Confesiones | 756 lecturas | 06:00

Jeanette mi compañera de hábitat

Cuando me dijeron de un departamento compartido con otra mujer me encantó la idea para abaratar costos y más aún que ella de trabajo nocturno.

Con mis 22 añitos a cuestas trabajando y estudiando todo lo que fuera alivianar costos, era bienvenido.

Soy una chica de las llamadas tirando a gordita (yo prefiero pensar cuerpona) morocha de tez trigueña y lomo de vedetonga como me dicen mis amigas y novio.

Cuando conocí a la que sería mi compañera de hábitat me impresionó más su cuerpazo de mujer que su condición de travesti y un nombre Jeanette.

La verdad no me sorprendí ni tenté de la risa, su cuerpo se llevo mi concentración, morocho con buenas piernas, y sus siliconas muy bien puestas como su delicada cara y su voz que aunque forzada sonaba sensual.

Una vez asentada con sus indicaciones sólo deseó que no le resultara excluyente su condición sexual y que su vida era de puertas para afuera esperando que imitara su ejemplo.

Todo iba genial en líneas generales, los pocos encuentros por horarios eran amenos y compartíamos mates y anécdotas risueñas; pero siempre se me escapaba la mirada a su lomazo el que una vez ponderé y Jeanette se paró entre risas modelando para mí en un desfile sensual que aunque fuera una ella no dejaba de recordar su natural condición.

Una noche muy lluviosa apareció temprano, empapada y renegando del tiempo que no la había dejado trabajar. Le sugerí una ducha caliente y con total normalidad me metí al baño con ropa seca que ella me había indicado por favor le alcanzara. Si bien sin maquillaje cambiaba mucho no dejaba de ser linda y mientras se secaba no pude de dejar de mirar el miembro, si bien no era una cosa descomunal, bien llamaba la atención.

Le dejé la ropa colgada de la cortina y me retiré entre perturbada y admirada.

Apareció con su desaville transparente y una tanga con sus senos espléndidos a través del tul. Cenamos y bebimos, levemente mareadas y las risas llego el momento de acostarme y me dispuse a irme a la cama. Ella estiró el brazo suplicando “No te vayas mala, no me dejes así” Solo reí y me fui al cuarto pensando en ese “no me dejes así”.

Cuando empezaba a desvestirme escuché su voz a través de la puerta, “si me necesitas estaré en mi cuarto”.

Pasaron un par de horas y no podía conciliar el sueño, esa voz, esa sugerencia, su cuerpo y el deseo de desafiarme si era capaz de seducir alguien de esa naturaleza.

Cuando abrí la puerta de su cuarto en forma instantánea prendió el velador y se sacó la sábana de encima quedando desnuda empezando a tocarse el miembro. Tiré mi ropa de cama quedando desnuda y yendo a entregarme; no hubo palabras, solo besos apasionados, muy de lengua y caricias a granel. Sentí mis pechos sobre los de ella y como crecía su miembro.

Me giró poniéndome de espaldas y antes de empezar a lamerme dijo “Es raro en mi que me guste una mujer, pero desde el momento que te vi que quiero cogerte”.

Siguió con sus espectaculares besos y esa lengua muy profesional por mis senos duros bajando por el interior de mis muslos, lamiendo los dedos de mis pies uno por uno hasta depositar su cara en mi entrepierna y darme una chupada sublime que me hizo mojar en segundos.

No creo haberle pedido jamás a mi novio que me penetrara como lo hice con ella, se lo rogué y mientras sacaba el condón me hizo chuparle pija, huevos y por primera vez en mi vida un culo.

Cuando me penetró lo sentí muy hombre y dominador, disfrutaba de estar dentro mí y me fue cambiando de poses, hasta que se paró y tomándome de las nalgas me subía y bajaba, susurrando que buena sacadora de leche que sos. Descargó una buena cantidad y al momento de sacarlo seguía bien duro.

Nos bañamos en un solo beso y manoseo. Me pidió si podía quedarme a dormir con él, cosa a la que accedí, antes de dormirnos me dio las gracias por quedarme en su cama. “Nunca amanecí con alguien que me gusta” y nos abrazamos.

A la madrugada me desperté con Jeanette encima mío cogiéndome, cuando pude reaccionar me dijo “discúlpame fui al baño y verte desnuda, no me aguanté. “Esta bien amor dale nomás, descárgate”. Se corrió por segunda vez en forma caudalosa y volví a retomar mi sueño.

Al otro día lo escuché en el baño y me puse a preparar el desayuno. Cuando entró no podía mirarla a la cara, ella me tomó de la pera y me negué a su boca como saludo. Me besó la mejilla, me tomo de los brazos y de frente a la bacha me hizo agarrar las canillas. Me quitó la enagua de un tirón y cuando sentí sus dedos llenos de manteca escarbar mi ano, quise negarme enfáticamente pero ya había empezado el primer envión, “relajate, que de abrir culos se mucho” Y empezó el bamboleo hasta que sentí sus huevos rebotar en mis nalgas y todo aquello pasó a ser maravilloso, mientras me hacía la cola me masturbaba con su dedos y casi sin darme cuenta ni interés en anunciarlo empecé a orinarme a mares.

Eso lo excitó más y su penetración con juego de caderas que escarbaba me llevó a un mundo que aún mi sexo desconocía sintiendo el chapoteo de nuestros pies por la orina, entre la manteca y jugos sentí algo pastoso cuyo olor empezó a inundar el ambiente; quise reparar en el hecho y fue cuando me dijo. “Si te cagaste por la buena dilatación que te hice; es común, ahora sí que tenés el culo abierto”.

Me acabó lamiéndome la nuca y nos fuimos al baño a una higiene profunda, ella se encargó de limpiar la cocina y yo estaba deshecha como para ir a trabajar. Me recosté agitada en el marco de mi puerta ella vino sonrió, buscó mi lengua que encontró muy fácilmente y mientras nos matábamos a chupones se hizo tocar la pija. Me ayudó a vestirme para partir y antes de mi salida sentenció. “ya sos mía, empezá a despedirte de tu novio”.

En el trayecto no me gusto lo que me dijo y era porque en el fondo tenía razón.

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