Gusto por los cuernos
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Me gusta ser cornudo, pero a veces las cosas se salen de control.
El juego de que mi mujer me pusiera los cuernos me excitaba mucho y le di en el clavo.
Le permití usar ropa interior sexy y escotes pronunciados.
Pero llegué a ser tan ingenuo que pasé de cornudo e idiota. Llegó el momento en la relación en el que mi esposa, Eli, manejaba tan bien la situación que lo hacía casi en mis narices y yo ni me daba cuenta.
Llegó a acostarse con personas a las que yo no había autorizado y en lugares que ni siquiera imaginé que lo hiciera.
Por ejemplo, me llegó a decir que Rafa le proponía salir a pasear y ya sabrán en qué terminaría esa salida, se lo prohibí.
Pusimos en marcha un pequeño negocio que ella gestionaba y yo atendía como taxista, pues el cliente número uno y el que más frecuentaba era Rafa.
Cabe mencionar que, cuando ella y yo nos dábamos un buen faje, le mencionaba otros nombres para ver su estado de excitación y, cuando le decía: «Soy Rafa, tú Rafita, Eli», se ponía chinita toda ella. Mmm… solo de recordarlo me vuelvo a excitar.
Pues yo llegaba al negocio por ella por las noches y siempre estaba Rafa ahí. Un día llegué y no la veía por ningún lado, así que le pregunté a Rafa: «¿Y Eli?» Él solo respondió señalando el baño, pero en ese momento no le presté atención al nerviosismo que mostraba y entré al baño. Otra cosa a la que no presté atención es que ella se estaba arreglando el pelo y ocultó su cara. Ingenuamente, le pregunté por qué estaba ahí encerrada. Su respuesta fue un beso en los labios con lengua, bien apasionado, y me dijo: «Solo me he escondido para que el chico me buscara». Cargó a nuestro hijo y salió del baño, yo, tonto, lo creí.
Más tarde, en casa: ¿por qué Rafa siempre está en el negocio?
Eli: Bueno, la verdad es que no quita el dedo del renglón. Me va a ofrecer salir con él, pero como te pedí permiso y no quieres, no he salido con él.
Yo: Bueno, pero por tu manera de vestir, cuando va a quitar el dedo del renglón basta con ver cómo se le salen los ojos cuando te le paseas de un lado a otro con ese chorcito.
Eli: Bueno, y qué no has visto cuando me agacho dándole la espalda, sin importar si llevo shorts o minifalda, enseñando mi colita, y la paro lo más posible para calentarlo.
Yo: cuando lo dijo, yo casi reventaba de excitación.
Eli: Me tocó y dijo: «mmm😋😊 Parece ser que no te disgusta escuchar cómo lo provoco».
Yo: Sabes que me excita demasiado cuando te comportas como una putita.
Eli: Entonces, dame permiso para salir con él. Le tengo muchas ganas, quiero cogérmelo en un hotel sin que nadie nos interrumpa. Déjame ir mañana, quiero salir contigo.
—Pero, ¿cómo le avisarás?
Eli: Mmm, mi amor, estás muy atrasado, tengo su número de teléfono, solo basta una llamadita y listo.
Me tocaba y me decía: «Déjame ir, mi amor. Te prometo que, de regreso, te cuento todo con lujo de detalles lo que él me haga».
Solo bastó que me sobara el pene por encima del pantalón y me dijera al oído sus ganas de estar con él para que yo me corriera como un adolescente.
Le dije: «Haz lo que quieras, mi amor. Mi putita, te amo».
Le brillaban los ojos y me dijo: «Mmm, mi amor, si supieras lo puta que soy esta tarde cuando llegaste al negocio… ¿el sabor de mis labios no te ha sabido distinto?». —¿Por qué crees que estaba en el baño con el pelo desarreglado y él estaba nervioso?
—Hmm… —susurró ella, sonriendo—. Si mi amor es lo que estás pensando…
Me rendí a sus pies y me convertí en su trapeador, mi putita Eli…
Tal vez no soy el mejor escritor, pero lo que escribo son experiencias reales. Me gustaría conocer vuestra opinión sobre mi relación con mi esposa, putita.
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