El joven macarrilla, me seduce y termina llevándome a su casa. 4ª parte.

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Eran 13:30 de la tarde, cuando nos despertamos; bueno, mejor dicho, nos despertó el viejo; nos dijo que allí si queríamos comer, había que levantarse ya, que la comida era a las 2.

Me fui desperezando, a la vez que era acariciado por el joven macarrilla. Me acariciaba el culo con sus manos, mientras con su boca me iba besando la espalda, llegando a mi nuca, dándome mordiscos con ella.

Con sus manos me cogía la polla y huevos, mientras me mordía la nuca y cuello, dejando pegada su pelvis a mi culito. Tenía la polla tiesa, y notaba sus bolas pegadas a mi culito.

Ay que bueno estás putito, me tienes caliente a todas horas.

¡uuuuuuffffffffff! aquello me hacía estremecer, y me estaba poniendo cachondo a más no poder. Cada vez que me mordía el cuello y nuca, hacía que se me pusieran los pezones de mis tetillas, duros y excitados, a tope; hasta la polla la tenía ya tiesa y dura de nuevo, y el culito, pedía guerra.

Terminamos por levantarnos, ya que sino, empezaríamos a follar de nuevo, y seguro que nos quedábamos sin comer.

Salimos en pelotas hasta la cocina, y como salvo el viejo que estaba en pijama, así nos quedamos, yendo al baño de uno en uno, para lavarnos un poco, y poder descargar la vejiga, del líquido que se había acumulado en ella.

Comimos en la cocina, una tortilla con chorizo, que había preparado el viejo. Para beber todos bebíamos cerveza. El único que faltaba, era el perro labrador, que estaba en el patio, en su caseta.

Cuando terminamos de comer, nos llevó a la sala, donde nos sentamos a ver la televisión. Estaban con las noticias, ya que pasaban algo de las 3 de la tarde.

Estábamos sentados en pelota picada, tapándonos con unas mantas de viaje, para resguardarnos del frío, mientras fumábamos un cigarrillo el jovencito y yo.

Los 2 nos habíamos sentado en un sofá, ya que allí teníamos el cenicero a mano. Cuando terminamos de fumar, los 2 nos acurrucamos tumbados en el sofá, tapándonos con aquellas mantas.

Notaba la polla de aquel jovencito pegada a mi culo, y el muy cabrón, la tenía ya morcillona, y de paso, me la estaba restregando por mi culo.

Me abrazaba con sus brazos, mientras con las manos agarraba mi polla, jugando con ella, haciendo que me pusiera caliente.

Se estremecía con el frío, pegándose más a mi espalda, restregando su cuerpo por mí. Cada vez notaba su polla más pegada a mi culo, y como cada vez le iba creciendo más.

Ya tenía la polla dura aquel jovencito, e intentando meterla por mi agujerito. Con sus manos no paraba de jugar con mi polla y huevos, haciendo que la tuviera empalmada.

Con una mano, me colocó el culo, haciendo que su polla quedara en la entrada de mi agujerito, y dando suaves movimientos de su pelvis sobre mi culo, me fue metiendo su jovencita polla dentro de mi culito.

Cuando me la tenía toda dentro, empezó a mover suavemente sus caderas, a la vez que con sus manos, seguía jugando con mi polla y pelotas, y de vez en cuando, pellizcaba mis tetillas.

Cada vez se movía más rápido, con la boca me mordía la nuca, haciéndome gemir de placer, y haciendo que tanto el viejo, como el joven macarrilla, se pusieran calientes, al estar viendo como me daba por el culo aquel jovencito, en aquel sofá en que nos encontrábamos acurrucados.

No era para menos, estaban viendo en directo, como 2 jovencitos follaban delante de ellos.

Ahora los gemidos, parecían más unos gritos de placer que gemidos o suspiros. Me culeaba con más fuerza y rapidez, hasta que estalló con un grito, empezando a soltar todo su semen dentro de mi culito; ¡aaaaaaahhhhhhh! me corro, me corro, pegando su pelvis a mi culo, me mordía la nuca con fuerza, hasta que dejó de salir semen de su polla.

