Soy un chico de 23 años, me llamo Alfredo, soy un chico normal, moreno, ojos oscuros, media estatura… Un día, como otros cualquiera, fui a ver si estaba Javi en su casa, es mi vecino, vive dos pisos abajo mía. Cuando llegue me abrió la madre, una persona mayor de unos 50 años, muy simpática y agradable, era viuda desde hacia unos años.
– Hola Rosa – le dije – ¿Esta Javi en casa? – continué.
– No Alfredo, no esta, pero no tardará mucho – me respondió – Pasa y lo esperas – me continuo diciendo.
Yo asentí y pase a la casa. Ella me ofreció algo a tomar y yo acepte.
– ¿Que quieres tomar? – me preguntó.
– Cualquier cosa, lo que tengas Rosa – le respondí.
– A mi me gustaría un poco de leche, pero no tengo – me dijo.
– Si quieres voy a comprarte leche en un momento, no me importa – le comenté.
– No creo que haga falta, creo que sé donde hay – me dijo acercándose a mi.
Se puso delante de mí estirando la mano hacia mis pantalones, empezó a acariciar mi pene.
– Esta me puede dar la leche que necesito – decía mientras me acariciaba.
Yo paralizado por el momento no me salían las palabras, cuando ella, empezó a bajarme los pantalones y quedando al aire mí pene erecto totalmente. Ella empezó a besarle la punta, y acariciarlo, lamerlo y mordisquearlo.
– Me vas a dar leche Alfredo – dijo, tragándose el pene hasta dentro.
Comenzó a hacerme una mamada, mientras se despojaba de su ropa. Yo observe que para su edad no estaba nada mal, pero nunca le había mirado con los ojos de lujuria que la miraba ahora. Me tumbo en el sofá y me cogió la mano, se la puso en su vagina y pude comprobar lo mojada que estaba. Se subió encima de pija y empezó a cabalgar como loca. Yo le cogía los pechos y se los lamía. Así estuvimos unos minutos, hasta que la puse a cuatro patas y le penetre de nuevo la vagina.
– Me gustaría que me dieras tu culo, ya que te daré mi leche – le dije mientras gozaba de ella a cuatro patas, apretándole el culo y abriéndoselo un poco.
– Es todo tuyo, pero lubrícamelo, porque soy virgen en penetración anal – me comentó.
Fuimos a la cocina, y cogimos una salsa que nos serviría para lubricarla. Le introduje mi dedo y cuando vi que su agujerito del culo dilató me dispuse a penetrarla con el pene. Rosa gemía de dolor, pero me pedía que siguiese, poco a poco lo fui introduciendo más, hasta que a los minutos, parecía que su culo había dado de sí. Me la folle sin parar, a un ritmo frenético, hasta que le avisé que me iba a correr en breve. Ella se saco mi pene, y se lo puso en sus tetas, haciéndome una paja americana con sus pechos gritando:
– Quiero tu leche, quiero tu leche.
Ya no podía más y exploté, salió una cantidad de leche de mi pene que la sacié completamente. Se le notaba una cara de felicidad con la cara y los pechos manchados de mi leche.
– Te la voy a limpiar – me dijo, chupándome del pene hasta la última gota de semen.
Nos vestimos, y me comentó que Javi no estaba y que no vendría hasta el día siguiente, se fue a casa de sus primos que viven fuera de la ciudad, en un pueblo cercano. Comprobé que ella tenía premeditado el llevarse mi leche y lo consiguió.
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