Kareem, nuestro masajista preferido y su lindo sexo
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Mi amiga Paula me había hablado maravillas de aquel centro de masajes. Se trataba de un centro de masajes para señoras y señores de alto poder adquisitivo y que estuviesen necesitados de ciertos cuidados especiales. Evidentemente mi amiga Paula me contó con pelos y señales todo aquello que te podían ofrecer en aquel centro de masajes. En primer lugar creo que será mejor que os presente a mi amiga Paula y a una servidora para que conozcáis algo mejor el porqué ocurrió lo que más adelante os relataré.
Ambas somos amigas pues estudiamos en el mismo colegio y con el paso del tiempo fuimos pasando las diferentes etapas de la vida hasta llegar al momento actual. Vivimos en Madrid y nos casamos hará unos diez años con nuestros respectivos cónyuges. Paula es pelirroja con el cabello corto y rizado, tiene 39 años, los ojos oscuros, es bajita pues mide algo más del metro y cincuenta centímetros aunque ello no fue obstáculo para que su marido la engatusara al poco de conocerse diciéndole que de ese modo sería más manejable en la cama. Además a Paula siempre le ha gustado gastar zapatos y botas de tacón alto de aguja para así mostrarse más alta y estilizada. Otras debilidades suyas son las faldas cortas, las blusas con grandes escotes para mostrar sus preciosos pechos así como los pantalones tejanos ceñidos para que le marquen su poderoso trasero.
Por mi parte os diré que me llamo Natalia, tengo 40 años ya que soy unos meses mayor que Paula. Soy bastante más alta que ella pues llego al metro y sesenta y ocho centímetros, poseo una melena rubia lacia a media espalda, unos ojos verdes esmeralda que le encantan a mi marido, el pecho es bastante duro y se encuentra bien elevado para mi edad. Por último tengo un pompis respingón que vuelve loco a mi marido, el sexo anal es una de las opciones sexuales que más nos satisfacen en nuestros escarceos amorosos.
Paula y yo trabajamos en dos oficinas bancarias de la capital mientras nuestros maridos poseen dos empresas de software con lo que no tenemos problemas económicos a final de mes y llevamos una vida bastante desahogada. El matrimonio de Paula naufragaba desde hace unos dos años debido a las continuas infidelidades del marido de mi amiga con sus diferentes empleadas. Sin embargo ello no fue óbice para que mi amiga entrase en un estado de depresión tal como les ocurre a otras mujeres en semejante situación. Por el contrario la actitud que adoptó Paula fue la de pagar a su marido con la misma moneda y enrollarse con todo aquel hombre que le apeteciese.
El estado de ánimo de Paula experimentó un fuerte componente sexual a partir de aquella noche de hace dos meses en que quedó con dos amigas suyas de la oficina bancaria para visitar aquel centro de masajes de las afueras de Madrid. Su compañera Rosa invitó a Paula y a la otra chica llamada Maria Jesús al mencionado centro para, según me dijo Paula, olvidarse del estrés diario con un buen masaje. Rosa es viuda desde hace cinco años con lo que necesita desahogarse sexualmente con cierta frecuencia ya que es una hembra bastante fogosa. Maria Jesús tiene 26 años y es la última chica en entrar en la oficina de Paula debido a un currículum vitae totalmente inmaculado.
Según me contó Paula en dicho centro experimentó la mejor relación sexual de su vida; estuvo con un chico árabe de unos 25 años llamado Kareem que la colmó de atenciones como hacía tiempo no le hacían y finalmente le echó el mejor polvo de su vida. Tras hacerle un masaje relajante la cosa fue subiendo de tono gracias a las caricias que el muchacho le regalaba y finalmente acabaron follando como locos junto a sus amigas y sus respectivos acompañantes en el jacuzzi del centro de masajes.
Paula volvió otras dos veces al centro tras aquella experiencia. Volvió a joder con aquel muchacho que la impactó notablemente. Según mi amiga aquel hombre la había hecho sentir los mejores orgasmos de toda su vida. Jamás nadie la había hecho sentir semejantes placeres y se había dedicado a dar placer a su cuerpo a conciencia. Las relaciones con su marido habían resultado mucho menos agradables pues este tan solo buscaba su propio placer sin importarle los sentimientos de Paula.
– Alejandra, deberías venir algún día a conocer a mi amante. Nos conocemos desde pequeñas y te conozco para saber que aunque Rubén es un buen amante, no te ofrece todo aquello que el sexo te puede dar. Lo sé por los comentarios que me haces sobre vuestra relación. Entre nosotras no hay secretos y sabes que me gustaría verte plenamente feliz. A mi no me importaría que estuvieses con ese joven muchacho que me hace tan dichosa ya que lo nuestro se limita a sexo puro y duro.
– Paula, estás loca diciéndome semejante cosa. Sabes que mi matrimonio funciona perfectamente y que no me gustaría destruirlo con una relación que no me llevaría a ningún sitio.
– Alejandra, sé que lo que me dices es totalmente cierto y que jamás le has sido infiel a tu marido pero tan solo te pido que lo pienses y que el jueves me digas si deseas acompañarme a conocer un nuevo mundo de placeres los cuales nunca has siquiera imaginado ni en tus mejores sueños eróticos.
– Paula, sabes que no accederé a lo que me pides, de todos modos el jueves te diré algo en referencia a tu oferta.
