Inicio como Hotwife

📋 Lecturas: ️1005
⏰ Tiempo estimado de lectura: 12 min.

Comenzaré diciendo que mi esposo (Armando) y yo (Jenny) empezamos a salir tiempo atrás. Yo soy baja, mido 1,52 m.Mido 1,55 m y siempre he tenido una cintura y unas caderas pronunciadas, nalgas algo paraditas, lo que desde entonces hacía que los hombres volvieran la mirada cuando nos veían.

Nosotros vivíamos en la ciudad de Monterrey y, desde el principio, comenzamos a mantener relaciones sexuales a escondidas. Yo le mamaba la polla hasta correrse, yo le pedía que terminara en mis pechos y, algunas veces, en mi boca. Luego aprovechábamos cuando la casa de alguno de los dos estaba sola para irnos a hacer nuestras cosas.

Cuando nos casamos, a los 19 años, nuestro sexo siempre fue muy rico y muy abierto, pues siempre complacía sus deseos.

Después de que nació nuestro primer hijo, nos mudamos al pueblo donde nació mi esposo, pues le ofrecieron trabajo.

Ya en su pueblo, comenzamos a convivir con los amigos de mi esposo. En el sexo, él comenzó a tener fantasías, pues me preguntaba si me gustaría tener sexo con alguno de sus amigos, algo que nunca se me ocurrió. Cada vez que teníamos sexo, me hacía esas preguntas y yo le decía que sí. Después de terminar, le decía que estaba loco. Así pasaron algunos años y nacieron nuestros otros dos hijos. Después de eso, él seguía insistiendo con esa idea y, como teníamos Sky, contratamos el servicio de adultos y comenzamos a ver películas en las que salían mujeres con dos hombres y me preguntaba si me gustaría estar así, lo que hacía que tuviéramos sexo muy rico.

Después nos cambiamos de casa y nos fuimos a vivir al lado de donde vivía uno de sus mejores amigos con su mujer. Nos llevábamos muy bien. Efra, el amigo de Armando, siempre fue respetuoso conmigo, pero yo notaba que me miraba cuando pasaba, porque compartíamos el mismo porche de enfrente y el patio trasero donde se guardaban los coches. Era una casa dividida en dos. Eso hizo que nuestra convivencia fuera más fácil y entráramos en confianza.

Como él me seguía preguntando si me gustaría estar con dos a la vez, le dije que sí. Cuando me preguntó quién me gustaría, le contesté que Efra, su mejor amigo. Yo sabía que él me veía cada vez que podía; se me quedaba viendo las nalgas y así pasó algún tiempo hasta que una noche los escuché regresar con sus otros amigos. Los escuché hablar en la sala y, después de un rato, entró Armando en el cuarto. Me levanté y le dije que iba a la sala a por agua para los biberones. Me besó y me dijo:
—Sí, está bien.
Y se regresó.

Para ir a la cocina tenía que pasar por la sala.

Yo, que por entonces tenía 25 años, acostumbraba a dormir con unos pantalones de licra que me quedaban justo debajo de las nalgas y un top negro.
Cuando entré, me sorprendió ver a Efra sentado en la sala. Algo nerviosa, lo saludé y me dirigí a la cocina. Tomé una jarra de agua y regresé a la habitación. Al pasar por la sala, Armando me detuvo, me abrazó por la espalda y me dijo al oído:
—Te tengo una sorpresa.
Yo miré a Efra y me reí nerviosa. Acababa de dejar de amamantar, así que tenía los pechos grandes y no llevaba sostén. Vi que Efra fue lo primero que miró.
En eso, Armando le preguntó a Efra:
—¿Qué te parece, Jenny? Al verme sonriente, contestó que era una chaparrita muy linda y, al oído, me preguntó si me gustaría hacerlo con los dos. Nerviosa, pero sonriendo, mirando a los ojos de Efra, le pregunté:
—¿Y él quiere? ¿Le gusto?
El contestó de inmediato:
—Sí.

Esta hermosa, mientras él me veía, me besó en el cuello y me levantó mi top, dejando mis pechos al aire y a la vista de Efraín. Por un momento nos observó hasta que le sonreí y eso le dio entrada a levantarse y tocarlos y a besarlos mientras Armando me besaba el cuello y la espalda. Yo comencé a gemir al sentir cómo otro hombre me mamaba las tetas mientras mi esposo me besaba el cuello y la espalda.

Después, Efra me comenzó a besar en la boca y me tocaba la entrepierna, que en un instante se me puso húmeda. Empecé a tocar la verga de los dos por encima del pantalón. Sentía una sensación muy extraña, como si me pusieran un sándwich.

