La ciudad de la supremacía femenina como zorras
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Abrí los ojos, ¿Donde estaba? ¿Que hacía allí?, no conseguía recordar como había llegado hasta allí, estaba en una habitación oscura, había muy poca luz y el suelo se movía, parecía como si estuviera viajando en un barco, si, era un barco, pero como habría llegado hasta el, empezaba a tener leves recuerdos; una atractiva mujer, mucho alcohol en mi cuerpo y… ahora lo recordaba, un fuerte golpe en mi cabeza, aquella mujer me golpeo con algo en mi cabeza, de hay en adelante mi memoria estaba vacía, no recordaba mas, perdí el conocimiento hasta ahora.
Trate de reponerme pero mi cabeza me dolía por el impacto recibido por aquella mujer, estaba algo mareado, trate de levantarme, pero… ¿que pasaba que era aquello?, estaba encerrado en una jaula y desnudo, no podía ponerme de pie, era una pequeña jaula humana, toque con mis manos los barrotes, estaba enjaulado como un animal, empecé a zarandear los barrotes pero era una jaula con barrotes sólidos, empecé a golpear la jaula, pero era inútil no podía hacer nada para salir, comencé a gritar pidiendo ayuda, pregunte una y otra vez quien me había hecho esto, pero no obtuve respuesta, patalee los barrotes y trate de doblarlos hasta quedar exhausto, grite una y otra vez hasta cansarme, me di por vencido, tuve que esperar que sucedieran los acontecimientos por si solos, no pude hacer otra cosa, tarde o temprano alguien vendría y sabría que es lo que quiere de mi, sería aquella mujer con la que estuve la que me ha había echo esto o simplemente era un anzuelo para atraparme otra persona, pronto lo descubriría.
Mi fuerte dolor de cabeza provocó que me tumbase encogido en la jaula y volviese a dormir durante horas, sentía como el suelo se movía por el movimiento de las olas, dormía de una forma placentera durante varias horas hasta que un ruido me despertó. Abrí los ojos de inmediato y ví una luz al fondo, era una trampilla, era la trampilla del barco, la luz entraba en la habitación, la luz cegaba mis ojos, había estado varias horas a oscuras y ahora la luz golpeaba mis ojos, entraron dos sombras, apenas podía distinguir las siluetas, entraron al interior y ataron el extremo de una cuerda a la jaula, de inmediato la cuerda tiró sobre la jaula y la jaula empezó a arrastrarse conmigo en el interior, descendí la trampilla en el interior de la jaula y salí al exterior, la luz cegaba mis ojos pero poco a poco recuperé la visibilidad, ¿Donde estaba? ¿Que lugar era aquel?, era una especie de isla, pero no una isla primitiva o normal, era una especie de ciudad, a lo lejos se veían edificios, casas, vehículos y lugares con estructuras muy extrañas, ¿que clase de ciudad era esta?, parecía una ciudad muy desarrollada y moderna, si, era La ciudad de la Supremacía Femenina.
La ciudad de la Supremacía Femenina era una ciudad grande, no era la típica isla que nos viene a la cabeza con sus palmeras, era una ciudad con edificios y con mucha actividad, perfectamente organizada y desarrollada, era una ciudad con sus propias leyes y reglas, pero si tuviese que describir la principal característica de esta ciudad es que esta única y exclusivamente gobernada por mujeres, en esta ciudad las mujeres están por encima de todo, ellas mandan y gobiernan a su antojo, ellas crearon las leyes de esta ciudad, muy pronto sabréis cuales son.
