Estuvimos con otra pareja por casualidad
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Hace ahora dos meses con mi mujer y con otra pareja jugamos a unos juegos eróticos llamados Schnipps. Aquella noche resultó muy rara para mí, ya que empecé sintiéndome bien, luego poco a poco mal, muy mal durante un buen rato, siguió luego una de desconocida en mi, seguida de otra fase mejor y al final puedo decir que el balance fue positivo. Bueno, no me alargo, ahí va.
Estábamos en una boda. Nos habían sentado en una mesa con otras cuatro parejas de edades que iban de los veintiséis, caso de mi mujer Sonia, hasta los cuarenta y pico que tendrían Fabián y su mujer, sentados al lado de ella. Ya en los postres, en medio de la conversación de la mesa, salió el tema del intercambio de parejas, que había salido en un programa de televisión. Alguien comentó que no muy lejos del restaurante en el que estábamos había un Club de esos. No se volvió a hablar más del asunto.
Tomamos café y luego empezó el baile. Al cabo de una hora, cerca de la una y medía, Fabián vino hacia nosotros y nos dijo que varias parejas iban fisgonear al Club de intercambio que había cerca, para ver como eran estos locales. Con Sonia nos animamos a acompañar al grupo, más por curiosidad que por otra cosa, ya que nunca habíamos planeado nada de eso. Fuimos cuatro parejas, tres de nuestra mesa y otra, amigos de Fabián. Subimos a nuestro coche y luego nos pusimos detrás del vehículo que iba a hacer de guía. Llegamos en poco menos de 5 minutos. La entrada era muy discreta y con mucho nerviosismo las 4 parejas entramos. Después de dejar las chaquetas en el guardarropía pasamos a la zona del bar. Habían varias parejas, algunas hablando entre ellas y otras solas, que nos miraron de arriba a bajo. En un televisor se proyectaba una película pornográfica. Nos colocamos en una punta de la barra y pedimos bebidas, mientras observábamos todo.
Después de un rato, ya más adaptados y menos nerviosos por atrevernos a entrar en uno de estos clubs, nos animamos a traspasar la cortina que separaba aquella zona, acompañados por la chica, supuestamente la dueña, que nos hacia de cicerone, explicando lo que veíamos. Primero fue una zona de baile, donde varias parejas bailaban muy agarradas una lenta melodía. Luego al lado, una zona de sofás con varias parejas hablando y otras dos parejas con “más acción”. Luego lo más fuerte, una zona con distintos colchones extendidos a poca distancia del suelo, donde se veía una “melé” de cuerpos desnudos entremezclados. Finalmente, la chica nos mostró varias habitaciones vacías, en las que se veía un enorme colchón, un sofá a un lado, una mesita, etc…, y nos dijo que eran reservados, que iban a parte del coste de la entrada. Al lado de estas habitaciones nos señaló unos servicios, con duchas, lavabos, toallas y taquillas numeradas para dejar la ropa.
Regresamos de nuevo a la zona de bar, sin dejar de mirar de nuevo la zona “caliente”, en la que apenas se distinguían los cuerpos y en los que se oían diversos gemidos de placer. Ya en la barra, entre risitas comentamos lo que habíamos visto. Una de las parejas de nuestro pequeño grupo se fue al cabo de unos diez minutos y las otras seguimos hablando, con discretas miradas a la pantalla del televisor, a las parejas que entraban y las que se movían por ahí. Quince minutos más tarde Fabián y la otra pareja que habían venido con ellos, dijeron de irse. Yo acababa de pedir un par de copas más. Las mostré llenas y dije que nos quedábamos a terminarlas. Sonia sin el apoyo del grupo se sentía incómoda y me pedía que le hablase para no quedar tan expuesta a las parejas que estaban cerca de nosotros y no nos quitaban sus indiscretas miradas. Por otro lado yo tenía ganas de ir al baño y ella no quería que me alejase de su lado. Al fin accedió y la dejé sola en la barra. Me crucé con una pareja de nuestra edad que salía de las cortinas y me encaminé al W.C. De regreso vi que esta pareja estaba hablando con Sonia. Me acerqué un poco mosqueado. Ellos muy entonces muy cordialmente se presentaron, Verónica, la chica y Juan Luis, el chico. Ella era rubia, con unos bonitos y picarones ojos verdes y él moreno, atlético y de mi altura. Estuvimos hablando un rato y con mucha sinceridad nos dijeron que ya pensaban irse porque la gente aquella noche eran más mayores de lo que ellos buscaban y que la única pareja que les atraía éramos nosotros. Sonia y yo les dimos las gracias por el cumplido, pero les dijimos que no hacíamos nada de esto y que habíamos venido por casualidad, explicando lo de la boda. Verónica, bastante lanzada, tomó de la mano a Sonia, así como admirándola, separándola de ella y dijo:
– Es una lástima que os vayáis, una chica tan guapa y elegante como tu, y con este bonito y perfecto cuerpo, no se ve muy a menudo.
Sonia se puso colorada como un tomate. Realmente mi mujer es muy atractiva, y con aquel vestido que le llegaba a los pies, se la veía realmente espléndida. Yo me reí sin poder evitar su evidente nerviosismo ante aquel piropo y finalmente ella también se rió.
– Podríamos haceros una pequeña introducción – dijo Juan Luis.
– ¿Introducción? – pregunté ahora un poco mosqueado.
Verónica se rió.
– No utilices la palabra introducción o los vamos a asustar – le dijo a su acompañante, sonriendo.
Luego nos explicó:
– Se refiere a hacer algo erótico pero sin llegar al intercambio. Nosotros no vamos a saco y puede ser excitante para vosotros. Por ejemplo una partida con los Schnipps podría ser divertido ¿Qué os parece?.
– ¿Qué son los “chips”? – preguntó Sonia haciéndonos reír a todos.
