Juegos sexuales con la videocámara (III)
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Después de nuestro primer encuentro, supe que Mónica le había expresado a Isabel su sentimiento de culpa por lo que ocurrió entre nosotros, aún cuando fue mi esposa quien dio paso a todo. Ella logró tranquilizarla contándole la historia de nuestra reunión con Miguel.
Ya calmadas las conciencias, nos citamos nuevamente los tres en nuestra casa. Mis deseos de tener a Mónica no eran menos que antes. La redondez de sus tetas y la humedad de su coñito eran un recuerdo delicioso.
– Esta vez yo llevaré la videocámara. Dijo entusiasmada mi esposa mientras nos preparábamos para recibir a mi cuñadita.
Cuando llegó Mónica, yo estaba loco por caerle encima. Y parece que no era el único. Ninguno tenía ganas de una cerveza o vino ni de sentarse en la sala. Isabel tomó la videocámara y nos invitó a subir de inmediato.
Nos desvestimos como locos. Antes de un minuto, Mónica se había puesto sobre sus rodillas para darme una intensa mamada. Parecía una posesa, sedienta de mis jugos. Mientras yo sostenía su cabeza, ella acariciaba mis nalgas, y agarraba con ardiente deseo mis genitales. La retiré cuando ya casi no podía contenerme, y eso pareció no gustarle. Quise jugar un poco más antes de derramarme sobre ella. La lleve hasta la cama y fue mi turno para saborear su hermosa vulva. Paseaba mi lengua entre su clítoris y su rotito mientras ella se contorsionaba de placer y Isabel capturaba la escena en su videocámara.
Mi esposa, que se masturbaba ante nosotros, ordenó: “métesela ya”. Le pedí a Mónica que se volteara para penetrarla por detrás. Tenía esas maravillosas nalgas frente a mí y no perdí tiempo. De un golpe le metí toda mi carne y nos movimos como salvajes. Mónica gritaba: “¡qué rico!, sigue, ay, sigue, clávame duro, sí.” Así seguimos mientras Isabel tomaba cada detalle de nuestros rostros, las tetas de Mónica penduleando y el martilleo de mi polla sobre el sexo de Mónica. Nos corrimos juntos, luego de lo cual, ella se volteó para limpiar de una mamada la leche que me quedó goteando.
Mi cuñada y yo caímos extenuados sobre la cama y cerré los ojos, por lo que no pude ver cuando Isabel soltó la cámara y salió de la habitación. Seguí besando a Mónica y jugando con sus tetas al tiempo que me recuperaba del cansancio. Pasaron unos minutos hasta que escuché la voz de Isabel exclamar: “Te toca la cámara, Mónica”. Allí estaba Isabel, completamente desnuda. Por un momento pensé que mi mujer quería follarme ante la cámara, pero entonces hizo un gesto para que alguien más entrara en la habitación.
Apareció Chelo. Esta hermosa mujer, de piel bronceada y cuerpo perfectamente desarrollado, trabaja con Isabel y es instructora de aeróbicos. Mi esposa siempre me comentaba lo mucho que la admiraba por la forma en que cuidaba su cuerpo y sabía que a mí también me gustaba.
Isabel la había invitado sin decírmelo, y ella se había desnudado en la sala. Cuando Mónica estuvo lista para grabar, se acercó mi mujer y comenzó a mamarme la polla. Le hizo señas a Chelo para que se acercara. Ésta sonrió y decidió sentarse sobre mi cara, mirando en dirección a Isabel y su imperturbable mamada. La situación me pareció fantástica. Mi mujer me comía el poste mientras yo saboreaba los deliciosos rotitos de esta belleza. Poco después, Chelo se inclinó para formar un 69 y Isabel le cedió su lugar. La cuevita de esta mujer era lo más delicioso que había probado. Era también una experta en el arte de la chupada. Por unos minutos me olvidé del mundo.
Salí de mi trance cuando escuché los gemidos de placer de Isabel. Observé que Mónica enfocaba la videocámara al suelo, justo frente a la cama. Vi a mi mujer moviéndose y me acerqué para saber que pasaba. Para mi sorpresa, había otro invitado inesperado. Se trataba de Miguel, que se unía a la ya concurrida fiesta. Isabel estaba sentada sobre su polla, follándoselo, y me miró sonriente. Luego cerró los ojos y se concentró en el placer que recibía. Me quedé mirando como la puta de mi mujer cabalgaba sobre aquella polla mientras se tocaba las tetas y gemía como loca.
Chelo me hizo reaccionar diciendo: yo no vine a mirar, vine a que tu me follaras. No perdí tiempo. La puse sobre sus rodillas y manos, y la penetré. Esta era, sin duda, la mejor posición para clavar a una mujer de nalgas tan ricas. Mientras la follaba, acariciaba su suave piel. Era un placer sentir sus caderas, cintura, y sus perfectas tetas.
En el suelo, los gemidos de mi mujer se convirtieron en gritos: “¡me corro, ay, que rico, aaaay!”. Eso fue suficiente para llenar de leche a Chelo, que también se corrió.
Cuando nos separamos, Mónica, que había grabado todo, soltó la videocámara y decidió limpiar el miembro de Miguel. Se veía que disfrutaba mamárselo a un tío que no había visto antes. Isabel me dijo: “no te pongas celoso, mi amor”, e hizo lo mismo.
Acto seguido, Isabel procedió a limpiar a Chelo, mientras Mónica le daba el mismo servicio. Jamás me imaginé que vería a estas tres mujeres disfrutándose mutuamente. Chelo sostenía con firmeza la cabeza de Isabel, como para no dejarla ir. Miguel se me adelantó, y fue a comerle el coño a Mónica. Yo aproveché para chupar las tetas de Chelo. Las chicas tuvieron una corrida en serie.
Tras descansar un rato, observé que Isabel planificaba algo con Chelo. Repentinamente, mi esposa se dirigió a su hermana: “Has sido tan buena que quiero que recibas la mejor atención de tu vida. Acuéstate.” Mónica obedeció excitada, se acomodó dejando el coño al borde de la cama y separó las piernas. Mi esposa me hizo señas de que la follara mientras ella y Chelo le chupaban las tetas. Por último, Miguel le acercó su miembro a la cara, y ella lo atrapó ansiosamente.
Mónica tenía pollas en el coño y en la boca y sus dos tetas bien atendidas. Sus gemidos apenas salían de su boca. Mi cuñada se corrió dos veces. Decidí salirme de su rotito y acercarme a su cara. La mujer agarró una polla en cada mano y nos masturbó a los dos sobre su rostro. La leche corrió sobre toda su cara y tragó todo lo que pudo.
Eso fue lo último esa noche, según recuerdo. A la mañana siguiente, mi mujer preguntó: “¿lo disfrutaste anoche, cariño?” Contesté que sí, había sido mejor de lo que esperaba.
– ¿Te gustó follarte a Chelo mientras yo me tiraba a Miguel?
– Sí.
– ¿Y lo que hicimos con Mónica?
– También.
– Pues la próxima vez lo haremos mejor.
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