Mis ojos fueron recuperando visibilidad, quede asombrado al ver aquella ciudad, pronto desvié la mirada a aquellas siluetas que me habían sacado de allí, quede impresionado al descubrir que eran mujeres, eran dos mujeres jóvenes, su indumentaria era un uniforme negro ajustado, una camisa y pantalón estrecho terminado en unas botas altas de un tacón vertiginoso y unos guantes negros, ambas llevaban un brazalete en el que se podía leer supremacía femenina, ni tan siquiera me miraron, actuaban de una forma muy normal, no daban importancia a lo que estaban haciendo, una de ellas dio una orden y un aparato siguió tirando de la cuerda arrastrando la jaula hasta un pequeño edificio, en el rotulo del edificio se leía “mercado de esclavos”, estaba totalmente asombrado, que era aquel lugar, quien y que querían esas mujeres, pronto la cuerda me arrastro hasta el interior del edificio, en su interior había una sala grande, mi jaula se detuvo en la sala, una mujer se acerco a mi, llevaba la misma indumentaria que las otras dos mujeres, sus tacones resonaban en el suelo a cada paso que daba, era una mujer muy hermosa con una mirada que te atravesaba, se puso delante de la jaula:
– A ver que tenemos aquí – exclamo aquella mujer mirándome de arriba abajo.
– ¿Quienes sois?, ¿donde estoy? ¿Porque estoy metido aquí dentro?, ¡sacarme ahora mismo! – mis palabras salieron apresuradamente en busca de una respuesta.
La mujer uniformada se llevo el dedo a sus labios haciendo el gesto de que me mantuviera en silencio, – nadie te ha dado permiso para hablar- me reprocho con un tono autoritario aquella mujer.
– Pero… pero…desde cuando tengo que pedir permiso para hablar ¡Soltarme ahora mismo o lo lamentareis!, las reproche gritándola.
– Aun no sabes donde estas ¿verdad? – me pregunto aquella mujer.
– Estas en la ciudad de la Supremacía Femenina esclavo – me dijo la preciosa mujer.
– Te asignare una tutora cuanto antes.
La mujer hizo un gesto y llamo a otras dos mujeres con la misma indumentaria, las dio órdenes de llevarme a la habitación 120 ante una tal doctora con un nombre extraño, que era eso de la tutora y donde estaba, pronto saldría de dudas.
Aquellas mujeres colocaron unas ruedas a la jaula y la arrastraron conmigo dentro, me llevaron a través de un largo pasillo, había muchas puertas a ambos lados, mi sorpresa fue cuando ví que no era el único en aquella circunstancia, me cruce con otros hombres dentro de jaulas, algunos encadenados, algunos otros con un collar llevados como un perro por una mujer, también escuche gritos o quejas de otros hombres detrás de las puertas y el inconfundible sonido de látigos chocando contra carne, aquello intensifico mi pánico, que lugar era aquel donde todos los hombres que ví estaban enjaulados o encadenados, solo las mujeres vagaban a sus anchas por aquel edificio, estaba muy asustado.
Pronto llegamos ante una puerta que marcaba la 120, y en la puerta había una pequeña placa donde se leía “Doctora Hoffman“ , llamaron a la puerta y una voz ordeno que entrásemos, las dos mujeres arrastraron la jaula hasta el interior de aquella sala, era una sala de un hospital, con instrumentos clásicos de medicina, había una camilla – sillón en un lado de la sala, unos armarios con instrumentos, y una mesa en el centro con una mujer sentado al otro lado de la mesa, era una mujer madura de unos 50 años de edad, de cabello rubio rizado hasta sus hombros, con un rostro serio y autoritario , con una mirada directa a través de sus gafas que cubrían sus ojos. Una de las mujeres que me llevaron hasta ese lugar fue la primera en dirigirse a ella:
– Señora, tenemos ordenes te traer ante usted este esclavo que acaba de llegar – informo la mujer a la doctora.
– Esta bien, podéis retiraros, yo me ocupo de el.
Las dos mujeres se marcharon dejándome ante la conocida como doctora Hoffman. Rápidamente empecé a disparar preguntas a la doctora, estaba asustado y nervioso, la grite que me explicara que estaba sucediendo.
– Veo que modales no tienes, pronto cambiara tu comportamiento te lo aseguro – me reprocho de forma muy autoritaria la doctora.