Se aclaró entre risas lo del nombre de estos juegos, que eran los Schnipps y yo los conocía de haberlos visto anunciado en algunas revista. Verónica y Juan Luis eran muy agradables, atractivos y sobre todo parecían simpáticos. Verónica además, persuasiva ya que al cabo de cinco minutos había conseguido que Sonia y yo nos miráramos para darles una respuesta a la proposición con la que seguía insistiendo. Juan Luis sin esperar nuestra respuesta ya estaba pidiendo los juegos a la chica que servía las bebidas. Se los entregó por encima de la barra. Verónica al verlos, sin que nosotros hubiéramos dicho todavía un claro “sí” a jugar, cogió de la mano a Sonia e hizo que la siguiera.
– Venga. Ya tenemos los juegos – dijo llevándosela, traspasando con ella las cortinas.
Juan Luis dijo a la camarera que le apuntaran en su cuenta la habitación grande. Yo seguí a las chicas, sorprendido por entrar ahí sin haber aclarado lo que íbamos a hacer, mientras Juan Luis, detrás, me decía de no sé qué. Verónica hizo entrar a Sonia a una de las habitaciones que habíamos visto con el grupo. Entré siguiéndola y Juan Luis cerró la puerta tras de mí con llave.
– ¿A cual jugamos? – preguntó el chico a su novia, dejando los juegos sobre el gran colchón.
– Lo hacemos a suertes – respondió ella mientras se sacaba los zapatos, y luego indicaba a
Sonia que hiciera lo mismo y las dos se subían en el colchón. Mi mujer se situó de espaldas a la pared, apoyándose en ella y Verónica a su izquierda, puesta de rodillas.
Juan Luis se sentó frente a su novia, al lado derecho de Sonia y yo me senté en la punta del colchón, con los pies en el suelo, frente a mi mujer que me miraba expectante, buscando con ello la seguridad que esperaba de mí, pero que yo desde luego tampoco tenía. Juan Luis había abierto la caja de los juegos y había sacado una ruleta. Le pidió a mi mujer que le diera la vuelta. Una pequeña bola metálica rodó sobre los números y se posó sobre el 21.
– Perfecto, es el juego de “la telaraña” – dijo mirando en las instrucciones.
Mi mujer le preguntó de que se trataba y él explicó que iba básicamente de cumplir los pedidos que mandasen las tarjetas de suerte, que ahora le mostraba en su mano.
– ¿Qué pedidos? ¿A ver? –le preguntó con la intención de leer las tarjetas.
– Son sorpresa – le respondió el chico, sonriéndole, apartando las tarjetas, impidiendo que las leyera.
Crucé mi mirada con la de Sonia y con sus ojos entendí que sentía el mismo temor que yo de vernos donde estábamos, sobre un colchón de una extraña habitación… a punto de jugar a un desconocido juego erótico, con una pareja que no conocíamos de nada… Verónica, la recién conocida chica, supongo se apercibió de ello. Nos mostró una bonita sonrisa, y nos miró con sus bellos ojos, picarona pero al mismo tiempo como sintiendo empatía por nosotros.
– ¿Les damos ventaja? – preguntó a Juan Luis.
– Por lo que veo es la primera vez que juegan a un juego de esos.
Luego dirigiéndose a nosotros, añadió:
– Mira, cuando habéis dicho que no estabais en el ambiente pensé que era como otras parejas que vienen por aquí y dicen lo mismo, y luego resulta que no es del todo cierto, pero veo que vosotros realmente estáis muy verdes. No vamos a hacer nada que no queráis hacer ¿vale? Nosotros con vosotros actuaremos con absoluta normalidad, según lo que sintamos, pero vosotros ponéis el freno, cuando queráis.
Esto me agradó, me sentí más confiado con ellos y así lo dije. Sonia después de mí, utilizando distintas palabras, también agradeció la consideración que tenían con nosotros y los dos aparentemente nos sentimos más cómodos. Nos dieron la ventaja de que hablaban. Nos dijeron que ellos iban a tirar 3 jugadas cada uno, antes de que empezáramos nosotros, y nos entregaron un comodín a cada uno, para canjearlo “cuando no quisiéramos cumplir alguna prueba”. Sonia cogió el suyo y se lo puso junto a ella, sobre el colchón y yo puse el mío en el bolsillo de la camisa.
Juan Luis completó con rapidez las explicaciones del juego. Cada numero que saliera en las tiradas de la ruleta se correspondía a un color marcado en el tablero de juego. Si era verde se perdía una prenda de ropa, azul nos cambiábamos de sitio, rojo se debía coger una de las tarjetas de suerte y cumplir lo que mandaba, etc.. Tiró seguidamente él mismo la ruleta. Le salió verde y se sacó el jersey que llevaba puesto, dejando su torso al descubierto. Verónica, la rubia, sonriendo y mirándonos, tiró seguidamente la ruleta y le salió un número que se correspondía con el color rojo. Levantó una de las tarjetas y la leyó. Luego miró a Sonia.
– No hemos hablado si te gustan las chicas – le dijo a mi mujer.
– ¿Que quieres decir? – pregunto ella extrañada por la pregunta.
– La tarjeta dice que tengo que besarme, contigo, “la persona situada a mi izquierda” – le respondió – A mí me gustan las chicas ¿y a ti? – le preguntó.
Sonia respondió que nunca había hecho nada con una chica.
– ¿Yo te gusto? – le preguntó de nuevo.
Mi mujer le respondió “que era muy guapa..” …pero, claro” de esto a otra cosa…, no sé…”. Ella entonces le dijo que probara si le gustaba, dándose el beso que pedía la tarjeta. Y una vez dicho esto, sin más demora besó tiernamente los labios de mi mujer. Seguidamente se apartó y le preguntó:
– ¿Que tal?