Nos despedimos con dos besos en el zaguán de la casa de Paula y durante los días que precedieron al jueves indicado mi cabeza estuvo dándole vueltas y más vueltas a la tentadora idea de acompañar a mi amiga a recibir uno de aquellos masajes tan relajantes. Finalmente decidí ir con mi amiga la noche del sábado en la cual mi marido había quedado para una cena de trabajo con unos compañeros. Pensaba que siempre estaba a tiempo de echarme para atrás en el último momento según se desarrollasen los acontecimientos. Evidentemente no fui capaz de hacerlo.
Aunque, tal como dije antes, jamás le había sido infiel a mi marido, sé que él sí lo había sido conmigo gracias a una empleada suya que llevaba trabajando unos seis meses en la empresa. Se trataba de una muñequita de 19 años llamada Elisa la cual debo reconocer que era un auténtico bombón. Elisa era una nena de cabello largo castaño claro que solía recoger en una cola de caballo. Es una chica alta como yo y con unos senos bastante desarrollados para su edad pues tendrá sobre una talla 100.
Una noche les pillé en mi baño follando como auténticos desesperados. Volvía de haber pasado un rato con Paula y una vecina suya que conocemos desde hace dos años cuando al abrir la puerta de casa y adentrarme en el recibidor, escuché risas y gemidos en mi dormitorio. Me quedé helada pero algo en mi interior me llevó a subir lentamente las escaleras en busca de conocer realmente lo que allí estaba ocurriendo. La puerta del dormitorio estaba entreabierta y a través del espejo pude ver cómo Rubén y Elisa se encontraban en el interior de la ducha abrazándose y amándose de forma apasionada mientras el agua de la ducha caía sobre sus cabezas humedeciendo sus cuerpos completamente cubiertos de espuma.
Elisa se arrodilló a los pies de Rubén y empezó a comerse la polla de mi marido haciéndola crecer sin parar. Tras estar unos dos minutos sorbiéndole la verga sin tomarse un solo segundo de respiro vi como ésta aparecía desafiando a la muchacha. La tenía bien curvada hacia arriba tal como yo sabía se ponía tras realizarle una buena felatio. La chica volvió a introducirse la verga de Rubén completamente en la boca, cosa que yo no conseguía debido al tamaño respetable del aparato de mi esposo. Tuve envidia al comprobar que lo que yo no lograba hacerle a mi marido lo conseguía aquella muchachita sin aparente esfuerzo. Tras ver aquello deseé irme de allí pero al propio tiempo algo me hacía quedarme para seguir observando aquel polvo hasta el final.
Introduje la mano derecha bajo mi corta minifalda e inicié unas lentas caricias sobre mi clítoris. No podía evitarlo pero aquella imagen me estaba poniendo cachonda perdida pese a saber que era mi esposo quien la estaba disfrutando. La mano y los labios de Elisa fueron adquiriendo cada vez mayor velocidad extrayendo gemidos y gritos de placer de Rubén el cual se encontraba en la gloria siendo sorbido por aquella jovenzuela. Conozco a mi marido y sé que la felatio junto al coito anal es una de las cosas que más le enloquecen del sexo. Así pues podéis imaginaros cómo se hallaba en aquel momento. Agarró a Elisa de la cabeza con ambas manos con el fin de no dejarla escapar y que siguiera comiéndole el tesoro que le estaba ofreciendo. La velocidad de la boca y la lengua de la muchacha se hicieron insoportables para Rubén y de repente se quedó parado y produjo un terrible grito mientras se corría en el interior de la boca de la muchacha entregándole todo el elixir que contenían sus testículos. Elisa se atragantó ante semejante corrida y parte del líquido le cayó por la comisura de los labios llegando a sus senos.
Volvieron a ducharse y salieron al dormitorio totalmente frescos por fuera pero calientes por dentro. Aquella muchacha ayudó a mi esposo a salir del baño camino del dormitorio agarrándolo con una mano del pene. Por lo visto la cabrona no quería dejarlo escapar tan fácilmente. Elisa sabía lo que se traía entre manos y deseaba aprovechar al máximo la ocasión que se le presentaba. Sentía envidia de esa muchacha debido a la experiencia que mostraba en las artes amatorias a pesar de su corta edad; ya me hubiese gustado a mí hacer lo que ella estaba haciendo cuando tenía su edad.
Una vez entraron al dormitorio, Elisa tumbó a mi marido en la cama boca arriba. El pene de Rubén estaba en reposo tras la pelea que mantuvo en la ducha con la boca de la chiquilla.
– Rubén relájate y goza de lo que te voy a hacer. Voy a volver a ponerte la polla en ristre para hacer que me hagas feliz con esa maravilla que te cuelga entre las piernas. Jamás había follado con un maduro como tú y he de reconocer que mis jóvenes amigos no me satisfacen ni siquiera la mitad de lo que tu lo haces. Me produce un morbo especial joder con un hombre casado y pensar en los cuernos que le estamos poniendo en este momento a tu mujercita.
