Siempre lo nocturno me atrajo fuertemente pero no el bullicio de la gente y el ruido sino la aureola silenciosa que la noche encierra. Es ahí donde se mueven las fuerzas extrañas de las personalidades humanas. Eso oscuro donde se despiertan nuestros instintos más guardados y que son observados atentamente por los duendes nocturnos.
Cuando salíamos a pasear alguna noche con Edu, mi marido, y volvíamos a casa en el auto luego de una salida normal, cuando era ya de madrugada, yo le pedía que me llevara a dar una vuelta por la zona hot como se la definía y él como comprendía mi pedido, se dirigía marchando despacio a la zona roja o zona caliente de la ciudad de Córdoba que como toda ciudad grande la tiene en sus periferias céntricas. Desde nuestra burbuja automotriz observábamos a los visitantes nocturnos que desfilaban por la calle, todos esos seres que de día no se ven. Las prostitutas y travestís que se ofrecen a sus ocasionales clientes, los que acuden a los boliches no santos de la zona, los maridos de trampa buscando sexo casual, los marginales que deambulan silenciosos.
Observar esa vida nocturna me extasiaba y a medida que circulábamos en el auto, yo no me perdía ningún detalle de los que sucedía en esas calles poco transitadas. Yo sentía en mi interior que esos paseos me excitaban muy fuerte sexualmente y de ello se daba cuenta mi marido que me satisfacía mis caprichos cuando se estacionaba un rato para que yo observara un rato a los transeúntes más detenidamente. Yo le decía que me atraía un pasillo oscuro que está en la calle San Martín al 500 donde a veces se notaba alguna silueta femenina que se refugiaba de las miradas indiscretas y que solo se veía cuando algunas luces de algún coche la iluminaba. Era un lugar perfecto de levante oscuro y sórdido, silencioso testigo de transas sexuales momentáneas. Yo fantaseaba con que ese era un lugar que me atraía y se lo contaba a mi marido, cómplice de mis deseos, mientras se reía comprensivamente al compartir mis secretos.
Algunas veces cuando me desocupaba en Rentas por algún trámite de impuestos que realizaba, recordaba que el pasillo quedaba a la vuelta de la calle Rivera Indarte donde queda el edificio principal de Rentas. A veces picada por una curiosidad morbosa, he pasado de día por el pasillo para mirarlo bien, es estrecho y largo, hay una puerta al fondo que siempre está cerrada y una escalera de hierro que comunica con algún lugar que está ubicada en la mitad del pasillo. No pude apreciar más detalles en mis fugaces pasadas porque de día es un trajinar febril de gente trabajando y circulando. Aunque con la luz del sol no tiene la magia de la noche, yo pensaba que de día sus duendes están dormidos y solo se van despertando al llegar la noche.
Este verano pasado, precisamente el viernes 21 de Enero de 2005 tuvimos un enojo con mi marido justo antes de un viaje de trabajo de él por una chiquillada mía. Cuando se marchó lloré desconsoladamente arrepentida de nuestro entre dicho y pensé cómo había sido tan pelotuda. Él se había ido bastante enojado por mi desubicación desconocida en mí y lo entendía porque no soy de reaccionar así, pero como iba a faltar todo el fin de semana de casa porque recién regresaría el lunes me sentía amargada. Ese viernes mismo vino a casa a visitarme por la tarde mi amiga Gladis y como en toda charla de mujeres esas cosas se cuentan, le confié de mi enojo con mi marido. Ella me dijo que no me preocupara, que dejara mi tristeza de lado, que ya iba a pasar y que tratara de salir y divertirme un poco para cambiar de onda. Ambas nos miramos cómplices por su ocurrencia porque le entendí su mensaje sugestivo pero le dije que no tenía a nadie para salir y ella me dijo que no sea tonta, que no podía hacerme mal salir y conocer a alguien y si daba para echarse un buen polvo que estaba todo bien, total sería un touch and go. Yo le dije que tenía razón, que no era mala la idea y mi amiga me hizo prometerle que esa noche me iría a bailar a cualquier lado ya que ella tenía que salir con su novio sino me hubiese hecho gamba para salir juntas para divertirnos.