Empecé a insultarla, era yo el que estaba en una jaula y ella me reprochaba que yo no tenia modales, una gran cantidad de insultos salieron por mi boca a velocidad de vértigo, empecé a patalear la jaula e intentar salir, no lo pensé en ese momento pero estaba dando la impresión de ser un animal tratando de escapar de su jaula. La doctora se levanto de su silla, pude ver su cuerpo por completo, iba vestida con una bata de doctora con su nombre bordado, unas medias blancas por debajo de su uniforme acabados en unos grandes y vertiginosos zapatos de tacón blancos, sus tacones resonaban en la sala, lentamente se dirigió hacia mi, se planto delante de la jaula.:
– Ahora soy tu tutora y tu doctora, serás responsabilidad mía mientras estés aquí, te enseñare como has de comportarte hasta ahora y todo lo que debes saber de esta ciudad.
– ¿Mi tutora? ¿Mi doctora?, lo que eres, eres una… – otra nueva oleada de insultos salieron por mi boca.
Ella no perdió los nervios en ningún momento, manteniendo su carácter autoritario y tranquilo, ella saco de su bolsillo un aparatito muy pequeño con una pequeñita aguja, ella rápidamente sin darme tiempo a reaccionar me pincho con el, sentí una pequeña punzada pero nada mas, casi no sentí el pinchazo de aquel aparto, no sabia que era aquello pero no debía ser nada de mi agrado. La doctora guardo el aparato y se alejo hacia la camilla, se acerco a la camilla que había en la sala y empezó a desabrochar una especie de grilletes que había y unas correas, ella estaba de espaldas a mi preparando la camilla, de pronto empecé a encontrarme sin fuerzas, rápidamente empezó a invadirme una sensación de debilidad, no tenia fuerzas para moverme, comprendí que era a causa de aquel pinchazo, no se que sustancia llevaría pero rápidamente hizo efecto en mi, en apenas unos segundos perdí mis fuerzas .
La doctora se acerco a mí y empujo la jaula hacia la camilla, abrió la puerta de la jaula y me saco por un brazo, apenas tenía fuerzas para ponerme de pie, ella me ayudo a sentarme y me tumbo en el sillón, intente poner resistencia pero todo el lugar me daba vueltas, una vez sentado en el sillón clínico ella me estiro un brazo hacia el suelo y en una barra del sillón había un grillete con el que me sujeto la mano al sillón, lo mismo hizo con el otro brazo, mis manos quedaron sujetas a los barrotes laterales del sillón y con unas correas los fijo con mayor firmeza al barrote de aquel sillón clínico, la doctora preparo unos sujeta pies que salían del sillón, separo uno de mis pies atándolo con otro grillete, después me separo la otra pierna, parecía que me iba a romper, tenia las piernas muy separadas y en esa posición me ato al otro extremo, ahora estaba atado de pies y manos con las piernas muy separadas, era increíble, aquella especie de sillón clínico no tenia limites, llevaba un reposacabezas en donde me recostó la cabeza, y con un grillete ancho me sujeto por el cuello a el, para mi sorpresa continuo la doctora con su trabajo, con una cuerda elástica empezó a atarme mi cuerpo a la camilla, cuando me rodeo con ella mi cuerpo tenso la cuerda elástica y la sujeto al sillón oprimiéndome contra el. Ya no podía estar más atado, estaba atado por todo el cuerpo, no podía mover un solo centímetro de mi cuerpo, estaba totalmente indefenso y bajo el control de aquella perversa doctora.
– Ahora comenzare tu examen médico esclavo – me dijo con una mirada perversa.
¡Como que mi examen médico¡ ¿que era aquello?, pronto lo averigüe, ella se alejo hasta una mesita y cogió un par de guantes de látex y un tarro, empezó a colocarse sus guantes de látex, se puso los guantes de látex ajustados a sus manos y tiro de ellos suavemente para ajustárselos, se los ajusto con cuidado y cuando termino cogió el tarro y lo destapo, unto dos dedos en el, me temía lo que pretendía, estaba abierto de piernas y ella dirigió sus dos dedos enguantados a mi ano, la suplique que no lo hiciera, no obtuve respuesta , ella metió el extremo de su dedo dentro de mi ano, gruñí por el dolor pero ese dolor no fue nada comparado a cuando metió su dedo de golpe rápidamente hasta el fondo, solté un grito que se escucharía en todo el edificio.
