sus cejas se juntaron mucho, arrugó la nariz y torció un poco la boca cuando comenzó a interpretar el papel de papá, hablando con la voz ronca y comportándose de una manera que resultaba muy cómica – no deben caer en las tentaciones del sexo, en especial tú, Leslie, debes jurar que no tendrás sexo hasta los ochenta años – una carcajada fue arrancada de mi garganta cuando lo hizo, mientras él componía una sonrisa encantadora y yo rodeaba su brazo con el mío.
– Solo espero que no sea nada feo, no me gustaría que pasara nada raro hoy, ¿Sabes? No todos los días se cumplen dieciocho y después de los regalos y el pastel que nos obsequiaron los chicos, odiaría que algo arruinara este día.
– Sí, hoy fue un buen día, los chicos me hicieron algunos regalos, el asunto del pastel y… bueno, todo estuvo muy bien – de pronto mi hermano se puso muy nervioso, algo que me hizo mirar su rostro, el cual se puso muy colorado en cuanto notó que lo observaba, una señal que me llevó a entender que me estaba ocultando algo y que probablemente ese algo se trataba de una chica en particular.
– ¡Ay dios! ¿Qué pasó? ¿Ocurrió algo con Wendy? ¿Te dijo algo? ¿Te felicitó? – comencé a preguntar sin poder evitar que la emoción del momento me sobrepasara, queriendo saber lo que ocurría con mi hermano, sintiendo ese dolorcito en la pancita que siempre sentía cuando algo me provocaba mucha ansiedad.
– Tranquilízate ¿Sí? – contestó mi hermano, componiendo aquella postura rígida y altiva con la que solía fingir superioridad cuando sabía algo que yo desconocía.
– No seas malo, cuéntame lo que pasó, ándale que ya vamos a llegar a casa – le supliqué, parándome en seco con su mano fuertemente apretada entre mis dedos. El soltó una risilla.
– Está bien, pero ya lo sabes, todo esto es un secreto, ¿Sí? – comentó nervioso, sin poder ocultar la aprensión que sentía ante la posibilidad de que nuestros padres supieran que Josi tuvo algo que ver con una chica – mira, la cosa es que después de que los chicos y tus amigas hicieron todo el circo del pastel, pues Wendy me tomó de la mano y me llevó a un lado y… – su cara volvió a ponerse roja – bueno, pues me dio un beso.
– ¡Ay dios! – expresé en automático, sabiendo que aquello contradecía directamente las reglas que papá y mamá nos habían impuesto desde que éramos muy pequeños.
– Sí, lo sé, no debí, pero se sintió muy bien, sé que no es lo que ellos esperan – dijo refiriéndose a papá y mamá, dirigiendo una mirada hacia la casa, con un brillo de rencor en sus ojos – pero la verdad es que lo disfruté mucho, se sintió muy bien, fue algo especial, además… bueno, se me pegó mucho y… – nuevamente su cara se puso de mil colores y una risa nerviosa escapó de su boca, mientras mis ojos se abrían cada vez más ante las palabras de mi hermano – se sintió muy bien estar tan pegado a una mujer.
– ¿Entonces tú y ella ya son…? – pregunté, sintiendo cómo se me revolvían las tripas al necesitar escuchar esa respuesta, pues en casa papá y mamá nos habían dejado muy claro que no podríamos tener relaciones de noviazgo hasta que hubiéramos cumplido los dieciocho años.
– No – su rostro se ensombreció, de una forma tan triste y repentina que de pronto aquellas emociones de júbilo que experimenté un segundo atrás, quedaron aplastadas bajo la sombría expresión que mi hermano adoptó, con su cabeza agachada y su mirada resignada – ella me dijo que le gustaría que saliéramos, pero… bueno, ya sabes cómo son las cosas con papá y mamá – expresó de una forma lamentable, antes de que reanudara el camino a casa, dejándome por unos segundos quieta justo en donde estaba, sintiendo tanta pena como asombro ante lo que Josi acababa de contarme – vamos, date prisa – me apuró sin dejar de caminar, haciendo que corriera hacia él para alcanzarlo.