Tras estas palabras que me llegaron al alma y, sin ni tan siquiera dejar contestar al cabrón de mi marido, Elisa empezó nuevamente a degustar la verga de mi marido subiendo y bajando con su lengua por toda la longitud de su aparato. Rubén gemía como un bebé gozando de aquella lengua, aquella muchacha le hacía enloquecer realmente con aquella boca. Además al haberse corrido anteriormente, Rubén gozaba aún más ya que su aguante era superior pues necesitaba un cierto tiempo para recuperarse totalmente tras haber llevado a cabo un primer asalto. Gracias a las experiencias vividas con mi marido sabía que Rubén era capaz de llevar a cabo dos asaltos sin grandes problemas e incluso en alguna ocasión habíamos llegado a echar tres polvos en una misma sesión.
Tras cinco minutos de estar trabajando el ariete de mi esposo, la polla volvió a alcanzar su máximo esplendor arrancando una sonrisa triunfante por parte de Elisa. La cabrona había vuelto a poner a mi marido en aquel estado terminal que a Rubén tanto le gustaba. Mi marido se levantó e hizo colocar a Elisa a cuatro patas en el borde la cama de espaldas a él. Sabía lo que ello significaba; a Rubén siempre le ha gustado darme por culo teniéndome tendida a cuatro patas mostrándole mis nalgas totalmente entregadas a su masculinidad. Es la posición que a Rubén le vuelve más loco y por tanto sabía lo que le esperaba a Elisa. Tal como dije la polla de mi marido posee un tamaño realmente soberbio.
Rubén se agachó entre las nalgas de Elisa e inició un beso negro en el agujero posterior de la muchacha la cual empezó a gemir inmediatamente.
– Rubén no me hagas eso, jamás estuve con ningún hombre que me abriese el ano y la verdad es que es una cosa a la que le tengo mucho miedo y respeto.
Aquellas palabras de la chiquilla hicieron que de los ojos de mi marido saliesen chispas de deseo. Sabía que el mayor triunfo que mi marido podía lograr era realizar el coito anal, era el máximo trofeo que una mujer le podía ofrecer. Empecé a acariciarme con mayor rapidez sabiendo lo que se le avecinaba a la pobre Elisa. Romperle el culo a una muchachita virgen era lo mejor que podía desear el cabrón de mi marido. La muchacha miraba a mi esposo con cara de gran temor, observando la cara de Rubén supo que debía entregarle el agujero anal a mi esposo.
– Relájate muchachita, ahora te toca disfrutar a ti. Voy a hacerte llegar a ver las estrellas, me recordarás toda la vida gracias a lo que voy a ofrecerte. Te dolerá fuertemente al principio pero pasado el primer dolor después desearás que no acabe nunca contigo.
Rubén volvió a hacerse con el ano de Elisa chupándoselo con su lengua y sus labios. Rubén era un experto en el beso negro, más de una vez había acabado corriéndome mientras me realizaba una comida anal. Así pues los iniciales gemidos de aquella jovencita dieron paso a auténticos aullidos de placer. Rubén mostró una gran dedicación con aquella muchacha en aquel beso negro. Estuvo unos diez minutos largos chupándole el ano mientras con una de sus manos le acariciaba el clítoris introduciéndole dos de sus dedos en la vagina.
Finalmente y teniendo a la chica realmente relajada y dispuesta gracias a sus caricias linguales, Rubén se colocó tras la muchacha abriéndole las piernas y apuntando con su polla en ristre. La verdad es que tuvo cierta deferencia con la muchacha ya que primero se dirigió hacia su vagina metiéndole el glande lentamente con el fin de conseguir que Elisa se fuese haciendo al tamaño colosal de aquel pene.
– Cabrón, así sigue, lo haces muy bien. Metela poco a poco en mi interior. Me gusta sentirla entrar lentamente hasta que acomodes toda la longitud de tu verga en mi coñito.
Rubén se movió durante un minuto dentro de la chica haciendo que ésta degustara su rabo gozando sin parar. Al mismo tiempo iba introduciendo de vez en cuando un dedo en el ano para hacer que se lubricase poco a poco. De pronto extrajo la polla de la vagina de Elisa y apuntó hacia el orto de la chica. Apoyó la cabeza en la entrada apretando poco a poco para que la obertura fuese haciéndose al grosor del glande. Elisa tensionó su cuerpo lanzándose hacia delante y lanzó un grito desgarrador en el momento en que mi esposo la atravesó sin ningún tipo de miramiento por su precioso culo. La muchacha no pudo soportar semejante dolor y empezó a llorar sin poderlo remediar. Según decía le quemaba todo su agujero sintiendo a su invasor. Mi marido se quedó quieto en el interior de la chica y trató de tranquilizarla diciéndole que aguantara un poco más que en breve sentiría todo el placer que le había prometido. Pasado medio minuto Rubén se movió acompasadamente en el agujero de la muchacha alcanzando cada vez una velocidad mayor. Esto hizo que Elisa comenzase a gemir y a chillar como una loca rotando sus nalgas alrededor del eje de mi esposo.
Ambos sudaban como desesperados al tiempo que bufaban buscando aire como podían. Al fin Elisa pudo respirar y hablarle a mi marido:
– Me quemas por dentro hijo de puta pero debo reconocer que tenías razón al decirme que en la vida habría experimentado algo similar. Ahora lo que deseo es que no pares en la vida y me sigas follando con tu estaca hasta hacerme reventar de placer llenándome el culo con toda tu leche. Como te salgas de mí te juro que te mato. Sigue así y no pares, te deseo y te amo.
