Juguetes de aquellas dos mujeres completamente putas
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Me quedé justo en la puerta, en silencio y sin moverme. Por la pequeña abertura, miraba a aquellas dos mujeres: una rubia de unos 35 años, pechos grandes y una bonita figura, acentuada aún más por un vestido de látex negro, ajustado y hasta sus rodillas, con una cremallera en el escote y otra que bordeaba su redondo culo hasta el final del vestido que acompañado con unas botas altas de tacón afilado la hacían tremendamente sexy; y una mujer de unos 45 años, algo rellenita, no demasiado, de pechos aún más grandes que los de su compañera sexual, algo más baja, enfundada en un mono de látex rojo y negro, con botas de tacón afilado y hasta las rodillas.
Allí, tras la pequeña abertura de la puerta, vi como la mujer de pelo rubio mamaba un consolador que su compañera se puso en la cintura, y como dándose la vuelta le ofrecía su coño y su ano para ser penetrada. Recibió aquel enorme pene primero en su coño mojado y caliente para después sentir como se apretaba dentro de su culo. Después se tumbó boca arriba en la cama, separando las piernas, ofreciendo a su ama su coño y su ano, a lo que ésta respondió abriéndose su vestimenta de látex y orinándola en la boca para después introducirle un juguete en forma de cono en el culo, y untarle bien el coño con lubricante para empezar a meterle uno a uno los dedos hasta acabar follandola con el puño.
La rubia se deshacía en gemidos, espasmos de placer que la llevaron a soltar un enorme chorro de flujos vaginales que inundaron gran parte de la cama. Al ver esto se me cayó al suelo el llavero, armando gran escándalo y haciendo que fuera descubierto por las dos mujeres.
Me cogieron y me tiraron en la cama. La rubia se sentó sobre mi cara, mientras la otra lamía mi polla y mi agujero del culo. Después la rubia puso sus botas justo sobre mi cara, y por orden de su compañera tuve que lamerlas desde el tacón hasta el final de la bota, y justo cuando terminaba de limpiarlas, la dueña de las botas y su mojada compañera me bañaron la cara en orina, deliciosa y caliente, lo cual me excitó mucho más.
Después la rubia me empezó a untar el ano con mucho lubricante, a lo que empecé a imaginar que dejaría de tener un ano virgen, mientras la otra cogía una polla grande, negra con un mango como si fuese una porra, y me sonreía maliciosa acercándose a mi culo. Me penetró, y para mi sorpresa no me dolió demasiado, solo cuando empezó a entrar pero después cuando me follaba me di cuenta que me había estado perdiendo algo muy placentero. Me follaba cada vez más fuerte y yo le pedía cada vez más.
– ¿Más? ¿Quieres más?- me dijo.
Le hizo una seña a la rubia y esta regresó con una bolsa de enemas que vaciaron casi entera dentro de mi culo. Me excitó sentir el agua tibia inundando mi interior y aún más el expulsarla toda por mi dilatada agujero del culo.
Cuando acabé de limpiar mi recto, me sentí aliviado y excitado, y sin dejarme casi ni respirar, aquellas dos zorras calientes me follaron el culo con una botella de champagne que se habían bebido antes de que yo llegase y las observase. La botella me ensanchaba cada vez más el agujero dada su forma, y cuando la tuve por la mitad (ya no cabía más, claro) la sacaron y mientras la rubia me abría las nalgas, su compañera empezó a meterme sus dedos por el culo para acabar haciendo lo mismo que le hizo a su amiga. Su mano entera metido en mi culo me llenaba y daba tal placer que casi me corría sin que me tocaran.
Cuando la rubia dejó de abrir mis nalgas dejó a su amiga sola y se metió mi dura polla en su boca. Me la chupaba y me masturbaba, y mientras su compañera con una mano me follaba el culo y con la otra se masturbaba. Iba a correrme, y notándolo, la rubia hizo una seña a su amiga para que viese el espectáculo que se le ocurrió. Siguió masturbándome y cuando iba a correrme cogió un vaso y lo llenó con mi leche: salió más de lo que nunca imaginé que alguien podría correrse. Me cogió del pelo y dijo:
– Bebe, pero no lo tragues.
Y bebí, y manteniéndolo en mi boca se lo pasé primero a la rubia, que abrió la boca para recibir el regalo de aquella mañana de salvaje placer, y cuando lo tuvo en la boca, lo saboreó un poco y fundiéndose en un beso con su compañera de sexo le pasó aquel jugo sabroso. Al igual que la rubia lo saboreó y me hizo abrir la boca para de nuevo recibir mi semen, ahora mezclado con la saliva de mis salvajes dominadoras.
– Traga, verás qué bueno – me dijo la rubia.
Y tragué. Me tiraron al suelo y se puso la rubia sobre mi boca, ofreciendo me su coño de nuevo con un enorme chorro de orina cálida y dulce, y al acabar hizo lo propio la otra dominadora. Cuando terminaron me miraron y sonrieron, y por primera vez me complacieron con un efusivo beso.
– Tardaste en llegar – dijo la rubia.
– Te esperábamos antes, hijo, tu tía y yo ya nos habíamos follado a tu primo antes porque tenía que irse, y como tardabas pues empezamos sin ti.
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