– Estoy cansada de tus lloriqueos esclavo.
La doctora se acerco a la mesilla y regreso con una esponja y una tela, ella me tapo la nariz con una mano, rápidamente abrí la boca para respirar y me introduzco su esponja en mi boca, la esponja me lleno por completo mi boca y con la tela que llevaba en la mano me rodeo la boca oprimiendo la esponja dentro de mi boca.
– Ahora continuare con mi trabajo sin oír tus quejidos.
Ella volvió a acercar su mano enguantada a mi ano, y note como volvía a meter su dedo en mi ano, como antes volvió a introducir de forma brusca su dedo por completo, volví a gritar pero quedo silenciado por la mordaza, ella me miro y mostró una risa maléfica al descubrí el dolor que me estaba provocando y no poder hacer nada para evitarlo, ni un solo quejido, ella volvió a acercar su mano y esta vez metió dos dedos, introdujo sus dos dedos dentro de mi y al igual que antes volvió a introducirlos por completo, estaba siendo torturado por la doctora, aquella tortura duro unos minutos, ella continuo metiendo sus dedos en mi interior una y otra vez.
– Nadie comprara a un esclavo que no tenga abierto su agujero – me reprocho la doctora.
Ella se acerco a su mesa en busca de algún instrumento y regreso con un aparato de goma que tenia forma de pene, ¡era un dildo! ella lo acerco a mi ano, mis ojos estaban llenos de terror y los suyos de malicia mientras acercaba ese aparato a mi ano, empecé a notar como fue introduciéndolo, gritaba entre la mordaza mientras la doctora me torturaba penetrándome con su dildo de goma, introdujo el dildo por completo dentro de mi, yo trataba de respirar hondo por mi nariz soportando aquel dolor que llegaba a lo mas profundo de mis entrañas, la doctora me acaricio la cara de forma perversa mientras aguantaba su tortura.
– Relájate o será mucho peor esclavo – me dijo la doctora mientras me acariciaba con su mano mi rostro.
Ella regreso con un rollo de cinta adhesiva en la mano, sello con varias tiras el aparato en mi interior impidiendo que se moviera o pudiese expulsarlo, se cercioro que no podría salirse el aparato de mi interior. La doctora se quito sus guantes de látex y se marcho de la habitación dejándome en aquella situación tan dolorosa y humillante. Yo intentaba soltarme de aquella prisión de sillón pero era inútil, acabe exhausto de intentarlo y no conseguí desatar ni una sola correa, intente gritar o expulsar la mordaza también fue absurda la idea, me resigne a que tendría que esperar la vuelta de la doctora, el tiempo pasaba y seguía en la misma situación en aquella habitación, nadie venia a buscarme, mi ano parecía que me iba a explotar, trataba de relajarme pero el dolor me lo impedía, paso mas de una hora hasta que volvió a abrirse la puerta, la doctora estaba alegre venia bromeando con otra doctora, una vez que entro y cerro la puerta volvió a su trabajo y su sonrisa desapareció de su rostro.
La doctora se acerco hacia mi, me miro de arriba abajo y volvió a alejarse en busca de algo, regreso arrastrando algo con ruedas, al principio no distinguí que era aquello que puso a mi lado pero luego vi que era para aplicar enemas, una bolsa sujetada en lo alto de una barra con un largo tubo, mi cuerpo se lleno de terror, aquella mujer saco de nuevo unos guantes de látex que se ajusto a sus dedos , se acerco a mi y quito la cinta que sujetaba aquel dildo en mi interior, saco de forma brusca el dildo de mi interior, el cuidado de sus pacientes no la importaban lo mas mínimo, tras retirar el dildo acerco el extremo del tubo de goma y empecé a notar como el tubo penetraba en mi interior, ella libero un tapo de la bolsa que colgaba y mi ano y estomago empezó a llenarse de liquido, cuando creía que me iba a estallar mi vientre ella bloqueo la bolsa, ella sujeto el tubo con su extremo y con la otra mano empezó a mirar el reloj, no se cuanto tiempo debía de tener el liquido en mi vientre pero ella miraba su reloj y no parecía acabar el tiempo, tras unos minutos de nuevo sentí como el liquido era expulsado de mi interior, sentí una gran sensación de alivio, respire hondo y aliviado.
