Todos los sábados mi madre solía jugar a las cartas en casa con tres amigas. Cada día les tocaba en casa de una y ese sábado era en casa de mi madre. Mi madre tiene 60 años y es separada desde hace 9 años. Sus amigas dos son viudas y una casada. Una tiene 55, otra 62 y otra 65. Yo había ido a tomar café con unos amigos y regrese a casa para estudiar. No les he dicho que tengo 25 años y las mujeres maduras me apasionan.
Entre en casa y mi madre se acababa de ir al hospital porque una prima suya se había puesto enferma y las amigas de mi madre seguían jugando en mi casa. Al entrar por la puerta salude y las amigas me miraron con cara sonriente y bastante picaronas. Las tres estaban entradas en carnes y por sus miradas sé que estaban bastante calientes. Yo les sonreí y me fui al cuarto a estudiar.
Al cabo de unos minutos oí unos golpecitos en mi puerta.
– Luis, ¿Vienes a jugar con nosotras?.
Al salir por la puerta me quede de piedra. Las tres se encontraban en bragas y sin sujetador, con unas tetas enormes que les colgaban hasta el ombligo. Yo no supe que decir.
– Hemos decidido que no nos vamos a andar con cumplidos – dijo una.
– Tu estas muy bueno y nosotras muy calientes. ¿Te apetece comernos a alas tres?.
Sin mediar palabra una de ellas ya tenia mi polla en su boca y la mamaba como si me la quisiera arrancar. Se la metía hasta dentro mientras otra me comía los huevos y la mas gordita se sentaba sobre mi cara con su enorme culo que no me dejaba respirar. La situación era maravillosa: me estaba follando a tres calentorras maduras o más bien ellas me follaban a mí. Empezaron a luchar por comerme la polla hasta que solté mi primera corrida y una de ellas me decía:
– En mi boca cariño, quiero tragármela toda.
Le di toda la leche mientras seguía comiéndome aquel enorme culo que olía un poquito sucio, pero que me había vuelto loco. A partir de ahí yo tome el mando les dije que se sentaran las tres en el sofá con los coños abiertos y me fui comiendo uno a uno hasta que ellas se corrían. Al comerme el coño de la tercera se corrió como si fuera un hombre, unos borbotones enormes salían de su coño y me puso toda la cara perdida.
– Ahora nos toca a nosotras, túmbate – dijeron.
Vi que una de ellas me ponía el coño en la cara y empezó a mearme en la boca. No lo había hecho nunca pero me encantó, y así fueron meandome las tres mientras yo con mi lengua las comía el clítoris y se retorcían de placer. Parecían perras en celo. Estuvimos follando y chupando durante 3 horas. Una se sentaba en cima, la otra me comía los huevos, otra se sentaba en mi cara y así se iban turnando. Parecía que no iban a tener fin.
Yo me corrí tres veces, ni que decir que en sus bocas porque no dejaban escapar ni una gota. La cama estaba empapada de corridas, meadas, pelos de coño… yo estaba en el paraíso… tres abuelas zorronas solo para mí. Les tuve que decir que pararan, pues no veían el fin. No se cansaban de chupar.
Nos vestimos y me dijeron que había que repetirlo, y así fue, a la semana siguiente y tras acabar la partida, cuando mi madre se marchó, rápidamente me llamaron para que fuera a su casa… y así seguimos, cada fin de semana me monto la fiesta con estas tres hambrientas maduras.
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