Sonia respondió “bien”. Verónica volvió a besarla y ahora sus labios se mantuvieron en contacto unos 12 segundos. Esta vez Sonia abrió su boca y engarzaron sus lenguas.
– ¿Y ahora que tal? – le volvió a preguntar, al apartar su boca, mirándola.
Sonia estaba muy colorada, sonrió y le dijo “Bien… muy bien”. Luego me miró, en busca de mi reacción. Yo no me creía lo que veía, ya que a Sonia parecía haberle agradado el beso hecho con la rubia y para mí era una faceta desconocida que le gustasen las chicas. Verónica volvió a besarla, esta vez el beso duró mucho más rato. A Sonia parecía gustarle sobremanera, ya que correspondía a los movimientos de boca que le hacia la chica y cambiaron varias veces de lado sus rostros. La rubia, por supuesto lo debía notar, ya que empezó a acariciar el pelo a mi mujer y luego sin recato los pechos por encima del vestido. A partir de aquí, tal como dije al principio, empecé a sentirme mal, me sentía raro e inseguro conmigo mismo. El beso duraba ya mucho y tuve que decir que el minuto que pedía la prueba se había terminado. – !Ufff! -resopló Sonia, con el rostro muy colorado, al apartarse de Verónica, visiblemente nerviosa, poniéndose bien el vestido.
– Besa muy bien – me dijo seguidamente mirándome, con su rostro todavía sorprendido.
Yo flipaba de verla así, tan atrevida pero no dije nada. Seguimos con el juego, Juan Luis en su tirada perdió otra prenda y se quedó en calzoncillos. A Verónica también le tocó el color verde, se desprendió de su blusa y se quedó con un bonito sujetador. A la siguiente jugada Juan Luis tuvo que cambiarse de lugar conmigo y descalzándome de los zapatos, me situé al lado de Sonia, más en el interior del colchón.
Tiró Verónica la última jugada que nos daban de ventaja y le tocó: “Acariciar el sexo de la persona situada a tu derecha”. Era el de su novio. No se anduvo en miramientos y deslizó el miembro del chico fuera del slip a la vista de todos. Con agilidad lo fue removiendo con sus manos y al poco rato ganó tamaño. Miré a Sonia y la vi pendiente de la escena. Aproveché para preguntarle como se sentía, mientras yo también miraba los movimientos que la mano de la rubia prodigaba en aquel pene. Me respondió que “bien. ¿Y tu, estas bien? Te noto raro”, me dijo seguidamente. No me atreví a decirle la verdad, ya que en realidad no estaba sintiéndome del todo cómodo, habiéndola visto besarse con la chica de aquella manera, metiéndole mano en sus pechos sin que protestara, pero le dije que “también estaba bien”. Ahora puedo explicarlo, pero en aquellos momentos me sentía extraño y no dije de irnos, más por no quedar mal con Sonia que por otra cosa. El tiempo finalizó y Juan Luis volvió poner su erecto pene dentro de la ropa de su slip, que quedó visiblemente abultada, y retomó su sitio.
– Bueno, a partir de ahora vosotros también tiráis – anunció él mismo.
Tiré yo y perdí la camisa. Tiró Sonia y le tocó cambiar su posición conmigo, pasando ella al lado de Juan Luis, y quedándome yo ahora en el fondo, apoyado contra la pared. Con este cambio, y para seguir en el mismo sentido en que habíamos empezado, volvía a tocarme a mi tirar. Tiré la ruleta y perdí de nuevo una prenda: los pantalones. Tiró seguidamente Verónica y le tocó cambiar su sitio conmigo y se situó a la izquierda de Sonia. Con esto volvió a tocarme tirar de nuevo.
– Menuda racha llevo – comenté.
Saqué nuevamente un número que en el tablero se correspondía con el color verde.
– Joder, otra vez verde – exclamé.
Debía sacarme el slip y quedarme desnudo. Me daba vergüenza hacerlo, siendo el primero en quedar completamente desnudo. Pensé en el comodín que tenía en la camisa. Lo saqué del bolsillo y lo mostré.
– Utilizo el comodín – dije en voz alta.
– ¿Ya? – preguntó Verónica extrañada.
– Sí, ¿por qué?
– No por nada, tu mismo, pero quizá sería preferible guardarlo para más adelante – me respondió y luego miró a Sonia.
No me gustó la mirada que hizo mi mujer a la rubia, alzando seguidamente los hombros como queriendo decirle, que yo no quería atreverme mucho, que no era cosa suya, que ella tenía que resignarse. Estuve por decir de acabar el juego en aquel momento, ya que estaba sintiendo aspectos desconocidos en Sonia que no me agradaban. Parecía pasárselo bastante mejor que yo, y empecé a sentirme muy celoso. No obstante rectifiqué con lo del comodín.
– Bueno, vale. Me voy a quitar le prenda – dije finalmente. Me saqué el slip y quedé en bolas, escondiendo mi pequeño pene de la vista de las chicas, alzando un poco una de mis piernas.
Tiró luego José Luis y esta vez tuvo que explicar un chiste verde. A mi mujer en la jugada siguiente, le tocó color verde. Debía desprenderse de una prenda y dijo de quitarse su braguita, así no se le vería nada, ya que el vestido lógicamente la taparía. La deslizó por entre sus piernas y la dejó sobre el colchón. Luego a Verónica le tocó también verde y se quitó la falda que vestía, quedando con su ropa interior, visiblemente sexy, ya que era muy transparente en la parte que debía proteger su pubis. Yo ahora pensándolo retrospectivamente debía de haberme sentido caliente viendo aquella chica a mi lado con toda poca ropa, pero no lo estaba. A mi me tocó coger tarjeta. En ella decía que tenía que acariciar el pecho del de mi derecha, que era Juan Luis. No gustándome los chicos no tuvo mayor trascendencia. Reconozco que lo hice sin ningún tipo de gracia, casi como molesto, pensando que hacíamos ahí jugando a aquel estúpido juego, que podía ser peligroso para nuestra relación de pareja, pero procuré que no se viera demasiado. A Juan Luis seguidamente también le tocó una tarjeta de suerte, con la cual podía elegir a su antojo la prueba que debía hacer Sonia, la persona situada a su derecha. Se lo pensó muy brevemente. Se notaba que sabía que pedir.
