El viejo tendero del bar llamado Venancio parte 2
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Hacía unos días que el viejo tendero, Venancio, me había dado por el culo en su tienda casa. Ya habíamos coincidido en el bar donde solíamos parar, y en varias ocasiones habíamos coincidido en el aseo. Cada vez que coincidimos me había metido mano todo lo que pudo. Me sobaba el culo con sus manos, y hasta me arrimaba su paquete mientras yo meaba, y a la vez que me comía la oreja, me susurraba que me quería volver a dar por el culo. Tienes que venir otro día a mi casa, y repetimos lo del otro día. Si puedes quiero que te quedes toda la noche, quiero hacerte mi mujer y preñarte ese culito que me vuelve loco, me decía cada vez que coincidíamos en el aseo del bar.
Sí, le decía yo, haber si este sábado que seguramente tendremos una cena la pandilla.
No se si aguantaré tanto tiempo, podrías venir hoy miércoles, ¿o tienes problemas por salir de casa tu solo?
No, no tengo ningún problema, pero no me gusta que sepan a donde voy, y para eso tendría que ir a casa, y luego volver a bajar yo solo, diciendo que había quedado con alguien.
Pues sí puedes venir, ven, yo si hace falta te espero en el portal.
No, como ya tengo tu teléfono móvil, te hago una llamada y me esperas en la puerta de tu tienda.
Y así fue como volví a quedar con el viejo tendero, Venancio. Ese miércoles, me volvería a dar por el culo, y esta vez sería durante toda la noche.
A las 11 de la noche, salía del bar con mi madre para irnos a casa. Una vez en casa, cené un pequeño bocadillo, y le dije a mi madre que iba a salir, ya que había quedado con un amigo para ir de fiesta, y que no volvería hasta la mañana siguiente.
A eso de las 12 de la noche, ya había dado un toque por teléfono al viejo tendero. Salí de mi casa, y cuando llegué a la calle, antes de ponerme en camino, saqué un cigarrillo, lo encendí, de esa manera le daba tiempo a Venancio, el viejo tendero, para que me esperase en la puerta de su tienda.
Me puse andar camino de la tienda del viejo Venancio, y cuando estaba llegando, ya me salió al camino, para ayudarme a entrar en su casa tienda.
Ven, mi princesita, que me tienes loco de ganas por follarte ese culito que tienes, y que tanto me gusta. Esta noche quiero tenerte en mi cama y follarte bien follado durante toda la noche, quiero dejarte bien preñado este culito, me iba diciendo, a la vez que me agarraba el culo con su mano.
Nada más entrar cerró la puerta de la tienda, y agarrado a mi espalda, me abrazó por detrás y sobándome el culo a la vez que me arrimaba su paquete, me susurraba al oído, esta noche no vas poder dormir por el placer que te voy dar. Te voy dejar preñado y el culito repleto de leche. Hoy vas a ser mi princesita, y tu papi te va hacer gozar como nunca.
Me fue empujando hasta el final de la tienda, que era donde estaba la cocina, el aseo, y las escaleras que llevaban a su vivienda. Ven vamos para la cocina que estoy bebiendo una cerveza, y en cuanto termine, subimos al dormitorio. Me puso una cerveza a mí, pero le dije que ahora no me apetecía, que mientras el terminaba, yo fumaría un cigarrillo. De eso nada, abrió la cerveza y dijo, toma, así no bebo yo solo.
Antes de que me sentara, me dijo que podía dejar el bastón blanco allí doblado. Lo doblé y mientras lo dejaba sobre el banco, él me volvió a abrazar y empezó a sobarme por todas partes.
Como me gusta tenerte así abrazado, me decía mientras con sus manos buscaba mi cinturón para irlo desabrochando. Me tenía agarrado por la espalda, y de esa manera me fue desabrochando el cinturón, para seguido desabotonarme el pantalón, e irlo bajando.
Como vi que eso ya no iba a parar, busqué por encima de la mesa el cenicero, y allí dejé el cigarrillo que estaba fumando. Cuando lo hube dejado, ya tenía al viejo Venancio, bajándome los pantalones.
¡Ay que culito, dios! Cuantas veces desee hacerlo mío. Y hoy puedo saborearlo, princesita.
Deja que te vaya desnudando, y verte totalmente desnudo mientras terminamos de beber las cervezas, mi princesa. Y poco a poco, me fue sacando toda la ropa, incluido los zapatos y calcetines.