– ¿Te puedo preguntar otra cosita? – dije mientras una vez más enroscaba mi brazo en el suyo.
– Pues ya lo hiciste – contestó con suficiencia.
– ¡No seas menso! – le reclamé mientras él sonreía, no sin algo de amargura – ¿Cómo reaccionó ella? – pregunté con aprensión, preocupada tanto por mi hermano como por Wendy, pues sabía que aquel era un tema delicado para él, así como también entendía lo tierna y sensible que podía llegar a ser esa muchacha a quien mi hermano había rechazado.
– Se fue corriendo y más tarde escuché que Henry dijo que la vio llorando – contestó con una voz cargada de culpa que también me hizo sentir mal a mí, pues a pesar de que respetara las reglas de mi familia, seguía pensando que, aquella cosa de no tener novios hasta después de los dieciocho era una tontería.
– ¡Ay dios! ¡Pobre Wendy! Con lo tímida que es, seguro que aquello le costó un mar de trabajo y… – mis palabras se detuvieron cuando noté lo mucho que le estaban afectando a mi hermano – ojalá papá y mamá no fueran tan santurrones, creo que ustedes dos hacen una pareja muy bonita – dije en un intento de animarlo, logrando solamente que sonriera con algo de tristeza hasta que llegamos a la puerta de la casa y él se quedó parado ahí por un segundo, antes de suspirar con fuerza para luego voltear a verme.
– Recuerda que es un secreto, ¿Sí? No quiero que me echen otra vez su letanía de los peligros de un embarazo temprano y…
– No te preocupes Josi, yo soy una tumba – le aseguré mientras le guiñaba un ojo y él sonreía, un segundo antes de que abriera la puerta y anunciara que habíamos llegado.
– ¡Tus hijos están en casa, Viviana! – gritó mi hermano, haciendo que se me escapara una risilla que apenas fui capaz de contener al saber lo poco que a mamá le gustaba que mi hermano la llamara por su nombre.
– ¡Ay, chico odioso! ¡Ya te dije que me digas mamá! ¿En serio te cuesta tanto ser un hijo tierno y cariñoso conmigo? – contestó la aludida mientras salía de la cocina, antes de abalanzarse contra mi hermano y llenarle la cara de besos mientras le picaba las costillas y él se retorcía entre risas, algo que mamá seguía haciendo a pesar de que ya no éramos unos chicos, y que me daba la impresión de que lo haría por el resto de su vida, sin importarle que Josimar se convirtiera en un anciano.
– ¡Ya, ya! ¡Me rindo! ¡Tú ganas, mamá! – gritó Josi para que nuestra madre lo liberara de sus peculiares mimos, algo que la hizo soltarlo y dirigirme una divertida mirada, guiñarme un ojo y luego ir a abrazarme, dándome muchos besos en toda la cara mientras lo hacía.
– Vamos a la cocina, chicos, hice algo especial de comer para mis cumpleañeros – dijo mamá con entusiasmo, haciendo que los dos dejáramos nuestras cosas en el perchero para luego ir a la cocina a reunirnos con ella, encontrándonos con que efectivamente había preparado nuestros platillos favoritos: albóndigas rellenas de queso manchego para Josi y piernas de pollo picositas para mí.
– ¡Se ve delicioso! – grité, antes de correr a lavarme las manos para luego sentarme a la mesa, contemplando con una mirada golosa la manera como mamá me servía algunas piezas de pollo junto con una pequeña montaña de papas a la francesa – gracias, ma.
– De nada, nena, disfrútalo, no todos los días se cumplen dieciocho años – contestó, una frase que por alguna razón surtió un efecto raro en mi hermano, cuya expresión de júbilo por lo que mamá nos había hecho de comer, pronto se transformó en una cara parecida a la que tenía cuando terminó de contarme lo que ocurrió con Wendy.