– Sonia, tendrás que hacer el chupa-chups – dijo él.
– ¿Que es el “chupa-chups”? – le preguntó mi mujer extrañada.
Yo por supuesto también lo estaba y quería saber a que se refería.
– Chupar y ser chupada – le respondió mirándola con una sonrisa y luego me miró a mí.
Yo no podía creerme que lo dijera en serio. Seguidamente volvió a dirigirse de nuevo a Sonia y acabó de explicar de lo que se trataba.
– Tu me chupas a mí y al mismo tiempo Verónica te chupará a ti… me refiero al sexo, claro – especificó sonriéndole.
Yo no podía creerme que lo dijera en serio. Lo miré casi estupefacto, pensando “menudo morro tiene este tío”. Sonia me miró y supongo que vio mi visible cara de sorpresa.
– Voy a utilizar el comodín – dijo entonces ella a la pareja.
– Quizás lo necesites más tarde – la previno Verónica – Pueden
haber pruebas de más nivel sexual.
– ¡Ah!… pues no se – dijo mirándola, dudando en no utilizar el comodín. Dirigió seguidamente su mirada hacia mi. -¿Que hago, pues? -me preguntó, en busca de mi opinión.
Estaba por decirle que plegáramos. La cosa iba muy rápida y me sentía un poco desplazado por aquel pedido de Juan Luis, que me ponía en una situación de simple mirón, mientras aquella pareja quería hacerle hacer aquello tan descabellado a mi mujer. Por otro me sentía muy mal con Sonia, ya que si me preguntaba “que hago”, era por que en cierta medida estaba dispuesta a hacerlo. Me sentía muy celoso. Siempre había pensado que la celosa era ella y esto ahora me descolocaba más. Nunca me había sentido así y estaba cortado de tener que ser yo quien dijera de no hacer la prueba que le pedían.
– Hazlo si quieres hacerlo – le respondí resaltando el “si quieres hacerlo” – en busca de que fuera ella la que finalmente dijera de no hacerlo.
– No sé que hacer ¿Lo hago, pues? – me preguntó sin interpretar mis palabras.
Todos estábamos pendientes de ella. Yo he de reconocerlo, en aquel momento más que nadie, esperando que finalmente no hiciera la prueba que había pedido Juan Luis. Verónica, que parecía más interesada en mi mujer que conmigo, le dijo:
– Veamos lo que dice tu sexo – y sin ningún reparo le puso la mano por debajo del vestido, hasta posicionarla en contacto con el sexo de Sonia – !Uy! está muy mojadito – dijo sin dejar de acariciarlo – Creo que quiere hacerlo -dijo mirándome y sonriéndome.
Sonia me miró colorada como un tomate. Me sentí muy mosqueado con mi mujer, por como se dejaba hacer y tocar por aquella chica, que desde que se habían besado, parecía haber ganado un poder especial sobre ella.
– ¿Lo hago, pues? – me preguntó de nuevo Sonia.
– Deja que lo haga -intervino Verónica mirándome y sonriéndome, buscando mi consentimiento.
No respondí de inmediato. La rubia volvió a intervenir.
– Ella tiene ganas de hacerlo y a ti gustará verlo. ¿Que dices, pues? – añadió seguidamente.
Esto me mosqueó más. Que sabía aquella chica de lo que a mí me gustaba ver hacer a mi mujer. No obstante no me atrevía a ser el aguafiestas.
– Que lo “haga si quiere hacerlo” – Volví a decir, esperando que Sonia interpretara lo que sentía.
– Vale estírate así – dijo entonces Verónica, sin esperar a más demoras, indicando a Sonia la posición en que debía ponerse… y ella, sorprendentemente para mí, la obedeció.
Me quedé frito al ver como se estiraba sobre el colchón y luego Verónica sin ningún reparo le levantaba el vestido, dejándolo por encima de su cintura, con su sexo al aire bien visible. Luego encima le pedía que apartara un poco las piernas, abriéndolas y ella la obedecía como si fuera lo más normal del mundo. Seguidamente la chica también se tumbó, entre las piernas de Sonia y puso su boca en contacto con su sexo. Mi mujer empezó a retorcerse de placer, cerrando los ojos, ya con las primeras caricias bucales que empezó a prodigarle la chica. Juan Luis por su parte, se había puesto de rodillas, se había bajado el slip y con su empinado miembro fuera de la ropa, se situó más cerca de mi mujer. Acercó seguidamente con la mano su erecto pene a los labios de Sonia. Mi mujer, al notar aquel contacto, mientras seguía retorciéndose de gusto por lo que le hacía la rubia, abrió los ojos y sin pensárselo se colocó el miembro erecto de Juan Luis en su boca, como si aquello fuera lo más normal del mundo. Yo no podía creérmelo. Vi que ahora, la chica, mientras seguía chupando el sexo a Sonia, tenía una de sus manos puestas en sus pechos, por debajo de su vestido, acariciándolos con ganas.
Yo “flipaba”. No me creía estar viendo a Sonia, mi querida Sonia, completamente despatarrada, con el vestido levantado hasta su cintura, con una chica devorándole literalmente su chocho, retorciéndose de gusto sin ningún recato y con su boca tragándose el pene de un desconocido. Los lametazos de la rubia debían agradarle mucho ya que gemía con evidente gusto y chupaba con ganas la polla de Juan Luis… Yo flipaba… flipaba completamente sorprendido y los estaba mirando sin saber que debía hacer.
