La satisfacción de mi esposita con el primo
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Bueno, como les prometí.
El primo de mi mujer ya había probado las mieles de la sensualidad de mi putita esposa y, claro, no dejaría pasar esa oportunidad que ella misma le había brindado, así que la volvió a buscar, la llamó y le envió mensajes, pero ella se hacía de rogar. Me dijo: «¿Cómo ves, iré de nuevo. La vez pasada dejé mucho que desear, me dejé con ganas.
La verdad es que su carita decía que sí deseaba otro encuentro. Y yo, como buen marido consentidor, le dije que por qué no le daba otra oportunidad si no era lo que buscaba, que ya lo cortara.Así que, nuevamente, le ayudé a vestirse para la ocasión.
Esta vez le dije que se pusiera un conjunto de botones, de esos que se abren con un tirón, desde la falda hasta el chaleco de mezclilla. Debajo llevaba un conjunto blanco, sin tanto rebuscamiento, y se la llevó nuevamente por la noche. Esta vez esperé pacientemente, ya que, con la poca expectativa que tenía, no esperaba que hubiera tanta acción.
Después de cuatro horas llegó y su cara de satisfacción lo dijo todo. Así que nuevamente me contó cómo le fue. A su manera, con una mamada de verga como solo ella sabe hacer, pero esta vez se desnudo por completo y me mostró sus calzoncitos empapados y me dijo: «Es lechita de mi primo. No me bañé. Vengo tal cual me pediste. Me lo dejé todo dentro y me puse los calzones, pero enseguida empezó a escurrirme. Era mucha».
Eso me puso a mil. Tenía el miembro duro y brillante. Ella empezó a mamar y a contarme.
Al llegar hubo una sesión de besos, porque en su adolescencia se daban tremendos besos con los que se calentaban, mientras la iba desnudando. Una vez que le había arrancado la ropa, le apretaba las nalgas dándole un buen masaje. Ya entrados en faena, le pidió un oral. Logré hacer que se viniera.
—¿Qué hiciste con el semen? —le pregunté.
—Una parte le cayó en el pelo, otra le escurrió por los senos y otra se la bebió —me dijo.
Al oír eso, me puse a mil, pero continuemos.
Después de la mamada de campeonato, la acostó, le abrió ese hermoso par de piernas y la empezó a penetrar primero suavemente y después con más fuerza. Mientras se la cogía, me decía que solo repetía una y otra vez: «Qué buena estás y lo buena que eres en la cama se te veía desde pequeña». Supongo que recordaba los momentos íntimos que habían tenido. También me dijo que nunca se habría imaginado que un día se la iba a coger.
Después de esa cogida, ella logró tener un orgasmo, le pidió cambiar de posición y la colocó de perrito, así que volvió a empezar con ese mete y saca que la hacía gemir y le agarraba las nalgas con tanta fuerza que le dejó las manos marcadas. Lo pude constatar cuando la tuve empinada de perrito. Se le antojó darle por su culito, pero como yo le había dicho anteriormente que ella podía hacer de todo, pero el culito solo sería mío, así que se negó, aunque él le rogó mucho. Ya casi para terminar, él se sentía cansado, pues llevaban ya un buen rato cogiendo, así que le dijo que ahora le tocaba a ella estar arriba.
Mi esposita, tan obediente como había sido, se montó y empezó a cabalgar. Deberían ver cómo cabalga: aprieta el pene con cada embestida. Él aún quería penetrarle el culito, así que le dijo que quería que se montara, pero dándole la espalda. Debo suponer que con la intención de poder penetrarla, porque me dice mi esposita que si le acomodo el pene en su culita. Pero cuando empieza a moverse, se resbala y termina entrando por la vagina.
Así que sigue moviéndose y él gemía, y quería acomodarla para penetrarla por su culito. Ella le dijo: «Si no te gusta cómo te lo estoy haciendo, me acomodo como dices», y él no contestó nada, así que siguió moviéndose en esa posición hasta que se volvió a venir y notaba cómo le salía a presión ese chorro de lechita caliente.
Ella se bajó y le dio una mamada nuevamente para limpiarle el pene, dejando a mi esposita satisfecha esta vez. Y, claro, tuvimos sexo el resto de la noche, porque ella es insaciable. Hasta el momento no he visto cómo dejarla satisfecha, cansada sí, pero con ganas de follar. Al día siguiente me preguntó si le dejaría darle su culito al primo.
Me dijo que, si se excitaba, sí que estaría dispuesta, pero que la culpa no le dejaría disfrutar, así que, después de pensarlo, le pregunté si estaría satisfecha entregándose por completo. Me dijo que sí, si yo se lo permitía. ¿Quién sería yo para frenarle su satisfacción sexual? Así que le entrego todos sus orificios al primo, pero ya será para otra ocasión.
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