– ¿Y ahora qué te pasa? ¿No te gustó mi sorpresa? – le preguntó mamá con algo de tristeza y decepción, mientras le servía a mi hermano algunas albóndigas con salsa y una pequeña montaña de arroz a un lado. Josi la miró mostrándose un poco nervioso, sabiendo que no había podido ocultar bien sus emociones mientras miraba a mi madre, tratando en vano de remediar su error con la mejor sonrisa que pudo interpretar.
– No, mamá, se ven deliciosas, es solo que tengo mucha tarea para el fin de semana, ya sabes como son las cosas en la escuela – mintió, de una manera tan evidente que mamá le dedicó una mirada extraña, con los ojos entrecerrados y la boca torcida, mientras contemplaba la forma nerviosa como Josi comenzaba a comer y yo me quedaba con media papa saliendo de mi boca, habiendo dejado de masticar desde el momento en que mamá notó que había algo raro en mi hermano.
– Lo dejaré pasar porque es tu cumpleaños, pero sabes que puedes contarme lo que sea ¿Verdad? No me voy a enojar ni tampoco…
– Ni siquiera si te digo que quiero tener novia – contestó de pronto mi hermano, haciendo que yo abriera los ojos y que mi mirada saltara de él a mi madre, tan rápido que podría haberme mareado si hubiera continuado viéndolos de esa forma. Mamá suspiró componiendo una expresión de resignación, antes de dejar el sartén con las albóndigas sobre la estufa y luego sentarse a la mesa a un lado de mi hermano.
– A ver, mi amor, sé que todo eso de no tener pareja no ha sido fácil para ustedes dos, pero deben entender que todo esto tiene una razón de ser y te prometo que pronto van a entender esa razón ¿De acuerdo? Así que solo les pido que…
– Pronto, ¿Cuándo? – contestó Josimar, con ese tono triste y un poquito desesperado con el que solía hablar en cada ocasión en que aquel tema era tratado con alguno de mis padres.
– Hoy mismo, de hecho – dijo mamá, tomándonos por sorpresa, haciendo que yo me atragantara un poco y comenzara a toser, una reacción que provocó que mamá me diera un par de golpes en la espalda hasta que pude respirar de nuevo con normalidad y tomé un poco de agua.
– ¿En serio? – preguntó mi hermano, sin poder ocultar el esbozo de una sonrisa en sus labios, haciendo que mamá le dedicara una de sus encantadoras y dientonas sonrisas, contemplando el cambio de ánimo que repentinamente demostró mi hermano, asintiendo de inmediato mientras ella misma se servía un plato de albóndigas y se sentaba a la mesa con nosotros.
– Es parte de lo que su padre quiere tratar con ustedes chicos, así que solo deberán tener paciencia por un ratito más hasta que papá llegue de trabajar ¿De acuerdo?
– ¿Eso quiere decir que ya vamos a poder tener citas? ¿Ya vamos a poder salir con chicos? Bueno yo, Josi con chicas, pero entonces… – dije apresurada, sobrecogida por la emoción que me embargaba ante lo que mamá estaba diciendo, provocando que una risilla nerviosa saliera de su boca antes de que me pusiera una mano en el hombro para tratar de calmar mis nervios.
– Mira, nena, no es tan sencillo de explicar, pero todo lo que queremos decirles, deberán escucharlo solo cuando papá haya regresado a casa y estemos todos juntos, ¿De acuerdo? Mientras tanto a comer, que si se enfría la comida yo me los voy a comer a ustedes – dijo mamá, con su ternura acostumbrada, con ese tono cariñoso y animado con que siempre nos hablaba, de esa forma que me hacía volver a sentirme una pequeña a pesar de los años que ya había cumplido de vida.
Josi y yo nos miramos a los ojos de una manera especial, de esa forma que me hizo saber que ambos esperaríamos con muchas ansias a que llegara el momento de hablar con papá, de saber qué era aquello que nos ocultaron durante tantos años, de conocer al fin la razón por la que, para papá y mamá, resultaba tan importante que Josi y yo nos mantuviéramos inmaculados hasta cumplir los dieciocho.