Me sentía francamente incómodo con la situación que se desarrollaba frente a mis ojos. Estaba a punto de decir que parasen. Pensé que era un calzonazos por permitir que hicieran eso a mi pareja, que para más colmo, se retorcía de placer, gimiendo como nunca la había visto. Vi que la chica ahora le ponía dos dedos dentro del chocho, mientras con su lengua seguía lamiendo su clítoris. Sonia a esto levantó un momento su rostro, apartando la boca del pene para soportar mejor el placer que ahora sentía. Luego, con la mano derecha agarró de nuevo la polla del chico y empezó a moverlo con más intensidad, con mucho nervio como si quisiera que se corriera ya. En aquel momento mi mirada se cruzó con la de mi mujer, y pensé que por fin había notado algo raro en mi, y esto haría que dijera de parar. Realmente yo me sentía raro en aquellos momentos y veía a Sonia como si fuera una puta en celo, dejándose hacer todo aquello sin contar con mi aprobación. Pero fue una vana imaginación mía, ya que siguió gimiendo y volvió ponerse con ansía el miembro de Juan Luis en la boca y a chuparselo con más ganas.
Lo que no fue imaginación, fue la mano que noté acariciando mi pequeño sexo. Miré hacia abajo, y para mi sorpresa vi que era la mano de Verónica, que mientras seguía con su boca puesta en el abierto sexo de Sonia, ahora con su mano derecha alargada, acariciaba el mío. Creció sin poder evitarlo y la chica siguió moviéndolo de arriba abajo con ganas. Creció más. Y luego mucho más. Estaba sintiendo el placer que me daba y ahora lo tenía completamente duro. En aquel momento Juan Luis habló:
– ¡Tiempo! – dijo apartando su pene de la boca de Sonia.
La rubia entonces también apartó rápidamente la mano de mi pene, como queriendo esconder lo que me había estado haciendo. Luego apartó la boca del sexo de Sonia, y se incorporó de su postura estirada. Mi mujer, también empezó a incorporarse, parecía despertar de un sueño y dirigió su vidriosa vista hacia mi, colocándose bien el vestido. Su mirada tenía una expresión como si la hubiera pillado infraganti en alguna falta, como esperando un comentario por mi parte. Yo no dije nada.
– ¿Estas bien? – me preguntó.
Respondió Verónica por mí.
– Si, no lo ves – le dijo, señalando mi erecto miembro, visible a todos – Mira como se le ha puesto. Parece que le ha gustado mirarte – añadió, sonriendo a mi mujer y luego, con disimulo me guiñó un ojo.
– ¡Uf! Menos mal – dijo visiblemente aliviada Sonia – Por un momento pensé que la prueba no te había agradado. No ha sido precisamente suave – sonrió mirando primero a Verónica y luego a Juan Luis.
Yo no sabía que decir ni que pensar. Pensé que Verónica jugaba a dos bandas, ya que mi mujer no había visto que el efecto de mi crecido pene se debía a su diestra mano, y no precisamente por haber visto la increíble escena que ella había desarrollado. Seguimos con el juego, le tocaba a Sonia tirar la ruleta. Le tocó color verde y se tenía que desprender de su bonito vestido de boda. Lo hizo con la ayuda de Verónica, que la ayudó a bajar la cremallera.
– ¡Uauhhh! Vaya cuerpo – exclamó la rubia, admirando a Sonia – Tienes un cuerpo de “guitarra” perfecto – añadió sonriéndola.
– Tu también estás muy bien – le respondió ella.
– Las dos sois muy bonitas – dijo la suya Juan Luis.
– Bueno, yo quizás estoy un poco delgada y me falta pecho -siguió hablando Verónica – Pero a ella no le sobra ni le falta nada. Tiene unas proporciones perfectas del todo, incluso exuberantes. Tiene un cuerpo así como muy apetecible, como de estos que se ven en las películas de cine porno – acabó diciendo, ruborizando a Sonia.
Dejamos la conversación y tiró la ruleta Verónica. Al corresponderle el color verde perdió su sujetador y nos mostró sus pechos, que estaban en concordancia con su esbelto pero delgado cuerpo. A mí me tocó el color azul y tuve que cambiar mi posición con la rubia, con lo cual volvía a tirar de nuevo ella. Esta vez le tocó tomar una tarjeta de suerte: “Puedes pedir el mandato que quieras y a quien quieras”, leyó Verónica.
– ¡Uhmm! Una tarjeta interesante – dijo sonriendo, mirándonos a todos con unos pícaros ojos.
Yo dije que ya había salido aquella tarjeta, pero por lo visto la que recordaba, que le había tocado a Juan Luis, era otra que decía algo parecido pero referido a la persona situada a su derecha. Verónica dijo que elegiría al azar la persona que haría la prueba y pidió un número a cada uno, del 1 al 3. Cuando Sonia dijo “tres” le dijo que era la elegida.
– ¿Qué tengo que hacer? – pidió mi mujer dispuesta.
– Haber, haber… primero vamos a ver como estás – dijo Verónica sonriéndola y alargó seguidamente sus dedos hacia su sexo – ¡Uhmm! Esto está más mojadito que antes… – dijo mirando a Sonia, que se ruborizó de nuevo -Bueno, creo que ya sé lo que necesitas… si Félix (o sea yo) te deja, claro – dijo finalmente.
– ¿El que? – pregunté.
– Que haga un “donuts” – respondió Verónica.
– ¿Qué es un donuts? – le pregunté ahora sorprendido.
– Un “donuts” es que tenga una polla en la boca y otra, al mismo tiempo en el coño.
Sorprendido por lo que pedía miré enseguida a Sonia en busca de su parecer. Ella sonrió y con timidez elevó los hombros, como diciendo que dependía de mí.
