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Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino 2

El verano pasado recibimos la visita de mi sobrino Robert al cual hacía tres largos años que no veíamos. Desde la boda de mi hermano menor no había vuelto a saber de él ya que Robert vive en Suiza con sus padres. Dicha visita resultó muy provechosa para mis intereses.

Como digo la última vez que coincidí con mi sobrino fue en la boda de Fernando, mi hermano menor. Nos reunimos con toda la familia en el pueblo ya que mi hermano quería casarse en la pequeña ermita del pueblo. La boda no fue excesivamente multitudinaria pues los novios deseaban una unión lo más íntima posible. Pese a ello, entre las dos familias nos reunimos unas 75 personas.

Por aquel entonces Robert tenía 19 años, era un muchacho de complexión fuerte pues había crecido con bastante rapidez. Medía sobre 1.72 lo cual para su edad no estaba nada mal. Era un chico muy atractivo aunque jamás se me pasó por la cabeza tener ninguna relación con él. Era el hijo mayor de mi hermana la cual se había casado con Fabrice al que había conocido durante un viaje que hizo a Suiza.

Un miércoles después de cenar recibimos la llamada de mi hermana la cual nos dijo que Robert vendría a pasar quince días al pueblo a disfrutar de sus vacaciones. Le comentó a mi marido si había algún problema en que lo alojásemos en nuestra casa de campo. Vivimos a las afueras del pueblo en un bonito chalé rodeado de un gran jardín en el cual tenemos una piscina para poder bañarnos en verano. Evidentemente mi esposo no puso ninguna objeción aceptando de inmediato. Robert nos visitaría los primeros quince días de agosto pues en dicha quincena es cuando se celebran las fiestas de nuestro pueblo. Durante esos días mi sobrino aprovecharía para mejorar su español y para tostar su cuerpo con el sol de nuestro país.

Volvieron a llamar diciéndonos que llegaría el próximo domingo. El vuelo tenía como destino el aeropuerto de Barajas así pues el día señalado cogimos el coche llegando cuarenta y cinco minutos antes de que el avión aterrizase. Me había puesto un cómodo vestido estampado de tirantes con escote en pico ya que el tiempo aquel año era realmente caluroso. Complementé el conjunto con unas bonitas sandalias de alto tacón que me había comprado dos días antes.

Me llamo Carol y tengo 40 años. Soy una mujer de estatura media, mido 1.63 cms de altura y me conservo todavía bastante bien a pesar de haber entrado en los cuarenta. En cuanto a mi matrimonio os diré que la infidelidad se hallaba instalada en nuestra casa. Tres años atrás había descubierto al cabrón de mi marido acostado con la sirvienta una tarde de otoño que llegué a nuestro chalé tras haber tomado un café con unas amistades del pueblo. Me sentí traicionada pero no monté ningún tipo de escándalo. Hablé con él y le planteé la idea de continuar juntos tan solo pensando en el beneficio de nuestros hijos. Le dije que no volvería a tocarme, cada uno podría acostarse con quien le apeteciese. Si él lo había hecho a mis espaldas, justo era que yo hiciese lo mismo.

Tengo el cabello teñido de color caoba; poseo una larga melena la cual suelo recoger en una graciosa coleta. Los ojos son castaños y rasgados. La boca es grande y de labios carnosos que me gusta remarcar pintándolos de color rojo. Poseo unos pechos de tamaño considerable que se conservan aun duros y tersos. Por último diré que la parte de mi cuerpo de la que me sentía más orgullosa son mis piernas. Los muslos son duros y potentes y me encantaba mostrarlos con cortas minifaldas o vestidos a medio muslo.

No me costó encontrar amantes tras la infidelidad de mi esposo. Me lié con diferentes hombres que me hicieron feliz. Aun hoy no entiendo por que razón mi esposo necesitó buscar otras mujeres. Supongo que fue debido a la maldita infidelidad crónica de los hombres. Siempre necesitan mojar fuera de casa.

