Llegó esta nueva chica a la oficina donde trabajo, (voy a cambiar los nombres para evitar problemas), digámosle Ana, quien me pareció agradable, nos tocaba compartir la misma oficina, ya que son dobles, y en varias ocasiones salíamos a tomarnos el café de la tarde juntas, ella siempre me hablaba de su esposo, de cómo le gustaba en la cama y lo que a ella no le gustaba hacer que a él sí, y yo, que no soy casada, le hablaba de mis aventuras y que me gustaba a mí de los tipos y que no.
Un día su esposo llegó a buscarla, era un tipo medio alto, bien parecido, y me pareció también bastante agradable, pero hubo química desde que nos vimos, un par de miradas bastante seductoras y ahí quedamos los dos, medio coqueteándonos.
Él se ofreció en llevarme a mi casa, ya que vivía de camino a la suya, Ana le había comentado de mí, a lo que accedí, en el camino me las ingenié para obtener su número, y que él obtuviera el mío, estaba decidida a que se diera un encuentro sexual entre nosotros, a este personaje lo llamaremos Luis.
Cuando llegué a mi casa, me metí a bañar y a darme una masturbada pensando en Luis, fue divina, tan solo pensar en él me ponía súper caliente, mi clítoris estaba hinchadito y mi piel erizada, tuve un orgasmo riquísimo.
Al salir de la ducha, así desnuda tomé mi celular y le iba a escribir, pero ya tenía un mensaje suyo, en el que me decía: «Que bueno que Ana es muy pendeja y no se da cuenta, pero noté como me mirabas y te acomodabas la ropa para que se te notara todo lo que tienes, yo también soy un descarado y te miré muchísimo, si no te molesta, aquí te va algo que quiero que veas». Me envió una fotografía de su pene erecto como mástil, era grande, sus venas estaban todas hinchadas y se veía demasiado rico.
Le respondí: «Bueno, si es tan pendeja ¿por qué no vienes a comerme, aquí estoy solita, no vivo con nadie?, Y sí, soy muy descarada, y me encanta serlo, te muestro algo a ti también» Y le envié un par de fotos de mi cuerpo desnudo. Su respuesta fue: «Le voy a decir a la pendeja esta que debo salir, espérame como en media hora».
Al cabo de poco menos media hora llegó, yo estaba aún desnuda, Luis entró y nos saludamos con un beso inmenso y un abrazo muy apretado, pude notar su erección, me quedé ahí besándolo un rato y restregándome divinamente en su pantalón.
Sin mucho protocolo, se quitó la ropa y empezó a masturbarse en el sofá, yo empecé a hacer lo mismo, pero de rodillas frente a él, así que me lo metió en la boca, aquel pedazo de carne inmenso estaba tan duro que parecía un hierro forrado por seda, que cosa más rica, lo disfruté mucho, entre lamer y chupar, fue muy rico. Algo que me había dicho Ana que no le gustaba hacerle a su marido era darle chuparle y lamerle las bolas, tenía los testículos grandes y lampiños, tomé uno por uno y lo chupe mientras lo masturbaba, los lamí muchísimo rato, también se sentía excelente. Su cara de satisfacción era buenísima, sus jalones de cabello me tenían vuelta loca y me decía: «Ya conseguí a la zorrita que me va a mamar el guevo como me gusta» «Dale perra chúpalo, que se ve que te encanta» Cada vez que me trataba mal me sentía más excitada.
Me levantó de un solo golpe y me sentó frente a él, empezó a mamar mis tetas con locura y me lo metió, sentí que me iba a estallar, estaba tan sensible que podía sentir la piel ir y venir con cada embestida, le dije: «Puedes acabarme dentro, no hay problema», me puse el dispositivo del brazo hace unos meses atrás, así que ese hombre me tomó por la cintura y me volteó, me puso en cuatro patas, y me dijo: «Entonces te voy a disfrutar hasta el final, ya eres mi puta» Y lo acompañó con nalgadas, que buenas eran esas nalgadas, sentía que no cabía en mi de lo fascinada que estaba con ese disfrute. Me cogía como me gustaba, que rico sentir la textura de sus bolas en mi clítoris cada vez que me golpeaba para meterlo, lo sacó y me lo metió por el culo de un solo arrebato, y con lo que me gusta que me den por el culo, lo único que pude hacer fue gritar de placer, seguía sus embestidas divinas, hasta que sentí que tuvo un gemido y su semen recorriendo mi culo.
Ambos nos tiramos cansados en el sofá, él sobre mi y sin sacármelo, sentía como el pene se iba poniendo flácido y aun así era grande, su sudor y el mío, no podíamos ni hablar de lo cansados que quedamos, nos dimos cuenta que fue una sesión de 2 horas.
Como pudimos nos levantamos, le ofrecí bañarse y me dijo que no, que ese era su premio de la noche, se fue tranquilo y yo quedé tranquila, me bañé y dormí excelente.
Al día siguiente Ana me contó como su esposo había tenido que regresarse a trabajar en una emergencia en la oficina y llegó súper tarde, y todo sudado.
Siguieron pasando muchas cosas entre nosotros dos, pero les contaré más adelante.
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