Después, Efra se sentó en el sillón y yo me agaché para desabrocharle el pantalón con ansias de ver su verga por primera vez. Quizá por el nerviosismo, aún no tenía una erección total, pero tenía una verga blanca y recta (la de Armando la tiene curva hacia abajo). Entonces, empecé a sacarla. Después, comencé a mamarla recorriéndola con la lengua de punta a punta, logrando ponerla dura. Pude ver que su verga era más grande y gruesa que la de Armando, así que la metí en mi boca hasta donde me cupiera y le di una mamada riquísima. Que hasta entonces solo le había hecho Armando.

Por la cara de Efra, pude ver que le gustaba cómo se lo hacía. Mientras Efra gozaba, yo no paraba de mamarle la verga. Armando aprovechó que yo estaba de rodillas y empinadita para empezar a cogerme.
Tal vez por la excitación y los nervios del momento, los dos terminaron rápido.

Esa noche Efra no me penetró y Armando terminó dentro de mí, mientras yo hacía terminar a Efra con mi boca y probé por primera vez su semen recibiéndolo en mi boca, algo que, por su reacción, le encantó a Efra. Con una sonrisa pícara, me limpié la boca y me levanté para mirarlos a los ojos a la vez que le decía a Efra con picardía: «Eso es lo que querías, ¿no?». Después, me acerqué a Armando y le dije: «Así es como empezaste a ser la puta de tu esposo y su amigo Efra». Así fue como comencé a ser la puta de mi esposo y su amigo Efra.

Días después, hablando con Armando, le dije que me daba pena ver a Efra, que seguramente pensaría de mí después de lo que pasó. Me respondió que Efra le había dicho que yo era maravillosa, pero se había quedado un poco raro y por eso había terminado muy rápido. También me dijo que le gustaría repetir y que ahora me quiere coger. Le pregunté: «¿Tú quieres que me coja?». Y me dijo: «Si tú quieres, sí». Por supuesto que yo quería sentir esa verga dentro de mí, así que dejé que las cosas se dieran.

Pasaron varios días y un fin de semana. Como era costumbre, Efra y sus amigos se salían, dejándonos a nosotras como esposas en casa. La relación entre su esposa, Sonia, y yo era cordial y solo convivíamos lo estrictamente necesario.

Ese día llegaron poco antes de medianoche, porque nuestras casas estaban pegadas y compartían patio, donde metían los carros. Cuidando de que la esposa de Efra no se diera cuenta de que ya habían llegado, se metieron en la sala. Para ello, Armando ya me había dicho que me pusiera una tanga azul que casi no usaba porque no estaba acostumbrada. Me puse un pequeño short y una camisa sin sujetador. Nos fuimos a la sala, charlamos un rato mientras tomábamos cervezas. Efra me miraba y Armando le preguntaba si le gustaba mi cuerpo mientras me levantaba del sillón frente a ellos. Esta vez, Efra comenzó a abrazarme y besarme mientras Armando nos veía.

Luego, Efra me comenzó a quitar la ropa y a besar todo mi cuerpo. Me empezó a lamer el coño, algo que me excitó mucho, pues lo hacía muy bien. Yo también le mamé la polla y, en un momento dado, comenzamos a tener sexo delante de Armando, como si él no estuviera ahí. Nos veía mientras nos tocábamos y nos besábamos, dejando entrever que nos queríamos. Efra es más atlético que Armando. Efra me recostó sobre un sillón, me tomó de las piernas y las puso en sus hombros, apuntó su verga hacia mi vagina y me penetró de una manera desenfrenada que me causó dolor y placer al mismo tiempo. Al sentir cómo me entraba su verga, comencé a gemir deliciosamente. Sentía cómo le golpeaban sus testículos contra mi vagina, cómo le pedían entrar, pues me la metía hasta el fondo. Así continuamos durante unos diez minutos, fundidos en un mismo cuerpo. Los dos perdimos de vista que Armando nos veía.

Cuando sentí cómo Efra vaciaba sus chorros de semen dentro de mí, esa fue la primera vez que Efra terminó dentro de mí. Después de unos momentos, se quitó de encima de mí y, como esperando su turno, Armando me vio saciada, me levantó y me puso delante de Efra para que volviera a mamar su verga, aun con restos de semen, mientras él comenzaba a penetrarme. Yo sentía cómo, con cada embestida, se me salían los mecos de Efra, lo que lo hizo terminar rápido y vaciando también su semen dentro de mí.