Me hacía gracia su consejo porque Gladis por lo general no habla de esas cosas conmigo. Como le prometí que esa noche tiraría la chancleta como ella me aconsejaba, nos reímos mucho y destapamos una botella de champán para brindar como dos buenas amigas. Al rato las burbujas se nos habían subido un tanto en la cabeza y nos reíamos a carcajadas de nuestras ocurrencias. A eso de las ocho Gladis se despidió de mí porque debía volver a su casa para arreglarse para salir con su novio esa noche. Cuando nos dimos un beso en la puerta de casa nos prometimos que yo iba a cumplir con el pacto de amigas y se retiró. Cuando me quedé sola me tiré despatarrada en un sillón a mirar la tele un rato pero no me concentraba en el programa de Tv. Como si fuera una compulsión la idea de la aventura casual me daba vueltas en la cabeza, puse música divertida en el equipo y me quedé bailando sola un rato mientras tomaba un wiskito para alegrarme, después me quedé relajada en el sillón un rato mientras la mezcla de bebidas hacía sus efectos.
Cerca de las diez de la noche me metí en un baño de inmersión para que se me fuera el mareo y luego me envolví en un toallón para mirar cómo estaba la calle por la ventana. Hacía mucho calor y demasiada humedad, todo se sentía como pegajoso y me fui al placard para elegir la ropa que debía ponerme. Busqué algo bien fresco para ponerme y sin dudar mucho separé un vestidito de tela elastizada finito de color verde manzana fluorescente con breteles finos y bastante escotado con un drapeado en el frente que lo hacía ideal para ir a un boliche a bailar. Cuando me lo puse y me miré al espejo del placard para ver cómo lucía el vestidito que casi nunca lo había usado, lo notaba bastante ceñido y ajustado en mi cuerpo pero me quedaba excelente para mi gusto a pesar de ser tan llamativo. Opté por acompañarlo con un par de sandalias de plataformas transparentes de acrílico que me ceñían el pie apenas con solo dos tiritas negras cruzadas en el empeine. Me perfumé con “Oscar de la Renta” exquisito aunque recaro por ser importado y me puse un maquillaje muy liviano dado el extremo calor y humedad ambiente, los párpados me los pinté de tono oscuro para realzar mis ojos verdes y bien delineados sus contornos pero no me puse rouge en los labios. Cuando estuve lista me senté en un taburete alto con las piernas cruzadas ante el gran espejo del living y me miraba mientras finalizaba el trago.
Solo estaba encendido el velador de una mesita y mientras me observaba en el espejo, me sobresaltó de repente el gong del reloj de pared que marcaba las doce de la noche. El ruido metálico del reloj sonó como una orden y percibí que eso despertó en mí como un mandato, lo presentí en mi estómago que tuvo un leve retorcimiento, sentía como mariposas en la panza y me di cuenta que la noche me llamaba hacia ella.
Estaba sola y sabía que lo que pasara esa noche quedaría solo en mi secreto. Busqué un chal liviano de hilo color negro tejido en redes grandes para cubrir un poco mi escote en mi salida de casa. Me acomodé el cabello por último ante el espejo y me gustaba mi look. En la mirada final noté que el vestidito estaba bastante corto y me marcaba demasiado la cola pero ya no había tiempo de ponerme a buscar otro atuendo. Así que tomé una cartera con tiras largas y salí de casa. Me fui rápido hasta la esquina de casa para esperar un taxi. Menos mal que vino uno bien pronto y cuando subí el taxista me preguntó a donde me llevaba. Le dije resueltamente una dirección y llegamos en no más de diez minutos. Le pagué al señor y me bajé del coche. Estaba justo en las esquinas de Igualdad y San Martín del centro de Córdoba, en plena zona roja aunque aún temprano porque no había casi movimiento aún. La calle en ese sector estaba oscura y el aire estaba muy pesado. Doblé por la calle San Martín contoneándome sin mucho esforzarme por la altura de mis tacazos y cuando cruzaba perpendicularmente la calle hacia el pasillo de mis fantasías, pasó un coche con dos tipos que me gritaron yegua y no sé que otras cosas más.
