Las colegialas disfrutando de mi verga con los ojos
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Estaban las dos colegialas sentadas en el autobus, cuando derrepente, de reojo, una a la vez, se dieron cuenta que mi pantalón llevaba el cierre abajo y dejaba ver algo más que el calzoncillo. Yo estaba de pié junto a ellas.
Cada una, sin avisarse, dieron rienda suelta a sus deseos (eran de secundaria), comenzó primero la que estaba en el pasillo, junto a mí, hacía el ademán de querer mirar hacia la puerta posterior del autubús, y en realidad pasaba una mirada a fondo explorando el interior de mi pantalón que dejaba ver generosamente mi pene con el glande a la vista, ella, luego de mirar, se retorcía en su asiento, cerraba los ojos y me miraba de reojo hacia arriba, sin duda su vagina se estaba mojando, se puso ansiosa, y lo repetía una y otra vez.
En esos movimientos, su compañera, se percató que algo la inquietaba y al mirarla hacia su derecha, observó lo que se estaba perdiendo, miró hacia afuera y sonrió, luego se contrajo y se dispuso a gozar el momento.
Una a la vez, se turnaban para mirar, la del pasillo cada un minuto miraba para atrás y parecía querer chupareme el bulto con su cara de ansiedad, apretaba su mochila con fuerza hacia su vientre (cabe destacar que en está ciudad las colegialas usan unas falditas muy chiquitas, unos 10 a 20 cms sobre la rodilla, y eso excita a cualquiera, ellas, conocedoras de los gustos de los hombres, se las dejan caer libremente en los autobuses y gozan calentando a los pasajeros varones.
La otra, la de la ventana, comenzó a entablarle conversación sin importar que, la cosa era girar su cabeza y se clavaba en mi pene, yo al ver que estaban siendo cómplice de esa forma de gozar, tiré un poco mi pantalón y eso permitió dejar el 80% de mi pene fuera del pantalón, ellas veían todo, mi pene brillaba de lo duro que estaba y ellas gozaban, se les notaba, deben haber estado todas mojadas.
De pronto pasó algo inesperado por mí, la del pasillo sacó un libro desde su mochila y la puso casi pegado a mis piernas, al abrirlo su mano derecha quedaba a la altura de mi pene? y es allí donde las dos jovencitas clavaron al mismo tiempo su vista como queriendo simular que leían.
Eso ya fué demasiado y mi pene no pudo más, se salió del pantalón (yo andaba con una chaqueta y abierta) sólo el espectáculo lo veían ellas.
Una y otra vez hojeaban sin sentido las páginas y las unicas letras que leían eran las que estaban junto a mi pene, es más, a algunas palabras eran tapadas por mi pene y ellas movían el libro para continuar ?con la lectura?, de pronto, entre ojeadas, la del pasillo me pasó a tocar el pene, ni se inmutó y lo hizo en dos ocasiones más, incluso en un momento, cerró el libro y mi pene estaba entre las hojas, ellas lo sabían, su sonrisa en este juego era muy picara, lo abria y ellas sabían que ehí estaba, tieso, a sólo 10 cms, de la cara de una de ellas.
Ámbas jugaban con su pelo largo y suelto para descubrir sus ojos y ver a todas sus anchas, la experiencia fué exquisita, pasó como 45 min. de viaje y ellas se dispusieron a bajar, no sin antes tocar mi pene mientras guardaba el libro y areglaba la mochila, se areglaron el pelo y su cabeza girada casi lamiendome, sólo unos pocos centimetros faltaban y finalmente se pararon rosando todo su cuerpo a mi pine, lo apretaron.
Una vez abajo las dos miraron con cara de excitación hacia arriba del autobus y alli estaba yo saludandolas hacia abajo, ellas sólo sonreían.
Eso pasó hace dos meses atrás y fué real.