***
Toda la tensión que mi hermano y yo experimentamos durante aquel insufrible día, alcanzó su punto máximo en el momento en que partimos nuestro pastel de cumpleaños por la noche, escuchando a nuestros padres cantando las mañanitas a la vez que nosotros nos retorcíamos de curiosidad y ansiedad ante la espera de que llegara el momento de aquella plática que estábamos por tener con papá y mamá, un estado de ánimo que pude ver que ellos entendían a la perfección, cuando intercambiaron una mirada risueña luego de que todos nos sentáramos a la mesa para comer el delicioso pastel de queso y fresas que papá compró para celebrarnos a mi hermano y a mí.
– Papi – rompí el silencio, tratando de fingir que en realidad no me importaba tanto aquello de lo que estaba por empezar a hablar, mientras masticaba un bocado del pastel tan sabroso que estábamos compartiendo – no quiero ser latosa, pero ¿A qué hora nos vas a decir eso que nos ibas a decir y que no nos dijiste en la mañana porque nos lo ibas a decir en la noche? Quiero decir… – hablé muy rápido nuevamente, sin poder contener mi ansiedad, fracasando de manera estrepitosa en mis intentos por mostrarme indiferente, sintiendo cómo mi corazoncito se retorcía ante la aparente pasividad de papá y su falta de interés por hablar del tema, algo que al parecer les causó mucha gracia a nuestros padres, a diferencia de como reaccionó mi hermano, quien también miró a papá con mucho interés.
– Bien, creo que ya los hicimos sufrir mucho, pero antes de decirles lo que les tengo que decir, quiero hacerles una pequeña advertencia – dijo con repentina seriedad y algo de solemnidad – lo que están a punto de escuchar no va a ser nada fácil de asimilar chicos, a mí me costó trabajo entenderlo cuando me lo dijo el abuelo, así que antes de que enloquezcan y se suban a las paredes, quiero que se tomen un momento para pensarlo ¿Bien? – los dos asentimos mirando a papá, antes de que él intercambiara una mirada con mamá y de pronto ambos se pusieran un poquito nerviosos.
– Papi, podrías decirlo ya, nos estás poniendo nerviosos y a mí ya hasta me está dando miedito – lo apresuré, sintiendo que no podría contener por más tiempo mi ansiedad, como si se tratara de un globo al que le están echando aire y estuviera a punto de explotar.
– Bien – dijo papá, antes de darse un minuto para ordenar sus pensamientos y luego comenzar a hablar – en nuestra familia existe una tradición que lleva ya muchas generaciones vigente, una costumbre que nació en el amor y en la necesidad de terminar con los problemas de infidelidad y separación que en algún momento tuvo la familia como consecuencia de relaciones insatisfactorias, un problema que escaló hasta tal punto que nuestro apellido estuvo cerca de perderse, algo ante lo que nuestros antepasados respondieron tomando la decisión de que la educación sexual de los hijos debía ser algo que recayera en las manos de los miembros más experimentados de la familia, convirtiéndolos en guías de los más inexpertos, entendiendo que la sexualidad no debería ser un aspecto de la vida que los más jóvenes aprendieran con personas ajenas y de una forma poco cuidadosa, así que, desde hace muchas generaciones, han sido los más grandes quienes les han enseñado todo lo que tiene que ver con el sexo a las nuevas generaciones – dijo papá, quedándose de pronto callado, mostrándose un poco nervioso, como si estuviera evaluando el efecto que sus palabras tuvieron en nosotros, algo que creo que no fue lo que esperaba pues Josi y yo solo intercambiamos una mirada de incertidumbre y un poco de incredulidad, sin entender del todo por qué habían guardado tanto secretismo con respecto de lo que parecía que serían clases de sexualidad, algo que por cierto no nos resultaba tan desconocido, pues habíamos llevado un par de materias donde nos enseñaban a cuidarnos y todas esas cosas, incluyendo un taller donde nos enseñaron a colocarle un condón a un pepino.