Cuando subí a la vereda, primero me paré en la oscuridad del pasillo pero no sabía que hacer ahí. Presentí que mi suerte estaba echada, sentía que había quemado las naves y no había retorno. Ya estaba allí ubicada ya no como observadora sino como actriz principal de mi aventura. Suponía lo que podía pasar conmigo vestida así sola en esa oscuridad y en la zona caliente, pero no tenía miedo, me sentía tranquila porque nadie me iba a obligar a nada que yo no quisiera. No obstante, estaba un poco nerviosa por la soledad momentánea y lo novedoso de la situación. Pensaba en mi amiga Gladis que ni se imaginaría que yo estaba en ese momento en la zona de prostitución como una de las tantas que esperan que algún tipo las aborde, ni yo misma lo entendía pero algo fuerte me impulsaba por dentro y me hacía sentir excitada. Era una sensación extraña la que me invadía, y al contrario de como soy yo normalmente vi las luces de un auto que me iluminó al doblar en la esquina, yo miré al ocupante que no pude divisar bien, pero el coche siguió como si nada. Miré hacia el interior del pasillo que estaba muy oscuro a mis espaldas y algo me llevó a explorarlo. A medida que caminaba tratando de no hacer ruido, sentía una mezcla de miedo y excitación, mi panza se retorcía voluptuosamente ante ese juego peligroso, pensé en volverme e irme de allí, pero si decidía marcharme antes quería llegar hasta el fondo del pasillo. Me decía a mi misma que era una loca hasta que llegué hasta la puerta que siempre estaba cerrada.
Solo había encendida una mortecina luz a un costado que alumbraba apenas cuando observé esa puerta vieja y descascarada.
Todo estaba en silencio allí salvo algún escape de algún auto que pasara por la calle, aprovechando la lucecita que iluminaba débilmente, examiné mi cartera buscando mi bolsita con los maquillajes y mirándome como podía en el espejo de mano me pinté los labios con rouge bien rojo iridiscente, un poco de rubor en las mejillas y listo. Ya estaba. El pasillo estaba silencioso y cuando llegué a la mitad que ya estaba bien oscuro, me detuve para percibir la paz de ese silencio y me apoyé con mi espalda contra la pared y levantando la cabeza hacia el cielo miré las estrellas que apenas se divisaban atenuadas por las luces de la ciudad en esa noche caliente de verano. Me dije que debía irme hacia la puerta que daba a la calle porque si llegaba a entrar o salir alguien de esa puerta cerrada no tenía explicación para dar de mi presencia allí. Un poco nerviosa me encaminé hacia la calle, mientras trataba de amortiguar un poco el ruido de mis altos tacones y guardé el chal en mi cartera.
Cuando llegué a la calle, me sentí más segura parada en la puerta del pasillo como esperando a alguien y me sentía segura a pesar de todo y eso me puso más calma. Un gran y frondoso árbol que estaba sobre la vereda daba más sombra al lugar. Pensaba quedarme un rato más y volverme a casa pero deseché la idea porque me sentía activada. El incógnito de mi presencia ahí parada me excitaba y seducía como dejándome sin voluntad para irme. Pensaba que aún era temprano y no sabía cuanto tiempo me seguiría quedando parada ahí cuando empezaran a desfilar los autos y la gente de la noche. Sentía que mis sentidos se agudizaban y mi corazón palpitaba de la excitación y sentía la piel húmeda, no se movía ni una hoja del árbol. Me quedé mirando una luz a mitad de cuadra de la calle Igualdad de la cual se notaba el único movimiento en un hotel de parejas que funciona allí cuando vi que apareció un hombre que doblaba caminando por la vereda donde estaba parada. Al verme sola y en la oscuridad, se detuvo enfrente de mí para mirarme más de cerca y me preguntó que estaba haciendo ahí. Le dije que estaba esperando a una persona que me pasaría a buscar. Entendiendo se me acercó un poco más y me preguntó mi nombre, yo le respondí Graciela, de lo que me arrepentí luego porque si bien es mi segundo nombre es el verdadero y recordé mantener mi incógnito. Justo dobló un auto desde Igualdad y nos iluminó con sus potentes faros apenas unos segundos. El hombre me demostró que yo le gustaba cuando me elogió cómo estaba vestida y para entrar en confianza me invitó un cigarrillo que le acepté porque tenía ganas de fumar. Me dijo mientras me encendía el cigarrillo muy amable y me preguntó si era nueva porque nunca me había visto por la zona. Yo asentí y me dijo muy respetuoso que cuando volviera a pasar nuevamente más tarde y si me encontraba me invitaría a tomar algo. Le dije que bueno, que no había dramas y el hombre siguió caminando.