Rubén estuvo taladrando a la chica durante diez interminables minutos, el cabrón no se corría ni a tiros. La respiración se hizo cada vez más dificultosa buscando aire desesperadamente y por fin quedó parado tras la chica agarrado a las nalgas y ambos explotaron al unísono. Rubén estuvo llenando los intestinos de la jovencita durante medio minuto descargando toda la leche almacenada en sus testículos. Elisa unió un orgasmo a otro y al fin mi esposo envolvió a la muchachita cubriéndola con su cuerpo sobre la cama.
Yo ante semejante polvo no tuve más remedio que cortarme el labio inferior al morderme para no gritar de placer y ser descubierta por ellos. Me corrí desenfrenadamente ante tal encuentro sexual. Finalmente bajé las escaleras sin hacer ruido y fui a dar una vuelta antes de volver a casa para que se arreglasen y que Elisa se marchara de casa.
Volviendo al relato principal os diré que finalmente llamé a Paula y le dí la grata sorpresa de decirle que estaba dispuesta a acompañarla al centro el sábado siguiente por la noche. Paula lanzó una exclamación de alegría animándome en la decisión que había tomado. Me dijo que me pusiera bien guapa que me pasaría a buscar con su coche sobre las diez tras haber cenado.
Durante los días que faltaban para llegar al sábado noche me encontraba tremendamente nerviosa imaginando lo que podría ocurrir aquella noche. Me lo planteaba como un objetivo al que llegar en las mejores condiciones posibles. Mi marido trató de atacarme dos noches y en ambas sacó la misma negativa por mi parte a satisfacer sus deseos. Supuse que se desahogaría con Elisa al día siguiente en la oficina. La verdad es que ya no me importaba lo que hiciese. Deseaba acumular todos mis deseos sexuales para llegar al día esperado con las mayores ganas.
La noche del sábado me duché tranquilamente sintiendo el calor reconfortante del agua. Llené la bañera de sales y se llenó de espuma la cual cubrió todo mi cuerpo dejándome completamente relajada durante una hora. Tras salir del baño busqué mis mejores galas en el armario y me decidí por un vestido de color blanco y con flores en tonos malva que remarcaba mi cuerpo de forma escandalosa y que se cerraba con una cremallera a todo lo largo de la espalda. Era un vestido de tirantes y de escote en pico que remarcaba mis pechos hasta hacerlos deseables a los ojos masculinos. Llegaba a medio muslo mostrando mis piernas en todo su esplendor. Tan solo me lo había puesto dos veces en dos fiestas a las que habíamos sido invitados y me percaté del efecto que el mismo provocaba en los hombres. En ambas ocasiones acabé la noche follando con mi marido como locos en el baño y en un jardín. El conjunto lo completé con unos zapatos blancos de tacón alto los cuales estilizaban aún más mi figura. Me miré al espejo y me vi tremendamente deseable, aquella noche deseaba ser la más puta de las mujeres. Le iba a devolver al cabrón de mi marido lo que me había hecho.
Al llegar Paula a casa, ésta lanzó un silbido de admiración al verme. Me alabó el gusto y me dijo que aún me encontraría mejor si me decidía a prescindir del sujetador. Me animó diciéndome que ella no llevaba y me lié la manta a la cabeza quitándomelo y montando en el coche de mi amiga. Paula había elegido una blusa negra transparente que mostraba la dureza de sus grandes pezones. Llevaba unos tejanos blancos ceñidos a sus nalgas remarcándolas de forma absolutamente genial. Como calzado había escogido unos botines negros que me encantaban y que gracias al tacón alto de aguja que poseían la hacían más alta de lo que era. Ambas nos encontrábamos muy calientes pensando en lo que nos esperaba en el centro de masajes. Los pezones se nos erizaban marcándose por debajo de la tela y ambas nos sentíamos dispuestas a todo lo que pudiese acontecer.
Durante el trayecto Paula me comentó que me cedería el puesto para poder gozar de las caricias que me prodigase su amigo Kareem diciéndome que trataría de tragarse los celos que sintiese. Creo que mi amiga se había enamorado de aquel muchacho aunque afirmase que entre ellos tan solo existía sexo. Tras escuchar el ofrecimiento que me hacía mi amiga, le dije si existía la posibilidad de estar los tres juntos. Paula lanzó un grito de júbilo y me besó en ambas mejillas. Tenía ganas de llegar al centro de masajes y conocer a aquel hombre tan fornido y poderoso del que tantas cosas me había contado Paula. Había oído hablar grandes maravillas de los hombres de raza árabe y deseaba comprobar in situ si realmente eran tan grandes amantes como se decía.
Así pues llegamos al centro de masajes sintiendo una fuerte corriente eléctrica a lo largo y ancho de todo nuestro sistema nervioso. Al entrar en el centro nos recibieron un chico y una chica los cuales Paula me comentó posteriormente eran los encargados de dar la bienvenida a los visitantes. Me sentía bastante nerviosa debido a las ideas que me iba formando de lo que allí podría pasar.
– Tranquila Alejandra, relájate y disfruta de lo que vas a vivir en este centro. Jamás habrás sentido nada similar con Rubén. Mi amigo Kareem es un amante excepcional y todo un caballero que nos hará disfrutar a ambas con su portentoso falo, el cual posee un aguante fabuloso. Tan solo te diré que en una tarde hicimos el amor unas tres veces y que me corrí con el unas ocho veces.