Una vez me tuvo en pelota picada, me dio la vuelta y haciéndome inclinar sobre la mesa, me hizo abrir las piernas, y pasando su mano por mi culo, me agarró las pelotas y polla, para agacharse y abriéndome todo lo que pudo las piernas, me empezó a lamer todo el ano, ¡ummm! Que cosita tan rica que tienes, como la deseo, ¡ummm!
¡Dios! El viejo Venancio, tenía una lengua tan larga como la polla que se gastaba, y aquellas lametadas que me daba, me estaban haciendo estremecer de gusto.
Después de lamerme bien el ano, se irguió, pero con su mano ahora iba metiendo uno de sus dedos en mi agujero, ¡ohhh! Si sigues así, me vas hacer correr antes de empezar, le dije.
No te preocupes princesa, que esta noche pienso hacerte correr varias veces. Mientras me hablaba, echaba mano a su cerveza, y tras dar un trago a la misma, colocó la botella sobre mi espalda, cosa que me hizo estremecer por el frio de la botella. Tranquilo princesita, que solo voy derramar un poco cerveza, para seguir lamiendo tu agujerito, y además de lavarlo un poco, irte preparando este culito tan delicioso.
Vertió un poco de la cerveza sobre la raja de mi culito, empezando a frotar con su mano por todo el ano. Luego se volvió a agachar, y a la vez que me iba lamiendo y saboreando con su lengua toda la raja de mi culito, volvió a verter otro poco de cerveza.
¡Ohhhhh! Dios, aquello ya me había puesto a mil por hora, y si seguía con aquella tortura, no tardaría en correrme.
Después de lamerme todo el ano, me hizo erguirme, y darme la vuelta para ahora seguir con mi polla y pelotas.
Con un dedo dentro de mi culo y a la vez que lo metía y sacaba, me frotaba las pelotas, y ahora con la boca, empezaba a chuparme la polla que ya la tenía tiesa a más no poder, y empezaba a estar empapada de precumen.
Por favor, para, que no quiero correrme tan pronto, ¡ohhhhh dios! Para por favor que me voy correr. Le pedía mientras con mis manos sujetaba la cabeza que allí sobre mi pubis, no dejaba de succionarme la polla.
Sacó el dedo de mi culo, y poniéndose en pie, me abrazó, mientras me iba diciendo que esa noche me iba hacer delirar de placer.
Vamos sentarnos un poco y terminar de beber la cerveza, le pedí, mientras lo apartaba y buscaba el banco con una mano para sentarme un poco.
Él se sentó a mi lado, y pasándome la mano por los hombros, me iba diciendo, esta noche quiero hacerte delirar de placer, quiero que goces hasta la locura, quiero dejarte los huevos secos de leche.
Mientras terminábamos las cervezas, y él me tenía abrazado a él, como pude le fui desabrochando el cinturón, luego seguí con los pantalones, para una vez se los puse a la altura de los tobillos, sacarle la camisa, para al final dejarlo totalmente en pelotas, como me tenía él a mí.
Una vez conseguí tenerlo en pelotas al igual que estaba yo, me apoderé de su larga polla, y llevándola a mi boca, empecé a lamer y succionar aquel manjar que esa noche tanto me iba hacer gozar.
Después de llevar un buen rato chupando aquella larga polla, y haber ya terminado de beber las cervezas, me fue arrastrando hacia la salida del banco, para luego ponernos en pie, y colocándome otra vez el pecho sobre la mesa, me volvió a abrir las piernas, y mientras me metía un dedo en el culo, me mordía sobre el hombro y cuello, a la vez que me iba diciendo, espera princesita, que ya no aguanto más y necesito meterte ya la polla en este culito tan rico que tienes.
Sacó el dedo de mi culo, y agarrando la polla con su mano, la fue colocando sobre mi agujerito, y poco a poco fue introduciendo aquella larga verga dentro de mí.
¡Ohhhhhhh! Dios, ya estaba ensartado por la larga verga del viejo Venancio.
¡Ufffff! Cada vez que metía su polla hasta lo más profundo de mis entrañas, aquello me hacía sudar, y un escalofrío me subía por toda la columna vertebral. Cada vez que rozaba mi próstata, sentía aquel escalofrío por toda mi columna, y hacía que las pelotas se me encogieran, sintiendo un gran placer.
El viejo tendero, me estaba follando de una manera lenta, muy pero que muy lenta, y las sensaciones que estaba recibiendo, al ser follado de aquella manera, sabía que pronto me iba hacer correr, porque la tortura y placer que estaba sintiendo, no me iban permitir aguantar mucho.
Y efectivamente,
No tardé mucho en empezar a correrme. Empecé a notar como el semen subía por mis huevos, y sin poder aguantar, mi eyaculación explotó haciéndome dar unos fuertes gemidos de placer.