El mejor polvo que había pegado fuera de mi matrimonio fue una noche que salí con unas amigas a pasar la noche. Fuimos a varios locales de Madrid bebiendo y fumando sin parar. Nos tomamos algún que otro porro que mis amigas llevaban para animar la noche. Aquella noche me había vestido de una forma un tanto provocativa pero más insinuando que enseñando. Me puse un jersey de punto con cuello en pico de color rosa pálido el cual encantaba a mis amigas. Dicho jersey era bastante ceñido y remarcaba mis pechos haciendo caer la baba a más un hombre cuando me lo ponía. Debajo llevaba una minifalda negra muy corta que mostraba todas mis piernas cubiertas con unas medias negras. El conjunto finalizaba con unos zapatos negros de altísimo tacón y un collar de perlas por encima del jersey.

Sobre las dos y media de la mañana llegamos a un local de salsa al que habíamos ido en más de una ocasión. Me encantaba ese tipo de música y bailar con alguna que otra pareja ocasional. Tras los dos porros que nos habíamos fumado y los dos vodka con limón que me tomé me encontraba un tanto pasada de vueltas. Reía por cualquier motivo y estaba realmente eufórica. Bailamos dos bailes para ir entrando en calor divirtiéndonos como locas. A los pocos segundos de iniciarse la tercera canción noté que se me juntaba un guapo muchacho mulato invitándome a bailar. Me humedecí nada más verlo. No tendría más de 27 años y era alto y delgado aunque tenía unos brazos con unos músculos que debían estar bastante trabajados en un gimnasio. Iba vestido con una camisa negra y unos pantalones de vestir del mismo color. Le dirigí la mejor de mis sonrisas invitándole a unirse a mí. Noté la envidia reflejada en las caras de mis amigas… la verdad es que no era para menos.

Aquel guapo mulato se presentó como Gabriel y me dijo que era de la República Dominicana y que era profesor de baile. Trabajaba en el local desde hacía una semana. Me dijo que bailaba muy bien la salsa aunque me enseñó algún que otro paso de baile para mejorar mi estilo. Me sentía realmente a gusto con ese joven muchacho dejándome llevar entres sus brazos. Poco a poco fuimos uniendo nuestros cuerpos más y más hasta quedar totalmente apretados el uno al otro. La cabeza empezó a darme vueltas, supongo que debido a la acción de los dos porros que había tomado. Gabriel apretó su pubis contra el mío y con el movimiento fui notando cómo su polla iba creciendo poco a poco. Ello hizo que me calentase y dejase apoyar mi cabeza sobre su hombro pidiéndole que me llevase a la barra a tomar algo. La barra estaba muy concurrida en esos momentos pero Gabriel logró dos taburetes para que nos sentáramos. Pidió dos botellas de agua a una de las camareras y al recogerlas se volvió hacía mí. Alargó una de sus manos apretándome fuerte las nalgas mientras me ofrecía esos labios carnosos que tanto me atraían. Nos dimos un beso apasionado uniendo nuestras lenguas en una batalla sin cuartel.

Dejé caer mis manos sobre sus muslos mientras nos besábamos como locos. Aquel muchacho sabía como besar a una mujer. Tenía los labios más bonitos que podía imaginar. A partir de ese momento perdí el mundo de vista y decidí entregarme totalmente a ese apuesto mulato. Alargué como por descuido mi mano hacia su entrepierna y lo que toqué me impactó enormemente. Pese a hallarse aun en reposo su pene mostraba ya una dureza considerable. No pude más que agarrársela y empezar a masturbársela lentamente entre el bullicio de la gente que nos rodeaba. Me sentí acalorada y me volví hacia la barra para pedir otra botella de agua para combatir la sed que tenía. Me coloqué de espaldas a la pista con el culo en pompa esperando que alguna camarera me atendiese cuando noté la presencia de Gabriel apretándose contra mi espalda y su potente herramienta deslizándose sin parar entre mis redondas nalgas.

Dicho ataque me produjo un fuerte escalofrío y ronroneé como una gata en celo. Gabriel me besó la nuca y el cuello dándome fuertes lametones que me hacían vibrar de deseo. Acercó su boca a mi oído y me propuso irnos a un lugar más tranquilo y cómodo. Acepté de inmediato pues no podía aguantar más aquel suplicio y me cogió de la mano y me hizo acompañarle al otro lado de la pista. Le pidió a una camarera de la barra una llave y la chica sonrió con cara maliciosa. Sabía donde íbamos pero ya no había vuelta atrás. Me iba a entregar a ese hombretón sin ningún pudor. Me hizo entrar en una gran habitación de enormes espejos. Había varios sofás tapizados de color blanco además de una gran cama con una colcha negra y unos grandes almohadones blancos. Gabriel me atrajo hacia él abrazándome con pasión. Nos dimos un beso de tornillo que aun recuerdo. Ese mulato conseguía hacerme derretir entre sus brazos. Me acarició los pechos por encima del jersey y al momento me lo quitó con suavidad. Me deshizo del sujetador dejando mis tetas al aire esperando sus caricias. Empezó a acariciarme los pezones hasta ponérmelos bien duros. Gemí como una loca sin poderlo resistir.

