La desvirgaron a mi hermana

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Ese día regresaba del gimnasio, eran las 18:30 h. Debo decir que vivo solo en una casa de dos pisos. Antes de subir las escaleras, me quité la camiseta. Al llegar a mi habitación, encontré a mi hermanita tirada en mi casa, con la ropa de universitaria rasgada, las piernas abiertas y dormida. Me acerqué a despertarla, pero no lo hizo. Le quité la ropa y vi su vagina recién desvirgada, con rastros de semen y sangre. Estaba hinchada y con los labios rojos.

Me acerqué a despertarla y, cuando lo hice, saltó hacia mí, cruzó las piernas por mi cintura y me rodeó el cuello con los brazos. Ocultando su rostro ruborizado debajo de mi cabeza, ella tenía 18 años recien cumplidos.

Sentí su respiración agitada en mi cuello y también sus gemidos por el llanto. Me dijo: «Me cogieron. Me follaron de camino a casa y no quise que mis padres me vieran, me da mucha pena». Tenia la cara entre incredulidad y sonrisa picara.

Pero al sentir el calor de su vagina en mi abdomen sudado, me asusté; me estaba excitando, pero pensar que era mi hermanita pequeña y que la habían cogido hizo que mi notable erección bajara. La llevé al baño, la metí en la bañera, puse agua tibia y le di un baño de espuma. Durante el baño no dijo nada, se sentía avergonzada y no me miraba. Cuando terminé de bañarla, me acerqué a ella y la levanté de la misma manera en que la había llevado al baño.

Con una mano en su cabeza cubierta de pelo rubio y otra en su cintura desnuda. Cuando llegamos a mi habitación, la acosté en la cama. Ella recostó su cabeza hacia un lado y no me miraba; estaba ruborizada y con lagrimas en sus ojitos azules. Levanté sus piernas y las abrí. Me dirigí al baño a buscar una pomada analgésica, la unte en sus labios rojos e hinchados y, lentamente, introduje un dedo en su vagina desvirgada.

Echó un pequeño gritito, pero luego dejó de hacerlo. Se tumbó en posición fetal, dándome la espalda. Llame a casa de mis padres y no estaban, así que le dije a María, la sirvienta, que me mandara ropa de mi hermanita para una semana, que se quedaría conmigo.

Después, fui al baño y me duché. A las 10 de la noche me acosté a su lado, la abracé y lloré junto a ella. Tras un rato, se dio la vuelta, me miró a los ojos y, en ese momento, nos besamos. Fue el beso más dulce, más tierno, más húmedo.

Despertamos a las 8:00 a. m. Ya era tarde y yo tenía que ir a la universidad, pero no quería dejarla sola, así que llamé al decano de la facultad de medicina y le expliqué la situación. Fui a la cocina a prepararle un desayuno: una ensalada de frutas. Al llevarla a la habitación, me di cuenta de que estaba en el baño. Me acerqué a ella y lloraba. Cuando se detuvo, se acercó a mí y me dio otro beso, este fue más apasionado: me mordía los labios, entraba y sacaba su lengua de mi boca, luego bajó y empezó a besar mi cuello, pasaba su lengua por todo mi cuello, lo que logró excitarme, pero me detuve y me alejé.

Todo transcurrió con normalidad durante los tres días siguientes. Casi no nos dirigíamos la palabra, estaba esquiva, y en algunas ocasiones se dejaba llevar y me abrazaba sin soltarme, y así podíamos estar largos minutos.

El jueves volvió a besarme y esta vez no pude evitarlo. Yo necesitaba que lo hiciera, pero me sentía en pecado mortal; sin embargo, la quería demasiado como para dejarla ahí. La abracé y la llevé a la habitación, la acosté en la cama y empecé a desnudarla.

Me ocupé de sus senos, chupé cada uno de sus pezones; ella solo se estremecía. Bajé por su abdomen hasta llegar a su pubis; tenía solo una pequeña matita de pelitos rubios. Cuando empecé a besar su vagina, ella gemía; intentaba no hacerle daño, y entonces llegó su orgasmo, se estremeció, tembló y se le erizó la piel.

Me pidió que la penetrara, así que acerqué mi pene a su entrada vaginal y la penetré. Al principio fue difícil, pero después se deslizó con facilidad. Llegué al orgasmo, un orgasmo prolongado, y en ese momento llegó el suyo, más húmedo. Después de un tiempo, nuestros padres se enteraron y no se opusieron a nuestra relación.

Ahora estamos juntos, como pareja, y ahora ella está embarazada, es mi hijo, por las pruebas de ADN. Ella no quiso, pero yo le dije que ni se lo planteara. El bebé nacerá dentro de cinco meses. Es una niña y espero que sea igual que su madre. Mi nombre y el de ella quedarán en el anonimato; J. M. son las iniciales de los dos. Esperamos que el bebé nazca sin problemas.

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Juan Diego
Juan Diego
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