¡Ohhhhhhh! Me corro, ¡ohhhhhhhhh! Me corro, ya, ya me estoy corriendo, ¡ohhhhhhhh! Dios, ya no puedo más.
Me quedé como medio muerto sobre la mesa, mientras el viejo tendero seguía con su mete y saca, y mi pobre polla, dejaba escapar las últimas gotas de semen, sobre el suelo de la cocina.
Así mi princesita, córrete y goza, que esta noche te voy dejar este culito preñado, y hacer gozar hasta la locura.
Aún me estuvo taladrando el culo durante al menos unos 6 largos minutos, hasta que dando unas bestiales embestidas, empezó a soltar el semen dentro de mi culo. ¡Ohhhhhhh! Princesa, ya me vengo, ¡ohhhhhhhhhh! Ya, ya, ya me corro.
Cuando terminó de soltar toda la leche dentro de mis entrañas, se quedó abrazado a mi espalda, a la vez que me decía, eres maravillosa mi princesita, que culito tan maravilloso tienes.
Poco a poco fue sacando su larga polla de mi culo; el muy cabrón aún la seguía teniendo tiesa y dura; una vez repuestos, yo me senté en el banco, mientras el recogía un poco la cocina y limpiaba la corrida que le había dejado en el suelo. Una vez terminó de limpiar y recoger un poco, volvimos beber otras cervezas y fumar un cigarrillo.
Una vez que terminamos de beber, me agarró por la cintura, y me dijo, ven mi princesita, vamos ahora para la cama, que allí seguiremos follando. Mira como me tienes, me dijo llevando mi mano a su polla; él muy cabrón ya tenía la polla más tiesa que el mástil de un velero; aquella polla iba a acabar con mi pobre culito.
Me agarró por el brazo, y antes de subir por las escaleras a su dormitorio, fue a coger una tarrina de algo que no supe en ese momento que era, pero luego supe que se trataba de una tarrina de queso Philadelphia. Agarrado por el brazo, empezamos a subir las escaleras que llevaban a su dormitorio. Me sentó en la cama, dejando en la mesilla la tarrina que había cogido, y fue al cuarto de baño, donde cogió una toalla la cual humedeció con agua caliente por un extremo de la misma.
Abrió la cama ordenándome que me acostara boca abajo, que me iba limpiar un poco la entrada a mi culito, ya que lo tenía escurriendo semen de la follada que me había dado en la cocina.
Me coloqué como me había ordenado, mientras él con la toalla me iba limpiando mi ano.
Vamos limpiar tu agujerito, princesa, que hoy quiero probarlo y hacerte gozar antes de volverte a follar este culito tan precioso que tienes.
Después de haber pasado la toalla por donde la había humedecido con agua caliente, por mi ano, pelotas, y polla, luego con el otro extremo de la toalla, me secó bien secado. Así mi princesa, levanta un poquito el culo que vamos limpiar tu pollita me decía mientras me iba frotando mis pelotas y polla. Se recreó en ello todo lo que pudo, tanto que ya me estaba poniendo cachondo otra vez.
Una vez terminó de secarme y magrearme bien magreado mis partes con la toalla, agarró la tarrina que había subido de la cocina, la abrió, empezando a untarme con sus dedos.
¿Qué es? Le pregunte.
No temas princesa, solo es queso para untar Philadelphia. Así nos servirá para lubricar y de paso comerte ese culito divino que tienes y me vuelve loco.
Me untó el ano, y polla y huevos. Incluso con 2 de sus dedos, introdujo de aquello en mi agujerito.
Cuando hubo terminado, dejó la tarrina en la mesilla, luego se subió a la cama, y levantándome un poco por la cintura, me hizo abrir las piernas, para empezar a lamer todo mi culito.
¡Ohhh dios! Que pedazo de lengua que tenía el viejo Venancio. Lamía desde los huevos, recorría todo el perineo, y luego con la punta de la lengua, la introducía en mi agujerito.
¡Ay dios mío! Aquella tortura que estaba sufriendo, me hacía agarrar la almohada fuertemente con las manos, hundiendo mi cara en la misma mientras gemía de una manera desesperada. El viejo tendero sabía hacerme gozar como nadie nunca lo había hecho. Me hacía gemir sin parar, y aquello me estaba volviendo loco de placer.
Después de estar un buen rato sufriendo aquella maravillosa tortura, me hizo dar la vuelta en la cama. Me hizo subir un poco más hacia la almohada, luego me mandó flexionar las piernas, y abriéndolas todo lo que pudo, se apoderó con su boca de mi pequeña polla, chupando la misma como si fuera el mejor de los manjares.