Las palabras de Paula me hicieron humedecer sin poderlo evitar. Deseaba estar en brazos de aquel muchacho y que mi amiga me viese gozar como una perra. Nos dirigimos a los vestuarios para cambiarnos para el masaje que nos daría Kareem. Ya no había vuelta atrás posible y he de reconocer que tampoco lo deseaba. Nos cambiamos rápidamente entre risas y salimos a la sala de masajes tan solo cubiertas con unas toallas blancas. Al entrar en la sala me quedé totalmente derretida ante lo que vi. Allí se encontraba nuestro querido masajista Kareem. Paula no me había engañado en lo más mínimo respecto a aquel muchacho.
Kareem era un adonis fantástico. En mi vida había visto algo tan bello. Era un auténtico gigante pues mediría más de 1.90 m, tenía el torso con unos pectorales perfectamente marcados. Traía el cuerpo totalmente cubierto de aceite el cual hacía que su piel brillase de un modo muy excitante. En lo primero en que me fijé de él fue en sus profundos ojos negros que te atravesaban al mirarte. Me sentí totalmente desnuda cuando me observó al presentarnos mi amiga Paula. Poseía una dentadura absolutamente blanca y tenía una sonrisa encantadora con la que seguro que enamoraba a cualquier mujer que se le pusiera delante. Al verle no me extrañó que mi amiga hablase maravillas de ese muchacho. Me derretí como un cubito de hielo y estaba totalmente deseosa de que me tuviera entre sus brazos y me hiciese todo lo que quisiera.
Su voz era fuerte y grave. En primer lugar se dirigió a Paula y esta le comentó el deseo que me invadía por estar los tres juntos en aquella habitación. De todos modos le pidió que primero llamase a su amigo Jeff para que este le diese a Paula su correspondiente masaje mientras Kareem se dedicaba a relajar mi cuerpo. El muchacho llamó a través de un interfono que había en la habitación al otro chico y en unos cinco minutos se presentó y se unió a nosotros.
Los dos muchachos nos indicaron que nos tumbásemos boca abajo en dos camillas que se hallaban paralelas. Al tumbarme traté de relajarme con el fin de bajar la calentura que me había producido la presencia de aquel fornido masajista. Ambas cerramos nuestros respectivos ojos y lanzamos un profundo suspiro al notar las primeras frías gotas del aceite que caía sobre nuestras espaldas. Kareem se dirigió en primer lugar hacia mis hombros esparciendo el aceite a lo largo de mi cuello y mis brazos. Apretaba con sus fuertes dedos la parte entre mi cuello y los hombros. El masaje que me prodigó era fuerte pero me relajaba totalmente. Fue bajando lentamente a través de mi espalda acariciándome los omóplatos y posteriormente se dedicó durante diez largos minutos a acariciarme a lo largo de mi columna vertebral bajando y subiendo continuamente desde mi nuca hasta la rabadilla. El placer que sentí en esos momentos fue auténticamente bestial. Creía que me iba a correr tan solo con esa simple caricia en mi espalda.
El muchacho se dirigió hacia mis pies masajeándome la totalidad de mis pies y la planta de los mismos. Yo me dedicaba a gemir débilmente recibiendo la presión de aquellos dedos en los diferentes puntos de mi cuerpo. Aquel joven sabía lo que hacer con una mujer y de qué modo hacerme relajar. Me olvidé totalmente de mi amiga a pesar de encontrarse tumbada a mi lado, tan solo sentía la presencia de aquel muchacho tras mi espalda dándome ese placer tan fenomenal. Kareem subió a través de mis largas piernas rotando sus manos sobre mi piel. Tras esto empezó a golpear fuertemente mis piernas con los cantos de sus manos. Por fin quitó la toalla que cubría mis nalgas y lanzó sobre ellas dos buenos chorreones de aceite esparciéndolo sobre ellas con suaves movimientos circulares de sus manos.
Kareem se agachó sobre mí susurrándome al oído:
– Pequeña, me encantan tus redondas nalgas, me resultan terriblemente sexys.
Estas palabras fueron oídas por Paula la cual me miró y me sonrió guiñándome un ojo pícaramente.
Mientras iba acariciando mis nalgas, de vez en cuando y como por descuido lanzaba pequeñas caricias hacia mi ano y mi clítoris que me ponían absolutamente cardíaca. De pronto se agachó buscando con sus labios mi orto. De este modo se dedicó durante cinco minutos a lamerme el agujero de mi ano haciéndome un beso negro de auténtico lujo. La lengua de aquel muchacho estaba húmeda y en algunas ocasiones se introducía acariciándome la entrada posterior y empezando a conseguir sacarme los primeros gritos de placer de aquella sesión sexual. Tras comerse el ano con su lengua empezó por penetrarme con su dedo corazón. Gemí de placer notando la lenta entrada de ese intruso en mi interior. Después de haber logrado que mi ano se acomodara a la penetración de su dedo, Kareem se volvió aún más osado introduciendo primero un dedo y luego otro más. Los dedos de ese muchacho parecían los de un pianista, sabía tocar en aquellos puntos donde se encontraban mis zonas más sensibles. Empecé a gritar y a pedirle que siguiera de aquel modo tan erótico. Gracias a aquellas caricias logró que alcanzara el primer orgasmo de aquella inolvidable velada.