Cuando le observaba que se alejaba no sentía vergüenza alguna de haber tenido ese corto diálogo con el extraño. Quizás por lo casual y clandestino del lugar pero estaba todo bien hasta el momento. La verdad que tenía ganas de fumar y el calor reinante me pedía una bebida fresca urgente. De repente, no sé de donde salió, apareció una camioneta oscura de esas nuevas que apagó las luces cuando se detuvo frente mío. Dentro se notaba una silueta masculina y el rojo de la brasa de un cigarrillo encendido. Me hizo señas de luces y yo solo lo miré apoyada en la puerta del pasillo. El hombre descendió y se me acercó. De nuevo la misma pregunta que el anterior y mi misma contestación, pero agregó si esperaba al hombre con el que había estado hablando antes. Le contesté que si, que había quedado en volver. El tipo me preguntó mi nombre y esta vez me salió automáticamente “Gisella” sin haberlo pensado. Él me dijo que se llamaba Federico y que estaba muy linda para estar tan sola y me invitaba a tomar algo fresco en otro lugar. La verdad que no me hice rogar mucho porque la sed me apretaba. Cuando me acomodé a su lado al subir a la camioneta, mi vestidito se me levantaba mostrándole generosamente mis piernas al desconocido que me miraba con mucha simpatía. Era un tipo atrayente de edad mediana que me iba contando que siempre pasaba por ese lugar pero que nunca me había visto antes. Yo le respondí bromeando que como era tan oscuro quizás no me había visto. Se rió y no insistió con el tema. Mientras tanto habíamos llegado al Parque Sarmiento y a una cuadra del monumento al Dante hay un bar muy bonito y fresco, pero por el calor pesado que hacía esa noche el bar estaba repleto de gente. Federico estacionó la camioneta bajo los árboles en la calle secundaria a un costado de la Avenida y me dijo que tomaríamos algo dentro del vehículo porque no había lugar en el bar y se bajó para retornar luego con dos vasos trago largo con fernet con coca y mucho hielo. Nos quedamos charlando en la camioneta largo rato de cosas intrascendentes y repetimos el trago dos veces más. Habíamos entrado en confianza y yo me había descalzado para estar más cómoda y a medida que me reía cada vez más fuerte de sus bromas me daba cuenta que me iba emborrachando con la bebida. En un momento se lo dije y me respondió que estaba todo bien, que estábamos para divertirnos y era la verdad. Era solo eso. El tipo se evidenciaba como muy seguro de sí mismo y eso me gustaba de él.
Me sentí muy relajada y más aún cuando me reclinó el asiento pero empecé a sentir que todo me empezaba a girar mientras sentía sus manos explorando mi cuerpo. Me decía que le encantaba mi cola y mis tetas, yo me reía a las carcajadas pero estaba consciente a pesar del mareo. Me sentía excitada por las caricias y le dije que ya era hora de retornar porque me irían a buscar. Él aceptó y volvimos nuevamente a la esquina de Igualdad y San Martín. Federico me dijo si había problemas en acompañarme hasta que llegaran a buscarme y le dije que no. Nos quedamos escuchando música mientras yo observaba que la fauna nocturna ya estaba a full en la zona y los coches desfilaban buscando diversión. Yo me dejaba llevar por las caricias del tipo pero sin intentar besarme y a veces yo giraba mi cabeza mirando el pasillo oscuro de donde el hombre me había levantado y la luz mortecina al fondo que apenas se notaba desde la calle mientras sentía me metía manos por todos lados. No entendía qué había accionado el disparador de mi mente para estar así en ese momento con ese hombre en ese lugar. De repente se levantó un viento fuerte de tierra y Federico me dijo que nos fuéramos de ahí porque se avecinaba tormenta. Sin que yo le contestara puso en marcha la camioneta y salimos de la zona. Cuando cruzamos el puente Sarmiento yo no sabía a dónde íbamos ni tampoco le pregunté. Solo me asomé fuera de la ventanilla para que me diera fuerte el viento en la cara. El tipo tomó por una calle accesoria que desembocó en Avenida Patria. Cuando llegamos a la misma ya caían gruesas gotas de lluvia.