– Gabriel cielo, no aguanto más, quiero comerte toda tu polla. Dámela, por favor.

Aquel fuerte mulato me cogió con sus manos de las caderas y me puso en posición inversa a la suya de tal modo que su polla fuese a parar directamente contra mi boca la cual la acogió con dulzura ayudándola a acomodarse dentro de ella con lentitud. Gabriel me rompió con fuerza las medias y empezó a comerme con pasión mi coñito arrancándome un fuerte gemido de deseo. Se entretuvo al menos tres minutos con mi clítoris dándome un placer fenomenal y logrando hacerme correr dos veces en sus labios. Yo le recompensé con una intensa mamada tratando de conseguir que me diese todos sus jugos pero mi amante de aquella noche tenía otras ideas en mente así que logró aguantarse sin eyacular.

Me dejó nuevamente en el suelo y se desnudó completamente mostrándome aquel cuerpo maravilloso que iba a ser mío en breves segundos. Gabriel se tumbó en la cama apuntando con su herramienta hacia el techo. Me monté sobre él a horcajadas y agarrando su poderoso ariete con mi mano lo apoyé sobre mi entrada y me senté, sin pensarlo, de un golpe sobre él.

– Aaaahhhh, menuda polla cabrón. Me quema por dentro, es demasiado grande.

Aquella tranca mediría al menos 23 cms y me estaba destrozando por dentro. Era el mejor miembro con el que me había topado y pensaba exprimirlo al máximo para lograr todo el placer que aquel mulato pudiese proporcionarme.

Gabriel dirigió uno de sus dedos a mi entrada posterior haciéndome dar un respingo. Mi vagina se acomodó a aquel músculo tras un minuto de sufrimiento y al poco rato el dolor dio paso a un placer intenso. Empecé a cabalgar sobre él siendo ayudada por Gabriel el cual me tenía cogida de las nalgas. El movimiento rotatorio de mi pelvis sobre su polla logró hacerle llegar a un estado terminal en la follada. Cabalgaba sobre su polla como una auténtica amazona echando la cabeza hacia atrás y gritando como una posesa.

– Córrete, vamos córrete amor. Me vuelves loca con tu polla. Es la mejor polla que he visto nunca. Follas de maravilla. Menudo polvo, vas a matarme de placer. Ummmm…

Aquel muchacho logró aguantar aunque con dificultad mis embates logrando hacerme correr dos veces entre sus brazos. Cabalgué y cabalgué como una yegua en celo sobre aquel eje letal. Aquella polla era un tesoro; no se corría ni a tiros.

La follada fue adquiriendo una velocidad insoportable; Gabriel golpeaba sobre mi dolorida vagina como un martillo apretando con fuerza sus testículos sobre mí. Sujetaba con fuerza mis pechos masajeándolos sin parar mientras seguía follándolo sin descanso. De repente se quedó parado manteniéndome en el aire con su lanza y produjo un grito desgarrador mientras me inundaba mis entrañas con una corrida bestial.

– Cuanta leche cariño, me estas llenando con ella por completo. Veo que estabas bien cargado. Qué maravilla. Dámelo todo mi amor. Te quiero entero para mí. Dios!! Es maravilloso.

Tras aquella noche nos convertimos en amantes durante cuatro largos meses en los cuales me folló en todas las posturas imaginables. Me abrió el ano en diversas ocasiones pese al tamaño de su descomunal aparato. Fue mi mejor época sexualmente hablando la cual finalizó por culpa de otra mujer.

