Helena estaba entusiasmada con el cocktail que iba a realizarse esa noche como cierre de la Convención. Por fin podríamos regresar a casa y a nuestros maridos?
?Vamos recatadas o bien putas??, me preguntó riéndose a carcajadas. Por supuesto, nos habíamos hecho notar durante toda la estadía y esa noche no iba a ser diferente.
Helena eligió uno de mis vestidos más provocativos, que yo apenas usaba porque Víctor siempre criticaba que parecía una puta así vestida. Era de raso color rojo coral, dejaba toda la espalda descubierta y por delante un profundo escote hasta el ombligo permitía una buena visión de las tetas de quien lo vistiera. En este caso, a mi amiga le sentaba perfecto. Por supuesto lo completaría con zapatos de taco alto también de color rojo y naturalmente, nada de tanga o algo parecido.
?Me van a violar apenas me vean todos esos salvajes?, comentó riendo cuando estuvo lista.
Por mi parte, elegí un modelo no tan llamativo, un vestido negro corto que me permitía lucir mis largas piernas, tacones adecuados y también la cola al aire sin ninguna bombachita.
Cuando aparecimos en el salón principal notamos que se hizo un silencio, pero enseguida la fiesta volvió a la normalidad, cuando un par de buitres colegas se nos acercaron a recibirnos. Se presentaron como Fernando y Roberto, dos tipos muy apuestos en realidad; pero para romper el hielo de entrada, les dijimos que éramos dos respetables mujeres casadas, aunque miraron de arriba abajo a Helena y por supuesto, no nos creyeron. Ellos también llevaban alianzas en sus dedos?
Un par de horas después ya estábamos aburridas pensando en volver a nuestra habitación a enredarnos las dos solas, pero entonces volvieron al ataque Fernando y Roberto, esta vez con sendas copas de champagne en sus manos. Nos pusimos a conversar con ellos y un rato después me sentí mareada, así que tomé a Helena del brazo y le dije que quería retirarme. Ella también se veía con la mirada algo perdida y apoyándonos entre las dos nos dirigimos hacia el ascensor.
Al abrirse las puertas estábamos cada vez más mareadas y confundidas, cuando sentimos que a nuestras espaldas, el dúo de pretendientes nos empujaba suavemente hacia el interior del ascensor.
?Parece que las señoras casadas no se han comportado demasiado bien esta noche? dijo Roberto.
Helena me besó en los labios y me susurró: ?Este tipo me está tocando el culo?. Miré por encima de su hombro y pude ver que efectivamente, Fernando tenía una mano bajo la falda de mi amiga y evidentemente sus dedos ya estarían metidos entre sus labios vaginales. Helena volvió a besarme y me dijo que ardía de la calentura; quería que alguien la cogiera en ese mismo momento.
Noté que los dos hombres nos miraban con lujuria y se miraban entre ellos. Helena se echó un poco para atrás y frotó su cola contra la bragueta de Fernando, que naturalmente reaccionó con un gemido.
No hizo falta más invitación. Fernando levantó ambas manos a las tetas de Helena a través de los costados de su vestido rojo y comenzó a acariciar los ahora endurecidos pezones. Ella parecía estar todavía un poco obnubilada y lo dejó hacer, mientras gemía despacio y comenzaba a jadear de placer.
Mientras tanto Roberto me miraba a mí, buscando aprobación para hacer lo mismo conmigo. Pero, dentro de mi nebulosa etílica, creo que alcancé a hacer un gesto negativo y por eso se quedó en un rincón, disfrutando del espectáculo de Helena y Fernando.
Pronto las ansiosas manos de Fernando asaltaron el cuerpo de mi amiga, levantándole el vestido hasta la cintura. Ella hizo ademán de resistirse, pero el alcohol turbaba su capacidad de reacción y cuando fue a abrir la boca para decir algo, Roberto se abalanzó sobre ella y la calló con su mano. Y entonces fue cuando alguno de ellos detuvo el ascensor entre dos pisos.
Helena estaba casi desnuda, sus preciosas tetas estaban al aire y Roberto estaba chupándolas con ansia mientras su amigo le metía ahora sus dedos en la dulce concha, acariciándole el clítoris y haciendo que mi amiga gimiera cada vez más fuerte, pidiéndoles a ambos que la cogieran de una buena vez, porque no aguantaba más la calentura que la invadía.
?Te lo dije, esa pastilla es increíble; las deja relajadas, pierden la voluntad y quedan ultra calientes? comentó Roberto a su amigo, que sonreía mientras se bajaba los pantalones detrás de Helena.
Así era entonces el tema; nos habían mezclado algo en las copas de champagne que nos habían ofrecido. A Helena le afectaba un poco más, ya que a mí me daba vueltas la cabeza y apenas sentía un leve escozor en mi concha, que ahora me provocaba tocarme mientras observaba a Helena siendo tocada por los dos hombres.
De pronto un agudo alarido de Helena me devolvió a la realidad; Fernando le había metido su endurecida verga en una sola embestida y ella realmente lo había notado. Enseguida se relajó, mientras Fernando iniciaba un bombeo bastante rítmico golpeando contra la redonda cola de mi amiga.
Roberto seguía lamiendo los duros pezones de Helena, mientras se tocaba su enorme verga con una mano. Mi amiga ahora estaba un poco inclinada hacia adelante, las piernas medio cerradas, tratando de mantener el equilibrio, mientras esa dura pija entraba y salía de su cuerpo.
Fernando de repente se salió de ella y se sentó en el suelo, arrastrando a Helena sobre él, ordenándole que lo cabalgara y se empalara en su verga. Apenas ella lo hizo, ambos comenzaron a moverse a un ritmo salvaje. Roberto se inclinó detrás de Helena y le metió un par de dedos en su estrecha puerta trasera, pero ella giró para pedirle que no se la metiera por el culo.
A Roberto no le importó mucho el ruego de mi amiga, porque pronto se abalanzó hacia adelante y le metió su gruesa pija hasta el fondo del trasero en una sola estocada. Helena aulló con todas sus fuerzas al sentir semejante embate, pero pronto los tres iniciaron una danza sexual que a mí me provocó un silencioso orgasmo mientras los observaba y me tocaba.
Helena soportaba bastante bien las embestidas de ambas vergas y pronto los dos hombres alzaron el tono de sus gemidos y casi al mismo tiempo se derramaron dentro del cuerpo de Helena.
Roberto se salió en primer lugar, mostrándome su dura verga chorreando semen y me ordenó que abriera mi boca para metérmela y que se la dejara limpia con mis labios. Por supuesto le contesté que si abría mi boca, él corría el riesgo de perder la mitad de su linda verga, así que no insistió.
Mi amiga se levantó acomodándose el vestido; el semen de Fernando corría por sus bellas piernas.
Los dos hombres también se vistieron y pusieron en marcha el ascensor nuevamente, bajando en el siguiente piso, sin siquiera mirarnos para despedirse.
Helena me miró entre los vahos de alcohol y otras sustancias, sonrió al decirme: ?Me partieron en dos estos turros, pero acabaron mucho antes? me dejaron con las ganas??
En el siguiente piso nos arrastramos hasta nuestra habitación; nos desnudamos y disfrutamos juntas de un buen baño caliente de inmersión, mientras nos dedicamos a completar el trabajo que habían dejado inconcluso nuestros atrevidos compatriotas.
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