Unas seis cuadras más adelante entró la camioneta en una estación de servicio muy grande que está bajo el nivel de la avenida. Estacionó al fondo de la estación y se bajó para traerme coca fresca pero sin nada de alcohol le dije porque me sentía bastante mareada. Yo lo miraba desde la camioneta que se dirigía hacia una oficina al costado donde estaba el despachante y una heladera inmensa en la que estaban unos cinco o seis pibes jóvenes tomando y bromeando entre ellos. Se notaban que eran del barrio y Federico se quedó conversando un rato con ellos y se reían a carcajadas. Luego el empleado le entregó una botella de gaseosa y dos vasos con la que retornó al vehículo. Tomé apenas un trago y el tipo empezó esta vez a acariciarme más profundamente. La avenida se veía inundada y había comenzado a caer granizo junto con la lluvia intensa. Él me preguntó si quería tener sexo dentro de la camioneta dado que no podíamos salir para ir a un lugar más tranquilo, pero le dije que ahí era incómodo además los chicos se daban cuenta porque no sacaban la mirada de la camioneta y bromeaban entre ellos. El tipo me dijo que iba a ver cómo hacía entonces y se fue nuevamente hacia el empleado de la estación, conversaron un rato y volvió para decirme que estaba todo arreglado. Me dijo que arriba de la estación había un local vacío y que el empleado le prestaba la llave para que fuéramos ahí. Yo me reí divertida ante su oferta y me daba cuenta que a esa altura cualquiera me podía llevar hasta un baño estrecho sin insistirme demasiado.
Cuando bajé de la camioneta trastabillé por mis tacones, sentía el vestido pegado al cuerpo y Federico me tomó de la mano para ayudarme a subir por una escalera amplia hasta el piso superior. Yo trataba inútilmente de bajarme un poco el vestido ya que pensaba que los chicos me estarían mirando el culo y así era porque los pibes dieron una exclamación de aprobación y se reían. Mi casual acompañante abrió con la llave una amplia puerta de vidrio que daba a un gran salón vacío y oscuro todo rodeado de ventanales desnudos. Mis tacos sonaban con fuerte eco en el interior llevada de la mano por el tipo hasta una amplia ventana que abrió para que entrara aire. Cuando sentí que me invadió un hermoso aire fresco, respiré profundamente mientras sentía que el tipo me iba quitando el vestido. El aire fresco de la ventana invadió mi cuerpo caliente y me apoyé sobre la ventana. El tipo me aferró desde atrás con sus brazos fuertemente mientras sus manos acariciaban mis tetas. Sentí su pecho caliente de su camisa entreabierta apoyada en mi espalda que se pegoteaba con mi piel y me dijo al oído que tenía una buena pija caliente para mí. Yo respiré fuertemente y cerré los ojos totalmente entregada. Sentía como entre sueños que el hombre se desprendía nerviosamente el pantalón. Sus dedos me acariciaban la vulva desde atrás y me apoyaba su pija dura como un palo. Después descorría con sus dedos mi tanguita presuroso para buscar la entrada de mi orificio vaginal. Yo estaba mojada cuando sentí que entreabrió los labios de mi vagina con su miembro y lancé un suspiro. El tipo me dijo que me quedara quietita y ni bien entró un poco la cabeza de su verga dentro de mí, me la empujó con fuerza hasta el fondo, yo me estremecí un poco y empecé a recibir sus empujones violentos que me chocaban en el útero. No sé que pasó que me vino un orgasmo instantáneo. Fue un fulgor destellante como los relámpagos que iluminaban el salón vacío. Mis gemidos retumbaban acabando en esa inmensidad mientras el tipo me decía que gozara como una yegua, que era una puta que buscaba vergas y cosas por el estilo mientras me arremetía con fuerza. Eso se ve que lo excitaba cada vez más porque me daba con más fuerza.
Yo me sentía como atrapada en un vértice extraño que me quemaba y no le oponía resistencia, solo me dejaba llevar hacia el fondo de un abismo oscuro que destellaba como los relámpagos y la lluvia que caía a raudales.