Tal como dije llegamos a Barajas con unos cuarenta y cinco minutos de antelación. Estaba nerviosa con la llegada de mi sobrino; su presencia me haría compañía durante aquellos quince días. Sabía que mi marido me dejaría sola con mis hijos y mi sobrino en más de una ocasión. Robert apareció por la puerta tras haber recogido las dos maletas y la mochila que había traído como equipaje. Le reconocimos enseguida pese al tiempo que hacía que no le veíamos. La verdad es que estaba muy cambiado. Aquellos tres años le habían hecho todo un hombre con sus veintidós años.

Había crecido aun más, rondaría el 1.81 y el cuerpo se le había robustecido convirtiéndole en un adulto. Se había dejado el pelo largo y la verdad es que estaba guapísimo. Saludó con dos besos a mis hijos y les entregó dos bonitos peluches con los que les obsequió tras sacarlos de la mochila. Me dio un fuerte abrazo en presencia de mi marido haciéndome sentir su pecho sobre el mío. Me besó efusivamente pues siempre me había considerado su tía favorita. Finalmente y tras darse un apretón de manos con mi esposo nos dirigimos al coche para ir a casa.

Llegamos a casa y tras tomarse un refresco le ayudé a colocar sus cosas en su habitación la cual estaba al lado de mi dormitorio. Ambos dormitorios tan solo estaban separados por el lavabo. Me había cambiado al llegar de la calle y me había puesto una larga camiseta de color blanco y un pantalón corto de deporte para andar cómoda por casa. Con las prisas no me había puesto sujetador así pues los pezones se remarcaban algo sobre la tela de la fina camiseta. Ello no pasó desapercibido para Robert el cual se quedó mirando descaradamente mis senos sin apartar la mirada. Aquellos tres años habían despertado el interés de mi sobrino por el sexo opuesto tal como pude comprobar. Tosí con fuerza y le dije que se cambiase y viniese con nosotros al salón.

Dos días más tarde desperté sola en la cama pues mi marido marchó la tarde anterior por motivos de negocios. Sabía que no era cierto y que en realidad estaría revolcándose con su última conquista. La noche anterior había dejado a mis hijos con sus abuelos para que disfrutasen de los pequeños. El chalé estaba silencioso pues era domingo y tan solo eran las diez de la mañana. Salí cubierta con una bata por encima de la camiseta y las bragas con las que había dormido. Fui a la cocina a prepararme un café para despejarme y tras bebérmelo volví a mi habitación oyendo el grifo de la ducha. Por lo visto Robert ya se había levantado. Cuando saliese le invitaría a que se diese un baño en la piscina disfrutando de la fría agua mientras yo me dedicaría a tumbarme en la tumbona para tomar el sol. Sin embargo recordé que me había olvidado de poner toallas en el baño por lo cual escuché la voz de mi sobrino llamándome desde la ducha. Cogí dos toallas para que se secara la cabeza y el cuerpo y me dirigí al baño. Abrí la puerta sin llamar. Había visto a mi sobrino muchas veces desnudo y pensé que no pasaría nada por volverle a ver. Pero sí que pasó, claro que pasó algo. Al entrar en el lavabo me quedé mirando fijamente a través de la mampara gozando con la visión de las nalgas de Robert. Mi sobrino era ya todo un hombre y a partir de ese momento supe que algo pasaría con él. Le dije que allí tenía las toallas para secarse y que le esperaba en la piscina dándome un baño.

Antes de que saliese del baño Robert abrió la mampara mostrándose totalmente desnudo ante mi sin ningún reparo. No pude evitar lanzar una rápida mirada a su entrepierna descubriendo una polla de gran tamaño. Joder con mi sobrinito!! Noté como me ponía colorada al toparme con la mirada de Robert el cual me daba las gracias por las toallas y me decía que en un segundo salía al jardín a reunirse conmigo. Robert me lanzó una sonrisa al notar el rubor que me invadía pero no dijo nada.

Salí corriendo de aquel lavabo y me fui directa a la piscina despojándome de la camiseta que me cubría y lanzándome de cabeza para tratar de lograr que mi cuerpo se calmase. Aquella imagen me había calentado sobremanera. No sabía cómo podría volver a mirar a la cara a Robert. Evidentemente mi sobrino me ayudó con su actitud.