¡Dios! La metía toda en la boca y succionaba sin parar. Hasta parte de los huevos se metía en la boca.
Yo le agarraba la cabeza y no paraba de dar gemidos y retorcerme de placer. ¡Ohhhhhh! Me vas hacer correr otra vez, le decía entre gemidos.
Así mi princesa, gime y disfruta que esta noche quiero que goces como nunca. Quiero gozar de tu cuerpo, y quiero llenar este lindo culito con mi leche durante toda la noche. Ay, Cuantas veces he deseado tenerte así. Cada vez que te veía, deseaba tener tu culito y poder meterle mi polla y hacerte gemir de placer, princesa, tienes un culito que me vuelve loco.
Después de un buen rato comiéndome la polla y huevos, y haberme lamido por todas partes, me volvió dar la vuelta y dejándome boca abajo, se echó sobre mi espalda, metió sus brazos por debajo de los míos a la vez que colocaba sus manos sobre mi nuca, haciendo que no me pudiera mover. Me ordenó entonces que levantara un poco el culo, a la vez que lo hacía, él me iba encajando su polla en la entrada a mi culito.
Poco a poco me fue metiendo su larga polla, y cuando ya la tenía dentro, empezó a moverse, metiendo y sacando la polla en mi culito.
¡Ohhhhh ! Princesa que culito calentito y apretadito tienes, ¡ohhhhhhh! Como me gusta, hoy te voy dejar preñado princesita.´
¡Ohhhhh dios mío! Aquel ritmo lento y sin pausa, me estaba volviendo loco. Cada vez que aquella polla me rozaba la próstata, me hacía llorar de placer, y mi pobre polla no dejaba de estar goteando semen de manera continua. Como podía follar alguien de aquella manera tan maravillosa, y dar tanto placer, que no podía parar de gemir. ¡Ahhhhhh! Como me gustaba aquello, bendita polla la de aquel viejo tendero, me estaba haciendo derretir de gusto. Y cuanto tiempo llevaba sin sentir aquel placer tan maravilloso. Aquello era un regalo de los dioses, después de tantos años sin sentir aquel placer que tanto deseaba. ¡Ohhhhhhh dios mío! Como necesitaba aquello.
Me estuvo dando por el culo en aquella posición, al menos cerca de media hora.
Cuando empezó a eyacular dentro de mi culo, las envestidas eran más profundas y rápidas. ¡Ohhhhhh! Princesa, me corro, me corro, ¡ohhhhhhhh! Que gusto princesa, como me gusta. Soltó Venancio el viejo tendero, a la vez que me llenaba el culo con su semen.
Cuando terminó de correrse, se dejó sobre mi espalda, y mientras se reponía, iba besando mi espalda y mordiendo mi nuca. Sacó luego sus brazos de donde los tenía, y empezó a buscar con su mano mi polla para empezar a meneármela. Te has corrido princesa, que veo que estás todo mojadito.
No, le contesté, no me corrí, pero seguro que no ha dejado de estar goteando semen, le dije.
Sin dejar de menearme la polla, me dijo, pues córrete mi princesa.
Y notando como iba saliendo la polla del viejo tendero, de mi culito, me corrí en su mano.
¡Ohhhhhhh! Gemí mientras me corría en su mano.
Estando todavía encima de mi espalda, estiró uno de sus brazos, cogió la toalla que tenía allí, se limpió la mano, y luego volvió a limpiar mi polla, para luego limpiar la suya y terminar limpiando la entrada a mi culito. Una vez terminó de limpiarme y limpiarse él, tiró la toalla al suelo, y nos acurrucamos en la cama pegado uno junto al otro.
Vamos descansar un poco, y antes de levantarnos, te vuelvo a follar este culito, princesa.
Yo debí quedar dormido al menos durante un par de horas, hasta que desperté con las caricias que me estaba dando el viejo tendero. Me besaba la espalda y cuello, a la vez que notaba como restregaba su polla que ya estaba tiesa de nuevo, por mi culo, y sus manos frotaban mi vientre y agarraban mis huevos y polla.
Yo estaba de costado, acurrucado sobre su pecho, y con el culo pegado a su polla, la cual notaba como el viejo tendero, volvía a ir metiéndola de nuevo en mi culito.