Me tenía la polla enterrada en lo más hondo de mi culito, mientras susurraba que gusto, que gusto, ay que gusto.

Luego le fue saliendo la polla de mi culito, mientras me seguía mordiendo el cuello y orejas, y me susurraba deja que te monte el perro, déjalo que te monte, ya verás que gusto te va dar. No sé le contesté yo. No tengas miedo, yo también dudaba la primera vez, y no me arrepiento, da un gusto enorme, prueba ya verás como no te vas arrepentir, aprovecha ahora que estás caliente.

El viejo se levantó, yendo a por el perro; ahora vengo, dijo.

En menos de un minuto, estaba el perro en la sala, dando lengüetazos por mi cara, y a las manos del jovencito, que las había sacado para acariciar al perro.

Nos incorporamos en el sofá, quedando sentados, mientras el perro lamía con su lengua por todas partes, unas veces daba lengüetazos a la polla del jovencito, otras a la mía, y otras se subía al sofá con las piernas delanteras, lamiendo la cara de ambos.

El viejo sujetó al perro, mientras el jovencito me animaba a que me dejara montar por el perro. La verdad es que la excitación que sentía, al recordar la montada que vimos hacerle al jovencito a la madrugada, me tenía a punto de decir que sí, pero yo seguía dudando.

Ven, me dijo el jovencito, ponte aquí de rodillas, con la cabeza sobre mis piernas, y deja que te lama el semen que tienes en el culo, ya verás que gusto da.

Me levanté para ponerme como me había indicado, cuando el viejo dejó que el perro se acercara a mi culo, empezando a lamer con su lengua.

¡Dios! me estaba metiendo la lengua en el agujero del culo; sacaba con su lengua el semen que había y me iba escurriendo por él ¡dios! aquello era inenarrable, me estaba derritiendo de gusto.

¡Dios, oooooohhhhh! me hacía suspirar.

Me hacía dar gritos de placer aquella lengua en mi culito.

Cuando paró de lamerme el culo, empezó a montarme, subiendo sus patas delanteras y ponerlas en el sofá, ya que mi cuerpo, estaba sobre el regazo del jovencito.

Empezó a darme puntadas con su polla el perro, hasta que el viejo le cogió la polla, dirigiéndola a mi agujerito.

¡aaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhh! dios, ya me la había metido.

Que sensación extraña estaba sintiendo. Notaba como iba entrando aquella polla; se notaba caliente y resbaladiza.

Tenía la sensación como si me fuera entrando una culebra por mi culo.

Aquello crecía y crecía cada vez más. Me hacía poner los ojos en blanco, y me aferraba más con mis brazos al jovencito, pegando mi cara a su vientre.

¡Dios que gusto! estaba sintiendo tanto gusto, que hasta abrí la boca, y metí la polla flácida del jovencito en ella, dándome ganas de morderla y comérmela toda; yo creo que le hice la mejor mamada que jamás le hicieron. No me tragaba las pelotas, porque no podían entrar, sino también me las trago.

Le estaba dejando la polla más limpia y reluciente al jovencito, que nunca en su vida había tenido.

Ahora notaba un chorro continuo llenarme el culo, y cada vez aquello lo llenaba más y mas. Era el esperma del perro, que estaba inundando mi culo.

Cuando el perro hubo acabado de montarme, y por fin salió la polla de aquel perro de mi culito, empezaba a salirme a borbotones el semen que me había metido.

¡Dios!, ahora me estaba volviendo a lamer el agujero del culo, metiendo su lengua en él, pareciendo que estuviese bebiendo con una cuchara el semen que me estaba saliendo por él.

Me estaba volviendo loco, y aquello parecía interminable, hasta que por fin paró, pudiendo empezar a reponerme, de aquella follada que me había dado el perro.

¡Dios! estaba extasiado. El cuerpo me hervía, las piernas y el culo me temblaban. La polla no la tenía erecta de todo, pero me colgaba junto a las pelotas, y no dejaba de gotear semen.

El joven macarrilla, que hasta entonces solo había estado como espectador, viendo como era montado por el perro, se acercó a mí, ayudándome a levantar.