– A ver, creo que nos estamos perdiendo de algo – comentó Josi al ver que nuestros padres nos miraban con una clase de expectativa que no correspondía con lo que papá acababa de decir – ¿Todo esto se trata de que nos van a enseñar cosas de sexualidad? Perdón, pero ya tomamos ese taller en la escuela y un montón de clases al respecto, sabemos cómo usar un condón y la dinámica de lo que se hace cuando… – dijo mi hermano, dejando que su voz adquiriera un tono cada vez más enojado, más molesto, como si considerara que aquello no era más que una pérdida de tiempo.
– No, mi amor, tu papá no se refiere a eso – interrumpió mamá, con la calidez y amor con que siempre nos hablaba, mostrándose un poco preocupada ante la actitud de su hijo que parecía enojarse cada vez más a cada segundo que pasaba – a lo que se refiere es a que… bueno, básicamente la tradición de la que habla papá, es que cada jovencito que pertenezca a esta familia, al cumplir dieciocho años, debe tener su primera relación sexual con alguien de la familia, alguien con la experiencia necesaria para enseñarle a disfrutar del sexo y provocar mucho placer en su pareja, que les enseñe todos los trucos y formas de hacer las cosas para que ustedes y sus futuras parejas puedan disfrutar plenamente de su sexualidad, para que la falta de placer no sea un factor que los llevé a caer en la infidelidad y tener que sufrir el doloroso proceso de un eventual divorcio – aclaró mamá, mientras su rostro se ponía muy rojo y yo me quedaba con la boca abierta, sin poder apartar los ojos de ella, sintiendo algo raro en mi panza, como si me hubieran dado un mazazo que de pronto me quitó las ganas de seguir comiendo pastel, que me hizo dejar la cuchara en el plato y mirar a mi hermano para encontrarme con una expresión tan impactada como la que seguramente yo tenía en aquel momento.
– Lo que esto quiere decir – retomó la palabra papá – es que, en un par de semanas, cuando nos vayamos de vacaciones a la cabaña del abuelo, ustedes deberán escoger a alguien de entre los mayores para tener con esa persona su primera experiencia sexual, algo que haremos junto con el tío Tobías y su familia, pues al igual que ustedes, Janet también ha cumplido los dieciocho este año, así que no deberán preocuparse por ello hasta que ese momento llegué ¿Bien? Todo esto se los hemos dicho solo porque revelar esta información en el cumpleaños dieciocho es parte de la costumbre, pero por ahora lo único que tienen que hacer es seguir con sus vidas y meditar de vez en cuando al respecto, tratar de hacerse a la idea de lo que va a ocurrir y, cuando al fin se sientan listos para hacerlo, comenzar a pensar en quién quieren que sea la persona que los guíe en su primera relación sexual, porque en algún momento deberán tomar una decisión y me parece que conviene que no se lo tomen tan a la ligera.
– Es importante que lo piensen bien, porque… bueno, solo hay una primera vez, así que cuando se sientan listos para elegir, deberán plantearse las cosas con algo más de seriedad; pero bueno, no deben preocuparse tanto por ahora, faltan un par de semanas para que llegue ese momento, aunque claro, en tu caso – dijo mamá dirigiéndose a mí – en estos días tendremos que hacerle una visita a la ginecóloga para que escojas un método anticonceptivo apropiado para ti, porque una de las reglas más importantes que debemos cuidar es que está prohibido concebir un hijo entre miembros de la familia, aunque no existan lazos de sangre como ocurre, por ejemplo, entre Josi e Ingrid, así que es importante que te cuides, nena ¿De acuerdo? – asentí sin superar lo abrumada que me sentía por lo que acababan de decirnos, sin lograr pensar en nada que no fuera el hecho de que en cosa de unas pocas semanas, debería escoger con qué persona de la familia querría perder mi virginidad.
– ¿Y si decidiera no hacerlo con nadie de la familia? – dije de pronto, de una manera impulsiva, casi casi como si se me hubieran escapado las palabras sin que yo lo consintiera. Mamá abrió mucho los ojos y volteó a ver a mi padre mostrándose muy nerviosa. Papá se puso muy serio ante mi pregunta, tanto que incluso sentí un poquito de miedo al notar la forma como me miraba, como si lo hubiera ofendido con mis palabras.
