Infiel con el jefe de mi marido
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Hola, soy Samantha. Por una infidelidad que cometí con el jefe de mi marido, Carlos (así le llamaré), un importante oficial de policía, me vi envuelta en algo que no pensaba. Necesitaba dinero extra, así que me rendí a la los encantos de Carlos en la cama. Mi marido descubrió todo y se divorció de mí, dejando incluso su trabajo en la corporación.
Un mes después del divorcio, decidí visitar al jefe de mi exmarido en su oficina y me recibió con una sonrisa pícara, sabían que éramos cómplices de un secreto sucio y excitante. La tensión sexual era palpable, mis pensamientos llenos de deseos prohibidos. Me sentía como una puta, una zorra caliente ansiosa por sentir una verga gruesa dentro de mi panocha húmeda.
Algunos policías sabían que yo era una puta infiel que engañé a mi marido y con algunos ya me había acostado y ya me conocían por que los iba a visitar, mis pasos resonaban en el pasillo mientras me dirigía hacia la oficina de Carlos. Sabía que me miraban con deseo, con ganas de poseerme. Al entrar en su oficina, Carlos me hizo pasar a su oficina y cerró la puerta.
Al entrar a la oficina, él me miró con deseo y me susurró al oído que era una puta. Mis mejillas se encendieron y mi entrepierna se humedeció al instante. Me sentí caliente y deseosa de sentir su verga dentro de mí que Carlos me puso contra su escritorio y me levantó la falda con fuerza sin decir una palabra. Me sentí como una puta caliente, gemía suavemente para que los otros policías no nos escucharan. Su verga dura se rozaba contra mi entrepierna húmeda, haciendo que me retorciera de placer.
Me llamaba zorra mientras acariciaba mi cuerpo con sus manos, su pene grueso presionaba contra mí. Gemí cuando me dijo que quería chupar mi panocha, me volvía loca sentir su lengua jugando con mi panocha sabía que lo mojaría al pasar su lengua por mi clítoris.
Yo estaba caliente y ansiosa por sentir su verga gruesa dentro de mí. Me hizo mamar su verga y sus huevos los acariciaba con mi lengua, dejándome sin aliento de pronto me levantó y me colocó en una esquina de su escritorio, mientras Carlos se colocaba por detrás. Sentí su rico pito duro y caliente presionando contra mi panocha húmeda, y no pude evitar gemir de placer. Sentía su verga gruesa entraba y salía de mí, haciéndome sentir llena y deseosa de más.
Me decía que yo era una puta, una zorra caliente que solo quería su verga en mi panocha húmeda. Y yo le respondía con una sonrisa traviesa, provocándolo aún más. Sus palabras sucias me excitaban, me hacían gemir de placer mientras él me seguía cogiendo.
Carlos estaba a punto de explotar de placer. Sus movimientos eran salvajes, su verga dura uff mientras me agarraba del pelo y me empujaba hacia abajo para mamarle la verga y chupara sus huevos, mientras él se acercaba al borde del éxtasis. Su leche estaba a punto de salir, y yo estaba lista para recibirla cuando de repente sentí su leche en mi boca.
No pude resistir la tentación y comencé a mamar su rico pito con ansias. Su rica leche calientita desbordaba por mi boca mientras seguía disfrutando de su deliciosa verga. Y no podía olvidarme de sus huevos, los cuales también me los metía a la boca con deseo de chuparlos tan rico ya que los tenia grande, uffff mi boca llena de su leche me lo tragué completita como toda una puta.
Aquella verga, aquel hombre que me cogió con tanta pasión, me hizo sentir viva de nuevo después de mi divorcio. La adrenalina de la prohibición, la excitación de lo desconocido, todo se mezclaba en un torbellino de sensaciones que me llevaban al límite del placer. Y así, entre gemidos y susurros, me entregué a la lujuria desenfrenada que me consumía.
Carlos era mi amo, mi dueño, y yo era su puta, su zorra caliente y además me pagaba por cogerme.