Tras haberme relajado de aquella primera descarga, Kareem me hizo darme la vuelta. Mi cueva se hallaba totalmente húmeda y lubricada deseosa de sentir la verga de aquel muchacho. Le supliqué que me hiciera suya, sin embargo me dijo que aún debía sufrir algo más y que todavía no había llegado el momento.
Kareem se llenó las manos de aceite y las dirigió hacia mis pechos. El roce de las yemas de sus dedos sobre mis pezones hizo que éstos se erizaran creciendo de forma desmesurada. Aquel tormento era insoportable. Cada caricia que me prodigaba era aun mejor a la anterior. Acercó los labios a mis senos y chupó mis duros pezones con fruición haciéndome sentir la mujer más dichosa del mundo. Golpeó la punta de mis pezones con la punta de su lengua haciéndome ver las estrellas. Debo decir que los pezones es una de mis principales zonas erógenas y que si mi amante sabe sensibilizarlos convenientemente me convierto en una auténtica gata en celo. Con dicha caricia no aguanté ni siquiera dos minutos y me corrí nuevamente agarrándole la cabeza para que no escapase.
Tras sacarme aquel segundo orgasmo fue bajando lentamente por mi vientre rodeando mi pubis y dirigiéndose hacia mis ingles mientras acariciaba el vello púbico con sus dedos. Dios!!!! Cómo deseaba a aquel hombre, no podía aguantar más. De pronto acarició mi clítoris con dos de sus dedos arrancándome un nuevo grito de placer. Me estuvo masturbando durante un buen rato llevándome a un estado de enajenación como jamás había sentido. Trocó sus dedos por su maravillosa lengua y volví a correrme ofreciéndole mis calientes jugos que chupó con gran placer por su parte.
Era increíble pero aquel hombre había logrado que me corriese tres veces tan solo dándome un masaje. Ni en sueños había sentido algo igual con el cabrón de Rubén. No me extraña que Paula estuviese absolutamente loca por ese muchacho. Si con aquel masaje había logrado lo que logró que no conseguiría al hacerme el amor. Estaba dispuesta a que me hiciera su esclava, deseaba entregarle todo mi ser.
De repente abrí los ojos viendo como Paula se corría en la boca de Jeff. Me parecía mentira pero me había olvidado por completo de ellos. Mi amiga se relajó poco a poco y le indicó al muchacho que nos dejase solos a los tres. El chico salió de la habitación y mi amiga nos guiñó el ojo a Kareem y a mí. El momento tan esperado había llegado por fin. Kareem iba a dedicarnos a ambas todo el amor del que era capaz.
Paula se acercó a mí y me agarró el pecho izquierdo llevándose el pezón a sus labios. Dicha actitud de mi amiga me sorprendió. Me sentí algo violenta pero Paula me tranquilizó dirigiendo sus labios a los míos e introduciendo su lengua en el interior de mi boca. Traté de separarme para decirle que me dejase pero Paula me hizo callar poniendo sus dedos sobre mis labios. Jamás había estado con una mujer, era una idea que no había tenido ni siquiera en mis sueños más eróticos. Sin embargo no me resultó desagradable. Volvió a aproximar su boca a la mía y la recibí abriendo mis labios. Su lengua era ágil y se movió con rapidez acariciando y uniéndose junto a la mía. Mantuvimos una fuerte disputa entre nuestras húmedas lenguas, es decir nos dimos un caliente beso de tornillo que jamás olvidaré.
Tras separarnos mi amiga me cogió de la mano y me llevó a la gran cama que había en la habitación. Se trataba de una cama de unos dos metros cuadrados de color negro. Paula me tumbó en la cama apoyando mi espalda suavemente y me llevé una grata sorpresa al ver que se movía bajo mi cuerpo como si fuese un barco. Se trataba de un colchón de agua y dicha sensación de la que nunca había gozado me resultó muy placentera.
Paula se dirigió con cara de leona hacia mis pechos comiéndoselos con auténtica lujuria. Agarré sus cabellos entre mis dedos acariciándole la cabeza mientras sentía un cosquilleo entre mis piernas. Mi amiga se separó de mí llamando a Kareem para que se uniese a nosotras. El muchacho se colocó ante mi cara mostrándome el bulto que se le marcaba bajo la toalla. Me quedé de piedra ante semejante protuberancia y me volví completamente loca agarrando con ambas manos la toalla y quitándosela de golpe. Me topé con un bulto enorme tapado por el tanga negro que portaba. Daba la sensación de esconder una larga culebra entre sus piernas. Le dí la vuelta y me alegré la vista con aquel culo totalmente depilado que poseía. Alargué mi mano derecha hacia delante y acaricié suavemente aquel maravilloso aparato agarrándolo fuertemente entre mis dedos. El tamaño de aquel rabo era descomunal. Según noté entre mis dedos aquello debía rondar los 23 cms de músculo. Moví lentamente mi mano sobre aquel trabuco sopesándolo a través de la tela del tanga que lo cubría.
Coloqué mi cabeza sobre uno de los grandes almohadones que había en aquella cama haciendo volver al muchacho hacia mí. Tenía aquel bulto desafiándome dirigido hacia mis ojos y de pronto bajé de golpe la tela del tanga haciendo saltar hacia mi boca aquel ariete monumental. Me tragué lo que pude de aquel plátano atragantándome ante semejante invasión. Aquella polla me produjo arcadas que me obligaron a sacarla de mi boca. Me quedé observándola durante unos breves segundos adorándola como si fuese un tótem.