– Esto es una tradición en la familia, lo hacemos tanto por su bien como por el bien de la familia, es algo en lo que creo y he creído durante la mayor parte de mi vida, así que espero que no me decepcionen y que los dos se comporten de la manera como lo esperamos de ustedes ¿Bien? – asentí rápidamente, sintiéndome avergonzada por haber abierto la boca, experimentando cómo mi rostro se acaloraba peligrosamente antes de que mamá pusiera su mano encima de la de papá, en un gesto que en realidad sirvió para que él la mirara a los ojos y se calmara un poco.
– Mira, nena, sé que debes estar un poco asustada con todo esto, pero piénsalo de esta manera, digamos que te enamoras de un chico, tanto que decides tener relaciones con él; seguramente ese muchachito va a tener tan poca experiencia que difícilmente se va a preocupar por ti, porque va a estar tan concentrado en sí mismo que ni siquiera le preocupará que tú puedas disfrutarlo o al menos que no te duela demasiado cuando lo hagan; en cambio, al hacerlo con alguien de nuestra familia, es un hecho que lo harás con alguien que te ame y que se preocupe por ti, lo suficiente como para que puedas tener una experiencia hermosa, para que la disfrutes, que no la sufras como lo harías con alguien ajeno como lo hice yo, por ejemplo, porque en mi caso, mi primera vez fue muy dolorosa y sufrí mucho cuando el chico a quien le entregué mi virginidad, me abandonó después de obtener lo que quería – explicó mamá, haciendo que de alguna manera comenzara relajarme al plantearme aquello de esa manera, a pesar de que tener sexo son alguien de mi familia no acabara de parecerme algo que estuviera del todo bien – gracias a la tradición de la familia, tú no tendrás que exponerte a esa clase de riesgo, no sentirás ninguna clase de abandono y estoy segura de que el hombre a quien elijas, sabrá llevarte de la forma correcta para que sientas mucho placer desde tu primera vez.
– Entonces, mientras estemos en ese viaje, ¿Qué pasaría si yo eligiera hacer el amor con mamá? – dijo de pronto Josimar, desafiante, mostrando emociones confusas que por un lado lo hacían ver algo molesto y a la vez un poco indignado, como si creyera que todo aquello no era más que una farsa, usando palabras que me provocaron un dolor intenso en mi pancita al entender que la eventualidad de que tuviéramos sexo con nuestros propios padres, era una posibilidad real.
– En ese caso tu madre te enseñaría a disfrutar del sexo y también te guiaría para que aprendieras a satisfacer a una mujer – dijo papá con mucha paciencia y tranquilidad, como si le estuviera explicando a mi hermano algo tan banal como la forma correcta de cruzar la calle o regar el jardín, mientras mamá sonreía de una manera fugaz y nerviosa, de tal forma que me hizo entender que aquella idea la entusiasmaba, que tal vez incluso hacer el amor con su hijo era algo que ella hubiera deseado desde algún tiempo atrás.
– ¿Y eso estaría bien para ti? Quiero decir, ella es tu esposa ¿No te molestaría que otro hombre tuviera sexo con ella? – preguntó Josi, sorprendido, sin lograr comprender cómo era que todo aquello podía funcionar.
– No, no me molestaría, porque todo se queda en la familia, entre personas a quienes amo y que me aman de vuelta. Quiero que entiendan que esto no se trata de algo como una ceremonia o algo mecánico que solo se hace y ya está ¿Bien? Además de que aprendan a disfrutar y hacer disfrutar del sexo, esto también se trata de crear conexiones entre las personas que formamos la familia, de alimentar el amor que hay entre nosotros, de fortalecer los nexos de confianza y empatía con otros hombres y mujeres que conformamos nuestro linaje, aquellas personas en quienes podemos contar y que pueden contar con nosotros, con quienes podemos ser libres de expresar nuestro amor de una manera tan íntima como lo supone compartir nuestros cuerpos con ellos y entregarnos a un placer y una comunión que nos permitan ser un grupo fuerte y unido ¿Bien? – Josi y yo asentimos, entendiendo más o menos todo lo que papá trataba de decirnos, el significado que aquella cosa tan rara tenía para él, a pesar de que ninguno de los dos lográramos superar la primera impresión que nos dio todo aquello.