Me rodeó con sus brazos, mientras buscaba mi boca, dándome un beso, a la vez que metía su lengua, saboreando mis labios.

Me fue llevando al sofá donde estaba sentado él, haciendo que le mordiera las tetillas, mientras me iba empujando hasta su sexo.

Abre la boquita, anda- Abre `y chupa mi polla, que me va reventar.

Abrí la boca, mientras iba chupando aquella larga polla; la chupaba como si fuera un caramelo; me paraba en la cabeza, succionando el semen que le adornaba el glande, a la vez que con una mano acariciaba y estrujaba sus pelotas.

Noté como por la cintura me cogía el viejo, mientras yo seguía con aquel caramelo en mi boca.

Notaba al viejo hurgar con sus dedos en mi hoyito, a la vez que decía, ahora si que tienes bien abierto el culito, putito. Parece una almejita abriéndose para beber.

El joven macarrilla se sentó sobre el brazo del sofá, a la vez que sujetaba mi cabeza, y acariciaba mi pelo y orejas, mientras yo le estaba realizando aquella fenomenal mamada.

Suspiraba de placer, a la vez que me pedía que siguiera; mmmmmmm, sigue putito sigue ¡oooooooohhhhhhh! mmmmmm.

El viejo sacó los dedos de mi culito, llevando ahora la punta de su polla hasta mi agujerito, colocó la punta en la entrada a mi culito. Mientras yo seguía con la chupada a la larga verga del joven macarrilla, me sujetó con las manos mis caderas, dando un meneo a su pelvis, me enterró su tremendo pollón en mi culo.

¡Ohhhhhhhhhhh! ¡Dios! me había enterrado aquel monstruo de una estocada, y me había entrado hasta los huevos. Si que tenía el culo bien abierto.

Con aquella culeada que me había dado, la polla que estaba chupando, me había llegado a las amígdalas, pero no solté mi caramelo, y seguía chupando aquella golosina, que tan bien me sabía.

El viejo empezó a bombear a buen ritmo, a la vez que yo me concentraba en chupar aquella larga polla, como si mi vida se fuera en ello.

Aquel pollón que me taladraba el culo, tenía la virtud de rozarme tan bien la próstata, haciéndome gozar tanto, que cerraba los ojos, a la vez que deliraba de placer.

El viejo, empezaba a gemir más fuerte, moviéndose cada vez más rápido, hasta que explotó dentro de mi culo, soltando su leche, mientras daba grandes alaridos de placer; ¡aaaaaaaaahhhhh!, putito, me corro, ¡aaaaaaaahhhh! ya me corro, ya me corro.

Se quedó parado con la polla en lo más profundo de mi culo, mientras yo seguía chupando aquel caramelo de polla.

Me acariciaba el culo con sus manos, mientras iba saliendo su polla de mi culo, a la vez que suspiraba, ay que culito, ay que culito tienes putito.

Nada más salir la polla del viejo de mi culo, empezaba a correrme yo ¡oooooooooohhhhh! mmmmm, y al mismo tiempo la polla que chupaba, me empezaba a soltar todo el semen en la boca ¡ooooooooohhhhhh! putito, traga, traga mi lechita ¡ooooooooohhhhhh! putito, trágatela toda.

Dios, estaba sudando, y las piernas me temblaban. Fui incorporándome después de dejar bien limpia la polla del joven macarrilla, y haberme tragado toda su leche, para terminar sentándome en el sofá, mientras terminaba de recuperarme.

Después de fumar un cigarrillo, nos fuimos a lavar, uno a uno, y cuando estuvimos todos listos, nos marchamos de vuelta para La Coruña.

Eran 8:20 de la tarde, cuando me dejaron en las proximidades de mi domicilio. Pero antes de subir a casa, tomé una cerveza en uno de los bares que hay. Estaba cansado, y notaba el culo más abierto que nunca; parecía que tenía el canal de Panamá en mi culo.

Esa noche dormí a gusto y bien relajado, pensando en el fin de semana que había pasado, y que tenía que volver repetir algún fin de semana para pasarlo como este.

Fin del relato.

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