– Deja que lo haga – me miró la rubia buscando mi aprobación -Tiene ganas, ¿no lo ves? – acabó diciéndome.
Sonia enrojeció otra vez con el comentario y yo flipé de pensar que pudiera llegar a atreverse a hacer esto.
– ¿Quién estaría a un lado y quien en el otro? – pregunté precavidamente a la chica.
– Sonia te chupará a ti y mientras tanto Juan Luis la follara – respondió Verónica como si nada.
Me reí nerviosamente y la miré estupefacto. Ella me sonrió con inocencia y dijo:
– Deja que lo haga. No la cortes.
Sonia está dispuesta a hacerlo, compruébalo tu mismo, y cogiendo mi mano derecha me hizo poner un dedo dentro del sexo de Sonia. Lo noté más que húmedo, humidísimo y la miré sorprendido. Mi mujer volvió a enrojecer.
– Esto no significa que quiera hacerlo – se excusó Sonia entonces.
– Tampoco que no quieras – le dijo sonriendo la rubia -¿O no? – le preguntó.
– Nunca lo he hecho con nadie que nos sea Félix. Nos conocemos desde hace muchos años, el me desvirgó – explicó Sonia – No lo haré si él no quiere.
Estaba en lo mismo que antes. Había dicho “si el no quiere”, o sea estaba dispuesta a hacerlo, si yo la dejaba.
– Venga no seas moro – se atrevió a decirme entonces Verónica sonriéndome – Si sólo de pensar en verla haciéndolo ya estás trempando – señaló mi empinado miembro.
Las miradas se posicionaron en él. Efectivamente, lo tenía duro. Una extraña reacción se había producido en el momento en que había puesto el dedo en el chochito de mi mujer y lo había notado tan humedecido. Había sido una sensación desconocida en mi verla así, tan caliente y me excitó sobremanera. No tenía argumentos demasiado validos.
– Bueno, que lo haga – dije entonces ya sin pensarlo.
– ¡Bien! – exclamó Verónica animada.
Luego fue diciendo como debíamos ponernos. Me indicó que me sentara apoyado en la pared, mientras Juan Luis iba hacia su ropa en busca de un preservativo. A Sonia le dijo que se pusiera frente a mí, en la posición de perro y que empezara a chuparme el miembro. Mi mujer antes me besó con ganas en la boca y luego bajó su rostro hacia mi pene. Verónica se había quedado a mi lado y la miraba como succionaba mi miembro.
– Mira tu putita que bien chupa – me dijo la chica entonces.
Sonia levantó su vista hacia ella, sonriéndola por el comentario y siguió con su trabajo bucal. Verónica volvió a hablar:
– Mira a tu putita como se la pone toda en la boca… mira con que gusto te la chupa.
He de reconocer que me ponía caliente lo que iba diciendo, mientras observaba los movimientos de la boca de Sonia absorbiendo mi pene. En aquel momento Juan Luis se acercaba de rodillas por detrás de Sonia, por encima del colchón, con su empinado miembro embutido en un preservativo. Al llegar a ella, le puso una mano en su sexo, acariciándoselo y ella instintivamente giró su rostro mirándolo. El chico sin demorarse, seguidamente apuntó su pene y lo introdujo lentamente, manteniéndolo un rato dentro. Sonia al notar como era penetrada movió hacia delante su cuerpo, acompañado de un ligero gemido, apartando por un momento su boca de mi polla.
– Mira que cara de gusto pone tu putita – me dijo Verónica, haciendo que mirara el rostro de Sonia.
Estaba con los ojos bien abiertos y la boca también lo estaba.
– Mira a tu putita que cara de sorpresa y de placer a puesto.
Juan Luis tiró hacia atrás su cuerpo y luego lentamente de nuevo hacia delante. Sonia con mi polla en la mano, gimió de nuevo al notar la siguiente entrada de la polla de aquel chico en su sexo, moviendo ligeramente su cuerpo para adelante, como amortiguándose y bajando su rostro ligeramente. El chico repitió los mismos movimientos suaves con las tres o cuatro siguientes entradas de su duro miembro en el chochito de Sonia. Ella gimió levemente en cada una de las primeras entradas y luego, viendo que ya soportaba el placer, reprendió los chupeteos a mi duro pene. Seguidamente los movimientos de Juan Luis fueron un poco más rápidos y Sonia volvió a dejar de chupar mi miembro, sujetándolo con una mano, gimiendo ostensiblemente y bajando su cabeza entre mis piernas.
– ¡Ahh! ¡Ahaa! – escuchábamos todos los gemidos que profería mi mujer.
Verónica habló de nuevo.
– Mira tu putita Félix… mira a tu putita como folla – decía mientras oíamos los gemidos que iba profiriendo Sonia.
– Mira como le gusta que la follen… mira sus tetas como se mueven – iba diciendo, y empezó a acariciarle los pechos por debajo de su cuerpo.
– Mira tu putita que pezones más endurecidos tiene y como se le mueven los pechos… al compás del folleteo que le hace Juan Luis… mírala… mírala.
Yo ahora estaba muy excitado. Sonia levantó su rostro mirándome, gemía cada vez fuertemente y su rostro reflejaba el placer que estaba sintiendo.
– Mira que cara de gusto pone – seguía hablando Verónica también mirándola – Mira la muy guarrilla como se deja follar por otro y le gusta que la veas, así… bien guarra… bien putilla – seguía diciendo Verónica, con una de sus manos acariciando el pelo a Sonia y con la otra moviéndola por sus tetas.
Sonia ahora gemía muy fuerte, y nos miraba a Verónica y a mí, con una cara de placer que parecía insoportable. Me incorporé un poco e hice que me besara. Lo hizo con ganas, moviendo su lengua, que noté con el sabor de mi miembro, mientras Verónica seguía acariciándole el pelo y los pechos, que se le movían al compás de las embestidas ahora más rápidas de Juan Luis. Dejé de besarla. Sonia ahora gemía fuertemente y volvió a ponerse mi polla en su boca. Juan Luis con los ojos cerrados se movía adelante y atrás con un ritmo constante. Vi que Verónica se desprendía del sujetador y colocaba una de las manos de Sonia en contacto con sus pechos.