– Tómala Alejandra, aprovéchala todo lo que puedas pues es toda para ti. Ahora entenderás porque te alababa tanto las virtudes de Kareem. Gózalo y disfrútalo todo el tiempo que aguantes. Tenemos todo el tiempo que queramos para follar los tres hasta quedar agotados.
Paula se colocó entre mis piernas y abrió su boca lamiéndome con su lengua el coño que estaba a rebosar de líquidos. Mientras mi amiga se hallaba dándome placer entre mis piernas, me encontraba con la boca llena por aquel tremendo falo sin poder articular palabra. El glande del muchacho golpeaba mi garganta produciéndome arcadas. Extraje aquel pollón de mi boca y me dediqué a lamerle los huevos los cuales se encontraban bien cargados de semen. Invité a Paula a acercarse y a que me ayudase a darle placer a aquel hombre.
Así pues Kareem se encontraba de pie junto a la cama y nosotras nos situamos entre sus piernas comiéndonos su polla. La verga fue pasando alternativamente de una boca a la otra saboreándola sin descanso. Kareem gemía y suspiraba gracias a nuestras caricias. Evidentemente no era de piedra. De pronto enloquecí y agarré su polla con la mano y empecé a chupar de forma rapidísima sin parar de mover mi mano a todo lo largo de su lanza. Me agarré con ambas manos de sus nalgas tragándomelo entero y moviendo mi cabeza a una velocidad de vértigo hasta escucharle gritar al explotar dentro de mi boca. Me encontraba sedienta y me tragué toda la catarata que me ofreció aquella botella de leche sin dejar escapar ni una sola gota.
Tras degustar el esperma que nuestro amante me había ofrecido, fue Paula la que se hizo con él y sin darle tiempo a respirar le dio sus labios dándose un beso de tornillo sin fin. Yo por mi parte, y dejando a un lado la repulsión que podía sentir, me coloqué entre las piernas de mi amiga y empecé a lamerle el botón con mi lengua haciéndola gozar y gemir largamente. Al principio me costó pero una vez me aficioné a su sabor ya no paré hasta conseguir sacarle un orgasmo.
Paula sacó de no sé donde unas bolas chinas y se puso entre mis nalgas acariciando mi agujero posterior. Me lamió con su lengua durante un rato y de repente empezó introduciendo la primera bola en mi interior. La sensación que sentí era maravillosa notando entrar poco a poco una bola tras otra. Las dejó durante dos minutos en el interior de mi ano dándomelas a degustar. Menudo placer tan fantástico!!!!!!!!!!!!!! Al final las sacó de golpe arrancándome un terrible orgasmo de mi interior.
La escena anterior hizo que nuestro semental volviese a ponerse en pie de guerra desafiándonos con su tremenda herramienta. Kareem se dirigió en esta ocasión hacia Paula y le chupó salvajemente los pezones. Paula lo tumbó sobre la cama y se montó sobre aquel caballo dispuesta a cabalgarlo. Lanzó un fuerte gritó al clavarse sobre aquella estaca empezando a cabalgar sobre ella a los pocos instantes. El muchacho se dejó hacer agarrando a mi amiga por las caderas adoptando una actitud pasiva. Yo me situé entre las piernas de ambos lamiéndoles alternativamente ahora los testículos de él, ahora el coño de ella. Paula cabalgaba sobre él sin descanso apoyando sus manos en el pecho de él disfrutando al máximo de aquel momento. Lanzaba la cabeza hacia atrás y gritaba cada vez más ahogadamente hasta acabar ambos corriéndose al mismo tiempo. Me relamí los labios tan solo con haber presenciado semejante polvo. Aquella noche estaba siendo una bomba. Si mi marido viese lo que estábamos haciendo se volvería loco y me pediría al instante el divorcio.
Tras aquel polvo salvaje y tras recuperar ambos el resuello Paula se acercó a mí por detrás agarrándome los pechos con sus manos y me dijo que me preparase para gozar con Kareem y su amigo Jeff. Al escuchar sus palabras mi cuerpo vibró de deseo imaginando lo que se avecinaba. Nunca había follado con dos hombres a la vez, era algo que jamás se me había pasado por la cabeza. Mi amiga Paula me tapó los ojos con una venda negra mientras me lamía el cuello con su lengua sacándome gemidos sin parar. Tras taparme los ojos la escuché llamar al muchacho para que entrase en la habitación. Unos instantes después noté junto a mis labios el pene de uno de ellos que enseguida reconocí como el de Kareem ya que éste me animó a que se la chupara para ponérsela bien gorda nuevamente.
Tras tumbarme en la cama sin dejar de comerme la polla de aquel hombretón, éste llamó a su amigo para que me lamiese el coñito. Así pues Jeff se colocó entre mis piernas dedicándose a mí por completo. No podía gemir debido a tener la boca ocupada como para poder hacerlo. Tan solo podía respirar por la nariz. La lengua de Jeff se movía como una serpiente dentro de mí, la movía a gran velocidad con lo cual empecé a derramar mis jugos a los pocos momentos. De pronto volví a correrme con lo que aquel muchacho me hacía. Tras aquel nuevo orgasmo por mi parte, Kareem invitó a Jeff a tumbarse sobre la cama mirando hacia el techo y me ayudó a montarme sobre él clavándome sobre su fabulosa asta hasta el fondo. Lancé un chillido al sentirme perforada por Jeff y tras estar unos segundos saboreando aquel músculo empecé a trotar sobre él gimiendo más y más. Volví a sentir el rabo del muchacho árabe junto a mis labios ofreciéndomelo para que siguiera dándole placer. Lo tragué hasta la garganta y volví a sacarlo lamiéndole los testículos como una loca. Acaricié toda la longitud de aquella maravilla que poseía aquel joven. Kareem gozaba agarrándome del cabello y de repente me separó de él.