Robert salió dos minutos después con la cintura cubierta por la toalla que le había dado. Me quedé observándole apoyada en el borde de la piscina mientras se acercaba. Disfruté de la visión de su torso desnudo el cual me hacía tener pensamientos lascivos con mi sobrino. Imaginé lo que guardaba bajo la toalla y me mojé sin poderlo remediar. Qué me estaba pasando? Dios! Era mi sobrino sí pero también un hombre que estaba haciendo que mi entrepierna se humedeciese deseosa de sentirle dentro. A pesar de su juventud o precisamente por ello el morbo que sentía era aun mayor.

Se subió al pequeño trampolín que tenemos y se lanzó al agua con un estilo perfecto. Vino nadando hacia mí hasta llegar a mi lado. Tenía miedo de que lo hiciera pues no sabía cómo iba a reaccionar cuando le tuviera junto a mí. Robert empezó a lanzarme agua a la cara haciéndome gritar. Aprovechó para hacerme una pequeña aguadilla. Mi sobrino era aun un muchacho. Me agarré con fuerza a él luchando dentro del agua. Ello hizo que nuestros cuerpos se apretasen peligrosamente. Robert acarició sin querer dos veces mis senos por encima del bañador que llevaba mientras yo le golpeé sin malicia sobre el muslo y la entrepierna. Se notaba un bulto aun en reposo pero de un tamaño interesante. Se hundió en el agua y se metió entre mis piernas colocándome sentada sobre sus hombros.

– Pero que estás haciendo? Estas loco! Déjame ya.

En principio fue un juego inocente pero poco a poco fui calentándome con los achuchones con los que me obsequiaba mi guapo sobrino. En un momento dado me quedé mirando fijamente a Robert a los ojos. Le hice colocar en el borde de la piscina de cara a mí y me apreté contra él mirándole con ojos de loba. Abrí los labios aproximándolos a los suyos mientras mi pubis se colocaba sobre su poderosa herramienta.

– Te gusta Robert? Desde que te he visto desnudo en la ducha me propuse atacarte a ver cómo respondías. Te parecerá una locura y desde luego lo es pero me has puesto tan cachonda que quiero hacer el amor contigo.

Robert me sonrió diciéndome que ya se había dado cuenta de mi deseo por él. Esas cosas no se pueden ocultar. Ahora fue él quien me besó con fuerza dándome su lengua para reunirse con la mía. Nos dimos un beso de tornillo que me hizo perder el sentido. Estaba segura que no me había equivocado y que lo iba a pasar muy bien con mi joven sobrino.

Mientras nos besábamos como locos no pude aguantar más mi deseo por él y bajé una de mis manos hacia su polla empezando a masturbarle por encima del negro slip que llevaba. Aquel ariete se encabritó entre mis dedos mostrando un tamaño cada vez mayor. Robert aprovechó para cogerme de las nalgas apretándolas con fuerza. Las caricias de mi sobrino sobre mi cuerpo fueron tomando un carácter cada vez más osado. Me besó con deseo el cuello dándome fuertes lametones que me hacían estremecer. Al tiempo cogió mis senos con sus manos masajeándolos con dulzura y consiguiendo que mis pezones se pusieran durísimos.

– No pares, no te pares Robert. Sigue así que me encanta lo que me haces, le dije temblando de deseo.

No pude aguantar más mi deseo por mi sobrinito y me zambullí de cabeza en el agua buscando con mi boca su poderoso tallo. Le despojé del slip buscando irresistiblemente su colgajo y abrí la boca con deseo tragándomelo como una loca. Menudo rabo tenía Robert. Se le puso tieso en un momento y salí del agua sin poder aguantar más la respiración.

– Cariño, salgamos a la hierba que quiero continuar dándote placer hasta que revientes.

Robert no pudo más que cerrar los ojos dando un suspiro de satisfacción. Aquel mozalbete estaba gozando con su madura tía; era algo que no pudo haber imaginado ni en sus sueños más eróticos.

Tumbé a Robert en la hierba boca arriba y volví a chuparle la polla con la máxima dedicación. El tallo enfurecido quedó balanceándose cerca de mi cara y enseguida lo atrapé con mi mano. Era un espécimen bellísimo, largo y grueso, el cual se curvaba hacia arriba desafiándome. Conseguí con facilidad, con sólo pasar unas cuantas veces la mano de arriba abajo por el pene erguido, retirar la piel exterior dejando al descubierto la caliente y sensible piel del glande.