– Mira Félix… mira a tu putita como toca mis tetas – me hizo mirarla – Míra que cara de gusto tiene… – acabó diciendo en el momento en que Sonia para aguantar mejor las embestidas apoyó la mano que tenía en sus pechos otra vez en el colchón.
Verónica seguidamente se levantó, se bajó su braguita y apoyada de pie en la pared, hizo poner la mano de Sonia en contacto con su chochito. Ella lo acarició, mientras seguía chupando mi pene.
– Mira a Sonia como toca mi chochito… mírala como me toca – me hizo mirar hacia su sexo Verónica.
Yo en aquellos momentos estaba super caliente. Verónica apartó su sexo de Sonia y se giró hacia mí, poniendo una pierna a cada lado de mi cuerpo. Luego puso su sexo en contacto con mi boca. Empecé a chuparle sus labios vaginales. Ella manteniéndose de pie, apretaba su sexo contra mi boca, aprisionando mi rostro entre ella y la pared que tenía detrás.
– Mira Sonia a tu Félix como me chupa el chocho – oí sin ver nada más que la cercana piel de la rubia, como hablaba a mi mujer.
Mientras estuvo restregando y moviendo su chochito contra mi boca, me hizo poner mis manos en cada uno de sus pechos, y apretaba su cuerpo hacia delante, apretándolo contra la pared y contra mi cara. La chica parecía muy excitada. Yo no veía nada, solo su cercano pelo rubio frente a mis ojos. Levanté los ojos hacia arriba y vi el volumen de sus pechos en mis manos, magreándoselos. Por otro lado notaba la mano y a veces la boca de Sonia en mi polla, pero no la veía a ella. Por el contrario si la oía gemir con evidente gusto.
– ¡Aaahaah! ¡Aaahhah! – gemía.
Verónica apartó su cuerpo y entonces la vi por un momento. Seguía en la misma posición, con Juan Luis detrás de ella follándola. El chico estaba con los ojos cerrados y la tenía cogida con sus manos por la cintura y la movía regularmente hacia él, enchufándole su polla y luego la empujaba hacia delante, apartándola. Estaba con el torso sudoroso y mantenía un ritmo constante y regular. Verónica volvió a taparme la vista de mi mujer, ahora se había puesto de espaldas a mí, con los pies a cada lado de mi cuerpo y dirigió la boca de Sonia a su sexo. Se giró hacia mi y me hizo verla.
– Mira tu putita como me chupa el chocho… que bien que lo hace… mira que bien mueve su lengua en mi chochito… ¡uhm! Que gusto – me iba diciendo.
Luego alargando una mano por encima del cuerpo de Sonia, fue dando palmadas en sus nalgas.
– ¡Plaff! ¡Plaff! ¡Plaff! – oía el sonido, sin poder ver la cara de Sonia, ya que mi visión era la de los glúteos de Verónica, inclinada hacia delante, mostrándome un poco su sexo. Si oí sus fuertes gemidos, mientras la rubia seguía pegándola.
– Le gusta que la pegue, ¡uhm! Que chica más mala, ¡Plaff! ¡Plaff! – oía y hablaba Verónica pegándole cachetazos a sus nalgas, mientras mi mujer gemía fuertemente.
A través de las piernas de la rubia, pude ver que Sonia ya no le comía el coño y estaba de nuevo apoyada con las manos en el colchón, gimiendo, mientras Verónica seguía pegándola: “Plaff!,“Plaff” se oía. Me excité mucho más y puse mi mano en aquella rendija abierta entre las piernas de la rubia, restregándole el chocho con avidez.
– ¡Uhmm! Mira Sonia, mira lo que me está haciendo Félix… – dijo Verónica incorporándose para que mi mujer viera mejor mi mano en su sexo – Por lo visto a Félix le excita oír como disfruta su putita… mira como me toca tu marido… mira que ganas tiene de chochito – hablaba Verónica.
Sonia gemía más y más. Nunca la había visto disfrutar de aquella manera. Saqué mi mano del sexo de Verónica y cogiéndola de la cintura la empujé hacia abajo. Deseaba follarla. Ella notó mi presión en su cuerpo y adivinó lo que quería. Se bajó un poco, doblando sus piernas y acercando su sexo a la punta de mi pene.
– Mira Sonia… mira… Félix quiere que ponga mi chochito en su polla. ¿Le dejo hacerlo? – preguntó a Sonia -Mira ya entra un poco – decía Verónica con su sexo ya un poco abierto situado en la punta de mi erecto miembro. Se posicionó un poco mejor, apoyándose en una de mis piernas.
– Mira, Sonia ya casi entra – le mostraba a mi mujer mi polla con la punta introducida levemente en su sexo, mientras ella seguía gimiendo.
– ¡Ahhhh! ¡Ahhh! – oía los fuertes gemidos de Sonia sin poder verla.
Vi entonces la mano de Sonia puesta sobre el hombro de Verónica, empujándola hacia abajo.
– ¡Uhmm! La putita quiere ver como follo a su Félix – dijo Verónica – Mira la putita aprieta para que baje mi cuerpo – me dijo antes de hacerlo y luego se bajó por completo – Mira como ha entrado – dijo uno vez ensartado mi pene en su sexo.
Noté como mi caliente y duro miembro penetraba en sus paredes vaginales. Vi a Juan Luis por encima del hombro de Verónica, que nos miraba, con su torso lleno de sudor y seguía con sus movimientos entrando su miembro en el sexo de Sonia, mientras ella seguía gimiendo con rítmicos sonidos.