Yo sentí en un momento que se le salió de dentro de mí y me acomodó nuevamente para recibirlo. Abrí más las piernas pero sentía que me la apoyaba más arriba buscando la entrada de mi cola, la humedeció con algo porque empezó a empujarme en el orificio anal que se dilataba mientras la iba metiendo hasta que se la sentí completa dentro de mí. Hacerlo por atrás se notaba que lo hacía gozar más y sobre todo cuando me metía los dedos dentro de la vagina ahora desocupada que se rozaban con su pija metida en mi cola. Eso me hizo arrancar un grito de placer y me hizo shhhh en señal de silencio. Después me sacaba los dedos y me los metía en la boca para que se los chupara. Me apretaba con fuerza y cada vez que me embestía me hacía lanzar un gemido. Eso lo excitaba más y me decía que gritara mientras me golpeaba fuerte mis nalgas con su cuerpo. El tipo me hacía sentir como una muñeca de placer que manejaba a su antojo. Sentía sus manos calientes en todo mi cuerpo y por ahí perdí noción de todo hasta que de repente empecé a percibir que me tocaban otras manos extrañas. Yo miré hacia atrás por sobre mi hombro y vi a un muchacho joven de los que estaban abajo que me estaba acariciando las tetas desde atrás mío mientras el otro me tenía penetrada. Que podía decir yo en esa situación y más cuando el tipo le decía al joven que me acariciara la concha y me metiera los dedos adentro. El chico se agachó un poco y me apretó por delante contra su cuerpo mientras sus manos recorrían mi sexo.
Federico o como se llame le preguntó al joven si sentía con sus dedos dentro de mi concha como su pija me llenaba el culo. El chico dijo que si, que la tía estaba rebuena contestó. El hombre le festejó y me dijo que lo bese al chico mientras nos observaba sobre mi hombro. El chico me acercó sus labios y recibí su beso. Federico me empezó a mover frenéticamente apurándome otro orgasmo. Mientras yo acababa como una bestia, el chico me besaba. Yo grité fuerte aunque retumbara en el inmenso salón vacío. El hombre me la sacó y le dijo al otro que me tomara. Por un instante me sentí indecisa pero no me dieron tiempo a reaccionar. El que me había llevado le decía al pibe que se colocara detrás de mí y me cogiera por el culo mientras me abrazaba por delante pidiéndome que me le agachara un poco para recibirlo al chico. Yo me apreté contra su cintura mientras sentía que el agujero de mi cola se la iba recibiendo al extraño, los truenos y relámpagos no dejaban de iluminar en esa oscuridad con sus colores fantasmales. Se escuchaba el chasquido provocado por la transpiración cuando se separaban los cuerpos y se unían nuevamente. El nuevo ocupante se movía bien pero Federico le decía que me hiciera con más fuerza, que me gustaba con fuerza y me dijo que le dijera eso. Yo solo respondí que si y el chico me movía con fuerza arrancándome un orgasmo. Mi cabeza volaba y Federico gozaba con mi placer mientras me acariciaba con ternura. Las contracciones uterinas de mi orgasmo hicieron que el chico empezara a acabar hasta volcarme toda su leche caliente en mis intestinos. Luego me la sacó y exclamo satisfecho que se había echado un polvazo. Federico me aferraba con fuerza y me preguntaba si quería más pijas. Yo me sentía floja y no contestaba nada. Las piernas me temblaban y me hizo recostar en el piso. El chico se había ido pero había entrado otro que me di cuenta porque se venía desnudando a mi encuentro. Yo no lo podía ver bien en la oscuridad pero notaba que se acomodaba delante de mí. Federico me puso de espaldas en el piso de parquet y me levantaba bien alto las piernas para recibirlo al nuevo huésped dentro de mi vagina.