Mientras seguía follando sobre Jeff noté como Kareem inició unas profundas lamidas sobre mi ano humedeciéndolo con su saliva para lubricarlo y facilitar la posterior entrada de su verga. Sabía que aquellos dos sementales me iban a destrozar con sus terribles estacas. Nunca había probado las mieles de dos machos al mismo tiempo. Además la polla de aquel chico no podía compararse a la de mi marido ya que era más gruesa y algo más larga con lo cual me producía un gran temor el tenerla en mi culo. De todos modos logré relajarme gracias a los movimientos que me prodigaba Jeff gracias a su herramienta. Aquellos dos muchachos no me daban un solo segundo de respiro, no podía quejarme de ninguno de ellos. Me encantaba todo aquello que me hacían. Kareem se acercó a mi oreja lamiéndome el lóbulo y me dijo con tono bajo:
– Preciosa ahora prepárate que voy a follarte por tu divino ano. Tranquila que trataré de no hacerte daño para que lo goces lo máximo que puedas.
– Fóllame ya cabrón y no me hagas sufrir más. Quiero teneros a ambos dentro de mí hasta corrernos los tres como locos. Clávamela hasta el fondo y no pares de moverte hasta que me corra.
El muchacho apoyó su poderoso ariete sobre mi agujero posterior acariciándolo con su glande. Notaba éste húmedo gracias a los jugos que su pene empezaba a destilar. Aquel fantástico masajista entró en mi interior lentamente introduciendo la cabeza de su badajo y arrancándome un gemido de dolor. Me quedé sin respiración cuando el muchacho me clavó por completo con su verga. No pensé que la metiese de golpe, la verdad es que no me encontraba preparada para semejante trato por su parte. Abrí los ojos como platos al recibir aquella tremenda tranca. Los chillidos que emití debieron resonar en todo el centro, la invasión de aquel músculo me quemaba por dentro. El muchacho se quedó parado en mi interior durante unos breves instantes dejándome adaptarme al tamaño de su pene. Volví a recuperar la respiración e inicié un movimiento rotatorio sobre Jeff degustando ambos penes en mis entrañas. Notaba como ambas vergas se tocaban a través de mis agujeros. Aquellos sementales estaban logrando llevarme al paraíso. Me encontraba en la gloria con ellos. Ambos amigos me ayudaron en la clavada golpeándome al unísono con sus pollas. Notaba sus huevos cómo golpeaban sobre mi pubis y mis nalgas. Alcanzaron una velocidad de vértigo haciéndome dar auténticos berridos de placer. No sabía si eran de placer o de dolor. Estaba siendo sodomizada por algo tan enorme que jamás había sentido nada igual.
– Seguid así cabrones, no paréis. Me estáis matando pero me encanta. Me quema pero no puedo parar de hacerlo. Voy a correrme. Venga correos conmigo, por favor. No lo soporto más.
Kareem se quedó parado detrás de mí llevándome hacia él haciendo apoyar mi espalda sobre su pecho agarrándome los pechos con ambas manos. Alargué una de mis manos hacia sus huevos y los apreté hasta conseguir hacerle correr. Pegó un grito desgarrador y empezó a llenar mi culo con su semen inundándome de jugos sin parar. Pese a haberse corrido en varias ocasiones el muchacho conseguía recuperarse rápidamente pues la expulsión de semen con la que me obsequió fue muy copiosa. Yo, por mi parte, logré humedecer con mi corrida la polla de Jeff el cual se corrió junto a nosotros.
El muchacho árabe me quitó de repente la venda que tapaba mis ojos y al bajar la vista hacia abajo me encontré sobre mi amiga Paula la cual me sonreía con cara de viciosa. El grito que pegué hizo que Kareem y Paula riesen a carcajadas. Había sido follada por aquel semental y por mi amiga al mismo tiempo. Paula se había colocado un fabuloso consolador atado a la cintura con el cual me hizo creer que me encontraba follando con Jeff y Kareem.
– Qué tal te encuentras Alejandra? Te ha gustado lo que te hemos hecho?, me preguntó mi amiga.
– Eres una hija de puta pero debo reconocer que me habéis vuelto loca de remate. Ha sido el mejor polvo que he pegado en mi vida.
– Te gustaría repetirlo otra vez?, me preguntó Kareem.
Le miré con cara de vicio y le dije:
– El próximo sábado vendremos nuevamente pero en esa ocasión me gustaría que también nos acompañara tu amigo Jeff. Me encantaría hacer un intercambio entre los cuatro.
– De acuerdo princesa, tus órdenes serán cumplidas sin rechistar.
Cerré los ojos tumbándome sobre mi amiga mientras Kareem se tumbaba sobre mí durmiéndonos los tres al mismo tiempo.
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