Una gota de líquido claro manó de la diminuta hendidura de la punta y no pude evitar sucumbir al impulso de pasar la lengua por ella. Tenía un sabor salado y estaba caliente. Robert vibraba de deseo mesándome los cabellos con sus dedos. Con la mano cogí los testículos y acaricié con los dedos el vello sorprendentemente sedoso. Tenía el escroto caliente, lleno, listo para eyacular. Pero yo, que no estaba dispuesta a que descargara aun su pasión, dejé de tocarle y me puse de pie muy a mi pesar. Le dejé reposar dos minutos yendo a buscar dos zumos de naranja para refrescarnos y al volver al jardín me encontré a Robert masajeando lentamente su verga.

– Deja eso, le chillé como una descosida. Eso sólo es para mí. Ahora voy a hacerte la mejor felación que jamás hayas gozado.

Me senté en la tumbona atrayendo a mi sobrino hacia mí. El cabrón apuntaba hacia mí produciéndome un deseo incontrolable. Aquel plátano grande y grueso me tenía hipnotizada. Debía medirle al menos 21 cms, menuda broca tenía el muchachito! Tras adorarla entre mis manos durante unos interminables segundos me lancé a por ella como un vampiro.

Degusté aquel robusto aparato con plena dedicación lamiéndolo con la punta de la lengua a lo largo del mismo. Me comí sus testículos chupando aquellas bolsas con mis labios. Masturbé aquella verga a gran velocidad con mi mano haciéndole gozar sin parar. Finalmente logré tragármela por completo sintiendo como me golpeaba la garganta con ella.

– Cométela entera Carol. Es toda para tí. Chupas de maravilla. Me encanta notar tus labios rodeándola y masturbándola.

Robert tuvo que agarrarse de mi cabello para poder mantener el equilibrio. Me gustaba verle sufrir con lo que le estaba haciendo. Me encantaba aquel duro helado que me estaba comiendo. Estuve dándole caña durante un largo minuto esperando que me diese todo el elixir que guardaba entre sus piernas. Dirigí un dedo hacia su ano jugando con él y se lo acabé introduciendo arrancándole un gemido de placer.

– Déjame amor, no lo resisto más. Vas a hacer que me corra. Quiero follarte Carol.

Me volvió de espaldas a él con las piernas abiertas y se dedicó a lamerme el botón de mi agujero anal realizándome un beso negro de fábula. Su lengua maravillosa se introdujo en mi ano con lo que lancé un grito desgarrador. El tratamiento que me estaba dando era mejor de lo que esperaba. En vez de un inexperto chaval me encontraba en brazos de un experto amante. Me masturbaba mientras tanto el coño con dos de sus dedos dedicándose a endurecer el botón de mi vagina. Dios qué maravilloso sobrino había encontrado! Me corrí dos veces gracias a las caricias que me prodigaba.

– Fóllame ya de una buena vez. Te deseo con locura. Me tienes loca con esa lengua que me desgarra. Tengo el coñito dolorido por culpa tuya pero me encanta lo que me haces. Eres un amante excepcional.

Robert se situó detrás mío apuntándome con esa verga descomunal. La presencia de aquel músculo fabuloso hizo que me mostrara temerosa ante lo que se me avecinaba. Apretó con fuerza la cabeza de ese ariete contra los labios de mi vulva la cual lo acogió abriéndose sin dificultad. Me encontraba muy húmeda, así pues la entrada del glande no fue dolorosa. Degusté la punta de aquella lanza con deleite. Robert me hizo levantar una pierna para facilitar la entrada de su polla. De pronto se abrió paso sin pedir permiso traspasándome con toda esa barra de carne candente.

– Aaahhhhh Sal, sal de mi interior. Tu polla es demasiado grande y gorda para poder resistir una entrada semejante. Me quemas cariño. Me destrozas por dentro.

– Relájate amor que ahora viene lo mejor. Voy a darte todo el placer del que sea capaz. Quiero volverte loca Carol.

Sentí cómo el fuerte dolor que me producía aquel vástago se iba trasformando como por arte de magia en un placer único y brutal. Jamás imaginé poder estar siendo follada por mi encantador sobrino pero aquello superaba todas las expectativas. Robert inició un movimiento de metesaca con aquel émbolo haciéndome dar verdaderos berridos de deseo. Al propio tiempo introdujo un dedo en mi culito consiguiendo sacarme un grito.