Federico mientras me sostenía las piernas miraba como el chico me cogía y me decía que este tenía una flor de pija, yo no podía mirar nada por la posición pero la sentía bien pero notaba que el otro chico estaba incómodo porque no podía moverse libremente, entonces le acomodé mis piernas en sus hombros para que la metiera completa dentro de mi caliente agujero. Yo tengo experiencia de hacerlo otras veces con otros y mi marido, pero este tipo disponía de mí como si fuera mi macho y lo más extraño que yo obedecía en todo motivada ya a esa altura solo por una irrefrenable necesidad de gozar. Ambos tipos festejaban cada vez que me arrancaban gemidos. Y el chico se vino en poco tiempo con mis movimientos. Cuando se retiró de mí y Federico le dijo que trajera a los otros dos que quedaban. El pibe se fue callado hacia abajo. Federico me abrazaba tirados en el piso y me tenía aferrada contra su pecho dándome suaves caricias, le dije que me iban a matar y él sonriente me dijo que no me preocupara, que estaba en buenas manos. El tipo era fluctuante, a veces tierno y a veces posesivo quizás para desorientarme. Me apretó fuertemente mientras me la metió de costado por la vagina nuevamente moviéndose suavemente. Me decía al oído mientras tanto que le gustaba mucho una hembra caliente como yo, que me quería tener de puta suya, que era una zorra y demás piropos por el estilo.
Yo me sentía como anestesiada. Cuando subieron los otros dos chicos los hizo coger uno detrás del otro conmigo y cuando acabaron los dos los despidió.
Cuando quedamos solos me preguntó si me había gustado, le dije que si. Entonces me dijo que lo cogiera al viejo también refiriéndose al empleado de la estación porque me contó que el trato había sido que prestaba el salón si lo dejaban coger a él también conmigo. Me dijo que se había portado bien con su gesto porque arriesgaba su trabajo y que era justo que lo divirtiera un poco. Me dijo que el pobre tipo no la debía poner seguido y que lo llamara yo por la ventana para que subiera. Le pregunté el nombre y me dijo Rafael. Cuando me incorporé y crucé el salón desnuda sentía mis piernitas en el aire. Miré por el ventanal y vi que quedaban dos de los chicos con el. Cuando escuchó su nombre desde la ventana se vino presuroso. Los chicos se quedaban a relevarlo hasta que se desocupara. Yo volví con Federico que había resultado un perfecto perverso que disfrutaba con la situación y yo era su herramienta de uso. El otro hombre entró al salón y se nos acercó. Federico me dijo que me pusiera de pie para que me mirara el tipo. La escasa luz le mostraba mi cuerpo todavía palpitante y mi dueño circunstancial le decía al otro si le gustaba la nena que se estaba por coger. El hombre solo sonrió mientras miraba como me acariciaba Federico. Le dijo que me tocara las tetas y yo percibía cierto temblor en sus manos cuando me acariciaba mi cuerpo aún sudoroso. Yo le acerqué mi mano a su bragueta y su pija la sentí bien dura. El hombre presuroso se bajó el pantalón. Federico me aferraba de atrás y me llevaba hacia el hombre que se me acercaba. Buscaba frenético mi agujero y Federico me levantó alto mi pierna derecha para recibirlo. Mientras me la metía hacía sonidos de gusto con la boca, yo le acariciaba suavemente la cabeza y observaba como gozaba con mi cuerpo. Cuando empezó a apurarse lo apreté contra mi pecho para que se descargara bien. Hacía esporádicos movimientos mientras derramaba su leche caliente que empezaba a chorrearse por mi pierna izquierda cuando me la sacaba satisfecho. Me resultaba atrayente en Federico que aún no había terminado ninguna vez conmigo y le dijo a Rafael que se quedara un rato para ver como me hacía la cola.
Yo me sentía ya una cualquiera que se prestaba a cualquier cosa con esos hombres y me presté nuevamente para coger ante otra presencia masculina. Me había adaptado ya a los requerimientos del hombre que me había levantado esa noche y fue un largo polvo que me hizo venir un largo orgasmo que explotó con fuerza dentro de mí. No lo sentía solo en mis orificios sino que me recorría todo el cuerpo como una vibración eléctrica de mucho placer que finalizó en un suave quejido mío. Luego de acabar los dos hombres se fueron hacia abajo conversando. Me dijo que lo esperara y me quedé sola en esa oscura inmensidad mientras los relámpagos seguían iluminando entrecortadamente el cielo en forma casi dantesca. Después Federico volvió y me llevó al piso de abajo para que me bañara en el baño para empleados porque tenían ducha. Mientras me mojaba el agua tibia sentía que me iba volviendo la calma. El mareo se me iba yendo y estuve un rato largo bajo el agua. Mientras me secaba notaba mi vulva hinchada y enrojecida con un pequeño ardor. Después me vestí y me arregle nuevamente.