Cerré los ojos un instante rogando que todo hubiese terminado no resistía mas esta situación, entonces comencé a escuchar el ruido de sus tacones alejarse del sillón, pensé que todo había terminado pero no era así, la ví buscar una cuchilla de afeitar y entonces me temí lo que haría, y a si fue se acerco a mi y tomo mi miembro con la mano izquierda, acerco su mano derecha con la cuchilla de afeitar y empezó a rasurarme, cuando estaba bien rasurado, la doctora se echo en la mano un chorro de un liquido, me extendió el liquido por mi parte rasurada y sentí un gran dolor, el liquido llevaba alcohol, emití un fuerte grito que fue inaudible en mi mordaza, la doctora me acaricio suavemente:
– Bien esclavo hemos terminado tu reconocimiento médico, ya estas preparado para ser puesto en venta – me dijo la doctora.
– Antes debes conocer tus derechos y obligaciones, escucha con atención porque solo te los diré una vez, ¿has entendido?.
La doctora me propino un fuerte bofetón.
– Pestañea para saber que lo has comprendido – pestañee dos veces como afirmación y ella continuo su explicación.
– Tus derechos en esta ciudad son ninguno, no tienes derechos, los esclavos no tienen ningún derecho en esta ciudad que no se te olvide, solo tienen derechos las mujeres ¿comprendes esclavo?, volví a pestañear dos veces como afirmación aunque por supuesto no estaba nada de acuerdo con aquella ley.
– Tus obligaciones solo serán 2 guárdalas en tu memoria, existen dos reglas de oro en esta ciudad, La primera regla será obedecer a tu ama por completo, nunca bajo ninguna circunstancia la desobedecerás, te aconsejo que nunca lo hagas o ella misma decidirá que hacer contigo, ¿has comprendido? – me tiro del pelo con brusquedad y yo pestañeando volví a afirmar.
– La segunda regla de oro y más importante será que nunca jamás te atrevas a levantar la mano a una mujer, si eso sucediera serás enviado al reformatorio de esclavos, allí serás sometido a los peores castigos que te puedas imaginar bajo la mano de las mas perversas Amas.
– Ahora ya estas preparado para ser vendido, bienvenido a la ciudad de la Supremacía Femenina esclavo, Ahora compórtate como un verdadero esclavo o…
De pronto su mano enguantada me tapo la nariz, esa era su amenaza o advertencia, no podía respirar, la doctora me miraba de forma cruel mientras miraba como me asfixiaba, cuando creía que iba a perder el conocimiento ella me libero, respire muy exhausto, ella comenzó a reírse, comprendí su amenaza, sino cumplía las reglas lo pasaría muy mal.
La doctora se quito sus guantes y me los arrojo a la cara, ella se alejo hacia la pared, sus tacones resonaban cada paso que daba en la sala, pulso un botón de una especie de teléfono:
– ¿Si? una voz femenina contesto al otro lado del teléfono.
– Podéis venir a por el esclavo y ponerlo en venta – ordeno la doctora.
– Si doctora – contesto la otra voz.
La doctora abandono la habitación y al instante regresaron dos mujeres con la vestimenta de color negro de aquel sitio, su pantalón y camisa negra ajustada con botas de tacón muy fino, prepararon la jaula y se dispusieron meterme en ella de nuevo, ahora iba a ser vendido en el mercado de esclavos.
Continuara…
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