Me tenía abrazado a su pecho, y con su boca iba mordiendo mi nuca y cuello, mientras me susurraba al oído, como me gustas princesita, y cuanto te deseo. Con sus manos iba frotando mi vientre, y colocándome para encajarme su polla de nuevo. Una vez puso la punta de su polla en la entrada a mi culo, me agarró los huevos y polla, y me fue metiendo toda su polla de nuevo en mi culito.
¡Uffff! Aquello terminó por despertarme de todo, y suspirar al notar toda la polla del viejo tendero, dentro de mi culo.
Quien iba a sospechar que el viejo tendero, Venancio, era todo un semental. Menudo aguante que tenía, y vaya polla que se gastaba. Ya me volvía a tener ensartado en su larga polla aquella noche. Iba quedar bien abierto mi culito, y repletito de leche. Después de algo más de 5 años sin probar una polla, ahora desde la semana pasada en la que el viejo tendero, me acompañó a mi casa, mi culito volvía a estar abierto y repleto de leche, y todo gracias a Venancio, el viejo tendero, el cual ya me conocía desde niño. Quién diría que aquel viejo tendero me iba hacer gozar y desearlo como lo estaba haciendo y que tanto tiempo llevaba necesitando. Venancio soñando con mi culito, y yo con una polla que me diera por el culo.
Empezaba a mover sus caderas y meter y sacar lentamente su polla dentro de mi culito, y a la vez que me mordía la nuca y cuello, me susurraba, lo que me deseaba, y cuanto le gustaba tenerme así junto a él.
Después de un buen rato metiéndome la polla en el culo, la sacó, y me pidió que me montara a horcajadas sobre él, que quería meterme la polla de esa manera.
Me subí sobre él, y sujetando su polla con una mano, la coloqué en la entrada a mi ano, y fui bajando hasta enterrarme toda su polla dentro de mi culo.
Una vez la tuve toda dentro empecé a cabalgar sobre él, mientras él con sus manos me agarraba por las caderas, para luego apretar mis tiesos e hinchados pezones. Los apretaba con fuerza y me hacía dar pequeños gritos y gemir de placer.
Como él no estaba totalmente estirado, sino que casi estaba sentado en la cama y con la espalda recostada sobre el cabecero de la cama, si se inclinaba hacia mí, podía morderme los pezones, y hasta el cuello y boca.
Cosa que empezó a hacer, para gusto mío.
Esto me hizo volver loco de placer, y dar fuertes gemidos y grititos por el placer que sentía. Fue entonces que empecé a correrme de manera salvaje, llevándome aquello al clímax y extenuación. Me tuve que abrazar a él, mientras me corría salvajemente.
Así mi princesa, así, córrete y goza, me decía Venancio mientras me seguía follando el culo, hasta que volvió a derramar todo su semen dentro de mis entrañas.
¡Ohhhhhhh! Mi amor, que culito, como me gusta, ¡ohhhhhh! Me has vuelto hacerme correr mi princesita.
Quedamos abrazados durante un buen rato, siendo acariciado, magreado y besado por él, hasta que poco a poco fue saliendo su polla de mi culo, luego nos volvimos a limpiar con la toalla que estaba tirada sobre la alfombra.
Una vez repuestos, le pregunté qué hora era y me dijo que eran las 5:22. Será mejor que me vista y me vaya ya, le dije.
¿No quieres quedarte un poco más en la cama?
Igual me quedo dormido, ya que estoy cansado, y no puedo más.
No te preocupes, que si hace falta yo te llamo a la hora que quieras.
Bueno le contesté, pero a las 7, quiero marchar, no me gustaría que me viesen salir de aquí a primeras horas de la mañana.
No te preocupes, que la tienda no la abro hasta las 9:30, y si salieses a esa hora, podías hacerlo como si fueses un cliente que viene a comprar a esa hora.
Ya, pero prefiero salir antes de que abras.
Nos quedamos tumbados en la cama, hablamos de todo un poco, y de cómo quedar para la próxima vez. Quedamos para el sábado, ya que yo ese día tenía una cena con los amigos, y luego antes de subir para mi casa, podríamos quedar. O bien me acompañaba desde el bar como la primera vez, o cuando estuviese en mi portal darle un toque por el móvil y hacer igual que hoy.
Bajamos desnudos hasta la cocina, que era donde habíamos dejado la ropa, allí me vestí con la ayuda de él, ya que la ropa estaba tirada por el suelo. Una vez vestido, cogí el bastón blanco, lo desplegué, y acompañado por él, me llevó hasta el portal de mi casa.
Allí terminé de fumar el cigarrillo que había encendido al salir de la tienda, y una vez terminado, se despidió dándome palmaditas en el culo, y magrearlo una vez más.
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