– ¡Ahh! ¡Ahh! ¡Ahh!
La rubia volvió a hablar.
– Mira Sonia la he entrado hasta el fondo – le señaló Verónica su sexo a mi mujer, mientras le acariciaba su pelo y la besaba en la boca.
– Querías verme así, eh putita – le dijo, besándola con ganas.
Luego movió sus piernas y sin quitarse el pene de dentro de su caliente chocho, se resituó en su incómoda postura, poniéndose ahora de rodillas sobre el colchón.
– Se esta bien con la polla de otro en el coño… da gusto intercambiarse las pollas… eh! putita. Que gusto te da que te folle otro, eh… – añadió luego se giró un poco hacia mi – Mira a tu putita Félix… – apartó a un lado su cuerpo para que la viera – …mira que cara de placer que pone. Mira que cara de gusto pone tu putita cuando la folla otro.
Crucé mi vista con la de Sonia, tenia los ojos vidriosos y estaba muy sudorosa, parecía extenuada de tanto placer, como si estuviera aguantando más de lo que podía resistir. Me excitó verla así y empecé a empujar mi polla hacia arriba, con rítmicos movimientos. Verónica notó enseguida estas entradas en su sexo.
– Mira Sonia como me folla tu Félix… mira como entra su polla en mi chochito – iba diciendo Verónica.
En aquel momento sin poder aguantarme más, me estaba corriendo dentro de ella. Verónica gemía ahora y movía su cuerpo arriba y abajo, pero no se había dado cuenta de esto. Mi semen iba saliendo y se quedaba dentro de su caliente sexo, saliendo un poco de él en cada uno de sus movimientos. Yo ya había parado y ella seguí moviéndose arriba y abajo.
– Mira Sonia como follo, mira… putita, como me follo la dura polla de tu Félix… mira… mira… – iba diciendo Verónica moviéndose ahora muy rápido.
Yo ya no podía más, me empezaba hacer daño el pene y ella gimiendo fuertemente siguió tres o cuatro veces más, mientras seguía hablando a Sonia.
– Mira… mira… como me corro… mira como me estoy corriendo – dijo finalmente parándose, besando con ganas la boca a Sonia.
Juan Luis luego empezó una serie de embestidas fuertes, mucho más rápidas. Sonia seguía gimiendo pero ahora más seguido.
– ¡Aaahhh! ¡Aaahhh! ¡Aaahhh! – se la oía mientras Verónica la besaba en la boca, en el cuello y le acariciaba sus pechos.
Juan Luis por lo visto también se había corrido y dejó su cuerpo apoyado en la espalda de Sonia. Mi mujer aún emitió algunos ligeros gemidos y después cuando finalmente Juan Luis sacó su miembro de dentro de su sexo, apoyó su cabeza en mis piernas.
– ¡Uahhh! – dijo por fin descansando.
Juan Luis se apartó de Sonia y visiblemente agotado y se estiró junto a nosotros. Verónica se salió de mi ya flácido miembro y se tumbó al lado de él, descansando también.. Estuvimos así unos momentos sin que nadie dijera nada. Me incorporé un momento y besé a Sonia en el cuello. Parecía muy cansada y solo se movió para mirarme y dejarme claro que aquello había demasiado para ella, volviendo a bajar seguidamente la cabeza, acostándola en el colchón. Me tumbé a su lado, con mi brazo rodeándola y ella acercó su rostro al mío. Al cabo de un rato hablamos unas palabras. Me besé con ella ahora más cómodamente. Después de otro minuto, Verónica preguntó como estábamos y desde nuestras respectivas posiciones intercambiamos unas palabras con aquella pareja.
Al cabo de un rato las chicas se fueron juntas a las duchas, yo me quedé hablando con Juan Luis. Al regresar ellas, aún sin vestirnos, hablamos un rato sentados sobre el colchón.
Estuvo bien que habláramos porque se aclararon muchas cosas. Verónica explicó que para un intercambio de parejas era imprescindible que las chicas estuvieran bien entre ellas, sino era imposible que sucediera nada.
Sabiendo que nunca habíamos hecho nada de eso, Verónica dijo que al principio se había centrado en Sonia para facilitar nuestro “estreno”. Sonia reconoció este hecho, de la complicidad que había habido desde un inicio entre las chicas. Dijo que si no se hubiera sentido bien con Verónica nunca hubiera permitido que pasara algo así. Por mi parte, conocer que Verónica había utilizado esta estrategia con nosotros alivió mi estado emocional.
Ya en el hotel, a solas con mi mujer. Hablamos mucho rato de lo sucedido. Le expliqué mi inicial estado cuando la había visto, haciendo el “chupa-chups” con ellos dos, y se sintió mal de haberme hecho pasar aquel mal rato sin saberlo. Aclaramos muchas cosas. Me dijo que se había corrido unas seis o siete veces. La primera de ellas mientras Verónica la chupaba en la prueba del “chupa-chups” y las demás cuando Juan Luis la estuvo follando, con las palmadas de Verónica, cuando me vio chuparle el sexo, al follarla, etc… Los dos nos calentamos explicando lo sucedido e hicimos sexo con muchas deseo, pasión y complicidad.
Hubo una cosa de la que nos arrepentimos mucho luego: No haber utilizado preservativo con Verónica y haberme corrido dentro de ella. Sin preservativo podía haberme contagiado algo y si el caso hubiese sido al revés, que Juan Luis no hubiera utilizado preservativo podía haberse quedado en estado, ya que nosotros no utilizábamos ningún sistema de control. O sea, que ahí va mi consejo: “si jugáis a los Schnipps llevar siempre preservativos, por si acaso”.
Invitamos un mes más tarde a Verónica y a Juan Luis a nuestro apartamento. Yo compré los juegos Schnipps y les dimos una sorpresa cuando los mostré después de la cena. El resto es otra historia.