El silencio que siguió a las palabras de papá fue absoluto. Josimar se quedó callado, sopesando todo lo que aquello implicaba mientras yo lo miraba, haciendo que mis ojos saltaran de una a otra de las personas que compartían aquella mesa, que notara las miradas cómplices que mis padres compartían mientras sus hijos nos quedábamos en silencio.
Mi mano tomó de nuevo la cuchara con la que un minuto atrás estuve comiendo el delicioso pastel que llevó papá, algo que no hice porque tuviera muchas ganas de seguir comiendo, sino como una excusa para hacer algo más allá de soportar el incómodo silencio que se creó en esa mesa, el mismo que papá y mamá rompieron poco después con temas triviales, los mismos que no lograron reducir el impacto que el discurso de papá tuvo en mi hermano y en mí, hasta que al final todos nos pusimos de pie y Josi y yo nos despedimos de papá y mamá para luego dirigirnos a nuestras respectivas habitaciones, permaneciendo ahí hasta que la luz del pasillo se apagó y me escurrí con cuidado a la habitación de mi hermano, quien me miró con algo de alivio en cuanto me vio entrar en su cuarto.
– Pensé que ya no vendrías – dijo mientras se sentaba sobre su cama y se hacía a un lado para dejarme algo de espacio y poderme sentar junto a él, algo que llevé a cabo de inmediato, haciendo que me abrazara en cuanto me metí en las cobijas, recargando mi cabeza en su hombro.
– ¿Estás loco? Después de lo que nos dijeron, tenía que saber qué piensas de todo esto ¿No te parece una locura? ¿Te imaginas teniendo sexo con mamá? ¿Te imaginas cómo sería hacerlo con nuestros padres o con alguno de mis tíos? ¡Ay dios! ¡Qué miedo! ¡Y pensar que yo creí que cuando pasara sería con el amor de mi vida! ¡Ay dios! – dije con la misma velocidad con la que solía hablar cuando estaba nerviosa o asustada – ni siquiera puedo imaginar cómo sería hacerlo con papá o con el tío Tobías, sigo pensando que todo esto es irreal, que es una broma de papá y mamá.
– Pues no es una broma y será mejor que lo asumamos cuanto antes – contestó Josimar mientras recargaba su cabeza en la mía – porque ese viaje está a tan solo un par de semanas y debemos esforzarnos para que cuando el momento llegue, ambos hayamos pensado seriamente en todo esto.
– Sí, creo que tienes razón, pero no se me hace tan fácil pensar en papá o en el tío Tobías de esa forma, además de que no es como tengamos muchas opciones, bueno al menos en mi caso, porque si entendí bien, toda la familia del tío Tobías va a estar ahí, así que tú podrías escoger entre mamá, la tía Ingrid y Jenny y… bueno, mi tía y nuestra prima siempre han sido de tu agrado, así que supongo que en tu caso no será tanto problema tomar una decisión.
– No lo sé, no he llegado al punto de pensar en ello, todavía estoy asimilando lo que nos dijeron, es que, si las cosas han sido así durante generaciones, significa que papá tuvo sexo con alguien más grande, es decir, con alguna de sus tías, o con la abuela, y todo esto también implicaría que, cuando nosotros tengamos a nuestros propios hijos, también deberemos hacer que se expongan a esta costumbre tan rara de la familia. Quiero decir… Jenny también tuvo que haber pasado por eso, pero… bueno es que en su caso ella fue la única de la familia que cumplió dieciocho ese año, entonces, ¿Crees que lo haya hecho con el tío Tobías al no tener más opción que él? O ¿De qué manera funcionó todo aquello?