Fue una experiencia formidable, pues era la primera vez que sentía tanta leche dentro de mí. Me levanté, escurriendo semen por mi entrepierna, y me senté en el sillón algo apenada. Les dije: «Están locos los dos», me limpie y me fui a la habitación. Después de un rato, Armando entró en la habitación y, preguntándome si me había gustado, volvió a cogérmela de una manera que sentía cómo su verga se hacía grande dentro de mí, y supe que le había gustado compartirla con su mejor amigo. Ver cómo otro hombre poseía a su mujer lo excitaba, terminó nuevamente dentro de mí y nos dormimos. Los días siguientes, cuando teníamos sexo, Armando me preguntaba si me gustaría volver a acostarme con Efra. Le dije que sí, siempre y cuando no le diera celos, que su amigo me cogiera.

Me dijo que era solo sexo, por lo que fue algo que se comenzó a repetir cada vez que se podía. Cuando llegaban de con sus otros amigos, antes de dormir, venían y me convertían en su puta y yo los complacía en sus deseos. Los encuentros fueron haciendo que nos acopláramos los tres en el sexo, pues alternaban los dos conmigo mientras me montaba sobre uno. Le chupaba la polla al otro hasta que lograron hacerme mi primera doble penetración. Una noche, mientras montaba a Efra, Armando comenzó a ponerme saliva en el culo hasta penetrarme.

Gemía un poco de dolor, pero también de placer, pues Efra me penetraba con su verga en la vagina y, mientras Efra me besaba, Armando me bombeaba su verga en el culo. Sentía cómo chocaban sus vergas dentro de mí hasta que sentí cómo Armando se vaciaba dentro de mi culo, se quitó y comencé a moverme sobre Efra hasta venirme de nuevo en un orgasmo, sentí cómo llenaba mi ser con su semen.

Cabe decir que yo ya estaba operada, por lo que no había problema de embarazarme. Armando ya me cogía por el culo desde que éramos novios, por lo que no me costó tanto. Sin embargo, sí me causaba un poco de dolor y de placer. Los siguientes encuentros fueron más ricos, pues me acostumbré a sentir sus vergas al mismo tiempo. Yo gemía y me movía como si estuviera poseída, hasta que terminaban. Armando siempre terminaba primero, por lo que observaba cómo Efra seguía cogiéndome y cambiando de posiciones hasta terminar dentro de mí. Luego, Armando volvía a cogerme sintiendo el semen de Efra. Me cogía y volvía a terminar dentro.

Fue entonces cuando comencé a sacar la puta que tenía dentro y complacerlos, pues Efra me hacía suya de todas las maneras que quería. Yo sabía que a su mujer no se lo hacía como a mí y eso me llenaba de placer. Así pasó un tiempo en que, cada vez que podían, Efra llegaba a nuestra casa para cogerme entre los dos.

Cuando Armando no estaba por cuestiones de trabajo, me decía que le pediría a Efra que estuviera pendiente, así que Efra no desperdiciaba la oportunidad de cogerme. Me tocaba por la ventanita del baño y yo salía al patio trasero con cuidado de no ser vista por su esposa. Yo siempre salía con una licra y una camiseta, sin sujetador. En la oscuridad, me ponía a mamarle la verga, algo que me encantaba. Después, me empinaba sobre el capó del coche, bajaba mi licra y me la metía, haciéndome gemir sin poder gritar de placer. Eso lo calentaba mucho, pues al oído me decía que le encantaba cogerme. Me calentaba demasiado saber que era la puta de Efra y se lo mandaba a su mujer bien exprimido. 

Esto duró algo así como dos años, hasta que tuvimos que regresar a vivir a la ciudad de las montañas por el trabajo de Armando. Durante los seis años que estuvimos allá, Efra nos visitaba una o dos veces al año, por lo que las dos noches que se quedaba conmigo me excitaba mucho, más aún si venía con muchas ganas, como solía hacer. Yo me vestía con liguero y medias para ser su puta esas dos noches y que disfrutara de mi cuerpo. A veces, me mandaba fotos de su verga por teléfono y, recordando esos momentos, Armando me la chupaba de maravilla y me decía que quería ver cómo me cogía alguien más, hasta que mi cuñado logró convencerme. Pero esa es otra historia.

Compartir en tus redes!!
almacam
almacam

Mujer de 44 años, casada con tres hijos, muy caliente y ahora sé que fui hotwife desde los 25 años en que mi esposo me entrego por primera vez a su mejor amigo

Artículos: 1