– Qué pretendes cariño? Acaso quieres follarme el culito? No creo que puedas ya que lo tengo estrechito y tu verga es realmente terrorífica, le dije mientras le miraba con cara de auténtico miedo.

Sin embargo la caricia de mi sobrino se hizo más osada introduciendo en mi ojete un segundo dedo abriéndomelo totalmente. Se humedeció los dedos con sus labios y con ellos ayudó a lubricar la entrada de mi agujero anal. Tras dejarmelo bien dilatado se echó hacia delante diciéndome al oído:

– Abre bien las piernas Carol que voy a follarte ese bonito culo que tienes. Tus nalgas son redondas. Me encantan los culos respingones como el tuyo. Tranquila que trataré de que sufras lo menos posible. Tienes un culo estupendo.

Hizo presión con el glande sobre mi entrada posterior tratando de entrar en mi interior. Lancé un profundo suspiro de deseo. Pese al dolor que me iba a producir estaba dispuesta a entregarle mi ojete a mi apuesto sobrino. Se merecía eso y más. Me había tratado con cariño y me había hecho totalmente feliz. Tras la entrada dificultosa del glande Robert logró hacer entrar centímetro a centímetro aquel grueso animal. Me quedé sin respiración mientras notaba toda aquella carne taladrándome. Finalmente se quedó parado golpeándome las nalgas con sus duros testículos.

– Quieres que lo haga más despacio?, Te hago daño? Quieres que la saque?

– Como la saques de mi culo te mato. Sigue dándole con fuerza y no pares, por favor. Te deseo amor.

Inicié un suave movimiento rotatorio sobre aquella lanza para mirar de acomodarme a su tamaño. Robert empezó a follarme con rapidez metiéndola y sacándola como un descosido.

– Jódeme sobrinito. Tu verga es maravillosa. Me estas destrozando por dentro con ella pero sólo deseo que sigas y que este suplicio no acabe nunca. Aaaauuuu. Qué bueno es esto!.

Me corrí dos veces más entre los poderosos brazos de mi sobrino. Hacía mucho tiempo que no vivía un polvo semejante. El culo me ardía gracias a la poderosa penetración que Robert estaba llevando a cabo. Su follada empezó a tomar una velocidad de vértigo golpeándome sin descanso. Me agarró fuertemente del cabello estirando de él con fuerza hasta hacerme gritar. Chillaba como una auténtica zorra con la cabalgada que me estaba haciendo ese joven muchacho.

– Me estas matando con ese dardo que tienes. Ya no lo soporto más. Es que no te corres nunca?

Mi joven amante llevaba al menos quince minutos martilleándome con su órgano y la verdad es que no daba síntomas de fatiga. Su aguante era prodigioso. Había logrado hacerme orgasmar tres veces sin haber eyaculado aun. Menudo semental había encontrado. Nuestras respiraciones se hacían cada vez más y más dificultosas. Notaba el aliento de Robert sobre mi espalda bufando como un toro. Por fin estaba logrando que el muchacho se aproximase al clímax. Veía que estaba a punto de explotar. Así con una de mis manos sus gordas olivas y las apreté con fuerza arrancándole un grito terrible de su garganta en el momento en que explotaba en mi interior.

– Me corro. Tómalo todo Carol. Toda mi leche es tuya. Siente como quema tu esfínter. Aaaahhhh.

– Me encanta, Robert. Eres uno de los mejores amantes que he tenido. Me has hecho muy feliz. Espero que lo repitamos muchas veces antes de que vuelvas a Suiza. Me has destrozado el culo pero ha sido una de las mejores folladas de las que he disfrutado.

Mi sobrino me sonrió con dificultad mientras trataba de recuperar el resuello tras aquel polvo glorioso.

– Tranquila que pienso repetirlo muy a menudo. Los días que nos quedan vamos a exprimirlos al máximo. Deberás hacerme un sitio en tu dormitorio pues pienso follarte todas las noches mientras mi tío no esté en casa. Además pienso hacer que estas visitas a tu casa sean más continuas.

Me emocioné con aquellas palabras de mi querido sobrino y le llevé a mi dormitorio para dormir abrazada a él hasta la hora de la comida.

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