– Vaya, has pensado en todo esto más que yo, Josi, pero tal vez no deberías preguntarte todas esas cosas, creo que deberías concentrarte en decidir quién será la persona a quien vas a elegir, porque no es una decisión sencilla. Piénsalo así, si decidieras hacerlo, por ejemplo, con mamá, vivirás con ella durante algunos años más, tendrás que verla todos los días, así que si resulta vergonzoso o algo no sale bien, tendrás que vivir con eso durante mucho tiempo, pero por otro lado… bueno, es que cuando le preguntaste a papá qué sentiría si lo hicieras con ella… bueno, creo que noté algo de emoción de su parte, así que tal vez si no la eligieras, mamá podría tomárselo a mal, o tal vez papá se lo tomaría a mal si yo no lo escogiera ¡Ay dios! ¡Ay dios! ¡Qué problema!
– Y pensar que solo falta un par de semanas para las vacaciones, no creo que sea tiempo suficiente para asimilar todo esto.
– No, tampoco yo lo creo, aunque… – una idea repentina se me cruzó por la cabeza, haciendo que sonriera, que me apartara un poco del hombro de mi hermano y lo mirara a los ojos – si lo vez de otra forma, creo que después de las vacaciones ya no tendrán objeciones con que salgamos a citas y cosas parecidas, así que podrías invitar a Wendy y darle muchos besitos y hacerle cositas sucias – dije antes de lanzarle besos a mi hermano, provocando que ambos nos riéramos, que Josi me alborotara el pelo mientras nos carcajeábamos, hasta que nos miramos y una vez más el recuerdo de la solemnidad de las palabras de papá nos hicieron calmarnos.
– ¿Cuánto tiempo crees que nos tome decidirnos? – preguntó, haciendo que yo me encogiera de hombros y torciera la boca.
– No sé, pero al menos por ahora no tengo idea de a quien escogería llegado el momento, quiero decir, no es como que mi tío o papá no sean guapos, pero… ¡Ay dios! Nunca imaginé que mi primera vez fuera con alguno de ellos – Josimar sonrió con algo de timidez – ¿De qué te ríes?
– Ahora que lo pienso un poco más, creo que tienes razón, supongo que para mí la decisión no será tan complicada, no me resulta tan extraño imaginar a la tía Ingrid en un escenario como ese.
– ¡Cochino! – le espeté, tomando una almohada y pegándole con ella en la cara, provocando sus risas, dándome cuenta de que a pesar del impacto inicial que nos provocaron las palabras de papá, aquello tenía algo que nos incitaba, que nos hacía sentirnos emocionados, que nos creaba expectativas – bueno, supongo que lo mejor será dormir, después de todo, no tenemos que tomar una decisión hasta que lleguen las vacaciones. Trata de no toquetearte mucho hoy, ¿Vale? – dije sonriente mientras me levantaba de la cama.
– No te prometo nada – contestó mi hermano, haciendo que sonriera antes de voltear a verlo y luego abandonar su alcoba e irme a la cama, sintiéndome extraña, pensando de pronto, por primera vez en mi vida, en mi hermano masturbándose mientras se imaginaba teniendo sexo con la tía Ingrid, una imagen que de pronto me hizo sentirme extraña, que me hizo preguntarme cómo sería el pene de mi hermano, provocando que me sintiera avergonzada por pensar en él de esa forma, antes de que mis pensamientos me llevaran a pensar así en papá y en mi tío Tobías, sintiéndome muy apenada por ello, pero no lo suficiente como para evitar que me tocara un poquito mientras lo hacía, por encima del pantalón de mi pijama, sintiendo cómo se humedecía la tela a la altura de mi entrepierna, cerrando los ojos mientras mi cuerpo se agitaba ante cada oleada de placer que me hacía esforzarme por contener mis gemidos, hasta que algo explotó dentro de mí y sentí cómo se empapaban mis braguitas y mis pantalones, sintiéndome extrañamente bien, sin que hubiera logrado decidir quién sería el hombre que me convertiría en mujer, pero experimentando un ánimo renovado, una serie de emociones que me hicieron sonreír y entusiasmarme con la idea hasta el momento en que me quedé dormida.
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