Cuando salí del baño Federico me estaba esperando. Cuando me acerqué a él le esbocé una sonrisa para demostrarle que no había rollos de mi parte con lo que había pasado. Subimos a la camioneta, ya no llovía y había refrescado un poco. Cuando salimos de la estación lo saludé con la mano al empleado que se quedaba solo. Mientras bajábamos hacia el centro yo iba terminando de secar mi cabello al aire de la ventanilla de la camioneta mientras canturreaba un tema melódico que sonaba en el equipo de audio del vehículo. Federico manejaba en silencio. Me había preguntado donde quería que me llevara y le dije que donde me había encontrado. Cuando llegamos a las esquinas de Igualdad y San Martín, nos despedimos y me dijo que otra noche me pasaría a buscar por ahí. Cuando partió la camioneta de la que me había bajado, en la esquina estaban parados dos travestís que me miraron sin decirme nada. Yo saqué el chal de mi cartera porque había refrescado un poco y me paré nuevamente en la puerta del pasillo oscuro. Como toda tormenta de verano ya había pasado como había llegado y la calle se había secado por el calor que aún quedaba en el cemento.
Mientras pensaba en volver a casa, se detuvo un coche con un hombre grande a bordo que me invitó a salir cuando me acerqué a la ventanilla pero le dije que ya me iba a dormir y quedamos para otro día. Yo me quedé un rato parada en el pasillo oscuro para terminar mi cigarrillo y luego me asomé a la calle, los travestís en la esquina donde había luz me miraron y me preguntaron si quería un taxi, les dije que si y uno de ellos me dijo que fuera hasta la media cuadra que había un taxi que estaba detenido. Les agradecí y caminé hasta el taxi. Le pregunté si estaba libre y me dijo que si por lo que me subí al coche. El taxista empezó a comentarme que el temporal había sido fuerte y que hasta había derribado árboles, yo le asentía sin escucharlo mientras pensaba que a medida que nos alejábamos del lugar se iban evaporando los duendes de la noche. Eran los genios nocturnos que se habían congregado en el pasillo oscuro para convocarme a entregarme a ellos en su oscuro ritual de sexo al cual yo había sido su invitada especial de esa noche con la ofrenda de mi cuerpo. Eran esos entes oscuros que deambulan por las noches ocultos en los lugares más sórdidos que me hicieron saber que ellos seguirían allí esperando cuando yo quisiera volver a encontrarlos nuevamente porque me habían elegido para que llevara su marca de pertenencia. El círculo se había cerrado. El pacto se había celebrado en un oscuro altar de sexo oculto y prohibido que solo ellos y yo conocíamos.
Más tarde cuando ya estaba en mi casa sumergida en la tibia agua de la bañadera, sentí una paz interna que me invadía profundamente como en un ensueño. Los genios ya no estaban en mi mente, solo la suave música del equipo en la calma de mi hogar.
Otro viernes por la noche, el 4 de febrero de este año, habíamos ido a cenar con mi marido a Il Gatto en la Avenida Colón, cuando salimos de la playa de estacionamiento en el auto, Edu se dirigió despacio hacia la zona hot y dimos unas vueltas por las calles. Paseábamos sin hablar solo escuchando la música del auto. Como era costumbre tomó luego por Igualdad y dobló al llegar a San Martín y miré cuando pasamos por el frente del pasillo oscuro. No había nadie. Recordé que tiempo atrás había visto una silueta femenina que estaba parada en el pasillo oscuro pero después no la vi más en las posteriores pasadas. Yo pude notar en la pasada que la luz mortecina del fondo estaba encendida. Lo entendí como una señal para mí, sabía que estaban ahí y que me esperaban hasta que yo lo decidiera nuevamente. Yo me acurruqué contra el cuerpo protector de mi marido y lo besé dulcemente. Mientras nos alejábamos del lugar hacia nuestra casa pude entender porqué nadie se paraba de noche en ese pasillo. Era mi lugar.
En la próxima les contaré si volví al lugar nuevamente, pero eso será otra historia que desvelaré solo si Uds. creen que la noche encierra misterios inconfesables que nunca entenderemos.
Un beso
Gracielita